¿Qué le está pasando a este mundo?
TODA persona razonable puede ver que, en lo que se refiere a este mundo, algo marcha muy mal. Aunque la gente en todas partes quiere disfrutar de la vida, un sinnúmero de cosas actualmente impiden que lo haga.
Por ejemplo, con la constante subida de los precios, se hace cada vez más difícil ganar lo suficiente para llevar una vida moderada. Además, la familia humana está afligida por crímenes, disolución de familias, pobreza, desórdenes civiles, guerras y otros problemas.
A medida que aumentan las presiones de la vida, más y más personas expresan la opinión de que estos problemas no tienen solución, dicen que absolutamente no hay salida. Y esto es precisamente lo que Jesucristo predijo acerca de nuestro día cuando dijo que habría “sobre la tierra angustia de naciones, no conociendo la salida.”—Luc. 21:25.
Además, a principios de 1979 se agregó otra cosa de gran significado a esta “angustia de naciones.” Por primera vez en la historia del comunismo internacional, naciones que son comunistas se han puesto a guerrear entre sí.
“LA HERMANDAD ROJA EN GUERRA,” así es como lo expresaron los titulares de un editorial principal del Times de Nueva York. En su comentario el periódico dijo lo siguiente:
“Esta semana, en todo lado de las batallas asiáticas, están cantando ‘La Internacional’ a la vez que entierran las esperanzas de los padres comunistas junto con los cuerpos de sus hijos.
“Hubo un tiempo en que los comunistas . . . se consideraban a sí mismos hermanos incapaces de guerrear unos contra otros . . . la hermandad roja creía que las únicas guerras internacionales que todavía podrían ocurrir —que en realidad eran ‘inevitables’— eran las que resultarían de las contradicciones inherentes al capitalismo.”
Sin embargo, los antagonismos entre las naciones comunistas han aumentado durante las últimas dos décadas. Por fin éstos estallaron en guerra abierta a principios de 1979, cuando el Vietnam comunista invadió a la Camboya (Cambodia) comunista. China, que favorecía a Camboya, entonces invadió a Vietnam, que tenía el respaldo de la Unión Soviética, y las tensiones aumentaron entre China y la Unión Soviética. La guerra causó ondas de choque que se extendieron por todo el mundo. El Times dijo lo siguiente respecto al significado de esto:
“El conflicto que se extendió este fin de semana de Camboya a la frontera entre China y Vietnam y a los intercambios hostiles entre China y la Unión Soviética suministra la prueba final de que ninguna ideología hace a los hombres inmunes a la contienda étnica y racial, o a la agresión y patriotería. A la vista de las impotentes Naciones Unidas, gobiernos impulsivos, sin tener implicado en ello ningún interés económico manifiesto, corren el riesgo de desatar hasta una guerra grande. El horroroso nacionalismo ha vuelto a triunfar en la familia humana.”
Se ve, pues, que tal como ha sucedido con toda otra ideología política que lo ha antecedido, el comunismo muestra que él tampoco puede traer verdadera paz y unidad a toda la humanidad. Como dijo en conclusión el Times: “Las naciones viven como las naciones siempre han vivido, por el código de los bandidos.”
¿Se siente usted desanimado debido a los muchos acontecimientos deprimentes que han ocurrido en los asuntos del mundo durante su vida? Muchas personas responderían que sí. Sin embargo, cuando se consideran a la luz de la profecía bíblica, estos mismísimos sucesos sirven como fuente de gran ánimo y esperanza para el futuro.
¿Por qué? Porque todos estos sucesos son parte de la gran “señal” de los tiempos que Jesús dio en profecía. Esa “señal” marca la era en que vivimos como única en la historia humana, pues es la última en que se experimentarán tales condiciones de angustia.—Mat. 24:3.
Jesús dijo que esta era comenzaría con una serie de sucesos mundiales sin precedente. Declaró: “Se levantará nación contra nación y reino contra reino.” También dijo que, entre otras cosas, habría “grandes terremotos, y en un lugar tras otro pestes y escaseces de alimento.”—Mat. 24:7; Luc. 21:10, 11.
Esa combinación de sucesos, sin paralelo en la historia, empezó con la primera guerra global de la humanidad, la I Guerra Mundial. Esta mató a unos 9.000.000 de combatientes y 5.000.000 de civiles. Tan tremenda fue su matanza que un soldado alemán escribió horrorizado: “Esta generación no tiene futuro, y no merece ninguno.” Se acercó más a la verdad de lo que posiblemente se imaginaba.
Acompañando la guerra, o poco después de ella, vinieron otros sucesos significativos que cumplieron profecías. Una plaga fatal, la influenza española, causo más de 20.000.000 de muertes. Terremotos devastadores azotaron lugares como Italia, China y Japón, dejando a centenares de miles de personas muertas. Verdaderamente, los sucesos relacionados con la I Guerra Mundial fueron el “principio de dolores de aflicción,” como predijo Jesús.—Mat. 24:8.
Hasta el día de hoy se puede observar un siniestro recuerdo de aquel “principio.” ¡De tan solo Bélgica se informa que durante 1979 las tropas del ejército belga, empleando detectores electrónicos, han desenterrado —cada día— un promedio de una tonelada de cápsulas de artillería sin estallar de los campos de batalla de la I Guerra Mundial!
¡Sin embargo, la II Guerra Mundial produjo un infierno aún peor, puesto que mató a 55 millones de personas! Se introdujeron nuevos métodos y máquinas de guerra espantosos.
Hoy se puede ver un horrible recuerdo de aquel conflicto en Pearl Harbor, Hawai. Allí se ha erigido un monumento por encima del Arizona, un acorazado hundido en cuyo casco todavía están enterrados los restos de más de 1.000 miembros de su tripulación. Este es otro horrendo testimonio del poder destructivo del hombre y de lo incapacitado que está en cuanto a resolver sus problemas.
El espíritu de violencia y anarquía que los gobiernos han demostrado durante nuestro tiempo en sus tratos los unos con los otros ha contagiado a las masas de la humanidad. Como resultado, los crímenes, la violencia y otras formas de comportamiento antisocial han alcanzado tales niveles epidémicos que se dijo lo siguiente en un editorial del Post de Nueva York:
“En verdad la vida se ha hecho tan traumática, tan ensangrentada con horror, que hay que tener un estómago de piedra para poder leer las noticias diarias. La TV agrava la agonía, gracias a los colores naturales.
“¿Dónde, se pregunta uno, está el fin de ello... de la matanza, del estropeo, de las cabezas rotas, de los hijos golpeados, de los asesinatos casuales por dos dólares y un barato reloj de pulsera? . . .
“En los años setenta, la violencia se ha llamado apropiadamente ‘el cáncer de nuestra alma.’ . . . No hay adulto que pueda recordar cosa alguna que realmente se asemeje a ello.”
Sí, somos testigos oculares del período crucial y singular de que hablaba Jesús cuando predijo la “angustia de naciones, no conociendo la salida.” Sin embargo, ¿quiere decir esto que no haya absolutamente ninguna salida?
No, porque cuando Jesús pronunció su profecía acerca de la “angustia de naciones, no conociendo la salida,” dijo estas palabras inmediatamente después: “Mas al comenzar a suceder estas cosas, levántense erguidos y alcen sus cabezas, porque su liberación se acerca.” (Luc. 21:28) Pero, ¿por qué deberíamos ‘alzar la cabeza’ con ánimo y esperanza cuando nos hallamos cercados de tantos problemas y dificultades?