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  • ¡Despertad! 1977
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¡Despertad! 1977
g77 8/12 págs. 10-12

El factor indispensable para lograr la felicidad

LAS cosas materiales pueden ser la fuente de alguna felicidad. De aún más importancia como fuente de felicidad (como se explicó en el artículo anterior) es el amor genuino que la gente puede manifestarse unos a otros. Sin embargo, hay otra cosa que es más importante que todo lo demás como fuente de felicidad para las criaturas humanas.

Cuando Jesús dijo: “Amar a tu prójimo como a ti mismo,” dijo que éste era el segundo de los mandamientos grandes que la gente debería observar. (Mat. 22:39) ¿Cuál, entonces, es el primero, y más importante?

Jesús dijo: “Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente.” (Mat. 22:37, 38) Solo si la gente hace esto le vendrá la mayor felicidad ahora, y en el futuro.

¿Por qué es éste el caso? Porque Jehová Dios es el Creador de las criaturas humanas. Él formó el cuerpo y la mente. Por eso, él sabe mucho mejor que la gente lo que contribuye más a su felicidad.

Aunque los sicólogos y filósofos experimentan y especulan en cuanto a qué principios y reglas para el comportamiento humano dan los mejores resultados, Jehová Dios no tiene necesidad de experimentar. Él sabe cuáles son los mejores, puesto que él los originó. Por eso, cuando prestamos atención a lo que él dice, estamos recibiendo el mejor consejo que les está disponible a las criaturas humanas en cuanto a lo que nos hará felices.

Mientras más cooperemos con las leyes y principios de Dios, más felices nos sentiremos. Para ilustrar: ¿Qué sucedería si toda persona que conduce un automóvil pudiera hacer sus propias reglas de tránsito? Puede imaginarse el caos que resultaría. El conductor arriesgaría su vida al cruzar cualquier calle de mucho tránsito, y especialmente estaría en peligro el transeúnte que cruzara. Simplemente tiene que haber una autoridad superior que establezca reglas para la conducción, de las cuales todos nos beneficiamos.

Así mismo, Jehová Dios, el Creador, ha establecido las mejores reglas y principios para el comportamiento de las criaturas humanas. Realmente surten efecto. Son prácticos y obtienen los mejores resultados. El pasarlos por alto es equivalente a pedir dificultades, tan ciertamente como en el caso de los conductores que abandonaran las reglas de la conducción. En realidad, una de las razones fundamentales por las cuales hay tantas dificultades en la Tierra es que la gente quiere establecer sus propias reglas.

Gente más feliz

La Biblia llama al Creador el “Dios feliz.” (1 Tim. 1:11) Síguese, entonces, que los que hacen la voluntad de Dios, cumpliendo con sus instrucciones para el comportamiento humano, pueden reflejar esta felicidad o disfrutar de ella hasta cierto grado.

Por eso el salmista escribió: “Oh Jehová de los ejércitos, feliz es el hombre que está confiando en ti.” Y se dice: “Felices son los que en su camino son exentos de tacha, los que andan en la ley de Jehová. Felices son los que observan sus recordatorios.” Sí, “¡feliz es el pueblo cuyo Dios es Jehová!”—Sal. 84:12; 119:1, 2; 144:15.

Es cierto que el obedecer a Dios no cambiará el infeliz sistema de cosas en el cual vivimos actualmente. Pero ciertamente mejorará la vida de las personas que desean mayor felicidad y que acuden a su Creador como la Fuente de esa felicidad. Y cuando acuden a él, él responde por medio de bendecirlas y ayudarles con su poderosa fuerza activa, su espíritu santo. No existe mayor poder para la felicidad que éste en todo el universo.

¿Ninguna dificultad?

Por esto no queremos decir que las dificultades del mundo no afectan a los que hacen la voluntad de Dios. Ciertamente los afectan. Ellos tienen su porción de problemas y pesares. Y enferman y mueren lo mismo que otros. Pero al mismo tiempo, tienen más felicidad que la que tendrían si no acudieran a Dios como la Fuente de la felicidad.

Además, los que sirven a Dios reconocen que la felicidad que tienen en la actualidad es relativa. Es decir, es mayor que la que puede lograrse de cualquier otro modo; sin embargo, no es completa, perfecta. La felicidad no puede ser perfecta en la actualidad.

¿Por qué no? Porque todos hemos nacido en pecado, en imperfección, como muestra la Biblia. (Rom. 5:12) Por eso, todos cometemos errores, todos estamos propensos a períodos de depresión y desdicha, y también somos propensos a la enfermedad y muerte, que estorban la felicidad. Además, todos vivimos en este inicuo sistema de cosas lleno de dificultades y problemas. Mientras dure, ni siquiera los siervos de Dios podrán lograr la felicidad perfecta.

Al mismo tiempo, el tener conocimiento de Dios y el entender su propósito para la humanidad en el futuro cercano les proporciona gran consuelo y felicidad. Esto les ayuda a mantenerse equilibrados en un mundo falto de equilibrio para que no se apesadumbren como otros lo hacen. Este es el caso aun cuando una persona que aman muere, porque, como dice la Biblia, los que conocen a Dios ‘no se apesadumbran como lo hacen también los demás que no tienen esperanza.’—1 Tes. 4:13.

Puesto que los siervos de Dios conocen el maravilloso propósito que él tiene para esta Tierra y la humanidad, no dejan que las dificultades de este mundo y las malas personas en él los aflijan indebidamente. Por eso no se retraen dentro de una “concha” dura como lo hacen muchos otros. (Mat. 24:12) Siguen haciendo lo correcto, aunque otros no respondan, o si responden de manera negativa.

El ejemplo de Jesús

Eso es lo que hizo Jesús. Recuerde lo que sucedió cuando levantó de entre los muertos al hombre que se llamaba Lázaro. El registro bíblico manifiesta que muchas personas respondieron a esto favorablemente. Pero no todos respondieron así.

De hecho, hubo algunos hombres tan perversos, que la Biblia dice que “desde aquel día entraron en consejo para matar” a Jesús. ¡Imagínese! ¡Qué corruptos se mostraron al responder tan inicuamente a un acto milagroso tan bueno, sí, especialmente cuando consideramos que quienes lo hicieron fueron los clérigos religiosos de aquel día! ¡Su perversidad fue tal que estos clérigos hasta “entraron en consejo para matar también a Lázaro”!—Juan 11:45, 53; 12:10, 11.

No obstante, Jesús no dejó de aplicar los dos grandes mandamientos... los de amar a Dios y amar al prójimo de uno. Sabía que la mayor felicidad y los mayores beneficios provienen de hacer la voluntad de Dios prescindiendo de cómo otros actúen. Eso explica por qué pudo mantener dominio de sí mismo y seguir con su modo de proceder bondadoso y amoroso. Como dice la Biblia: “Cuando lo estaban injuriando, no se puso a injuriar en cambio. Cuando estaba sufriendo, no se puso a amenazar, sino que siguió encomendándose al que juzga con justicia.”—1 Ped. 2:23.

Jesús sabía que si uno se inquietara indebidamente por este mundo y su maldad, eso perjudicaría su felicidad puesto que no hay criatura humana que pueda resolver sus problemas. Sabía, lo mismo que su Padre celestial, que este sistema de cosas realmente iría de mal en peor hasta que llegara el día en que Dios le pondría fin.

Felicidad perfecta... ¿cuándo?

Así, los que les muestran a otros amor basado en principios y a Dios amor de toda el alma saben que todas las dificultades de esta vida son temporáneas. Pronto, este entero sistema lleno de dificultades y penas será triturado y dejará de existir.

¿Qué significa esto para las personas de corazón sincero y honrado que desean hacer lo correcto? Significa que se acerca el tiempo en que un nuevo orden hecho por Dios se establecerá permanentemente aquí mismo en la Tierra. Entonces, en ese tiempo, la felicidad perfecta llegará a ser una realidad.

Las profecías de la Biblia hacen patente que se aproxima el tiempo en que Dios pondrá fin a las penas y dificultades. Sin falta Dios reemplazará este viejo sistema de cosas corrupto y gastado con su nuevo orden de justicia bajo la gobernación de su reino celestial. Esa es la gobernación, o gobierno del cielo, acerca del cual Jesús les enseñó a otros. (Mat. 6:9, 10) Su gobernación será global, pues será el único gobierno para toda la humanidad. Todos los otros reinos habrán sido triturados hasta ya no existir. (Dan. 2:44) Bajo ese reino, la clase de felicidad que uno solo puede imaginarse parcialmente hoy será entonces una realidad diaria, aquí mismo en esta Tierra.

Dios les promete a los moradores de ese nuevo orden que “él limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.” (Rev. 21:4) Hasta la enfermedad y la vejez serán cosas del pasado, porque la gente que viva entonces llegará a ser perfecta tanto física como mentalmente, tal como se propuso Dios cuando creó al primer hombre y a la primera mujer. Esto hará posible que la gente viva para siempre, y, nótese, esto será en una Tierra restaurada a condiciones paradisíacas.—Luc. 23:43.

¡Qué tiempo deleitoso será ése! ¡Considérelo... toda enfermedad, pena, dificultad y muerte serán eliminadas una vez para siempre bajo la gobernación justa de Dios! ¡Pues, hasta los sepulcros quedarán vacíos al resucitar los muertos! Estas personas serán restauradas a la vida y a las personas a quienes aman, porque “va a haber resurrección así de justos como de injustos.”—Hech. 24:15.

Finalmente, no habrá personas faltas de principios para estorbar esa felicidad. “Los rectos son los que residirán en la tierra, y los exentos de culpa son los que quedarán en ella. En cuanto a los inicuos, ellos serán cortados de la mismísima tierra; y en cuanto a los traicioneros, ellos serán arrancados de ella.”—Pro. 2:21, 22.

Sí, usted puede hallar mayor felicidad hoy día, a pesar de los problemas de la vida. Y podrá hallar felicidad perfecta en el futuro. De modo que, la felicidad verdadera no es un sueño irrealizable.

Pero para lograr esa felicidad, es preciso que usted aprenda a confiar en la única Fuente de la felicidad verdadera, el Creador, Jehová Dios, y le sirva. Entonces usted podrá esperar con anhelo el tiempo emocionante y de satisfacción profunda predicho en la Palabra profética de Dios, que promete: “Los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz.”—Sal. 37:11.

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