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¡Despertad! 1981
g81 8/8 págs. 8-11

Parte 3

La iglesia eléctrica sacude la política estadounidense

EL ORADOR era apasionado y dinámico. Sacudiendo su Biblia ante un grupo de 1.000 esposas de ministros, declaró: “Tenemos la solución para el caos político que existe en el país, para la ruina económica, para el vergonzoso estado de la moralidad y para la debilidad que hay en la familia.”

¿Qué era esa solución? “Tenemos que poner en unión corazones y manos para componer a esta nación . . . Tenemos que exigir una vuelta completa,” dijo el predicador tejano James Robison.

Usando un lenguaje que pudiera agradar a muchos cristianos sinceros, mordazmente denunció el aborto. “Si la matanza por mutilación del feto en la matriz no es un acto inicuo, nunca se podrá hallar al hombre culpable de pecado alguno.”

Mientras tanto, al otro lado del país, otro orador, igualmente elocuente, aconsejaba a un grupo de sus colegas que llenaba todo un cuarto. “¿Qué pueden hacer ustedes desde el púlpito?,” preguntó. “Pueden inscribir a las personas para que voten. Pueden explicarles los asuntos que están en cuestión. Y pueden apoyar a ciertos candidatos, en la iglesia misma el domingo por la mañana.” Al igual que Robison, Jerry Falwell —superestrella de la Iglesia Eléctrica— estaba llevando a cabo una campaña enérgica con relación a asuntos políticos.

Muchas personas escuchan lo que dicen estos predicadores. El programa televisivo semanal de James Robison se transmite por 100 emisoras. El programa de Falwell es más popular todavía. Cada semana se transmite por casi 400 canales de televisión y por 400 radioemisoras y lo sintonizan entre 6 y 18 millones de personas.

Aquellos predicadores del conservadurismo político de la Iglesia Eléctrica estaban deseosos de ejercer influencia sobre los votantes estadounidenses durante las elecciones del otoño pasado. Poco antes de las elecciones algunos de ellos participaron en la presentación de un informe sobre asuntos nacionales en Dallas, Tejas, durante una sesión a la cual asistieron unos 15.000 fundamentalistas religiosos, la mayor parte de ellos ministros. El candidato republicano para la presidencia, Ronald Reagan, también se dirigió al grupo y lo elogió, diciendo: “La gente religiosa de los Estados Unidos está despertando. Tal vez exactamente a tiempo para el bien de nuestro país.”

Claro, después de eso Reagan ganó lo que se ha llamado un “triunfo electoral aplastante a favor de los conservadores.” El grupo para acción religioso-política llamado la Mayoría Moral se atribuyó en parte la victoria, pues dijo que había inscrito a unos 4 millones de votantes en el transcurso de la campaña, de los cuales la mayoría votó por Reagan. Es significativo el hecho de que muchos senadores a quienes la Mayoría Moral y grupos parecidos se opusieron perdieron sus puestos, que fueron ocupados por políticos relativamente desconocidos.

En un análisis de la competencia por asientos senatoriales el Times de Nueva York comentó que “la Mayoría Moral, la Voz Cristiana, y otros grupos conservadores de orientación eclesiástica desempeñaron un papel activo al utilizar ‘índices de moralidad’ por los cuales medir a los liberales. Sin importar a cuántos miembros del Congreso estos grupos hayan ayudado a elegir, se espera que el efecto de esos grupos siga sintiéndose debido a la cantidad de funcionarios a quienes dieron un terrible susto.”

Un predicador estaba jubiloso, y, refiriéndose al día en que se anunciaron los resultados de las elecciones, dijo: “Para la causa del conservadurismo y la moralidad norteamericana, éste es el día más grandioso que he visto en mi vida de adulto.” Otras personas no estuvieron tan contentas. Los Obispos Episcopales de América emitieron una carta pastoral en la cual condenaron el que los predicadores apoyaran a candidatos políticos. Los obispos afirmaron que tal apoyo dado “en el nombre de Dios tuerce la verdad cristiana y amenaza la libertad religiosa de los Estados Unidos.”

Otros predicadores también están preocupados por la política de la Iglesia Eléctrica. Un ministro de la ciudad de Fort Worth presentó la objeción de que aunque reuniones como la de Información Sobre Asuntos Nacionales se anuncian como no partidistas, “siempre parecen convertirse en reuniones a favor del Partido Republicano.” Hasta políticos conservadores han expresado preocupación, pues un asistente de Reagan dijo que “este matrimonio de religión y política es la cosa más peligrosa, la más insidiosa, que jamás he visto.”

Ninguno de estos críticos causa preocupación a los activistas, uno de los cuales admite que “hace quince años yo estaba opuesto a lo que estoy haciendo hoy, pero ahora estoy convencido de que este país está enfermo en sentido moral y de que no se corregirá a menos que hagamos nuestra parte.”

Estos predicadores están prestos a señalar lo que parece hipocresía por parte de los clérigos liberales que estuvieron envueltos en actividad política en contra de la guerra de Vietnam o en contra de la energía nuclear, pero que denuncian un activismo parecido por los conservadores. “Nadie ha acusado jamás al Concilio Nacional de Iglesias de mezclar la religión con la política,” se queja uno de ellos, y agrega que cuando él se envuelve en estas cuestiones se dice que “eso es violar la separación de iglesia y estado.”

Para fines de la campaña electoral estaba claro que había una pronunciada división entre los líderes religiosos estadounidenses. Los líderes religiosos liberales afirmaban que los predicadores conservadores insinuaban erróneamente que los que no estaban de acuerdo con ellos no eran cristianos. El Concilio Nacional de Iglesias, uno de los blancos de la ira de estos conservadores, emitió una declaración en la que decía que “no es posible discernir que haya algún voto exclusivamente ‘cristiano.’ ”

Por otro lado, los conservadores estaban convencidos de que estaban cumpliendo con una misión divina de cambiar el rumbo del país con relación a la moralidad, y de que sus compañeros los clérigos liberales eran parte del problema al respecto. De hecho, cuando la Mayoría Moral decidió que un ministro bautista que había servido en el Congreso por 16 años era demasiado liberal, los conservadores ayudaron a organizar a unos 2.000 voluntarios para que éstos fueran de casa en casa y hablaran a favor del rival de este ministro. “El movimiento de la Mayoría Moral fue lo que muy discretamente, pero de manera muy eficaz, cubrió mi distrito como una tienda de campaña,” admitió el predicador, quien perdió la elección primaria.

No cabe duda de que muchos de los predicadores de la Iglesia Eléctrica que se mantienen activos en el terreno político están profundamente preocupados por la creciente ola de inmoralidad en los Estados Unidos y en el mundo. La mayor parte de ellos creen firmemente que una nación que tolera el aborto no puede tener la aprobación de Dios, y cualquier cristiano sincero tendría que concordar con ese parecer. Opinan que una falta de interés de alcance nacional en la Biblia ha contribuido al deterioro que vemos hoy en día en la moralidad. En un sermón que pronunció por televisión, uno de sus líderes dijo: “Todos debemos estudiar la Biblia y aprender a creer en Dios. Es vital que sigamos Sus enseñanzas a fin de tener las fuerzas que necesitamos para rebatir a los poderes inmorales y blasfemos que están apoderándose de la política y de los medios de comunicación en masa.”

¿Qué persona cristiana podría negar que debemos estudiar la Biblia y creer en Dios? Lo que se tiene que preguntar es: ¿Nos enseña Dios en la Biblia que tenemos que “rebatir” en un esfuerzo por ganar control de la política y de los medios de comunicación en masa? ¿Es ése el mensaje que contiene la Palabra de Dios para nuestra generación?

Tal vez usted recuerde que en más de una ocasión Jesucristo tuvo la oportunidad de ejercer poder político, pero nunca optó por hacerlo. Cuando las multitudes vieron que él podía alimentarlas milagrosamente procuraron hacerlo rey, pues sin duda pensaron que así quedarían resueltos sus problemas económicos. El registro bíblico relata que “cuando los hombres vieron las señales que él ejecutó [alimentó a unos 5.000 hombres con solo cinco panes y dos pescados], empezaron a decir: ‘Con certeza éste es el profeta que había de venir al mundo.’ Por lo tanto Jesús, conociendo que estaban a punto de venir y prenderlo para hacerlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.”—Juan 6:14, 15.

Jesús no buscó poder político; ¡huyó de él! ¿Por qué habría de querer él verse envuelto en la política sucia de Judea y Galilea? Más tarde Jesús hizo notar lo siguiente a Poncio Pilato: “Mi reino no es parte de este mundo.” (Juan 18:36) Si el reino de Jesús no era parte de este mundo cuando él estaba sobre la Tierra, ¿es ahora parte de este mundo simplemente debido a que Jesús está en los cielos? Eso no sería lógico, ¿verdad?

Jesús sabía que no podía reformar la política corrupta de su tiempo, y no trató de hacerlo. Él sabía que si se hubiera hecho un mesías político que prometiera libertad de la opresión romana solo habría sido el instrumento de varios grupos que representaban ciertos intereses, como el partido judío nacionalista de los zelotes, y después habría sido descartado. Nada de esto hubiera traído gloria a Dios.

¿Parece probable que Jesús esté interesado en reformar la política igualmente corrupta de nuestro tiempo? ¿No será más probable que a los predicadores que se envuelven en la política esta experiencia los convierta en simples instrumentos de otros y los corrompa? Es significativo el hecho de que la formación de la Mayoría Moral no fue idea de ningún predicador. La idea, y hasta el nombre Mayoría Moral, empezó entre un grupo de cabilderos políticos conservadores que persuadieron al Sr. Falwell a que apoyara a la organización debido a que su popularidad era de alcance nacional, él tenía una enorme lista de nombres y direcciones procesados en computadoras, y había probado que sabía conseguir dinero. Hasta Pat Robertson, estrella de la Iglesia Eléctrica, admite que “el evangelista está en peligro de que se le use y manipule.”

¿No fue precisamente esta clase de manipulación la que Jesús procuró evitar cuando rehusó la oferta de Satanás de “todos los reinos del mundo y su gloria”? Aquella oferta original estuvo acompañada de una condición, y así sigue sucediendo hoy día. Satanás pidió a Jesús que ‘cayera y le rindiera un acto de adoración.’ (Mat. 4:8, 9) El poder político está disponible a los ministros de la Iglesia Eléctrica. Todo lo que tienen que hacer para tenerlo es consentir como parte del sistema político de este mundo bajo Satanás.—Juan 14:30; 15:19; 2 Cor. 4:4.

Indudablemente los cristianos apóstatas del cuarto siglo se regocijaron cuando, después de mucha persecución, consiguieron poder político bajo el emperador Constantino. Pero, ¿cómo les afectó aquel poder? “Casi inmediatamente después que los cristianos del imperio recibieron reconocimiento legal los principales eclesiásticos empezaron a dar consejo a los magistrados sobre cómo debían comportarse en su puesto,” comenta el teólogo Robert Culver. Dentro de poco la Iglesia se vio completamente envuelta en la política romana, llevando a cabo las guerras y torturando a sus enemigos. ¿Valió la pena el poder político, o fue éste algo que usó Satanás para inducir a la Iglesia a abandonar los preceptos de Cristo?

Suponga que los predicadores de la Iglesia Eléctrica, por buenas que fueran sus intenciones, llegaran a tener el mismo grado de poder político que alcanzaron aquellos eclesiásticos de tiempos primitivos. ¿Podrían resistir las influencias corruptoras del sistema político de Satanás? La historia no indica que podrían hacer tal cosa. De hecho, uno de esos predicadores, en el transcurso de la actividad política en la que se ha visto envuelto a un grado limitado hasta la fecha, ha admitido públicamente que recurrió a una táctica antigua del Diablo... el engaño. Se vio obligado a admitir que había inventado una conversación con el presidente de los Estados Unidos acerca de personas de entre el personal de éste que, según se alegaba, eran homosexuales. “No debí haber dicho eso,” admitió él. “Obviamente fue una declaración imprudente.”

A fin de cuentas los que confían en la política están confiando en que los políticos, hombres imperfectos, resuelvan los problemas. La Biblia sencillamente no indica que los hombres puedan hacer tal cosa. Jeremías, quien estaba bastante familiarizado con la política corrupta que existía en Jerusalén antes del exilio, hizo el siguiente comentario: “Bien sé yo, oh Jehová, que al hombre terrestre no le pertenece su camino. No le pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso.”—Jer. 10:23.

Lo irónico de confiar en los políticos —de esperar que algunos sean más morales que otros debido a la posición que toman en ciertos asuntos políticos— se destacó por las calificaciones que presentó el “informe de moralidad” que se publicó en The Christian Voice. ¡Un congresista que había sido acusado de soborno y otro que había admitido tener problemas con el alcohol y tendencias homosexuales obtuvieron impresionantes calificaciones de 94 puntos, de un posible logro de 100!

La Biblia da consejo sano y práctico al decir: “Lo que se hace torcido no se puede hacer derecho.” (Ecl. 1:15) Los sistemas políticos de este mundo son inherentemente torcidos. Su agente principal del poder, Satanás, es “mentiroso y el padre de la mentira.” (Juan 8:44) Ni la historia ni las Escrituras indican que la humanidad jamás haya de resolver sus problemas mediante la política.

¿Significa eso que no hay esperanza alguna para la humanidad? ¿Tenemos que resignarnos a la muerte en sentido espiritual debido a la cantidad abrumadora de inmundicia y de inmoralidad? ¿No hay nada que se pueda hacer en cuanto a los abortos, la homosexualidad, la promiscuidad sexual entre los adolescentes, el uso de los niños en la pornografía, y el aumento en la cantidad de divorcios?

Hay algo que se puede hacer en cuanto a todos estos problemas, y que se hará... ¡pronto! Sírvase leer acerca de esto en el próximo artículo.

[Comentario en la página 11]

“ESTE matrimonio de religión y política es la cosa más peligrosa, la más insidiosa, que jamás he visto”

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