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¡Despertad! 1980
g80 22/8 págs. 17-20

La carrera de armamentos

...¿qué está produciendo?

...¿requerirá acción divina el detenerla?

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Suecia

EN JUNIO de 1979 la atención del mundo se concentró en Viena, Austria, por tres días. Dos hombres, rodeados de ayudantes, se miraban serenamente uno al otro desde los extremos de una mesa de 8 metros de largo. Finalmente, firmaron un tratado que tenía el propósito de “reducir sustancialmente los peligros de un holocausto nuclear”... en lo que se teme que culmine la actual carrera de armamentos.

Estos hombres, Leonid Brezhnev, de la Unión Soviética, y Jimmy Carter, de los Estados Unidos, representaban a los países que llevan la delantera en la carrera internacional de armamentos que, en los últimos años, ha alcanzado velocidad vertiginosa y ha creado medios espantosos de producir destrucción en masa. Se usan más de 400 mil millones de dólares al año en gastos militares. Por todo el mundo, unos 26 millones de personas están en las fuerzas armadas.

El acuerdo que se firmó en Viena fue catalogado por Carter como “el tratado más detallado, trascendental y abarcador de la historia del control de armamentos.” ¿Detendrá este tratado por fin la frenética carrera de armamentos? ¡No! ese no es siquiera el propósito que éste expresa. El Tratado para la Limitación de las Armas Estratégicas (conocido ampliamente como SALT II) fundamentalmente limita a una cantidad fija solo ciertos tipos de armas que se consideran mortales en caso de una guerra intercontinental. Y esos límites son considerablemente más altos de lo que cada país ya ha alcanzado. Por lo tanto, se trata realmente de nuevas metas que los países se trazan.

Siete años atrás estos mismos gobiernos firmaron un acuerdo que limitaba, entre otras cosas, la cantidad de lanzadores de mísiles. ¿Con qué resultado? Ambas potencias, según el Times de Nueva York, “aprendieron a hacer anticuada aquella limitación por medio de cargar un cúmulo de armas a bordo de cada lanzador.” El informe concluye así: “La realidad es que el tratado [de 1979] no impide a ninguno de los bandos construir el arma que en realidad quiera construir.”

Aunque muchas personas creen que algún control es mejor que ningún control, ¿son esos tratados para la limitación de armamentos realmente la solución al problema? ¿Dejarán de acumular armas alguna vez por propia cuenta las naciones, o requerirá esto acción de una fuente más alta que el hombre? Sí, ¿se necesita acción divina? Piense en esas preguntas a medida que repasamos lo que las naciones ya han desarrollado con relación a armas estratégicas y lo que ahora están planeando.

Arsenales de armas nucleares

Tan solo en el campo de las armas nucleares, el poder destructivo es enorme. Los arsenales contienen decenas de miles de conos nucleares sofisticados que tienen un poder explosivo total equivalente a un millón de bombas de las que se usaron en Hiroshima. Si en una guerra se usara solo una parte de éstas, la civilización dejaría de existir.

Con el fin de alcanzar con armas nucleares de gran velocidad objetivos distantes, se ha desarrollado y aumentado enormemente la cantidad y capacidad de los llamados sistemas estratégicos de distribución. De acuerdo con una publicación intitulada “Armaments or Disarmament?—The Crucial Choice” (Armamentos o desarme... la selección crucial), emitida en 1979 por el SIPRI (Instituto de Estocolmo para la Investigación Internacional de la Paz), los Estados Unidos y la Unión Soviética tienen a su disposición un total de 4.796 sistemas estratégicos nucleares de distribución, incluso mísiles propulsados por cohetes con base en tierra, mísiles llevados por submarinos y bombarderos estratégicos.

Actualmente estos arsenales son tan enormes que cualquier nuevo aumento en cantidad no tiene sentido. Sin embargo, constantemente se están haciendo mejoras en la calidad, particularmente con relación a precisión y confiabilidad. La publicación del SIPRI dice:

“Los nuevos conos explosivos de los proyectiles balísticos intercontinentales “Minuteman” de los Estados Unidos, por ejemplo, son tan precisos que el 50 por ciento de éstos deberían caer dentro de un radio de 200 metros del blanco propuesto en disparos de alcance intercontinental. La siguiente generación de estos mísiles tendrá una precisión de unas cuantas decenas de metros. Todos los objetivos militares serían vulnerables a tales armas.”

¿Hay verdadera posibilidad de que tales armas de precisión se usen? “Tal precisión, junto con otros adelantos,” nos advierte la misma publicación, “pudiera hacer que los estrategas militares confiaran, equivocadamente, en que en realidad podrían pelear y “ganar” guerras nucleares, en vez de simplemente impedirlas. . . . La tentación de atacar primero aumentará peligrosamente, y el riesgo de que haya una guerra nuclear debido a cálculo errado, accidente o insensatez aumentará correspondientemente.”

Pero eso no es todo. Todavía hay otras armas en los arsenales.

Armas químicas y biológicas

Un experto dijo: “Lo mortífero de los agentes, especialmente los gases neurotóxicos, es casi inimaginable. Una gota de tabun o de soman del tamaño de la cabeza de un alfiler sobre el brazo puede matar a uno en de tres a seis minutos.” Sin embargo, los agentes químicos o biológicos están disponibles en grandes cantidades y se pueden dirigir contra el personal, ganado y cosechas del enemigo.

Entre los agentes letales están los que atacan el sistema nervioso, envenenan la sangre, asfixian, o hasta causan dolorosas erupciones en la piel. En los arsenales militares del mundo también hay agentes que no son mortíferos. El propósito de algunos de éstos es hostigar a personal no protegido, lo cual se logra por medio de causar llanto, estornudos y vómitos constantes o la irritación de la parte superior de las vías respiratorias.

La militarización llega hasta el espacio

Hasta el espacio exterior está siendo militarizado cada vez más. Entre 1963 y 1978 se lanzaron al espacio un total de 1.536 satélites con propósitos militares. Esto representa cerca del 75 por ciento de todos los satélites que se han lanzado. Tan solo en 1978 se lanzaron 112 satélites militares... ¡aproximadamente uno cada tres días! Estos satélites se usan para reconocimiento, para aviso temprano de ataque y para comunicación, y son especialmente importantes en la navegación.

¡Los investigadores creen que pronto, por medio de un sistema de navegación a bordo de un satélite, será posible guiar un arma a cualquier parte de la Tierra hasta dentro de un radio de 10 metros de su objetivo!

Nuevos proyectos para la destrucción en masa

A pesar de todo esto, los hombres todavía están buscando nuevas maneras de causar destrucción en masa. El SIPRI declara en el libro Weapons of Mass Destruction and the Environment (Armas de destrucción en masa y el ambiente): “Se está prestando cada vez más atención a la manipulación de las fuerzas geofísicas o ambientales con propósitos hostiles.” El horripilante informe de esta investigación dice que se ha sugerido la manipulación de las condiciones atmosféricas con propósitos militares. Esto incluye el cambiar las propiedades eléctricas de la ionosfera o troposfera para causar perturbaciones en las comunicaciones, los sistemas de radar y los sistemas de navegación y de dirección de los mísiles del enemigo.

El informe del SIPRI también sugiere que técnicas para iniciar huracanes o ciclones —o para cambiar la dirección de los que se forman naturalmente— pudieran ser una inmensa fuerza destructiva disponible a los militares. Otro objetivo militar es aprender a controlar, para ataques, los rayos que bajan desde las nubes a la tierra.

A la capa de ozono dentro de la estratosfera inferior, una capa que nos protege de cantidades perjudiciales de radiación ultravioleta, también se le ha considerado como “arma” potencial. ¿De qué manera? Un artículo del Times de Nueva York cita palabras del Dr. Michael B. McElroy, de la Universidad de Harvard, en el sentido de que parece que el elemento químico bromo puede ser tan eficaz en reducir la cantidad del ozono que se le pudiera usar como arma. Si el bromo se inyectara en la estratosfera, se desharía del ozono, lo cual permitiría que la radiación ultravioleta llegara a tierra con suficiente intensidad como para destruir cosechas e incapacitar a los habitantes. El informe del SIPRI dice: “Es probable que ya esté a nuestro alcance el poder abrir una ‘ventana’ en esta capa de ozono sobre territorio enemigo por medio de inyectar en ella, por escapes controlados desde un satélite en órbita, un compuesto de bromo.”

Hasta la condición geológica se pudiera usar contra el enemigo. Por ejemplo, si la región del enemigo está por casualidad sobre, o cerca de, un punto débil de la formación de la corteza terrestre, pudiera ser posible provocar allí un terremoto. De manera similar, se podría activar, con potencia destructiva, a volcanes “inactivos” que estuvieran situados en territorio enemigo. Algunas formaciones geológicas pudieran prestarse para cambios perturbadores por medio de provocar avalanchas o desprendimientos.

También se piensa en el fuego como medio de destrucción en masa. Incendios destructivos iniciados por acción militar pueden devastar grandes zonas de importancia para el enemigo. Por el uso de muy eficaces dispositivos incendiarios de acción retardada y del esparcimiento de minas que maten personal, el combatir un incendio destructivo podría hacerse prácticamente imposible.

El producir lluvias es otra arma ambiental que ya se usa en las guerras modernas. En la reciente guerra de Indochina se dio uso a aviones que sembraron sobre las nubes agentes como el yoduro de plata y el yoduro de plomo. Las lluvias producidas como resultado de esto arruinaron las líneas de comunicación del enemigo, impidieron ofensivas del enemigo, ayudaron a llevar a cabo misiones de bombardeo y crearon por lo general inundaciones destructivas.

La lista de armas “del día del juicio final,” como se les llama, es interminable, y esto a pesar de conversaciones para el desarme y acuerdos de paz. ¿No es obvio que las naciones nunca detendrán la carrera de armamentos por su propia cuenta?

Cuando los ejércitos soviéticos invadieron a Afganistán, todos los bombos y platillos por la firma de SALT II terminaron abruptamente sin una ratificación del tratado. Los Estados Unidos aumentaron su presupuesto militar, y muchos temen una tercera guerra mundial.

Se predijo acción divina

Felizmente, la Biblia predice que Dios no permitirá que el hombre destruya completamente nuestra Tierra. La alentadora profecía de Revelación 11:18 nos asegura que Dios va a “causar la ruina de los que están arruinando la tierra.” Por medio de desplegar su imponente poder, él removerá a todos los instigadores de la guerra y para siempre detendrá la carrera de armamentos actual. Note los detalles en Salmo 46:8, 9:

“Vengan, contemplen las actividades de Jehová, cómo ha establecido acontecimientos pasmosos en la tierra. Está haciendo cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra. Quiebra el arco y verdaderamente corta en pedazos la lanza; quema los carruajes [carros de guerra] en el fuego.”—Vea también Daniel 2:44, 45 y Revelación 19:11-21; 21:3-5.

¿Podemos confiar en la profecía bíblica?

Algunos quizás piensen: “Pero, esas profecías se escribieron hace siglos.” “¿Cómo podemos estar seguros de que se harán realidad y de que Dios entrará en acción?”

Los hechos firmemente establecidos de la historia han confirmado lo preciso de la profecía bíblica. Por ejemplo, ¿sabía usted que la Biblia predijo detalladamente la trágica destrucción de Jerusalén, una de las más influyentes ciudades del antiguo Oriente Medio? El cumplimiento de esa profecía en 70 E.C. culminó en uno de los más grandes actos de destrucción del mundo antiguo... ¡1.100.000 personas murieron!

Jesucristo, debido a la corrupción moral de aquella ciudad, predijo con treinta y siete años de adelanto lo siguiente:

“Además, cuando vean a Jerusalén cercada de ejércitos acampados, entonces sepan que la desolación de ella se ha acercado. Entonces los que estén en Judea echen a huir a las montañas, y los que estén en medio de Jerusalén retírense, y los que estén en los lugares rurales no entren en ella.”—Luc. 21:20, 21.

Treinta y tres años después los ejércitos romanos bajo Cestio Galo ‘cercaron’ a Jerusalén y casi la conquistaron. Sin embargo, de acuerdo con un testigo ocular, el historiador Josefo, el general romano “hizo volver a sus soldados” y “se retiró de la ciudad, sin ninguna razón para ello.” Al menos así pareció desde el punto de vista humano. Pero esta acción permitió que los cristianos del primer siglo que se hallaban en Jerusalén se ‘retiraran’ a un lugar seguro, en armonía con la profecía de Jesús.

Sin embargo, otras personas que estaban en la ciudad comenzaron a prepararse febrilmente para otro asedio. Josefo informa:

“Ahora en Jerusalén la [gente] . . . tanto reparó los muros como hizo una gran cantidad de instrumentos para la guerra, tantos, que en todas partes de la ciudad había sobre el yunque saetas y toda clase de armas.”—Wars II, 22, §1.

Las máquinas de guerra que los judíos tomaron de los romanos que huyeron fueron introducidas en la ciudad y se les dio uso. ¡Los habitantes de Jerusalén se armaron hasta los dientes! Sin embargo, aquellas armas, aunque imponentes, no pudieron evitar el cumplimiento de la profecía de Jesús.

Jesús añadió un detalle extraordinario al decir: “Vendrán días sobre ti [Jerusalén] en que tus enemigos edificarán en derredor de ti una fortificación de estacas puntiagudas y te rodearán y te afligirán de todos lados.” (Luc. 19:43) En 70 E.C. los romanos volvieron y el general Tito, que no era discípulo de Jesús ni tenía interés en cumplir la profecía bíblica, propuso la mismísima táctica que se había predicho al decir: “Ellos [los soldados romanos] deben construir un muro alrededor de la ciudad.” En tres días, un imponente muro de 7 kilómetros cercó totalmente la ciudad. Esta “increíble” hazaña, como la llamó Josefo, fue un cumplimiento directo de las palabras de Jesús. La ciudad pronto fue tomada. La profecía se cumplió con exactitud.

Este es tan solo un ejemplo de cientos de profecías bíblicas que se cumplieron con precisión. Sobre esta base, podemos estar seguros de que las profecías concernientes a la destrucción de las personas que “están arruinando la tierra” también se harán realidad... ¡y pronto! ¿Por qué?

¡Bueno, por primera vez en la historia nuestra generación tiene en sus manos los medios que le permitirían convertir esta Tierra en un globo sin vida, y pueden hacer eso de varias maneras! Si hay alguna vez un tiempo en que Dios haya de entrar en acción, es ahora durante nuestra vida.

¿No disfrutaría usted de vivir en un mundo en que no hubiera temor de un holocausto nuclear? Piense en el alivio que habrá cuando se haya removido la carga de financiar una carrera de armamentos. Considere las bendiciones que le vendrán a esta Tierra cuando personas que aman la paz dirijan sus energías y recursos hacia el embellecimiento de nuestro globo terráqueo en vez de hacer esfuerzos por destruirlo. Será un placer para los testigos de Jehová mostrarle a usted, por medio de la Biblia, lo cerca que están esas condiciones, y lo que la Biblia dice que uno debe hacer para disfrutar de ellas.

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