BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • w76 1/3 págs. 153-155
  • Juan el amado presenta a “la Palabra”

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • Juan el amado presenta a “la Palabra”
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1976
  • Subtítulos
  • Información relacionada
  • SINGULARIDADES DEL EVANGELIO DE JUAN
  • SE ENFATIZA EL AMOR (AGAPE)
  • El apóstol amado escribe el cuarto Evangelio
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1962
  • Libro bíblico número 43: Juan
    “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa”
  • Juan, el apóstol amado
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1952
  • Información sobre Juan
    La Biblia. Traducción del Nuevo Mundo (edición de estudio)
Ver más
La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1976
w76 1/3 págs. 153-155

Juan el amado presenta a “la Palabra”

DE LOS cuatro evangelistas o escritores del Evangelio: Mateo, Marcos, Lucas y Juan, solo Juan presenta a Jesucristo, el Hijo de Dios, como “la Palabra.” Con referencia al Hijo de Dios, Juan escribió: “En el principio la Palabra era.” “De modo que la Palabra vino a ser carne.” “El nombre con que se le llama es La Palabra de Dios.” (Juan 1:1, 14; Rev. 19:13) ¿Por qué pudo Juan bajo inspiración atribuir ese título a Jesús? Fue porque Jesús, en la existencia que tuvo antes de venir a la Tierra como hombre, sirvió de “Palabra,” Vocero o Portavoz, de su Padre celestial, Jehová Dios. Sin lugar a dudas él fue el ángel que Dios envió delante de los israelitas ‘para introducirlos en el lugar que he preparado,’ y por medio del cual Dios le habló a Moisés.—Éxo. 23:20; 3:2-5.

En vez de dar prominencia especial a los discursos públicos de Jesús, como el Sermón del Monte, Juan nos habla de los diálogos de Jesús con individuos, con sus opositores y con sus propios discípulos. También da prominencia especial al ministerio de Jesús en Judea, mientras que los otros escritores del Evangelio dan prominencia especial al ministerio de Jesús en Galilea. Juan también nos da el más íntimo retrato de Jesús, incluso detalles como el de que Jesús les lavó los pies a sus apóstoles. Esto es lo que esperaríamos de aquel a quien Jesús amó especialmente.—Juan 13:23.

Es verdad que algunos sostienen (pero no con razón sólida) que el cuarto Evangelio fue escrito por otro Juan después que el apóstol Juan se durmió en la muerte. Sin embargo, la evidencia externa que hay apoya a la fuerte evidencia interna que favorece al apóstol Juan como el escritor.

¿Cuál es esta evidencia interna? Una lectura cuidadosa del Evangelio de Juan aclara que el escritor fue un judío que estaba familiarizado con Palestina. Describe detalles hasta dejar poca duda de que fue testigo presencial; vez tras vez registra nombres, lugares y ocasiones específicos que los demás evangelistas no mencionan. Además, los detalles que suministra de las discusiones que tuvieron los apóstoles entre sí sugieren fuertemente que él era uno de ellos. El hecho de que el escritor era uno de los discípulos se indica por sus palabras: “La Palabra vino a ser carne y residió entre nosotros, y tuvimos una vista de su gloria, gloria como la que pertenece a un hijo unigénito de parte de un padre.”—Juan 1:14; compare con 1 Juan 1:1, 2.

Además, el escritor estuvo presente cuando Jesús fue fijado en el madero: “El que lo ha visto ha dado testimonio, y su testimonio es verdadero, y ese hombre sabe que dice cosas verdaderas, para que ustedes también crean.” Juan es el único apóstol del que se indica que estuvo allí en aquella ocasión. Además, tenemos el mismo testimonio del escritor: “Este es el discípulo que da testimonio acerca de estas cosas y que escribió estas cosas, y sabemos que el testimonio que él da es verdadero.”—Juan 19:26, 35; 21:24.

Apoya a Juan como escritor el rasgo singular de este Evangelio de nunca referirse al apóstol Juan por su nombre de “Juan.” Siempre que menciona a “Juan” quiere decir Juan el Bautista. Los otros tres evangelistas distinguen lógicamente entre los dos Juanes, pero el apóstol Juan no. No le pareció necesario eso. Cuando se refiere a sí mismo es llamándose uno de los hijos de Zebedeo, que era el padre de él, o llamándose el discípulo a quien Jesús amaba.—Juan 21:2, 20.

De su Evangelio, así como de lo que dicen los otros evangelistas, se desprende claramente que Juan era intensamente leal a Jesús. Así, pues, en su justa indignación nos dice que Judas era ladrón. También señala que José de Arimatea era discípulo secreto de Jesús debido a que temía a los judíos. Sin duda el gran amor de Juan a su Amo da cuenta de que Jesús lo amara especialmente.—Juan 12:6; 19:38.

La evidencia externa que hay disponible indica que Juan escribió su Evangelio muy tarde en su vida, alrededor del año 98 E.C., y en la ciudad de Éfeso o cerca de ella. Sin duda estaba familiarizado con los otros relatos del Evangelio que habían sido escritos mucho antes. Esto explicaría por qué, de manera general, no abarca el mismo terreno que abarcan los otros tres (conocidos como los Evangelios “sinópticos” porque presentan un punto de vista semejante). De hecho, el 92 por ciento del material de Juan aparece sólo en su Evangelio.

SINGULARIDADES DEL EVANGELIO DE JUAN

son seis de los milagros de Jesús. Entre éstos están el primer milagro de Jesús, de cambiar agua en vino en el banquete de bodas de Caná, la restauración de la vista a un hombre que había nacido ciego, el levantar a Lázaro de entre los muertos, y el hacer que sus discípulos obtuvieran una redada grande de peces después de su resurrección.a Además, solo Juan nos dice que Jesús limpió el templo de socaliñeros religiosos al principio de su ministerio. Además, solo del Evangelio de Juan aprendemos que el ministerio terrestre de Jesús debe haber durado más de tres años, debido a sus referencias a las fiestas a las cuales asistió Jesús, en particular las Pascuas.b

Además, Juan es el único escritor del Evangelio que nos familiariza con el hecho de que Jesús había existido antes de tener vida humana. Es con esta verdad importantísima que él principia su Evangelio: “En el principio existía la Palabra. La Palabra estaba con Dios, y la Palabra era divina. Era él quien estaba con Dios en el principio. Todo vino a la existencia por medio de él, y aparte de él nada vino a ser.” Y después de decir que “la Palabra se hizo carne,” Juan nos da el testimonio del Bautista en el mismo sentido: “Él existía antes que yo.”—Juan 1:1-4, 14, 29, 30, An American Translation.

También, Juan registra el propio testimonio de Jesús al respecto. Así, Jesús le dijo a Nicodemo: “Nadie ha subido al cielo salvo el Hijo del Hombre que bajó del cielo.” Más tarde Jesús dijo a sus oyentes: “Yo soy este pan vivo que ha bajado desde el cielo.” “¿Qué hay si ven al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes?” También destacó el mismo punto al argüir con sus opositores religiosos: “Les digo: ¡yo existía antes de que Abrahán naciera!” E igualmente explícitas son estas palabras de Jesús a su Padre celestial: “Hazme en tu presencia el honor que se me había hecho allí antes de que el mundo existiera.”—Juan 3:13; 6:51, 62; 8:58; 17:5, AT.

Aunque, estrictamente hablando, Juan no registra lo que llamamos parábolas, singularmente nos suministra cosas con las cuales fue asemejado Jesús o a las cuales él mismo se asemejó. Jesús es “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.” Y Jesús se llamó “la puerta,” “el pastor excelente,” “el camino,” y “la vid verdadera.”c

En armonía con la presentación ensalzada que del Hijo de Dios hace Juan está el hecho de que él llama a nuestra atención que Jesús usó repetidamente palabras como “testimonio,” “verdad,” “luz,” “vida” y “amor.” Por ejemplo, hallamos que en el Evangelio de Juan el término “testimonio” se usa con frecuencia más de dos veces mayor que en los otros tres Evangelios combinados, siendo en particular dignas de notarse estas palabras de Jesús a Poncio Pilato: “Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad.”—Juan 18:37; 1:7, 8; 8:14, 17, 18.

En el Evangelio de Juan también se nos impresiona con la importancia de la “verdad,” pues se menciona allí con frecuencia tres veces mayor que en los otros tres Evangelios combinados. En él tenemos estas palabras de Jesús: “Dios es un Espíritu, y los que lo adoran tienen que adorarlo con espíritu y con verdad.” “Si permanecen en mi palabra, . . . conocerán la verdad, y la verdad los libertará.” “Santifícalos por medio de la verdad; tu palabra es la verdad.” Sí, Jesús estaba “lleno de bondad inmerecida y verdad.”—Juan 4:23, 24; 8:31, 32; 17:17; 1:14, 17.

Así mismo, los términos “luz” y “vida” se hallan mucho más a menudo en el Evangelio de Juan que en los otros tres combinados. Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo.” Sus discípulos serían “hijos de la luz.” (Juan 8:12; 12:36) Y no solo era Jesús “la vida,” sino que Dios envió su Hijo al mundo a fin de que los que ejercieran fe en él consiguieran “vida eterna.” Y “esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento” de Dios y de su Hijo.—Juan 14:6; 3:16; 17:3.

SE ENFATIZA EL AMOR (AGAPE)

Descubrimos, también, que el Evangelio de Juan menciona agape, la clase de amor altruista, que se basa en principios, más a menudo que los otros tres Evangelios combinados. “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito.” Jesús ‘amó a sus discípulos hasta el fin.’ Él muestra lo que el amor nos lleva a hacer: “Si ustedes me aman, observarán mis mandamientos.” ¿Cuál es la mayor expresión del amor? “Nadie tiene mayor amor que éste: que alguien entregue su alma a favor de sus amigos.”—Juan 3:16; 13:1; 14:15; 15:13.

Lógicamente, es Juan quien dice que Jesús dio el amor como la marca que identifica a los cristianos verdaderos: “Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a otros; así como yo los he amado, que ustedes también se amen los unos a los otros. En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre ustedes mismos.” (Juan 13:34, 35) Es Juan, también, quien registra detalladamente la oración de Jesús en la que se declara que él y sus discípulos “no son parte del mundo,” y que concluye con estas palabras de Jesús: “Les he dado a conocer tu nombre y lo daré a conocer, para que el amor con que me amaste esté en ellos y yo en unión con ellos.”—Juan 17:16, 26.

¿Y cuál fue la pregunta que Jesús le hizo al apóstol Pedro, aquel que había llevado la delantera entre los doce mientras Jesús todavía estaba con ellos y que sería el primero en llevar la delantera después de la ascensión de Jesús al cielo? “¿Me amas más que éstos?” “¿Me amas?” “¿Me tienes cariño?” Habiendo recibido de Pedro la seguridad de que éste de veras amaba a su Amo, de que le tenía cariño, Jesús le dio la admonición de despedida: “Apacienta mis ovejitas.”—Juan 21:15-17.

En vista de lo que Juan nos dice y cómo lo dice, podemos comprender por qué su registro, escrito tanto tiempo después de los otros Evangelios, es la parte más extensamente publicada de la Biblia. Millares y millares de ejemplares de éste se han impreso como publicación aparte y distribuido por separado de la Biblia en conjunto, aunque el Evangelio de Marcos, en virtud de ser el relato más breve del ministerio terrestre de Jesús, es la porción más extensamente traducida de la Biblia. Con el Evangelio de Juan es como si el mejor vino hubiera venido a lo último, como en la ocasión del primer milagro de Jesús.—Juan 2:10.

¡Qué agradecidos podemos estar de tener cuatro relatos distintivos de la vida y obras de Jesús! Mateo presenta a Jesús como el Mesías prometido, que cumple profecías de la Escritura Hebrea; Marcos pinta a Jesús como el hombre de acción, y narra un milagro maravilloso tras otro; Lucas muestra a Jesús como el Salvador benévolo y compasivo; y el amado Juan presenta a Jesús como la Palabra, el don amoroso de Dios a la humanidad, que descendió del cielo para dar testimonio a la verdad, y como el Pastor amoroso. Dios hizo que todo esto fuera escrito para que ‘creamos que Jesús es el Cristo el Hijo de Dios, y que, a causa de creer, tengamos vida eterna por medio de su nombre’... ¡con tal que demostremos que somos sus amigos, haciendo lo que él manda!—Juan 20:31; 15:14.

[Notas]

a Juan 2:1-12; 4:46-54; 5:2-9; 9:1-7; 11:1-44; 21:4-8.

b Juan 2:13-17; 4:35 con 5:1; 6:4; 12:1 y Juan 13:1.

c Juan 1:29; 10:7, 11; 14:6; 15:1.

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir