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  • ¿Qué efecto debería tener en usted el Evangelio de Juan?

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  • ¿Qué efecto debería tener en usted el Evangelio de Juan?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1982
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1982
w82 1/8 págs. 20-23

¿Qué efecto debería tener en usted el Evangelio de Juan?

¿POR qué se escribieron los cuatro Evangelios cristianos? ¿Habían de servir meramente de registro histórico de la vida del Mesías o hubo un motivo más profundo al escribirlos? El mandato final que Cristo dio a sus discípulos arroja luz sobre estas preguntas: “Por lo tanto vayan y hagan discípulos de gente de todas las naciones, ... enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado.”—Mateo 28:19, 20.

Está claro que el mensaje cristiano había de impulsar a gente de todas partes del mundo a imitar el ejemplo de Jesús. Las personas tendrían que realmente creer que Jesús es el Salvador. Por eso el apóstol Juan dice que hizo un registro de la vida de Jesús “para que ustedes crean que Jesús es el Cristo el Hijo de Dios, y que, a causa de creer, tengan vida por medio de su nombre.”—Juan 20:31.

Una introducción sujeta a controversia

¿Dónde en la corriente del tiempo nos coloca Juan al presentar a Jesús? ¿En el tiempo de su nacimiento, como es el caso en los Evangelios de Mateo y Lucas? No. El retrocede a un tiempo que precedió este acontecimiento por incontables edades. Nos lleva hasta el principio de toda la creación mediante la siguiente introducción sencilla, pero profunda: “En el principio la Palabra era, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era un dios [era divina, Schonfield, inglés]. Este estaba en el principio con Dios. Todas las cosas vinieron a existir por medio de él, y sin él ni siquiera una cosa vino a existir.”—Juan 1:1-3.

Si uno no tiene conocimiento previo del resto de la Biblia se le puede hacer difícil comprender esta introducción. Por ejemplo, en Proverbios 8:22-31 se habla de la Palabra (Cristo en su existencia prehumana) usando el símbolo de la sabiduría y se refiere a éste como el “obrero maestro” que colabora con Dios en Su obra creativa. (Vea también 1 Corintios 1:24.) El apóstol Pablo corrobora este pensamiento en su carta a los colosenses, donde habla de Cristo como “la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación; porque por medio de él todas las otras cosas fueron creadas.” De esto podemos darnos cuenta de que la Palabra que “vino a ser carne y residió entre nosotros” fue la primera creación de Dios y que el Padre la utilizó para llevar a cabo todo el resto de la obra creativa.—Colosenses 1:15, 16; Juan 1:14.

¿Qué efecto debería tener en nosotros dicho conocimiento? ¿No deberíamos estar agradecidos a Jehová, el Creador, por nuestra mismísima existencia? Además, ¿no apreciamos el papel que ha desempeñado la Palabra al respecto? Dios dotó al hombre y a la mujer con la capacidad de procrear, lo cual ha resultado en la familia humana actual de más de cuatro mil millones de personas. No obstante, hay muchas más razones por las que debemos sentirnos agradecidos a Dios y a su Hijo y éstas se relacionan con los temas principales del Evangelio de Juan... la luz, la vida, el amor y la lealtad.

¿Qué efecto produce en nosotros la luz?

En los Jn 1 versículos tres y cuatro del primer capítulo de su Evangelio, Juan introduce dos de estos temas claves que están entretejidos en el material de su relato inspirado al decir: “Lo que ha venido a existir por medio de él [la Palabra] era vida, y la vida era la luz de los hombres.” ¿Qué nos da a entender Juan con esta declaración? Que la Palabra, o Cristo, fue el Agente Principal de Dios para transmitir tanto la vida como la luz a la humanidad. (Hechos 3:15) Juan dice a continuación que Juan el Bautizante apareció para dar testimonio en cuanto a “la luz verdadera que da luz a toda clase de hombre.” (Juan 1:9) Sí, a toda clase de hombre, puesto que Cristo no vino al mundo únicamente para ser Mesías de los judíos. Vino para el bien de toda la humanidad, como él mismo explicó: “Tanto amó Dios al mundo [de la humanidad desde Abel] que dio a su Hijo unigénito [Cristo, la Palabra], para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.”—Juan 3:16.

Bueno, ¿qué efecto debería tener en nosotros este texto que tan a menudo se cita? Si Dios envió a su Hijo a la Tierra para que sirviera de luz en medio de la oscuridad espiritual del mundo, ¿no deberíamos por lo menos reflejar aquella luz a otras personas? El modo de proceder altruista de Dios debería tocar nuestro corazón y hacer que respondamos. ¿Quién de entre nosotros estaría dispuesto a sacrificar en una muerte ignominiosa a la persona que más ama a favor de gente que en su mayor parte es indiferente? Por eso, ¿qué debería impulsarnos a hacer el amor de Dios? Debería impulsarnos a ejercer fe activa en Jesucristo y en el valor de su sacrificio como medio de redimir la vida. Esto resultará en vida, pues Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue de ninguna manera andará en oscuridad, sino que poseerá la luz de la vida.”—Juan 8:12.

¿Qué clase de vida se ofrece?

Sin hacer pretensión de tener un conocimiento profundo de principios científicos, Juan expresa uno de dichos principios, a saber, que la vida terrestre depende de la luz. Esto es igualmente cierto en sentido simbólico. Cristo es la luz que lleva a la vida. Pero, ¿a qué clase de vida? La respuesta que Jesús dio a la mujer samaritana que se encontraba ante la fuente de Jacob nos da una clave: “A cualquiera que beba del agua que yo le daré de ningún modo le dará sed jamás, sino que el agua que yo le daré se hará en él una fuente de agua que brotará para impartir vida eterna.” (Juan 4:7-15) Cristo ofreció la “vida que lo es realmente,” vida eterna con la bendición de Dios.—1 Timoteo 6:19.

¿Dónde había de disfrutarse esa vida eterna? La respuesta de Jesús al número relativamente pequeño de personas que forman el “rebaño pequeño” es la siguiente: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas. De otra manera, se lo hubiera dicho a ustedes, porque voy a preparar un lugar para ustedes.” El evidentemente estaba refiriéndose a residencias celestiales.—Lucas 12:32; Juan 14:2.

Pero Cristo también dijo: “Tengo otras ovejas, que no son de este redil; a ésas también tengo que traer, y escucharán mi voz, y llegarán a ser un solo rebaño, un solo pastor.” Mediante el libro de Revelación que ya él había registrado, Juan se había enterado de que el “rebaño pequeño” consistiría en 144.000 miembros, mientras que las “otras ovejas” habían de incluir una “grande muchedumbre” y otros súbditos terrestres bajo el régimen del Reino de Cristo.—Juan 10:16; Revelación 7:4, 9, 10.

Bueno, ¿qué efecto debería tener en nosotros dicha perspectiva de vida eterna, ya sea en el cielo o en la Tierra? Es tan fácil decir “vida eterna,” pero reflexione por tan solo un minuto sobre lo que eso realmente significa y entraña. ¡Vivir para siempre! Disfrutar de la vida plenamente con la bendición eterna de Dios. Ya no tener que preocuparse en cuanto a su edad o salud. La pregunta “¿Cuántos años tiene usted?” ya no tendrá importancia.

Los que tengan el llamamiento celestial, disfrutarán de vida eterna y formarán parte del gobierno invisible de Cristo de modo que dirigirán los asuntos de la Tierra y aplicarán el valor del sacrificio de éste para beneficiar física y espiritualmente a los seres humanos obedientes. ¡Qué privilegio sublime! Sin lugar a duda, el Evangelio de Juan debería invitarnos a apreciar la bondad inmerecida de Jehová.—Revelación 20:4-6.

¿Qué esperanza hay para los muertos?

Otra pregunta surge ahora respecto al don de vida eterna. ¿Cómo se aplicará a los muertos aquella promesa de vida? Jesús dio la respuesta a esta pregunta de manera convincente por medio de realmente resucitar a diferentes personas, entre ellas su amigo íntimo Lázaro, quien había estado muerto por cuatro días. El relato único de Juan nos informa que en aquella ocasión Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que ejerce fe en mí, aunque muera, llegará a vivir.” Este tema también se desarrolla en el capítulo cinco, donde Jesús proclama: “No se maravillen de esto, porque viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz [del Hijo de Dios] y saldrán.”—Juan 11:1-44; 5:25-29.

¿Qué efecto tiene en usted aquella promesa de resurrección? Piense tan solo en aquellos seres más queridos por usted que ya no viven. ¿No sería emocionante para usted volver a verlos y conversar con ellos? Jehová Dios ha prometido efectuar tal milagro. Por eso Marta, hermana del difunto Lázaro, abrigaba dicha esperanza aun antes de que Jesús hiciera que éste volviera a la vida, pues ella dijo: “Yo sé que se levantará en la resurrección en el último día.” ¿Tenemos nosotros como cristianos una convicción tan firme como la de Marta?—Juan 11:24.

¿Qué efecto ejerce en usted el amor de Cristo?

Si tuviéramos que resumir el Evangelio de Juan en tan solo una palabra, ¿cuál sería? ¿Luz? ¿Vida? ¿Resurrección? No, sería el AMOR. ¿Por qué? Porque todas estas otras bendiciones provienen del amor de Dios. Jesús proclamó y reflejó dicho amor. Por eso dijo: “Así como me ha amado el Padre y yo los he amado a ustedes, permanezcan en mi amor. Si observan mis mandamientos, permanecerán en mi amor.” ¿Cuál fue el mandato más sobresaliente de Jesús? “Este es mi mandamiento: que ustedes se amen unos a otros así como yo los he amado a ustedes. Nadie tiene mayor amor que éste: que alguien entregue su alma a favor de sus amigos.”—Juan 15:9-14.

¿Cumplió Cristo mismo con estas palabras? ¿Manifestó él amor superlativo para con sus amigos? El registro detallado de Juan responde de manera positiva: ¡Sí! Desde el capítulo 18Juan 18, 19 hasta el 19 el registro explica cómo Jesús fue arrestado y luego sometido a una serie de interrogatorios y tortura física a manos de las autoridades judías y romanas. Durante todo este maltrato, Jesús dio testimonio respecto al reino de Dios. Testificó de la manera siguiente: “Mi reino no es parte de este mundo ... mi reino no es de esta fuente.” Su amor para con su Padre y la humanidad era tan fuerte que él no buscó una manera fácil de salirse de la situación ni trató de atenuar o suavizar el mensaje. “Yo para esto he nacido, ... para dar testimonio a la verdad.” Perplejo, Pilato no pudo más que responder de la manera siguiente: “¿Qué es la verdad?”—Juan 18:36-38.

Después que la multitud bajo la dirección del clero judío rechazó a Jesús, éste fue condenado a muerte y clavado en un madero de tormento. Padeció la humillación más grande que podía sufrir un judío, el morir como un maldito en un madero. (Deuteronomio 21:22, 23; Gálatas 3:10-13) No obstante, él ganó la victoria. Su propia creencia en la resurrección salió vindicada. Al tercer día fue levantado de entre los muertos. María Magdalena, una discípula, lo vio y habló con él. El lector puede imaginarse lo emocionada que ella estuvo cuando llevó las noticias a los discípulos: “¡He visto al Señor!”—Juan 20:18.

Bueno, pues, ¿qué efecto debería ejercer en nosotros el sacrificio de Cristo y su resurrección? ¿No deberían llenarnos a nosotros también de convicción, esperanza y entusiasmo? Con el registro histórico de los Evangelios como base, sabemos la verdad en cuanto a Cristo. Este es un registro de amor en acción. ¿Nos sentiremos incitados a expresar el mismo grado superlativo de amor cristiano y ofrecer el mensaje del Reino a otros?—Juan 20:31; Mateo 24:14.

Al hacer un resumen final del registro de Juan, ¿qué otra lección podemos aprender? La lección acerca de la lealtad... vemos la lealtad de Cristo para con la causa de su Padre; su lealtad para con sus seguidores a pesar de que lo abandonaron. (Marcos 14:50; Juan 18:15-27) Al principio, los 12 apóstoles habían demostrado lealtad también. Luego cuando muchos de los discípulos abandonaron a Jesús, qué impresionante fue la respuesta que dio Pedro a la pregunta conmovedora de Jesús: “Ustedes no quieren irse también, ¿verdad?” Simón Pedro respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes dichos de vida eterna; y nosotros hemos creído y llegado a conocer que tú eres el Santo de Dios.”—Juan 6:66-69.

¿Cree usted que Jesús es el “Santo de Dios,” “el Hijo de Dios”? Si así es, entonces usted también puede caminar en la luz que lleva a vida. Usted también puede manifestar amor y lealtad a Jehová Dios y a Su reino bajo Cristo. Usted también puede beneficiarse del Evangelio de Juan que nos conmueve el alma.—Juan 20:31.

[Ilustración en la página 21]

Jesús ofrece agua que imparte vida eterna

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