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  • Lo insensato de la guerra
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1958
w58 1/4 págs. 195-197

Lo insensato de la guerra

NUNCA antes en la historia humana ha poseído el hombre el poder para arruinar la tierra y destruir la raza humana. Poco extraña el que Alberto Einstein haya dicho en una ocasión: “Las armas de la IV Guerra Mundial serán porras de piedra.” Esa fué una manera de expresar lo insensato de la guerra.

Muchas otras expresiones parecidas se han oído en años recientes. Según uno de los principales fisiólogos del mundo, el Dr. Edgar Douglas Adrian, de Inglaterra, poco importa que las bombas den en su blanco o no. Advirtió que la vida humana no puede sobrevivir la explosión de más de unos pocos miles de armas atómicas, no importa dónde estallen. Considerando que un fin tan espantoso hace resaltar lo insensato que es envolverse en guerra, ¿es probable que se pongan a un lado las armas atómicas en caso de que haya una tercera guerra mundial?

De ninguna manera, dijo el que fué ministro de defensa soviético, Georgi K. Zhukov. “Es seguro,” dijo él, “que usarán dichas armas como la fuerza principal de ataque en caso de un conflicto bélico de grandes proporciones.” Cualquier guerra futura, agregó Zhukov, “no envolverá sólo el teatro de operaciones, sino que se extenderá a gran profundidad en lo que esté tras los beligerantes. . . . Actualmente no hay ningún lugar en el mundo donde el agresor pudiera hallar refugio. Las fuerzas aéreas soviéticas pueden dar golpes trituradores a cualquier enemigo, no importa dónde esté o dónde se esconda.” Es un error, declaró el que al tiempo de estas declaraciones era ministro de defensa soviético, el suponer que las fuerzas que combatieran en una guerra futura se refrenarían de usar bombas atómicas y de hidrógeno debido a que tales armas pudieran “destruir a ambos lados mutuamente.”—Times de Nueva York del 20 de marzo de 1957.

¿Había destrozado Zhukov la teoría de una situación de “tablas” atómica? Se opinaba en pro y en contra concerniente a esto. Pero muchos observadores occidentales por mucho tiempo han expresado poca fe en tal teoría. El senador Symington, quien fué secretario de las fuerzas aéreas de EE. UU., se expresó así: “Un sueño que nos arrulla hasta envolvernos en esta ilusión llena de esperanza es la teoría de la tal llamada situación de ‘tablas’ atómica. Este es el argumento de que, cuando tanto los comunistas como nosotros tengamos suficientes armas atómicas, ninguno de los dos las usaremos. El confiar en semejante milagro es como el apostar que dos hombres armados con pistolas cargadas sólo lucharán a brazo partido sin usar las armas hasta que uno de ellos sea lanzado al suelo y muera a patadas. . . . Las naciones, igual que los hombres, saben que armas terribles pueden significar muerte repentina; pero ni las naciones ni los hombres se han refrenado jamás de usar sus armas decisivas en una lucha de vida o muerte.”—U.S. News & World Report del 30 de julio de 1954.

La guerra es insensatez como nunca lo ha sido antes; sin embargo, no hay ninguna garantía segura de que los líderes no arrojen sus países a la guerra. ¡Qué extraño tiempo es éste en que vivimos! Es realmente singular. Pero su singularidad se remonta hasta un tiempo de antes de la invención de la bomba atómica. Elmer Davis, observador de la política y la historia, muestra que este período singular data desde 1914:

“Un Rip van Winkle que se hubiera dormido a principios del verano de 1914 y se despertara ahora pensaría que había emergido en un mundo de barbarie—una barbarie avezada en las cosas del mundo y de gran eficacia, de alta competencia técnica, pero siempre barbarie en contraste con el mundo que él había conocido. Había tiranías en ese tiempo, pero eran muy endebles e ineficaces en comparación con las tiranías de hoy en día; y aun antes de que se inventaran las bombas de fisión o de fusión, el mundo libre había condonado métodos de hacer guerra que hasta agosto de 1914 parecían haberse abandonado para siempre como indignos del hombre civilizado. Pero el código que entonces existía fué destrozado por los alemanes—no los nazis nihilistas, sino los respetables alemanes cristianos del reich del káiser; y una vez que hicieron lo que a ellos les parecía que podía ayudarlos a ganar, sus oponentes los imitaron—como siempre harán.”

Entramos en este “mundo de barbarie” en 1914. Ese año en realidad marcó un punto decisivo en los asuntos humanos. El estallido de la I Guerra Mundial en ese año fué en sí mismo significante, porque Cristo Jesús, el gran Profeta, predijo que el comienzo de los “últimos días” sería marcado con guerra mundial. “Nación se levantará contra nación y reino contra reino,” dijo él en su profecía ge largo alcance, “y habrá escasez de alimento y terremotos en un lugar tras otro. Todas estas cosas son el principio de dolores de angustia.”—Mat. 24:7, 8.

Los “dolores de angustia” que han convulsado a este mundo desde 1914 significan buenas noticias para los que conocen su significado. Significan que el reino celestial de Dios pronto destruirá a este mundo inicuo guerreante y traerá paz permanente a la tierra. Es cierto que desde el punto de vista humano la situación no parece tener remedio. Jesús dijo que justamente así sería, que habría “sobre la tierra angustia de naciones, no conociendo la salida por el rugir del mar y su agitación, mientras que los hombres se desmayan debido al temor y la expectativa de las cosas que vienen sobre la tierra habitada.”—Luc. 21:25, 26.

Aun ahora cuando hemos entrado en este tiempo en el cual la guerra es una insensatez tan catastrófica, los hombres no conocen la salida. Poca seguridad sienten de que la increíble insensatez de la guerra atómica impida otra guerra mundial. ¡Cuán vital les es, entonces, a los verdaderos cristianos confiar, no en los hombres, sino en Dios! Él es Quien ha prometido que durante este período singular de la historia él arruinará a los que están arruinando la tierra: “Te damos gracias, Jehová Dios, el Todopoderoso, el que eres y que eras, porque has tomado tu gran poder y has comenzado a gobernar como rey. Pero las naciones se airaron, y tu propia ira llegó, y el tiempo señalado . . . para traer a la ruina a los que están arruinando la tierra.”—Apo.11:17, 18.

La guerra es insensatez. También es insensatez confiar en que el hombre introduzca la paz permanente. Dios mismo lo hará. No habrá guerras después de la justa guerra del Armagedón de Dios—ninguna guerra, ni siquiera guerras con porras de piedra. La promesa de Jehová es: “¡Venid, ved las obras de Jehová, que ha hecho desolaciones en la tierra! que hace cesar las guerras hasta los fines de la tierra.”—Sal. 46:8, 9, Mod.

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