Un vistazo a la Iglesia de Etiopía
AGUANTANDO la incomodidad de carreteras con baches a zonas remotas, sendas resbalosas por angostos bordes salientes, ascensos audaces por escalas de cuerdas colgantes y muchas otras incomodidades, millares de turistas han ido en busca de las singulares iglesias en las rocas y monasterios escondidos de Etiopía.
En la provincia de Tigré han visto iglesias hábilmente labradas en muros de roca. En la remota población de Lalibela han descubierto iglesias “monolíticas,” estructuras talladas de una sola pieza de roca sólida cuando un enorme bloque de granito fue aislado y entonces recibió forma tanto en el interior como en el exterior.
También viene a la mente la religión cuando uno se ve ante la gente de Etiopía. Los hombres llevan nombres como Habteyesus (“Don de Jesús”), Haile Selassie (“Poder de la Trinidad”), Woldemariam (“Hijo de María”), o Gebremikael (“Siervo de Miguel”). Algunas mujeres despliegan en su frente grandes cruces tatuadas. Entre los saludos acostumbrados hay frases como: “¡Que Dios le dé salud!” “Gracias a Dios, estoy bien. ¿Cómo está usted?” Ciertas poblaciones etíopes tienen nombres bíblicos.
Es manifiesto que la Iglesia Etíope ha tenido poderosa influencia en un país que tiene ahora más de 25 millones de habitantes. Veamos más de cerca esta iglesia.
ALGUNA HISTORIA ANTIGUA
Antes del cuarto siglo de la era común regía el animismo en gran parte de lo que ahora es la Etiopía moderna. El animismo es la creencia de que existe vida consciente, personal, en los animales, plantas y otros objetos de la naturaleza. Era especialmente prominente la adoración de las serpientes. Con el tiempo, inmigrantes de la Arabia meridional introdujeron la adoración del Sol, la Luna y los dioses astrales.
Además de estas creencias primitivas, la religión hebrea ejerció influencia en el pueblo de Etiopía. Los lectores de la Biblia recuerdan los buenos servicios que prestó el eunuco etíope Ebed-melec a Jeremías. (Jer. 38:7-13) También, Etiopía fue una de las tierras entre las cuales fueron esparcidos los exiliados judíos después que Judá fue conquistada por los babilonios.—Isa. 11:11, Versión Herder.
Poco después del establecimiento de la congregación cristiana en 33 E.C., el ángel de Jehová dirigió a Felipe a testificar a “un eunuco etíope, hombre en poder bajo Candace reina de los etíopes.” Felipe bautizó al eunuco, el cual entonces “siguió su camino regocijándose,” y sin duda expresó ese gozo por medio de proclamar las “buenas nuevas” en la Etiopía de su día. (Hech. 8:26-39) Sin embargo, Etiopía llegó a ser parte del dominio de la cristiandad, a más tardar en el siglo cuarto, cuando en Alejandría, Egipto, Frumencio fue ordenado por el arzobispo ortodoxo Atanasio como el primer obispo de Etiopía.
En Aksum, capital del reino antiguo en la Etiopía septentrional, el rey Ezana abrazó la nueva fe y la proclamó la religión oficial. A él se le llegó a llamar el “Constantino de Etiopía,” pues su conversión siguió de cerca el ejemplo de su contemporáneo romano, Constantino el Grande.
CEREMONIAS Y PRÁCTICAS
En muchos respectos, las enseñanzas de la Iglesia Etíope son como las de otras iglesias ortodoxas. Se usan cruces, velas, rosarios, cuerdas para el cuello y cuadros. Se practica el bautismo de los niños, junto con hasta treinta unciones en diferentes miembros del cuerpo para los que se presentan.
Para la oración diaria, a los adoradores se les pide que se postren tres veces a la Trinidad, también una vez a María y una vez a la cruz. Anteriormente, después de la muerte de una persona acaudalada se celebraba misa diariamente por cuarenta días, aunque para el que fuera pobre se creía que bastaba con cinco misas. En la adoración eclesiástica hay muchos himnos, algunos con muchísimas estrofas, y cada estrofa saluda a un miembro diferente del cuerpo de un “santo” en particular. Los servicios eclesiásticos se conducen en gran parte en ge’ez, un idioma extinto que solo se usa con propósitos religiosos.
Otros rasgos son aún más insólitos. Durante un año típico hay por los menos 33 fiestas para María. En contraste, hay solo nueve para Jesucristo. La adoración de María es tan importante para los etíopes que la palabra amhárica para “protestante” significa “Enemigo de la Virgen.” El día siete de cada mes se celebra una fiesta a la Trinidad, mientras que el día doce se dedica al arcángel Miguel y el día veintinueve al nacimiento de Cristo. Todos los miércoles y viernes son días de ayuno. En total, por lo menos hay 293 días de fiesta y ayuno en el calendario anual etíope. Ciento ochenta de éstos son obligatorios.
Las peregrinaciones también desempeñan un papel importante en la Iglesia Etíope. La más popular puede ser la que se hace a la aldea de Kulubi, en la Etiopía oriental, hacia fines de diciembre. Esta es una fiesta en honor de “San Gabriel.” Se calcula que una muchedumbre de 100.000 o más peregrinos a esta fiesta se desborda en la zona rural que rodea a esta aldehuela.
Como ya se ha mencionado, elementos de la antigua adoración israelita desempeñan un papel en las enseñanzas de la Iglesia Etíope. Entre éstos están la observancia del sábado, la circuncisión y la distinción entre carnes limpias y carnes inmundas. También se puede ver la influencia judía en la estructura de los edificios eclesiásticos.
Todas las iglesias ortodoxas etíopes tienen divisiones que siguen más o menos el modelo del templo de Salomón en Jerusalén. La porción exterior sirve principalmente para los cantantes de Salmos e himnos. A la siguiente cámara se le llama keddest (“Santo”) y es el sitio donde se administra la comunión. La cámara recóndita, llamada “Santísimo,” contiene el tabot, un duplicado del arca del pacto que había en el templo de Salomón. En procesión se lleva en alto el tabot, con acompañamiento de canto, baile, golpeteo de palos de oración y el sonido de otros instrumentos musicales. Los observadores dicen que esto hace recordar la ocasión en que el rey David bailó de gozo al transportar el arca original del pacto a Jerusalén.—Compare con 2 Samuel 6:11-16.
Por supuesto, para muchas de estas enseñanzas y prácticas no hay base alguna en la Santa Biblia. Algunas brotan de libros apócrifos que se agregaron a la Biblia y más de dos docenas de otros libros con títulos como: “Libro del Gallo,” “Actos de la Pasión” o “Libro del Paraíso.” En opinión de algunos etíopes, estos libros son más importantes que algunos de los libros bíblicos verdaderos.
Otro rasgo notable de la Iglesia Etíope es sus prácticas mágicas y supersticiones. Muchas oraciones mágicas de origen no cristiano se combinan ahora con referencias a la “Virgen María” y a los “santos.” Todavía se le tiene mucho temor al “mal de ojo.” Muchos sacerdotes practican la magia y echan maleficios, y se dice que algunos de éstos son muy poderosos.
En unos cuantos lugares ha sobrevivido la adoración de las serpientes. La gente cree que los “santos” han enviado serpientes para que protejan sus amadas capillas. En algunos sitios la gente todavía ofrece sacrificios a las serpientes. A veces estos sacrificios tienen el acompañamiento de cánticos y oraciones que ofrecen los sacerdotes.
EL RESULTADO DE LA UNIÓN ENTRE IGLESIA Y ESTADO
La unión entre la iglesia y el Estado, que comenzó bajo el rey Ezana, se hizo cada vez más fuerte. Esto resultó en guerra y derramamiento de sangre. En el siglo sexto E.C. el rey Caleb, siguiendo apremios del patriarca de Alejandría, invadió el Yemen para vengar los sufrimientos de los cristianos. Durante siglos posteriores la fe ortodoxa etíope se esparció con fuego y espada. Se dice que la supresión de las influencias religiosas no ortodoxas por cierto rey de nombre Zara Yakob ha rivalizado con todos los excesos que cometieron las “inquisiciones” católicas romanas.
La Iglesia Etíope continuó aumentando en poder hasta el siglo diecinueve. Entró en vigor una ley que requería que el emperador perteneciera a esa iglesia y jurara defender la fe. Se introdujeron en el código penal artículos que prohibían el mofarse de la religión. El proselitismo de otras religiones se circunscribió a determinadas “zonas abiertas” seleccionadas por la Iglesia.
VIENTOS DE CAMBIO
Después de dieciséis siglos de vida supervisada estrechamente por la Iglesia, hemos visto que la gente ha tomado inventario del fruto de este largo período. ¿Qué ha visto?
Un cálculo reciente reveló que solo aproximadamente el 10 por ciento de la población masculina adulta sabía leer y escribir. La pobreza aflige a las masas etíopes, mientras que la Iglesia misma y unos cuantos de sus miembros respetados se han enriquecido. Durante los últimos años de sequía y hambre, la Iglesia ha sido vigorosamente criticada, especialmente por la generación más joven, por abusar insensiblemente de su riqueza y negarse a ayudar a los necesitados. En consecuencia, el apoyo a la Iglesia se ha estado desvaneciendo a un paso más rápido.
Como resultado de esto, muchos monjes y sacerdotes han abandonado las iglesias y están buscando refugio en sus aldeas natales. Los jóvenes, especialmente, han empezado a dirigirse a otras fuentes para guía en su vida. A pesar de los esfuerzos de los funcionarios eclesiásticos por impedir que los jóvenes sigan alejándose de la Iglesia, las enseñanzas ateas están encontrando muchos oídos que oyen.
Nuestro breve repaso de la Iglesia de Etiopía revela una clase peculiar de adoración. Con las prácticas acostumbradas de la Iglesia Ortodoxa ha mezclado el animismo, la adoración de las serpientes y elementos israelitas.
Al mismo tiempo los testigos de Jehová en este país se complacen en compartir las verdades bíblicas con sus vecinos. Los Testigos se mantienen muy ocupados conduciendo numerosos estudios bíblicos con la gente aquí. Debido a esto, muchos etíopes se regocijan por haber aprendido a ‘adorar al Padre con espíritu y con verdad.’ (Juan 4:23) Ya no participan en formas rituales de veneración. Han experimentado la veracidad de lo que dijo Jesús: “Si permanecen en mi palabra, verdaderamente son mis discípulos, y conocerán la verdad, y la verdad los libertará.”—Juan 8:31, 32.