¿Ha visto esta generación ‘señales del cielo’?
ENTRE las personas de edad avanzada de esta generación hay quienes recuerdan los primeros años de la aviación, después del vuelo que Orville Wright ejecutó con éxito en 1903. En aquel entonces se consideraba al avión como un juguete grande. Daba a los pilotos la oportunidad para aventurar y servía de entretenimiento a multitudes de espectadores.
Pero en 1911 Italia comenzó a usar aviones para lanzar granadas sobre las tropas turcas. Entonces llegó 1914. “La era de circo y carnaval del vuelo del hombre terminó abruptamente con el estallido de la I Guerra Mundial en 1914”, declara la Encyclopædia Britannica. “Los gobiernos en guerra estaban dispuestos a pagar millones de dólares a los diseñadores de aeronaves, lo cual hizo que la aviación se convirtiera súbitamente en una gran empresa.”
Empieza la guerra aérea
Desde el mismísimo principio de la guerra, las naciones europeas emplearon aviones para espiarse las unas a las otras. Pero el 26 de agosto de 1914 un avión ruso chocó adrede contra un avión invasor de Austria. Ambos pilotos murieron. Aquel mismo día, tres aviones británicos rodearon a un avión de reconocimiento alemán y lo obligaron a aterrizar. Se podía ver claramente que las naciones habían empezado a hacer guerra en el aire. El 5 de octubre de 1914, un piloto francés despegó en su avión con una ametralladora de mano y la usó para derribar un avión alemán. Poco después los aviones fueron equipados con ametralladoras, lo cual resultó en espantosos combates aéreos. Para el fin de la guerra, más de 10.000 hombres habían perdido la vida en tales encuentros.
Más aterrador aún fue ver las bombas caer desde los aviones. El 8 de octubre de 1914, dos aviones británicos bombardearon objetivos estratégicos en Colonia y Düsseldorf. Entonces, en diciembre de 1914, Alemania comenzó sus bombardeos aéreos sobre Gran Bretaña. “Los bombardeos aéreos se hicieron cada vez más horribles a medida que progresaba la guerra”, escribe Susanne Everett en el libro World War I—An Illustrated History.
En su libro Flyers and Flying (Los aviadores y la aviación), Aidan Chambers resume lo que el avión significó en la I Guerra Mundial: “El aeroplano se había desarrollado en una orgía de destrucción. Sobre los campos de batalla de Francia yacían los escombros deformes de muchos combates aéreos; Londres y otras ciudades, pueblos y aldeas habían sido bombardeados; los barcos habían sido atacados desde el aire. La guerra [...] cambió completamente con la llegada de los hombres voladores en sus increíbles máquinas”.
Muchas personas vieron estos desenvolvimientos de la guerra, además de otros, como cumplimiento de la siguiente profecía bíblica: “Se levantará nación contra nación, y reino contra reino; [...] y habrá escenas espantosas y del cielo grandes señales” (Lucas 21:10, 11). Un relato paralelo de esta profecía añade las siguientes palabras: “Todas estas cosas son principio de dolores de aflicción”. (Mateo 24:7, 8.)
¿“El principio de los dolores de parto”?
¿Resultaron ser solo “el principio de los dolores de parto”, como lo vierte la Biblia de Bartina-Roquer, la I Guerra Mundial con sus ‘escenas espantosas y grandes señales en el cielo’? La historia contesta afirmativamente. Más de un millón de toneladas de bombas fueron lanzadas desde los cielos inmediatos a la Tierra durante la II Guerra Mundial. Entre ellas estaban las bombas de demolición y otros artefactos de seis toneladas que podían atravesar unos 5 metros (16 pies) de hormigón sólido.
Imagínese el terror que sobrecogió a los residentes de Hamburgo por la noche en julio de 1943 cuando un enjambre de unos 700 aviones pesados bombardearon la ciudad. Esto se repitió dos noches después, lo cual causó una tormenta de fuego que reclamó más de 40.000 víctimas. “Un río de refugiados demacrados y aterrorizados fluía a las provincias vecinas —escribió Adolf Galland—. El terror de Hamburgo se esparció rápidamente hasta las aldeas más remotas del Reich.”
Varsovia, Londres, Coventry, Berlín, Dresde, Tokio y muchas otras ciudades sufrieron debido al intenso bombardeo. Un ataque aéreo sobre Tokio causó una tormenta de fuego que fue más destructiva que la de Hamburgo. Murieron más de 80.000 personas. Después de una serie de ataques aéreos, millones de personas huyeron de la ciudad. “La población de Tokio bajó de cinco millones a dos y un tercio millones de personas”, registró el historiador Jablonski. Una japonesa dice: “Siempre que oigo la sirena de un camión de bomberos o veo el chisporroteo de la leña en una chimenea, mi corazón se agita y vuelvo a vivir aquellos días de terror cuando era niña”.
La II Guerra Mundial introdujo nuevas armas aterradoras. En el último año de la guerra, Alemania comenzó a lanzar los cohetes V-2, cargados con una tonelada de explosivos. Alcanzaban una velocidad de 5.600 kilómetros por hora (3.500 millas por hora) antes de dar en el blanco, y llegaban a suelo británico solo unos cinco minutos después de haber sido lanzados. Luego los Estados Unidos dejaron caer dos bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, las cuales mataron al instante a más de cien mil personas. “Junto con la bomba atómica —explica la Encyclopædia Britannica—, el V-2 prefiguró los proyectiles balísticos intercontinentales [ICBM] de la era de la posguerra.”
Después de la guerra, las naciones desarrollaron armas nucleares que eran más destructivas aún. Antes que se firmara en 1963 el tratado que prohíbe las pruebas nucleares, había una fiebre de tales pruebas. Se hicieron estallar bombas nucleares hasta en el espacio. En cuanto a uno de estos experimentos, el doctor Mitton escribe en su libro Daytime Star—The Story of Our Sun (La estrella diurna... la historia de nuestro Sol): “La explosión ‘Starfish’, en julio de 1962, produjo una zona radiactiva que continuó en existencia por varios años. La insensatez de este ejercicio se pudo ver clara y enérgicamente cuando se supo que varios satélites costosos fueron totalmente destruidos”.
El tratado de 1963 limitó las pruebas de armas nucleares, pero no impidió que las superpotencias fabricaran más de estas bombas. Tampoco impidió que desarrollaran los métodos para lanzarlas. Al comentar en cuanto a este asunto, el doctor Jastrow escribió en Science Digest: “Cuando los alemanes estaban haciendo llover cohetes V-2 sobre Gran Bretaña hace 40 años, creían que eran bastante certeros si los cohetes caían dentro de un radio de 16 kilómetros [10 millas] de su blanco. [...] Las ojivas nucleares de los ICBM soviéticos y estadounidenses que hay hoy día pueden caer a unos 270 metros [300 yardas] de su objetivo después de haber recorrido millares de kilómetros”.
El doctor Jastrow pasó a describir las nuevas ojivas nucleares que tienen sistema de radar y cerebros electrónicos. Se les llama “ojivas astutas” y se dice que, “como promedio, pueden caer a unos 23 metros [25 yardas] de su objetivo”. Se cree que estas “ojivas astutas” se pueden adaptar a los proyectiles balísticos intercontinentales.
¿No concuerda usted en que lo que comenzó allá en 1914 era solo “el principio de los dolores de parto”? El hombre ha dado un uso cada vez más mortífero al “cielo”.
[Ilustración en la página 4]
Se hicieron pruebas de bombas nucleares en el espacio antes que se firmara el tratado que prohíbe las pruebas nucleares