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  • Cómo puede venir la paz a la Tierra

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  • Cómo puede venir la paz a la Tierra
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1980
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1980
w80 1/6 págs. 6-10

Cómo puede venir la paz a la Tierra

LA PAZ mundial no puede venir sencillamente por esfuerzos encaminados al desarme, ni por tratados de paz, ni siquiera por medio de detener las guerras frías o candentes. Hasta los que proponen la paz dicen ahora que ésta tiene que tener un fundamento en la vida de comunidad y también en la vida familiar. James Laue, de la Campaña en pro de la Academia Nacional de la Paz, dice: “El enlazar [la paz] con la pacificación al nivel de la comunidad nos ha permitido definir lo que es la paz. El desarrollo continuo de técnicas para resolver conflictos que surgen a diario, en el hogar o en la escuela, puede ayudar a traer paz entre las naciones.”

Es muy difícil hacer eso. Escribiendo para To the Point International, George Mikes, bajo el encabezamiento: “Sí, la paz mundial es asunto de interés para todo el mundo,” dijo:

“Se nos ha enseñado que amemos al prójimo. Algo que es extremadamente difícil y tedioso. Se puede amar a casi todo el mundo excepto al prójimo o vecino de uno. En primer lugar, el vecino de todo el mundo es un individuo detestable, poco grato y entremetido... mientras que la persona que vive un poco más lejos es amable, placentera y cortés. Si usted vive en Chelsea, no va a tener riñas con las personas de Turnham Green y se llevará espléndidamente bien con las personas de Crouch End [lugares distantes]. De manera similar, los ingleses aman a los australianos y a los neozelandeses —que están al otro lado del mundo— pero no siempre han amado a los franceses ni a los alemanes.”

De modo que no puede haber paz mundial a menos que primero nos llevemos bien con los que están más cerca de nosotros. ¿Hay en verdad alguna “técnica” que logre esto? No la hay. Actualmente el hombre es muy inteligente, y está especialmente versado en técnicas. Las ha aplicado en todo empeño, incluso en el de buscar y establecer la paz. Generalmente, ha tenido algún éxito en casi todos los campos —la ciencia, la política, el comercio, las ventas y promociones— excepto en establecer la paz, lo cual tiene que ver con las más estrechas relaciones humanas. Las técnicas no funcionan en este asunto. ¿Por qué no? Porque la paz, que comienza verdaderamente en el hogar, debe venir del corazón. La paz no estriba solo en tolerancia, ni en un equilibrio de poderes, sino en expresar amor y comprensión genuinos a la otra persona o familia o comunidad o nación... a pesar de la raza, religión o condición social de ésta.

¿Se puede lograr esto? Solo unos pocos lo logran en la actualidad. Pero esos pocos, a pesar de la situación mundial, pueden tener paz ahora. Pueden promover la paz en su propia esfera social. ¿Cómo?

CÓMO UNO PUEDE ALCANZAR PAZ

En primer lugar, uno hace las paces con Dios por medio de estudiar la Biblia y discernir el arreglo que Dios ha hecho para que uno pueda acercarse a Él. Uno no puede hacer esto por medio de un estudio superficial. Tiene que investigar. Tiene que ‘asegurarse de todas las cosas’ y tiene que ‘adherirse firmemente a lo que es excelente.”—1 Tes. 5:21.

La persona que hace eso llega a reconocer, primeramente, que es pecadora y que necesita ayuda. Tiene que reconocer que no ha nacido con el poder de hacer obras que agraden a Dios ni con la sabiduría que necesitaría para lograr una paz verdadera y perdurable con nadie. La única manera de alcanzar paz con Dios es consiguiendo la remoción de la barrera que impide la paz... nuestro propio pecado que obstruye el camino. No es difícil hacer esto. No requiere gran sabiduría o habilidad. La fe en Dios y sus promesas es la manera sencilla y sin complicaciones de hacerlo. Esta manera se resume muy claramente en el libro bíblico de Romanos, capítulo 5, donde leemos:

“Porque, de hecho, Cristo, siendo nosotros todavía débiles, murió por los impíos al tiempo señalado. Porque apenas morirá alguien por un justo; en realidad, por el bueno, quizás, alguien aun se atreva a morir. Mas Dios recomienda su propio amor a nosotros en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros. Mucho más, pues, dado que hemos sido declarados justos ahora por su sangre, seremos salvados mediante él de la ira. Porque si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios mediante la muerte de su Hijo, mucho más, ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida.”—Rom. 5:6-10.

Esta reconciliación resulta en paz con Dios. El apóstol Pablo escribe: “Por lo tanto, ahora que hemos sido declarados justos como resultado de la fe, gocemos de paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.” (Rom. 5:1) No es sencillamente una tregua o paz temporal, en la que se pasen por alto los pecados que uno haya cometido en el pasado. Esa paz con Dios es continua, por medio de Cristo, y ayuda a uno a andar desde ese momento en adelante de una manera que mantiene la paz. Dios llega a ser el mejor amigo de uno.—Compare con Juan 15:15.

Jesús describió esa paz a sus apóstoles, al decir: “La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy a ustedes como el mundo la da.” (Juan 14:27) El mundo concede cierta medida de paz por medio de unos cuantos amigos, placeres, riquezas, fama, posición, promoción, cierto grado de serenidad, y así por el estilo, además de mediante sus sistemas filosóficos y de religión falsa. Pero la paz que Cristo imparte al que sinceramente pone fe en Su sacrificio expiatorio es muy diferente. Tal persona adquiere, primeramente, una conciencia limpia y tranquila, verdadera paz interna, paz mental, una disposición hacia la paz que produce buenas relaciones con otros, un mejor propósito en la vida y una esperanza sólida para el futuro.

¿Cómo? El apóstol Pedro nos dice que cuando uno ejerce fe en las “buenas nuevas,” dedica su vida a Dios y se bautiza, la acción misma del bautismo es una “solicitud hecha a Dios para una buena conciencia.” (1 Ped. 3:21) Debido al pecado inherente, uno tenía, en el pasado, una mala conciencia que lo oprimía con fuerza como si fuera una pesada carga. Sobre esto, Jesús dijo: “Felices son los que se lamentan [que están tristes debido a su pobre condición espiritual], puesto que ellos serán consolados.” (Mat. 5:4) Él nos extiende esta invitación a todos: “Vengan a mí, todos los que se afanan y están cargados, y yo los refrescaré.”—Mat. 11:28.

Además, ¡qué refrescante es poder participar en la obra de predicar el Reino que Jesús instituyó mientras estuvo en la Tierra, en la cual entrenó a sus discípulos y de la cual dijo que ésta culminaría en la conclusión del sistema de cosas, el tiempo en que estamos viviendo ahora! (Mat. 4:17; 9:35; 10:7; 24:3, 14) El hacer la voluntad de Dios de esa manera edifica espiritualmente, satisface y es una ayuda para que sigamos manteniendo la paz con Dios. A medida que los testigos de Jehová siguen adelante en su servicio, “calzados los pies con el equipo de las buenas nuevas de la paz,” pueden estar seguros de que tendrán Su cuidado y protección en toda situación.—Efe. 6:14-16.

El apóstol Pablo dice que el corazón de los cristianos recibe limpieza por “rociadura de una conciencia inicua.” Esto se debe a que Dios ha dicho: “De ningún modo recordaré más sus pecados y sus desafueros.” (Heb. 10:17, 22) Con su conciencia aliviada, el cristiano puede tener verdadera paz interna, tranquilidad mental. Se preocupa menos por las condiciones mundiales. Tampoco lo atemorizan como antes las enfermedades y la muerte. El conocer la provisión de la resurrección elimina a buen grado tales temores.—1 Tes. 4:13, 14.

LOGRANDO LA PAZ CON OTROS

La persona dedicada y bautizada está en condición apropiada para lograr la paz con otros. Todo lo que haga por su semejante debe hacerlo por amor. Nunca dejaría que sus motivos fueran el egoísmo, la avaricia, el orgullo, los celos o un deseo de venganza. Las personas reconocen la sinceridad, la hospitalidad, el amor sincero, y en cambio responden desplegando cualidades similares. Jesús declaró un principio por medio del cual uno puede promover la paz. Dijo: “Practiquen el dar y se les dará. Derramarán en sus regazos una medida excelente, apretada, remecida y rebosante. Porque con la medida con que ustedes miden, se les medirá a ustedes en cambio.”—Luc. 6:38.

Si este amor y este dar va a promover la paz verdadera, no debe ser de alcance restringido, ni parcial ni prejuiciado. Debemos ser un prójimo verdadero para con todas las personas con quienes nos encontramos, sin importar la religión, nacionalidad, color o condición social de éstas. El apóstol Pablo señaló que esto es esencial para el cristiano. Dijo: “Sigan tras la paz con todos,” y: “Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, sean pacíficos con todos los hombres.” (Heb. 12:14; Rom. 12:18) Jesús ilustró vigorosamente lo necesario de ser prójimo bueno, amoroso y servicial para con todos, uno que tome tiempo para dar a conocer las “buenas nuevas” a todos, y que se esfuerce por usar sus bienes materiales para ayudar a otros en tiempo de dificultad, al surgir la oportunidad. Jesús se expresó tan vigorosamente como pudo sobre este asunto por medio de representar a un samaritano como buen prójimo, pues había una enemistad general entre los judíos y los samaritanos.—Luc. 10:29-37.

¿Qué hay si ese amor al prójimo no recibe la correspondiente respuesta? El cristiano no puede controlar esto, pero él mismo puede seguir siendo pacífico. Si alguna persona quiere alterar la paz o pelear, el cristiano puede dirigirse a Dios por ayuda para así mantener el equilibrio y evitar desquitarse. El consejo bíblico es: “No devuelvan mal por mal a nadie. . . . No se venguen ustedes mismos, amados, sino cédanle lugar a la ira.” (Rom. 12:17-19) Si amenaza un verdadero peligro, el cristiano tiene confianza en Dios de que el daño que le pueda venir no será duradero. El apóstol Pablo expresó tal confianza diciendo: “Estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni gobiernos, . . . ni poderes . . . ni ninguna otra creación podrá separarnos del amor de Dios que está en Cristo Jesús nuestro Señor.”—Rom. 8:38, 39.

PAZ MUNDIAL

Alguien quizás pregunte: ‘Pero, ¿cómo podrá el que unos cuantos vivan en paz traer paz MUNDIAL?’ Nuestra paz individual, por sí sola, no logrará eso. Pero el Dios de los cristianos es “el Dios que da paz” y Cristo Jesús es el “Príncipe de Paz.” (Rom. 16:20; 1 Cor. 14:33; Isa. 9:6) Todos los que positivamente no desean la paz, que continuamente alteran la paz, que no pueden estar en paz a menos que estén gobernando, tienen que ser removidos de la Tierra. Dios dice que él va a “causar la ruina de los que están arruinando la tierra,” tal como lo hizo una vez anteriormente, para el tiempo del diluvio global del día de Noé. (Rev. 11:18; Gén. 6:12, 13) La paz tiene un precio, y ese precio, dice la Biblia, es que “el inicuo es un rescate para el justo; y el que obra traidoramente toma el lugar de los rectos.” (Pro. 21:18) Dios destruirá a todos los inicuos.

El Príncipe de Paz, el rey seleccionado por Dios para toda la Tierra, pondrá fin a los conflictos nacionales. Tal como Dios protegió a su pueblo Israel en tiempos antiguos, así, por medio de su Rey ungido, lo hará mundialmente y de manera permanente. El Salmo 46, al relatar cómo Dios protegió a Jerusalén de las naciones enemigas circunvecinas, provee un ejemplo de lo que hará a favor de los pacíficos. Dice: “Jehová de los ejércitos está con nosotros; el Dios de Jacob es altura segura para nosotros. . . . Vengan, contemplen las actividades de Jehová, cómo ha establecido acontecimientos pasmosos en la tierra. Está haciendo cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra. Quiebra el arco y verdaderamente corta en pedazos la lanza; quema los carruajes [que se usan para el combate] en el fuego.”—Sal. 46:7-9.

Habiendo paz y armonía en la Tierra, se podrán efectuar sin estorbo obras que beneficien la Tierra. Los bienes de la comunidad no se usarán con fines bélicos, y todo el énfasis estará en proyectos beneficiosos. No se desperdiciará la abundante producción de la Tierra. Individualmente, podremos desarrollar nuestros talentos y habilidades y contribuir libremente al bienestar general de otros. Solo por medio de una paz establecida con Dios se podrá lograr y mantener una paz mundial verdadera. Tal armonía entre Dios y el hombre se describe en estas palabras del Salmo 85: “En cuanto a la bondad amorosa y el apego a la verdad, se han encontrado; la justicia y la paz... se han besado. El apego a la verdad mismo brotará de la mismísima tierra, y la justicia misma mirará desde los mismísimos cielos. También, Jehová, por su parte, dará lo que es bueno, y nuestra propia tierra dará su fruto.”—Sal. 85:10-12.

Si usted ama la paz, puede disfrutar de paz con Dios y con sus compañeros cristianos ahora, y de una medida de paz con otros, como goce anticipado de la paz completa de que se disfrutará dentro de poco en el nuevo orden de Dios. La paz con Dios es lo esencial, y luego el estar en paz con otras personas de la misma fe y con todas las personas en cuanto dependa de usted. Dios nos asegura la paz perfecta y duradera a Su debido tiempo. Vendrá pronto, después que él haya traído “la ruina de los que están arruinando la tierra.”—Rev. 11:18.

[Ilustración en la página 8]

La Palabra de Dios señala el camino a la paz con él

[Ilustración en la página 9]

Podemos compartir “las buenas nuevas de paz” con nuestro prójimo

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