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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1966
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1966
w66 15/7 págs. 421-424

La vuelta de Cristo—¿Sabe usted qué esperar?

Muchas personas durante la primera presencia de Cristo esperaron las cosas incorrectas. ¿Cómo podemos evitar hoy en día la misma equivocación?

JESÚS nació en una nación que se hallaba en un estado de expectativa. The Jewish Encyclopedia (tomo VIII, página 508) nos dice: “Después de la caída de la dinastía macabea, cuando el gobierno despótico de Herodes el Grande y su familia, y la tiranía en aumento del imperio romano habían hecho su condición constantemente más insoportable . . . los judíos [se] refugiaron en la esperanza de un Mesías personal. Anhelaban el libertador prometido de la casa de David, que los libertaría del yugo del odiado usurpador extranjero, que terminaría con el impío dominio romano, y establecería su propio reinado de paz y justicia en su lugar.”

Sí, la mayoría de los judíos esperaba que el Mesías fuese un Caudillo conquistador, que saliera majestuosamente de Judá y guiara a la nación a una victoria resonante sobre Roma, restaurando mediante ello la independencia y la soberanía nacional a los judíos. Sus caudillos religiosos, particularmente los fariseos, fomentaban este punto de vista. Parece que los saduceos no compartían esta esperanza mesiánica al mismo grado sino que trabajaban para edificar la nación por medio del arte de gobernar y la colaboración con las potencias políticas que existían.

SE RECHAZA A JESUCRISTO

Jesús no cumplió las expectativas mesiánicas de los caudillos religiosos que guiaban el modo de pensar del pueblo judío. Aunque nació en Belén de Judea, vino a ellos de la población no conspicua de Nazaret en Galilea. (Juan 7:52) Les habló a los fariseos acerca de liberación espiritual de la adoración falsa y les dijo que solo era por medio de permanecer en su palabra que “conocerán la verdad, y la verdad los libertará.” Esto no era lo que querían oír del Mesías esperado; y pagados de su propia rectitud negaron que necesitaban tal liberación del pecado y de la adoración incorrecta, llamando a Jesús “samaritano” y, de hecho, un ‘advenedizo religioso.’—Juan 8:31-33, 48, 53, 57.

Los saduceos consideraban a Jesús como un peligro, puesto que, en su punto de vista, las enseñanzas de él colocaban en peligro la posición de los judíos tocante a las potencias políticas que los rodeaban. Por lo tanto, unieron sus fuerzas con los fariseos para fraguar la muerte de Jesús.—Juan 11:45-50; Mat. 16:1; Hech. 5:17.

Por eso, aunque la gente común por lo general le ‘escuchaba con agrado,’ discutía activamente la posibilidad de que él fuera el Mesías prometido, se maravillaba de sus curaciones milagrosas, y hasta fue al grado de tratar, sin éxito, de hacer a Jesús su rey, no obstante sus gobernantes y caudillos religiosos influyeron en ella en conjunto de manera adversa y fue conducida a rechazarlo. (Mar. 12:37; Juan 7:25-27, 31, 40-42; 6:15; Mat. 12:23; 27:20) Sin apariencia majestuosa, sin conquistas victoriosas, sin independencia nacional, no podría haber Mesías presente—así raciocinó la gente.

LAS COSAS QUE SE PASARON POR ALTO

Ellos cometieron un error trágico. ¿Por qué? La indisputable evidencia del mesiazgo de Jesús se hallaba allí para que se viera. Genealógicamente él era perfecto para el puesto; cronológicamente había llegado en el tiempo exacto predicho en la profecía; e innegablemente era el prometido ‘profeta como Moisés’ que no solo ejecutó milagros sino hasta levantó a los muertos, algo que Moisés nunca hizo.a Sí, y su apariencia humilde, el ser rechazado por los caudillos de la nación, la manera en que murió, y su resurrección—todo esto se hallaba en la Palabra inspirada de Dios, si solo le hubiesen prestado atención a ello, en preferencia a sus caudillos religiosos. (Zac. 9:9; Sal. 118:22; Isa. 53:12; Sal. 34:20; 16:10) En cambio, permitieron que su atención se enfocara en las cosas incorrectas, particularmente en la independencia nacional de los judíos. Hasta encontramos que dos de los discípulos de Jesús, después de su muerte, dijeron con desilusión: “Pero nosotros esperábamos que éste fuese el que estaba destinado a librar a Israel.”—Luc. 24:21.

No obstante, Jesús había venido como Libertador y había efectuado la más grande obra de liberación que la nación de Israel jamás había conocido, abriendo las puertas y mostrando el camino a la libertad del cautiverio a la religión falsa a la cual sus caudillos religiosos los habían esclavizado.—Luc. 4:17-20.

Además, Jesús inició el ministerio cristiano, que habría de esparcir genuina educación bíblica a través de la Tierra y habría de producir una congregación internacional con una unidad que se basa en amor singular entre las naciones. (Mat. 28:19, 20; Juan 13:34, 35; 15:17-19) Sus miembros serían herederos ungidos con Cristo al reino celestial de Dios, tan superior a cualquier gobierno de la Jerusalén terrestre.—2 Tim. 4:18; 1 Ped. 2:9, 10.

El sacrificio de Jesús de su vida humana perfecta colocó el cimiento para un sistema de cosas completamente nuevo, capaz de llevar a la perfección toda la armazón de condiciones humanas. (Heb. 9:15, 28) ¡Cuánto más magnífico es esto que aun las curaciones físicas de enfermedades específicas que ejecutó Jesús!

LA SITUACIÓN HOY EN DÍA

¿Qué hay, entonces, en cuanto a la segunda presencia de Cristo? ¿A qué tenemos derecho de esperar? ¿Cómo podemos evitar el cometer el mismo error que cometieron los judíos durante su primera presencia?

Comenzando con la última parte del siglo diecinueve, hubo una creencia esparcida en muchos países de que la vuelta de Cristo era inminente. Muchos se mantuvieron preparados para que él apareciera súbitamente, cabalgando majestuosamente en nubes literales, recogiendo a sus escogidos, resucitando a todos los muertos y luego juzgándolos individualmente (junto con el resto de los millones que vivían en la Tierra), todo en veinticuatro horas.

Sin embargo, muchos caudillos religiosos rechazaban la idea de alguna intervención personal directa de Cristo en los asuntos de la Tierra. Enseñaban que el reino de Cristo está difundido en el corazón de los hombres y que la iglesia cristiana por medio de su fuerza moral, en cooperación con los gobiernos “cristianos,” llevará constantemente a la humanidad hacia la unión con Cristo.

¿Qué debemos creer? ¿Cómo podemos saber qué esperar? Ciertamente necesitamos que nos guíe la Palabra de Dios, la Biblia, y lo que Jesús mismo dijo, así como lo que dijeron sus discípulos inspirados, en cuanto a su segunda venida. ¿Por qué no leer ahora Mateo 24, 25, Lucas 21, Marcos 13, y 2 Timoteo 3:1-5, que contienen algunas de las profecías más prominentes que nos hablan de lo que hay que esperar en la vuelta de Cristo?

EL VERDADERO SIGNIFICADO DE LA VUELTA DE CRISTO

Al leer los textos susodichos, hallamos que ni Jesús ni sus apóstoles indicaron que el tiempo de su vuelta sería un tiempo de paz y hermandad internacionales, sino, más bien, un tiempo de guerra y violencia internacionales. (Mat. 24:7, 8) No sería un tiempo de liberación inmediata de todos los problemas y de todo el sufrimiento sino un tiempo de hambres, plagas, terremotos, un tiempo de inquietud y angustia de naciones. (Luc. 21:11, 25, 26) No sería un tiempo de moralidad y bondad, sino un tiempo de “desafuero” y de “tiempos críticos, difíciles de manejar” debido a los hombres amadores del dinero, amadores de placeres, sin gobierno de sí mismos, desagradecidos, delincuentes y religiosos hipócritamente. (Mat. 24:12; 2 Tim. 3:1-5) Jesús no dijo que los caudillos y clérigos religiosos prominentes, honrados y socialmente populares harían el alegre anuncio tocante a su vuelta y el establecimiento de su reino. Él dijo que lo anunciarían personas que serían objeto de persecución y odio de parte de “todas las naciones” y que serían llevadas a tribunales y serían encarceladas.—Mat. 24:9, 14; Luc. 21:12, 19.

Compare esto con lo que ha sucedido desde el año 1914. Por más de treinta años antes de esa fecha y por medio siglo desde entonces, los testigos de Jehová han señalado el año 1914 como el tiempo para el fin de “los tiempos señalados de las naciones” y el tiempo en que Cristo comenzaría su dominio del Reino. (Luc. 21:24) Los acontecimientos que han sacudido al mundo que comenzaron ese año hicieron que un grupo de ocho clérigos prominentes en Inglaterra publicara un manifiesto en la última parte de 1917 diciendo que “la crisis presente señala hacia el fin de los tiempos de los gentiles” y que la “revelación del Señor puede esperarse en cualquier momento.” Sin embargo, después de terminar la I Guerra Mundial, estos ministros, como el resto de sus asociados clericales, se absorbieron en asuntos nacionales e internacionales y descartaron su anterior declaración que tenía que ver con la vuelta de Cristo y el significado de los tiempos. Desde entonces han influido en sus rebaños religiosos para que rechacen la predicación del anuncio de que ha comenzado la segunda presencia de Cristo.

Así, como el clero del día de Jesús, el clero de nuestro día ha cometido un error trágico y por la misma razón: Ha esperado las cosas incorrectas. Se ha olvidado de lo que Jesús replicó a los fariseos cuando le interrogaron en cuanto a la venida del reino de Dios, a saber: “El reino de Dios no viene de modo que sea llamativamente observable, ni dirán: ‘¡Miren acá!’ o, ‘¡Allá!’ Porque, ¡miren! el reino de Dios en medio de ustedes está.” (Luc. 17:20, 21) Los fariseos no reconocieron a Jesús como el representante principal del Reino, aunque estaba allí mismo entre ellos. Por eso, hoy en día, el clero religioso y los gobernantes rehúsan reconocer, y hasta persiguen, a los hombres y a las mujeres humildes que Jesús envía como sus embajadores a proclamar el dominio de su Reino.—Mat. 24:9, 14.

En números recientes de esta revista hemos mostrado que la segunda presencia de Cristo es una vuelta espiritual y por lo tanto invisible a los ojos humanos. Ahora bien, note lo que dijo Jesús, según se registra en Lucas 17:26: “Además, así como ocurrió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre.” También se refirió a los “días de Lot.” (V. Luc. 17:28) ¿Por qué “días” en vez de “día”? Porque la segunda presencia de Cristo no es cuestión de solo veinticuatro horas durante las cuales juzga a la gente a la velocidad de más de 35.000 por segundo (como tendría que hacerlo en vista de la inmensa población de la Tierra). Más bien, es un período de años, así como los “días de Noé” y los “días de Lot” abarcaron un período de años. Durante este tiempo el Rey reinante y Juez está presente invisiblemente y lleva a cabo varios propósitos. ¿Cuáles son éstos?

EL PROGRAMA DEL REY

Primero, se deshizo de un problema importante: la oposición en el cielo de sus adversarios principales, Satanás y sus demonios, a quienes derrotó en una guerra celestial (y por lo tanto invisible) y arrinconó en las inmediaciones de nuestra Tierra. Esto no produjo alivio inmediato para los habitantes de la Tierra sino, más bien, “ay de la tierra y del mar, porque el Diablo . . . [tiene] gran cólera, sabiendo que tiene un corto período de tiempo.”—Rev. 12:7-12.

Ahora, desde su trono celestial, el Juez Cristo Jesús puede dirigir su atención a la Tierra y remunerar a sus seguidores fieles que están durmiendo en la muerte con una resurrección a la vida en los cielos, para que se “sienten sobre tronos para juzgar” con él. (1 Cor. 15:20-23; Luc. 22:28-30) ¿Qué hay de los que están vivos en la Tierra que pretenden ser seguidores suyos? En la parábola del “trigo” y la “mala hierba” Jesús mostró que el mundo estaría lleno de cristianos de imitación y que sus seguidores verdaderos tendrían que ser separados en la “conclusión del sistema de cosas.” (Mat. 13:36-43) Algunos que en un tiempo le habían servido empezarían a decir en su corazón: “Mi amo se tarda,” y tendrían que ser rechazados como una clase del “esclavo malo.” Otros resultarían ser de esa misma clase del “esclavo fiel y discreto” como lo fueron los apóstoles y los discípulos primitivos. De esta clase del “esclavo,” Jesús dijo que ‘lo nombraría sobre todo lo suyo.’ Lo “suyo” del Rey, Cristo Jesús, se refiere a los intereses terrestres de su reino, que estos cristianos fieles deben atender al distribuir el “alimento [espiritual] a su debido tiempo.” Ellos hacen esto al promover y extender la proclamación del mensaje del Reino en todo el mundo por medio de una campaña de predicación por toda la Tierra.—Mat. 24:45-51.

También, el Rey y Juez usa a estos predicadores fieles del Reino como una suerte de “piedra de toque” al llevar a cabo una obra de dividir. Desde su trono celestial él, en efecto, hace de toda la Tierra un tribunal y de cada puerta un banquillo de los testigos para los amos de casa al enviar a estos testigos a través de todas las naciones y así procede a ‘separar a la gente unos de otros, así como el pastor separa las ovejas de las cabras.’ La gente ve, no a Cristo, sino, más bien, a estos seguidores fieles a quienes el Rey llama “mis hermanos.”—Mat. 25:31-45.

De esta manera una “grande muchedumbre” de personas de corazón justo que oye el anuncio del mensaje del Reino que hacen estos testigos se pone de parte de ese Reino y se une en proclamarlo. Estas personas son juntadas para formar “un solo rebaño” con los herederos del Reino Celestial y son preparadas para la vida en una Tierra paradisíaca bajo el justo nuevo orden de Dios.—Rev. 7:9, 10; Juan 10:16; Rev. 21:1-4.

Puesto que hay un tremendo trabajo que ha de llevarse a cabo, y eso ante la oposición, hay necesidad de aguante, y por eso el Rey dice: “El que haya perseverado hasta el fin es el que será salvo. Y estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.” (Mat. 24:13, 14) Así cuando la obra de proclamar y recoger se haya llevado a cabo a satisfacción del Rey, entonces obrará como ejecutor de los juicios de Jehová al limpiar la Tierra de todos los opositores de su reino, tanto visibles como invisibles, terminando así con el dominio de la Tierra de parte de hombres egoístas y demonios invisibles.—Dan. 2:44; Rev. 19:11-15; 20:1-3.

Los “días del Hijo del hombre” a los que hemos llegado son días de oportunidad, días de acción, para hacer nuestra decisión a favor del Rey que ahora reina, Cristo Jesús. Los que hoy en día persisten en esperar la evidencia incorrecta se hallan en grave peligro. Que vea usted claramente el verdadero significado de la vuelta de Cristo ahora y obre a tiempo para asegurar su preservación a la vida en el justo nuevo orden de Dios, que ahora se ha acercado.

[Nota]

a Compare Miq. 5:2; Gén. 49:10; Dan. 9:25; Deu. 1:18, 19; Isa. 53:4; con Mat. 2:1-6; Luc. 3:23-33; Mat. 1:18-25; Luc. 7:11-23.

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