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  • El espíritu de Dios... recordador y maestro
  • ¡Despertad! 1970
¡Despertad! 1970
g70 22/3 págs. 27-28

“Tu palabra es la verdad”

El espíritu de Dios... recordador y maestro

EL ESPÍRITU santo funciona como recordador y como maestro. Dijo Jesús a sus discípulos: “El ayudante, el espíritu santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése les enseñará todas las cosas y les hará recordar todas las cosas que les dije.”—Juan 14:26.

Durante los tres años y medio de su ministerio terrestre, Jesús entrenó a sus apóstoles para que continuaran el trabajo que él había iniciado. Como humanos imperfectos, no era posible que pudieran recordar todo detalle de su enseñanza. Pero la promesa de Jesús indicó que el espíritu de Dios les enseñaría lo que necesitaran saber para efectuar su ministerio. En particular abriría a su entendimiento lo que previamente habían oído pero no habían entendido. Como recordador, el espíritu santo les haría recordar las cosas que Jesús había dicho mientras estuvo con ellos. Y, como maestro, les mostraría la aplicación correcta de sus palabras.—Vea Juan 2:19-22.

Cuando fueron llevados ante asambleas públicas, reyes y hombres en altos puestos gubernamentales, los discípulos de Jesús pudieron confiar plenamente en el espíritu de Dios como recordador y maestro. A semejanza de un amigo, éste les haría recordar cosas que decir y los ayudaría a hacer aplicaciones apropiadas. Esto resultaría en dar un buen testimonio y también acallaría a los opositores. (Mat. 10:18-20; Luc. 12:11, 12; 21:13-15) Por lo tanto, Pedro y Juan pudieron hablar denodadamente cuando fueron interrogados por el más alto tribunal judío, el Sanedrín, acerca de haber sanado a uno que había sido cojo desde su nacimiento. Su franqueza era algo completamente inesperado de hombres iletrados y del vulgo. Provocó admiración en los miembros del Sanedrín. Y las palabras de Pedro, aunadas a la presencia del hombre sanado, dejaron a estos hombres doctos sin nada que decir como refutación.—Hech. 4:5-14.

Sin embargo, aunque el espíritu de Dios servía como recordador y maestro a favor de los cristianos individuales, no instruía a cada uno por separado en asuntos de doctrina y procedimiento de organización. Más la operación del espíritu de Dios en los apóstoles y otros varones maduros de la congregación de Jerusalén hacía posible que se suministrara la enseñanza del espíritu santo, a menudo en forma escrita, para la edificación e instrucción de todos.

Un caso a propósito es la manera en que se trató la cuestión de la circuncisión. Cuando algunos alegaron que los no judíos debían circuncidarse y que se les debía mandar obedecer la ley mosaica, los que estaban asociados con la congregación de Antioquía no esperaron una revelación personal de Dios. Más bien, para conseguir el punto de vista correcto, enviaron a Pablo y Bernabé a Jerusalén, al cuerpo gobernante de la congregación cristiana primitiva compuesto de los apóstoles y otros varones maduros.—Hech. 15:1, 2.

En una reunión que presidió el discípulo Santiago, se consideró a grado cabal el asunto. Después de considerable discusión, Pedro indicó que los primeros no judíos a quienes predicó recibieron el espíritu santo mientras estaban en incircuncisión. Entonces Pablo y Bernabé contaron “las muchas señales y portentos que Dios hizo por medio de ellos entre las naciones.” (Hech. 15:7-12) Es digno de notarse que los tres hombres habían obrado bajo la dirección del espíritu santo cuando predicaron a los gentiles, y a Pedro hasta se le había enseñado por medio de una visión que era apropiado hacerlo. Por lo tanto el espíritu de Dios realmente estaba enseñando que personas no circuncidadas podían llegar a ser un pueblo para el nombre de Dios.—Hech. 10:9-48; 13:2-4.

El discípulo Santiago reconoció en esto la dirección inequívoca del espíritu santo de Dios y también un cumplimiento de profecía. Él dijo: “Hermanos, óiganme. Simeón ha contado cabalmente cómo Dios por primera vez dirigió su atención a las naciones para tomar de entre ellas un pueblo para su nombre. Y con esto convienen las palabras de los Profetas, así como está escrito: ‘Después de estas cosas volveré y reedificaré la casilla de David que está caída; y reedificaré sus ruinas y la erigiré de nuevo, para que los que queden de los hombres busquen encarecidamente a Jehová, junto con gentes de todas las naciones, gentes que son llamadas de mi nombre, dice Jehová, que está haciendo estas cosas, conocidas desde la antigüedad.’”—Hech. 15:13-18; compare con Amós 9:11, 12, LXX.

La profecía acerca de que personas de las naciones llegaran a ser el pueblo del nombre de Dios había sido registrada bajo inspiración del espíritu santo. Y el espíritu de Dios ayudó a Santiago a recordar esta profecía y entender su aplicación. En consecuencia, la decisión de Santiago, de que la circuncisión era innecesaria para los cristianos gentiles, concordaba con la enseñanza del espíritu de Dios.—Hech. 15:19, 20.

Apropiadamente la carta que contiene la decisión expresó lo siguiente: “Porque al espíritu santo y a nosotros mismos nos ha parecido bien no añadirles ninguna otra carga, salvo estas cosas necesarias: que se abstengan de cosas sacrificadas a ídolos y de sangre y de cosas estranguladas y de fornicación.” (Hech. 15:28, 29) El adherirse a lo que el espíritu santo enseñó, según fue manifestado por el cuerpo gobernante, fortaleció a las congregaciones en la fe y produjo aumento.—Hech. 16:4, 5.

Puesto que toda la Palabra de Dios se escribió bajo inspiración (2 Tim. 3:16) solo ella contiene la enseñanza del espíritu. Esto excluye a toda enseñanza que está en pugna con la Palabra de Dios. Fue con referencia a maestros falsos, como claramente muestra el contexto, que el apóstol Juan escribió: “No necesitan que nadie les esté enseñando; antes bien, como la unción de él les está enseñando acerca de todas las cosas, y es verdad y no es mentira, y así como les ha enseñado, permanezcan en unión con él.”—1 Juan 2:27.

Aquellos cristianos del primer siglo habían sido ungidos con espíritu de Dios. Habían llegado a conocer tanto a Jehová Dios como a su Hijo Cristo Jesús. Estaban plenamente familiarizados con la verdad de Dios. Por eso no necesitaban como maestros a personas que negaran al Padre y al Hijo. Tales maestros solo los extraviarían de lo que sabían que era la verdad como la había enseñado el espíritu de Dios y se había manifestado plenamente en los Escritos Sagrados.—1 Juan 2:18-26.

Así mismo, hoy los siervos de Jehová no necesitan instrucción de personas que niegan a Dios y su Palabra y que así se oponen a lo que enseña el espíritu santo. Sabiendo la verdad, no pierden tiempo inquiriendo en los escritos de hombres impíos que tienen el propósito de destruir la fe. Pero, tal como los cristianos del primer siglo fueron fortalecidos en la fe por cartas del cuerpo gobernante o miembros de él, así también hoy los testigos de Jehová son vigorizados por ayudas para el estudio de la Biblia publicadas por la Sociedad Watch Tower y que contienen la enseñanza del espíritu santo según se encuentra en las Sagradas Escrituras. Individualmente, también, pueden estar seguros de que el espíritu de Dios les hará recordar las verdades bíblicas y su aplicación correcta para que puedan hacer una defensa ante todo el que exija una razón de su esperanza. Verdaderamente el espíritu de Dios continúa siendo recordador y maestro de su pueblo.

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