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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1964
w64 1/1 págs. 29-32

Preguntas de los lectores

● Si un cristiano que conduce un auto sufre un accidente que resulta en la muerte de otros, ¿cuál sería la responsabilidad de la congregación cristiana, en vista de la posible culpabilidad de homicidio? ¿Qué hay si el conductor ha violado leyes de velocidad o de carretera de “César” o ha sido descuidado?—K. F., Alemania Occidental.

En casos de accidentes automovilísticos donde se pierde una vida o varias vidas, la cuestión del grado de culpa por homicidio, si acaso hay alguna, ciertamente merece ser considerada por el comité judicial de la congregación con la cual está asociado el conductor del auto. Aun si un tribunal de ley decide que el accidente no fue culpa del conductor, sería apropiado de parte del comité judicial de la congregación examinar al conductor y tratar de determinar si, de hecho, se podría atribuir culpa de homicidio a ese conductor. Esto es importante porque la congregación no quiere quedar bajo ninguna responsabilidad de comunidad por la pérdida accidental de vida, que surja del descuido de un cristiano o por desatención a las leyes de tráfico de “César.”

Si el conductor en un accidente con consecuencias fatales es un siervo representativo de la congregación y se establece que hay culpabilidad de homicidio vinculada con él, no sería apropiado que él continuara de siervo. Si la causa es descuido, el conductor tiene que cargar con la responsabilidad por tal descuido o falta de precaución.—Gál. 6:5, 7.

Así, si un camino en que hay un cruce de ferrocarril no tuviera luces, campanas o portones especiales de advertencia, el conductor todavía debería haber ejercido cuidado y mirado antes de cruzar. Si un insecto volador estaba causando molestia, el conductor primero debería haber detenido el auto y luego debería haber remediado la situación. Si un pasajero del asiento de atrás le estaba hablando al conductor, debería haber mantenido la vista en el camino, no tratando de manejar y también mirar al pasajero del asiento de atrás. Si la condición del tiempo era mala, el conductor debería haber ejercido más cuidado. Si el conductor estaba soñoliento, debería haber cedido el volante a alguna otra persona, o debería haber detenido el auto y descansado hasta que se hubiera recuperado de su soñolencia.

En consecuencia, sería apropiado que el comité judicial de la congregación inquiriera en el asunto y determinara exactamente hasta qué grado ha tenido parte el conductor del auto en cualquier responsabilidad por el accidente fatal. Es bueno recordar que el homicida involuntario del Israel antiguo que huía a la ciudad de refugio tenía que ser enjuiciado ante las autoridades de la ciudad antes de que se le permitiera permanecer en la ciudad de refugio, a salvo de la venganza del vengador de la sangre.—Núm. 35:6-25.

Si el accidente se debió a circunstancias sobre las cuales el conductor del auto absolutamente no tuvo ningún control, entonces, por supuesto, él podría ser eximido y no habría nada que empañara su registro, si fuese un siervo responsable en la congregación. Pero si se encuentra que una medida de culpa sí se atribuye al conductor del auto, entonces estaría bien removerlo de su puesto de servicio y no reconsiderarlo para un puesto de responsabilidad por lo menos durante un año. Esto hará saber que el comité no quiere que ninguna responsabilidad de comunidad por la pérdida de vida accidental se atribuya a la congregación al mantener en un puesto prominente, representativo, ejemplar, a un hermano a quien se atribuye una medida de culpabilidad de homicidio. Si el conductor culpable no es siervo en la congregación, él, por supuesto, no sería considerado para un puesto de siervo por algún tiempo después de esto. Puesto que el conductor no es un ejemplo apropiado para el rebaño, la discreción por parte del comité requeriría también que esperara una duración de tiempo conveniente antes de darle algunas asignaciones para instruir a la congregación.

Si el conductor del auto ha sido descuidado, sería bueno que el comité también lo aconsejara y le ayudara a ver la medida de su responsabilidad. El comité determinaría si él comprende esto y se siente arrepentido acerca de ello y ha pedido a Jehová Dios misericordia divina por medio de Jesucristo.

Después de terminar su descalificación, como resultado de la cual se manifiesta que el hermano envuelto en el accidente ha sacado provecho así como ha mostrado el espíritu correcto junto con el arrepentimiento debido, pudiera nombrársele a algún puesto responsable si alguno está disponible y hay necesidad de que se nombre a alguien.

Sin embargo, si el conductor continúa mostrando descuido o no presta atención a las leyes de carretera o de velocidad de “César,” entonces no podría ser considerado para un puesto de siervo. El conductor de automóviles no debería excederse del límite de velocidad que “César” fija para sus caminos, calles y avenidas. Si es cristiano dedicado y sí se excede del límite de velocidad, no solo es esto el dejar de rendir a César las cosas que le corresponden a César, sino que también existe el peligro apremiante de accidentes, con la posibilidad de consecuencias fatales.—Mat. 22:21.

Los que tienen puestos ejemplares en la congregación, por lo tanto, deben poner los ejemplos apropiados cuando guían vehículos. ¿Qué clase de ejemplo sería para el rebaño el que un superintendente fuera descuidado en cuanto al reglamento de tránsito de “César”? (1 Ped. 5:3) ¿Qué efecto tendría en los varones jóvenes de la congregación el que el superintendente fuera un automovilista que viajara a gran velocidad? (Tito 2:6, 7) En vista de la grave responsabilidad que acompaña al conducir automóviles, los padres cristianos que permiten que sus hijos adolescentes guíen su auto deben estar seguros de que a éstos se les entrene y aconseje apropiadamente. Especialmente necesitan consejo en cuanto a su responsabilidad para con “César” y para con Dios, también consejo de no imitar a los automovilistas jóvenes mundanos que buscan emociones, quienes tan a menudo se ven envueltos en accidentes trágicos, generalmente ocasionados, de algún modo, por velocidad excesiva. Si algún cristiano dedicado se entrega al guiar desenfrenado o ilegal que resulte en destrucción de la propiedad de otros o daño a otras personas, entonces el comité judicial de la congregación debe adoptar apropiadas medidas disciplinarias.

Además, en tratos de congregación u otros los cristianos no deben exigir que otros estén en cierto lugar o localidad a un tiempo con el cual claramente sería imposible cumplir sin quebrantar las leyes de velocidad de “César.” La notificación se le debe dar con suficiente tiempo a la persona, para que pueda viajar a una velocidad permitida. Por eso, si alguien pidiera a un cristiano verdadero que viajara hasta cierto lugar dentro de cierto tiempo y el hacerlo requeriría violar las leyes de velocidad de “César,” entonces el cristiano optaría por obedecer la ley de “César,” aceptando cualesquier consecuencias que pudieran venir como resultado de tal obediencia. Pero se podría explicar de antemano a un patrón mundano, por ejemplo, que la conciencia del cristiano no le permitirá quebrantar las leyes de tránsito.

Sin embargo, la mayor parte de las veces, sea que el conductor lo comprenda o no, sencillamente se trata de que él emprenda la marcha bastante temprano o de cambiar o reorganizar su itinerario para hacer lugar para suficiente tiempo para viajar. Entonces el cristiano no se sentirá bajo ninguna presión o tentación de conducir más aprisa de lo que debería hacerlo. Esta manera de acatar las leyes de tránsito de las “autoridades superiores” no solo ayudará a guardarse de accidentes fatales con la posibilidad de que se atribuya culpa de homicidio al conductor, sino que también ayudará a asegurar una buena conciencia, lo cual es tan vital para nuestra salvación eterna.—Rom. 13:1, 5; 1 Ped. 3:16.

● ¿Pudieran ser de naturaleza simbólica los terremotos mencionados por Jesús en Mateo 24:7? ¿Podrían referirse a asuntos políticos tales como revoluciones?

Al dar su profecía de los últimos días, Jesús dijo, según Mateo 24:7: “Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino, y habrá escaseces de alimento y terremotos en un lugar tras otro.” Algunos han tratado los terremotos mencionados aquí como si fueran de naturaleza simbólica. Los han considerado como representaciones de revoluciones humanas y políticas o de asuntos gubernamentales que causan grandes dificultades entre la humanidad. Pero, ¿está garantizada esa conclusión al considerar el contexto de la profecía de Jesús? No, en verdad; porque si tratáramos los terremotos como si fueran figurados o simbolizaran revoluciones políticas y sociales, entonces estaríamos obligados a tratar las escaseces de alimento de la misma manera. Además, tendríamos que considerar como simbólicas las pestes mencionadas en el relato de Lucas sobre la profecía de Jesús con respecto a los últimos días. (Luc. 21:11) ¿Y qué hay de las guerras predichas? ¿Fueron simbólicas? Estaríamos bajo la obligación de decir tal cosa si le fijáramos una construcción simbólica a los terremotos de la profecía de Jesús.

El significado simbólico es lo menos que se les puede aplicar a las guerras que esta generación ha experimentado. Millones de personas han perecido y millones más han sufrido severamente de los azotes de la guerra en esta generación. Escaseces de alimento literales y terribles enfermedades literales han plagado a la humanidad en nuestro día. Por ejemplo, ¿cuán amenazador es el problema de la alimentación en la actualidad en vista de la aumentante población mundial? “La carrera de armamentos y la carrera del espacio pudieran llegar a ser problemas de interés académico únicamente,” sostuvo Normando W. Desrosier, profesor de tecnología de alimentación en la Universidad Purdue, si la humanidad no gana su carrera de satisfacer las “necesidades esenciales de los que padecen hambre en el mundo.” Las guerras, las hambres y las pestes, entonces, son literales. También lo son los terremotos.

Bajo el encabezamiento “La Tierra cambiante,” Guillermo L. Laurence escribió en el Times de Nueva York del 6 de marzo de 1960: “Diez o más terremotos mayores sacuden la Tierra cada año. El más pequeño de ellos libera cerca de mil veces más energía que una bomba atómica del tipo que destruyó a Hiroshima y a Nagasaki. . . . Aunque los terremotos destructivos son relativamente pocos en número, los que son pequeños ocurren comúnmente. Se calcula que en total anualmente ocurren un millón de temblores.” Otro informe dice: “En 2,000 años de historia registrada, los terremotos han segado probablemente 10,000,000 de vidas.” (Times de Nueva York del 20 de agosto de 1950) Esto sería un promedio de cerca de 5,000 muertes al año. Sin embargo, entre 1915 y 1949, 848,450 personas murieron como resultado de terremotos. ¡El promedio anual de muertes debido a los terremotos no fue de 5,000, sino de 24,241, por ese período de treinta y cinco años! Es obvio, por lo tanto, que los terremotos de Mateo 24:7 son literales, tan literales como los otros rasgos de la señal compuesta del tiempo del fin del mundo. No son símbolos de dificultades gubernamentales, revoluciones y otros levantamientos de la sociedad humana.

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