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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1959
w59 15/9 págs. 574-575

Preguntas de los lectores

● En relación con el bautismo en agua, ¿por qué es apropiado decir que uno muere respecto a su “pasado derrotero en la vida” en vez de respecto a su “propia voluntad”? ¿Cómo podría aplicar eso al bautismo de Jesús en agua?

La palabra “voluntad” denota una facultad con que Dios ha dotado a las criaturas inteligentes, por medio de la cual éstas consciente y deliberadamente deciden la manera en que desean proceder. Es el poder que Dios ha dado a uno de escoger sus propias acciones; es el proceso consciente de querer.

Cuando un creyente instruido en la Biblia hace una dedicación inteligente y piadosa de sí mismo a Jehová Dios por medio de Jesucristo, no muere en cuanto a esta facultad de voluntad. En el mismo acto de dedicarse tuvo que ejercer su fuerza de voluntad con gran empeño y resolución para poder hacer esta decisión para toda la eternidad. Para dar el paso del bautismo en agua tuvo que ejercer su facultad de voluntad en obediencia al mandato de Dios por medio de Cristo. Después de su bautismo, el cual simboliza su dedicación a Dios, necesita continuamente la facultad de albedrío. No viene a ser una máquina sin voluntad, un autómata o robot o títere movido u operado solamente por la voluntad de algún otro. Tiene que usar su voluntad más conscientemente que nunca, para que las decisiones que haga en el futuro estén en armonía con la Palabra escrita de Dios y a menudo con las instrucciones que provienen de la organización visible de Dios. El creyente tiene que determinar lo que es la voluntad de Dios y luego hacer que lo que quiere esté en armonía con lo que Dios desea. Tiene que decidir a favor de lo que más sirva los intereses del reino de Dios y del pueblo organizado de Dios y de él mismo como cristiano.

Por ejemplo, quizás tenga que decidir si debe casarse o no. Por lo tanto tiene que ejercer su voluntad en cuanto a lo que debe ser su decisión. En apoyo de este hecho, el apóstol Pablo escribió: “Si alguien cree que se está portando impropiamente para con su virginidad, si ha pasado ya la flor de su juventud, y ésa es la manera que debe suceder, que haga lo que desee; no peca. Que se casen. Pero si alguien está firme en su corazón, no teniendo necesidad alguna, sino que tiene autoridad sobre su propia voluntad y ha determinado esto en su propio corazón, de mantener su virginidad, hará bien.” (1 Cor. 7:36, 37) Respecto a viudas, el apóstol dice: “Si su esposo se duerme en la muerte, ella está libre para casarse con quien ella quiera, con tal que esté en el Señor.” (1 Cor. 7:39) Ella tiene libre albedrío, pero no sin limitación. Ella tiene la libertad de ejercer su voluntad y volverse a casar, pero dicha libertad tiene como límite el hecho de que debe casarse con un hombre que esté en unión con el Señor.

De esto, cuando un agradecido estudiante de la Biblia amorosamente hace una dedicación de sí mismo a Dios y simboliza esa dedicación por medio del bautismo en agua, muere en cuanto a su pasada manera de proceder o derrotero, no en cuanto a su facultad de albedrío. En el pasado su manera de proceder tenía como mira complacerse a sí mismo o a criaturas que le gustaran, o a quienes respetara o temiera. Después de su dedicación, la cual simbolizó por bautismo en agua, se lleva por una manera de proceder nueva, la de agradar a Jehová Dios por medio de hacer lo que es la voluntad de Dios. Sabiamente, entonces, entrena su fuerza de voluntad consciente a hacer decisiones que se conformen a lo que fuere la voluntad de Dios.

Por supuesto, la palabra “voluntad” tiene también el significado de aquello que se quiere; un deseo o anhelo. Es en armonía con este significado de voluntad que oramos: “Nuestro Padre en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Cúmplase tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra.” (Mat. 6:9, 10) Desde este punto de vista, cuando damos el paso de dedicarnos, venimos para hacer la voluntad de Dios y ya no la nuestra. Pero para hacer la voluntad de Dios desde ahora en adelante es menester que tengamos siempre presente qué es lo que la constituye o bien tenemos que determinar y aprender lo que es la voluntad de Dios. Luego tenemos que optar consciente, inteligente, deliberadamente por cumplirla sin temor a criaturas.

Jesús siempre cumplió la voluntad de Dios, aun como carpintero en Nazaret, aun durante todo el tiempo que él “continuó sujeto” a sus padres terrenales. Él dijo: “He descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad de aquel que me envió.” (Juan 6:38-40) Cuando Jesús, alrededor de la edad de treinta años, vino para hacer la voluntad de Jehová en cumplimiento de Salmo 40:7, 8, él murió en cuanto a su pasado derrotero sobre la tierra. Dejó de vivir la vida de un ciudadano oculto en Nazaret fuera de la vista del público; abandonó sus herramientas de carpintero; se libró de toda sujeción a algún padre terrenal, fuere José o María; partió del hogar donde tenía ciertas responsabilidades por ser el hijo mayor y primogénito de la familia. Se empeñó en llevar a cabo ciertos cumplimientos vitales de la ley de Dios dada por medio de Moisés tocantes al sacerdocio, tocantes al puesto de profeta semejante al de Moisés, etc., y especialmente tocantes a la dignidad real a la cual él era heredero por medio del rey David de Jerusalén. Se dedicó a los intereses del reino que anunciaba Juan el Bautista.

Después de dar este paso y bautizarse en agua para dar testimonio de este paso suyo, Jesús todavía poseía su fuerza consciente de voluntad. No había muerto en cuanto a ella. Su voluntad siempre había sido la de hacer la voluntad de Dios, fuere lo que fuere la voluntad de Dios en ese momento. Siguió haciendo la voluntad de Dios, tal como lo había hecho en el pasado. Sin embargo, para hacer la voluntad de Dios después de su bautismo en agua, él tuvo que ejercer su voluntad más firmemente que nunca. ¿Por qué? Porque era la voluntad de Jehová hacer a este Agente Principal de la salvación humana “perfecto por medio de sufrimientos.” Esto requirió el ejercicio de la voluntad de Jesús para decidirse a hacerle frente a sufrimientos y pasarlos. “El mismo ha padecido al ser puesto a prueba.” Y bajo prueba él tuvo que optar por permanecer fiel, leal y obediente a Dios. (Heb. 2:10, 18) “Aunque era Hijo [de Dios], aprendió la obediencia de las cosas que padeció.” Para seguir deseando hacer lo correcto él tuvo que ofrecer “súplicas y también peticiones al que podía salvarlo de la muerte, con fuertes clamores y lágrimas, y fué oído favorablemente por causa de su temor piadoso.” (Heb. 5:7, 8) Cuando estaba en una agonía y su sudor vino a ser semejante a gotas de sangre que calan al suelo, él oró a Dios: “Que no se haga mi voluntad, sino la tuya.” (Luc. 22:41-44) Eso requirió el ejercicio estrenuo de fuerza de voluntad.

Después que Jesús fué bautizado en la muerte y resucitado de entre los muertos, él todavía tenla su fuerza de voluntad. Cuando Pedro le preguntó respecto al futuro del apóstol Juan, Jesús respondió: “Si quiero que él permanezca hasta que yo venga, ¿qué se te da a ti? ¡sígueme tú!” (Juan 21:22, 23, Mod) Por consiguiente, el glorificado Jesucristo en el cielo ahora está ejerciendo su fuerza de voluntad en armonía con su dedicación y de acuerdo cabal con su oración modelo a Dios: “Cúmplase tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra.”

Por lo tanto permanece cosa apropiada decir concerniente al bautismo en agua del candidato dedicado: “Significa que su pasado derrotero en la vida queda enterrado (como por la inmersión en agua) y él sale del agua para hacer sólo la voluntad de Dios y anclar en una condición nueva de vida de allí en adelante.”—La Atalaya del 15 de noviembre de 1955, página 691, párrafo 8.

● ¿Por qué es que la Traducción del Nuevo Mundo, en Lucas 11:2, omite de la oración modelo que Jesús enseñó a sus discípulos la parte que dice: “Cúmplase tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra”?—R. M., EE. UU.

En Lucas 11:2 algunas traducciones incluyen las palabras: “Cúmplase tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra,” porque algunos antiguos manuscritos griegos contienen esas palabras. Sin embargo, el Manuscrito Vaticano 1209, el más antiguo de los manuscritos griegos que cuentan con mayor autenticidad, omite las palabras. Por eso el texto griego por Westcott y Hort, que es el texto en que se basa principalmente la Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Cristianas Griegas, y el texto griego por el erudito alemán D. Eberhard Nestle omiten las palabras a que se ha hecho referencia. Es por esta razón que la Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Cristianas Griegas no contiene las palabras a pesar de que se hallan en la fórmula de la oración de Jesús según se da ésta en Mateo 6:9-13. No sabemos por qué Lucas omitió las palabras en el capítulo once de su relato, según el Manuscrito Vaticano, pero el primer versículo del capítulo muestra que esta presentación de la oración modelo se dió en una ocasión diferente a la del capítulo seis de Mateo, cuando Jesús pronunció su sermón del monte. Así que en la ocasión que Lucas registró en que los discípulos de Jesús pidieron que él les enseñara a orar, él dió una forma abreviada de la oración. Las cosas principales eran las de orar que el nombre de Dios fuese santificado y también que viniese su reino. Cuando esto se cumpliera, entonces, por supuesto, la otra parte seguiría, que la voluntad de Dios se hiciese en la tierra como se hace allá en el cielo, y no sería necesario pronunciar específicamente una solicitud en cuanto a este resultado final. Quedaba sobrentendido en la santificación del nombre de Dios y la venida de su reino.

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