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  • Muestre amor—ejerza confianza
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1963
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1963
w63 15/8 págs. 483-484

Muestre amor—ejerza confianza

EL AMOR se manifiesta de muchas maneras alegradoras. Una de éstas es por medio de ejercer confianza. Tal como se escribió hace mucho en aquel excelente ensayo sobre el amor por el apóstol Pablo: “El amor . . . cree todas las cosas.” Es decir, cree todo lo que Dios dice en su Palabra, aunque uno quizás no la pueda entender cabalmente toda y a veces tal vez parezca imposible debido a que en la actualidad los hombres no conozcan todos los hechos y no tengan explicación científica de ciertas cosas. Las palabras de Pablo, sin embargo, también declaran un principio básico, de que por naturaleza el amor ejerce confianza; no sospecha indebidamente de otros.—1 Cor. 13:4, 7.

Puesto que Dios es amor, él también ejerce confianza. Ciertamente ha confiado en sus huestes angelicales a través de todos los evos de tiempo desde su creación. De igual manera Dios confió en la primera pareja humana, Adán y Eva. Él pudo haber atisbado en el futuro y visto lo que ellos harían, pero no lo hizo; no tenía ni la necesidad ni el deseo de hacerlo. Más bien, él hizo llover su bendición sobre ellos y les dio la oportunidad de expresar aprecio o ingratitud.—1 Juan 4:8.

¡Cuán verídico fue esto también respecto a los tratos de Dios para con la nación de Israel! ¡Qué generoso era, qué confianza ejercía! Vez tras vez les perdonó y les dio otra oportunidad. Particularmente mostró Dios confianza amorosa en el caso de Job. Dios no estuvo pronto a creer las acusaciones calumniosas del Diablo; él no atribuyó motivos de conveniencia egoísta al hecho de que Job le servía, como lo hizo Satanás. Amorosamente Dios creyó que Job era un guardador de integridad, y el Diablo no pudo probar lo contrario respecto a Job.—Job 1:1, 8; 2:10.

Superado solamente por el ejemplo puesto por Dios mismo es el que puso su Hijo, Jesucristo. Él mostró su amor para con su Padre celestial confiando cabalmente en él, aun hasta el grado de estar dispuesto a morir; confiando en su Padre, en que él lo resucitaría. Jesús también manifestó una confianza amorosa en sus tratos para con sus semejantes. Él no demandó sospechosamente que los que vinieran a él fuesen a grandes extremos para probar su creencia en él antes de sanarlos. Tampoco miraba con sospecha a sus doce apóstoles solo porque él sabía que uno de ellos había de traicionarlo.—Juan 6:64; 12:4-6; 17:12.

El amor de igual manera hará que usted confíe en su Padre celestial, así como un niño confía en su padre. Hará que usted crea lo que él dice y que muestre esto por medio de su proceder. Entonces usted también pondrá fe en su Palabra, la Biblia, aunque no comprenda cabalmente todo lo que lee y aunque la ciencia así llamada, sobre la base de conocimiento incompleto o razonamiento erróneo, la ponga en tela de juicio.—Deu. 7:9; Mar. 11:22; Juan 17:17.

En cuanto al confiar en su prójimo, pues, hasta la “regla áurea” indica que usted debería confiar en él, porque ¿no desea usted que él ejerza confianza en usted? Sí, “tal como ustedes quieren que los hombres hagan con ustedes, hagan de igual manera con ellos.”—Luc. 6:31.

En realidad, el confiar en otros muestra no solo amor hacia ellos sino también amor hacia nosotros. ¿Por qué? Porque el confiar es una forma de generosidad, y la generosidad conduce a la felicidad. Como Jesús dijo en una ocasión: “Hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.”—Hech. 20:35.

Especialmente los miembros de una familia, como por ejemplo el marido y la esposa, necesitan mostrar amor por medio de ejercer confianza. El amor presupone la fidelidad y no es indebidamente celoso. No da importancia a lo que no tiene importancia. El ser desconfiado, el ser indebidamente sospechoso, es desamoroso, desprovisto de bondad; descorazona a la otra persona y crea fricción. Todos cometen errores de vez en cuando, de modo que sea generoso y dé al otro el beneficio de la duda, y extienda misericordia si la otra persona en realidad tiene la culpa.—Col. 3:12-14.

Recuerde, el proceder de ser indebidamente sospechoso es el proceder de Satanás mismo. Él ha jugado el todo para probar que el hombre no es lo que afirma ser, que los siervos de Dios le sirven solamente por lo que puedan sacar de ello. Él sostiene que no se puede confiar en nadie. ¡Seguramente que él no es uno a quien imitar!—Job 1:9-11; Apo. 12:10.

Un ejemplo notable de uno de la historia que sí imitó a Satanás en estos respectos no fue otro sino el humorista norteamericano Marcos Twain, difunto ya por unos cincuenta años. En un tomo de sus obras, Letters from the Earth, publicado recientemente por primera vez, él usa a Satanás para colmar de escarnio, desprecio y calumnia a Dios y al género humano. Este tomo también contiene su justipreciación de la Biblia: “Está llena de interés. Tiene en ella algo de poesía noble; y algunas fábulas hábiles; y algo de historia empapada de sangre; y algunas costumbres buenas; y una abundancia de obscenidad; y más de mil mentiras.” Siendo indebidamente sospechoso, él leyó en la Biblia lo que no está en ella y no logró ver en ella lo que verdaderamente está.

El reaccionó de la misma manera sospechosa hacia sus semejantes: “Toda persona es una Luna y tiene un lado oscuro que jamás muestra a nadie.” No extraña el que este gran humorista haya perdido su humor y se haya quejado: “Sea usted bueno y estará solitario como yo lo estoy.” Pero no es así. Jesús fue bueno, si es que hombre alguno lo ha sido; no obstante, lejos de estar solitario, él no podía librarse de las muchedumbres, y no solo a causa de sus milagros sino también a causa de sus palabras de vida.—Mar. 6:30-34; Luc. 21:37, 38.

No teniendo fe alguna en Dios, Marcos Twain dejó que la muerte de dos de sus hijas y de su esposa lo amargara aun más y por lo tanto él “alivió sus sentimientos mediante artículos severísimos acerca de asuntos públicos,” según The Encyclopedia Americana. Él había sembrado la sospecha y cosechado la soledad, así como Jesús dijo: “Practiquen el dar, y la gente les dará a ustedes,” y eso según la misma medida.—Luc. 6:38; Gál. 6:7.

Sin embargo, el hecho de que el amor sea confiado no significa que uno debería ser crédulo, ingenuo. De ninguna manera, porque la Palabra de Dios dice también: “Cualquiera que no tiene experiencia pone fe en toda palabra, pero el sagaz considera sus pasos.”—Pro. 14:15.

Entonces, ¿cómo se puede llegar a un equilibrio entre la confianza y la precaución? Por medio de amar a su prójimo como a sí mismo; no más que a sí mismo, mediante el ser ingenuo y simple; y no menos que a sí mismo, mediante el ser indebidamente sospechoso.—Mar. 12:31.

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