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  • Respete la propiedad de otros
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¡Despertad! 1973
g73 8/7 págs. 5-7

Respete la propiedad de otros

¿POR qué es el crimen ahora una epidemia mundial?” Esa es la pregunta que hizo el U.S. News & World Report en su editorial del 1 de mayo de 1972. En los Estados Unidos, no solo se cometieron unos seis millones de crímenes violentos en 1971, sino que el hurto y el robo con escalo tuvieron un aumento de 10 por ciento sobre el año de 1970. El desafuero manifestado por esos crímenes obviamente indica una disminución en el respeto por los derechos de propiedad de otros.

Verdaderamente estos son los predichos “últimos días” en los que hay un “aumento del desafuero,” en los que nos enfrentamos a “tiempos críticos, difíciles de manejar.” Como nunca antes, todas las personas bienintencionadas necesitan pensar detenidamente en cuanto al respeto que muestran por los derechos de propiedad de otros. El ser negligente en este asunto podría fácilmente abrir el camino para “seguir tras la muchedumbre para efectuar fines malos.” La Biblia advierte en contra de esto.—Mat. 24:12; 2 Tim. 3:1; Éxo. 23:2.

Además de los casos de robo que se informan, hay muchos más casos de hurtos pequeños que nunca llegan a la atención de las autoridades policíacas. Esto es cierto tanto en los lugares de empleo como en distintas clases de residencias donde un gran número de personas comparten las mismas comodidades. Hacemos bien en preguntarnos: “¿Soy culpable de esto?” Si algo parece deseable pero pertenece a otra persona o a la administración, ¿se siente tentado a tomarlo si piensa que su acción no será notada o descubierta? ¿Busca una explicación racional de sus esfuerzos diciéndose que merece más que lo que le pagan o que su patrono está sacando gran ganancia de su trabajo?

Vandalismo

Otra evidencia de lo grave de la falta de respeto por los derechos de propiedad de otros y lo ampliamente esparcida que ésta está es la desconsiderada destrucción de la propiedad. A esto se le llama vandalismo, término que viene de los vándalos germánicos que saquearon a Roma a principios del siglo quinto. Los vándalos de hoy día destruyen más de 100 millones de dólares anualmente tan solo en los Estados Unidos; los vándalos en Nueva York causan a los autobuses y trenes subterráneos de la ciudad daños por 2,6 millones de dólares al año. Una forma común de vandalismo efectuada por los jóvenes es el romper las ventanas de escuelas, trenes y los parabrisas y cristales traseros de los automóviles. Tan solo en el Ferrocarril de Long Island (en el estado de Nueva York, EE. UU.) anualmente se rompen más cristales de ventanas que en toda Francia.

Por lo general, el vandalismo es la obra de jóvenes. Manifiesta su destructividad especialmente en los parques públicos. En esos lugares los jóvenes tumban las fuentes para beber, rompen los excusados y ensucian los depósitos de agua. Su destrucción de letreros, entre éstos los que dan advertencias, ha resultado en la muerte de veraneantes. En un hermoso coto arbolado de 280 hectáreas, no lejos de la ciudad de Nueva York, los jóvenes anualmente hacen 100.000 dólares de daño a las comodidades. Adicionalmente hacen un daño incalculable destruyendo árboles, arbustos y otras plantas, aplastando huevos de cisnes y matando a palos a los conejitos. ¡Qué enorme falta de respeto por los derechos de la propiedad pública revelan esas acciones! Un profesor de la Universidad de Cornell, muy exasperado por el daño que la gente hace en estos lugares de recreación pública, escribió: “Las personas son . . . Cerdos. . . . No todas las personas, por supuesto, pero la mayoría cae dentro de esa categoría.”

La misma clase de mentalidad explica lo que se conoce como “esgrafiados.” Esto se refiere a las rudas inscripciones de nombres, refranes, obscenidades y vulgarismos en las paredes y coches del tren subterráneo —tanto por dentro como por fuera— así como en las aceras, en las escaleras, en los edificios públicos, sobre los monumentos, y sobre las elevaciones de piedra en los parques públicos. En Filadelfia, Pensilvania, el costo anual de tratar de limpiar la contaminación de los esgrafiados llega a 4 millones de dólares. En la ciudad de Nueva York, los esgrafiados en los trenes subterráneos han llegado a la “fase epidémica.” Después de muchos meses los concejales de la ciudad en Nueva York finalmente aprobaron una ordenanza estipulando castigos por esta desfiguración de la propiedad.

Pensando en ello

No es muy probable que nuestros lectores sean los que roban con escalo o cometen hurtos, ni tampoco es probable que sean propensos al vandalismo ni se entreguen a esgrafiar. Pero aun así, todos deben estar en guardia para que, ya sea por descuido o por falta de consideración, vayan a encontrarse culpables de falta de respeto a los derechos de propiedad de otros. ¿Cómo?

Un empleado de un parque público declaró que los pequeños pero perjudiciales actos que la gente comete irreflexivamente son los más graves debido a su frecuencia. ¿Hace caso el lector de letreros tales como “No pasar,” y “Por favor no camine sobre el césped”? Personas que deberían ser maduras en sus pensamientos tienen la tendencia a justificarse cuando la violación de las ordenanzas del parque sirve a sus intereses inmediatos, tales como dejar la basura a su alrededor, o merendar sobre el césped donde no lo debería hacer. Pero, en realidad, o son irreflexivos o, con una actitud equivocada de su propia importancia, se consideran por encima de una ordenanza en particular.

Los derechos de propiedad de otros también merecen atención cuando uno permanece como huésped en un hotel. ¿Es usted tan cuidadoso con los muebles y con la ropa blanca como si fueran los de su propia casa? Debería serlo. A un gerente de uno de los mayores hoteles de Brooklyn le pesa mucho el no poder instalar mobiliario de calidad, como le hubiera gustado, debido al maltrato que los huéspedes les dan a éstos.

Lo mismo aplica si usted es huésped en el hogar de un amigo o pariente. Puede que su anfitrión se sienta generoso y le ofrezca el uso libre de la casa, pero le sería más conveniente dar más que el acostumbrado cuidado a todo lo que le rodea. De otro modo descuidadamente podría dañar algo que no solo tenga valor monetario sino también valor sentimental, lo cual quizás resultaría en su propia vergüenza y en el perjuicio de su anfitrión. Y de tener usted un accidente, muestre respeto por la propiedad de su anfitrión por medio de tener el valor moral de mencionarlo y expresar su pesar. No deje que su anfitrión lo tenga que descubrir después que usted se vaya.

¿Es usted un coleccionista de recuerdos?

Si usted es un coleccionista de recuerdos, es posible que esta afición también le haga faltarle el respeto irreflexivamente a los derechos de propiedad de otros. Un grupo de viajeros norteamericanos estaban disfrutando de una cena en una Lyons Corner House en Londres. Las pequeñas cucharitas de té que eran parte de la vajilla despertaron la curiosidad de uno del grupo y le preguntó al mozo si podía comprar una como recuerdo. Le explicó que era la última noche que estarían en Londres y que las tiendas vendían estas cucharitas solo por docena. El mozo contestó con el dejo de los londinenses de la clase popular: “Bueno, ‘seño,’ si por casualidad se le cayera una en el bolsillo, nadie se enteraría o le importaría, ‘seño.’” Y así precisamente hizo el viajero. En ese incidente el mozo tuvo tan poco respeto por la propiedad de su patrono como lo tuvo el viajero.

Pero la mayoría de los turistas que coleccionan recuerdos ni se molestan en preguntar. Por lo menos no muchos de los que visitan el nuevo Centro John F. Kennedy para las Artes Interpretativas en Washington, D.C., el cual, después del Capitolio, es la atracción turística más popular de la ciudad. Se informa que los turistas se han llevado virtualmente todo lo que es “‘asequible y separable’ . . . Todos los ceniceros y los saleros y pimenteros originales se han desvanecido de los tres restaurantes del Centro, junto con . . . un juego de porcelana, juego de copas, de cubiertos y manteles. Los cazadores de recuerdos . . . cortan muestras de las alfombras y cortinas... y hasta escamotean cristales que valen 86 dólares cada una de las elegantes arañas Waterford.” ¿Y qué dejan detrás? Quemaduras de cigarrillo en las alfombras, manchas de licor y embadurnamientos de goma de mascar y caramelos. ¿Respeto por el derecho de propiedad de otros? ¡No de parte de estos cazadores de recuerdos!—Newsweek del 13 de diciembre de 1971.

Al pedir prestado

El respeto (o falta de respeto) de uno por los derechos de propiedad de otros también se delata por sus hábitos al pedir prestado. Se muestra grave falta de respeto si uno “toma prestado” algo sin consultar con el dueño... solamente porque uno lo conoce bien, porque lo piensa usar solo un poco de tiempo o porque en ese momento el dueño no está presente. Aunque uno se proponga devolverlo, no es de uno y su dueño no le ha dado permiso para tomarlo. Siempre tenga presente que le puede suceder algo a lo que se pide prestado, un libro puede perderse o ensuciarse y una pieza de máquina o herramienta puede romperse.

Además, el respeto por la propiedad de otros nos insta a devolver puntualmente lo que hemos pedido prestado, dentro del tiempo estipulado. Nunca debería uno obligar al propietario a pedirlo. El respeto por el artículo prestado también indica que uno, a su vez, no debe prestárselo a otro. ¿Por qué no? Porque no le pertenece, y por eso uno no tiene derecho a prestárselo a otro. Además, el propietario quizás hubiera vacilado en prestárselo a la otra persona. También, ¿qué pasaría si el dueño viniera a usted porque necesita que le devuelva el artículo, solo para hallar que lo tiene otra persona? Es importante también que uno muestre respeto devolviendo el artículo en tan buenas condiciones, si no mejores, que cuando lo obtuvo prestado.

¿Qué ayudará a todos sin excepción a mejorar su respeto por los derechos de propiedad de otros? El leer la Santa Biblia con regularidad. Para empezar, no solo condena ésta el tomar secretamente cosas que pertenecen a otros —dicho llanamente, robar— sino que aun condena el desearlas, el codiciarlas.—Éxo. 20:15, 17; Efe. 4:28; Col. 3:5.

La Palabra de Dios no solo nos da mandamientos negativos, sino que también nos da mandamientos positivos. Nunca podremos mejorar “la regla áurea,” la que Jesús promulgó solo en su forma positiva: “Todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos; esto, de hecho, es lo que significan la Ley y los Profetas.” También son apropiadas algunas de las palabras de su apóstol Pablo: “El amor . . . no busca sus propios intereses.” “Que cada uno siga buscando, no su propia ventaja, sino la de la otra persona.” El tomar esta admonición a pechos nos ayudará a combatir la tendencia egoísta del mundo por medio de respetar a todo tiempo los derechos de propiedad de otros.—Mat. 7:12; 1 Cor. 13:4, 5; 10:24.

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