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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1965
w65 15/7 págs. 419-420

No se inquiete

NUESTRO tiempo está lleno de inquietud. El mundo se tambalea de una crisis a otra, manteniendo a la humanidad en una condición de agitación constante.

Nadie puede evitar el ser afectado por esta altercación, porque es global. En Asia, África, Europa, América Central y del Sur, así como en los Estados Unidos, los odios raciales, las revoluciones, las guerrillas y otros trastornos ocurren con rapidez aterradora. Hay escaseces de alimento, pestes, terremotos y la amenaza siempre presente de un holocausto nuclear.

Se entiende que las personas que cifran su esperanza y confianza en este sistema de cosas están llenas de inquietud, porque encuentran que los remedios que proponen los caudillos mundiales fallan vez tras vez. Como Jesucristo predijo que sería el caso, los hombres en todas partes están llegando al punto en que “desmayan por el temor y la expectativa de las cosas que vienen sobre la tierra habitada.” En ninguna parte parece haber estabilidad y seguridad.—Luc. 21:26.

No obstante, ante las condiciones mundiales que se empeoran, Jesús estimuló a los cristianos a que no tuvieran temor, a que no se inquietaran. “Al comenzar a suceder estas cosas,” dijo él, “alcen sus cabezas, porque su liberación se acerca.” Y el apóstol cristiano primitivo Pedro dijo: “No teman lo que para ellos es objeto de temor, ni vayan a agitarse. Antes santifiquen al Cristo como Señor en su corazón.”—Luc. 21:28; 1 Ped. 3:14, 15.

No es fácil permanecer impávido y no abrumado por la inquietud cuando el medio de subsistencia de uno o la vida de uno está amenazada. Se requiere fe firme en Dios. La persona tiene que creer que Jehová Dios existe y que se interesa en el bienestar de los que le sirven. Solo con esta confianza en Dios y en su habilidad para proteger y proveer puede uno permanecer calmado y pacífico cuando es acosado por pruebas y dificultades.

No puede recalcarse demasiado la importancia de permanecer muy cerca de Dios en oración, porque es la clave para evitar la inquietud. Observe cómo el apóstol Pablo llamó la atención de los cristianos primitivos en Filipos en cuanto a esto. Él escribió: “No se inquieten por cosa alguna, sino que en todo por oración y ruego junto con acción de gracias dense a conocer sus peticiones a Dios; y la paz de Dios que supera todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales por medio de Cristo Jesús.”—Fili. 4:6, 7.

Si usted se mantiene muy cerca de Jehová Dios por medio de la oración y por medio de estudiar su Palabra la Biblia, usted llegará a apreciar por qué las condiciones mundiales han tomado semejante giro hacia lo peor. La evidencia llegará a ser clara de que las dificultades presentes son en cumplimiento de la profecía de Jesús concerniente a las condiciones que señalarían el fin de este inicuo sistema de cosas. Usted verá, por lo tanto, que el reino de Dios se ha acercado ahora y que pronto Dios eliminará de la Tierra todo vestigio de iniquidad e introducirá a los amadores de la justicia en un nuevo orden de paz y felicidad.—Mat. 24:3-14, 32-34; 2 Tim. 3:1-5; Dan. 2:44; Rev. 21:3, 4.

Este conocimiento le ayudará a usted a evitar la inquietud. Aun si cambiaran los gobiernos, y elementos en contra de Dios consiguieran el control, usted no se llenará de pánico y necesariamente pensará que uno estará en mejores condiciones al huir a otra localidad. Usted apreciará que no hay localidad física con paz y seguridad verdaderas, porque la dificultad puede estallar rápidamente en cualquier parte sobre la Tierra. Por lo tanto, usted acudirá a Dios por ayuda, y continuamente orará por Su espíritu y dirección. Sí, en armonía con el estímulo apostólico, usted ‘echará sobre él toda su inquietud, porque él se interesa por usted.’—1 Ped. 5:7; Sal. 55:22.

Pero en conexión con esto, ¿no dijo Jesús: “Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra”? (Mat. 10:23) ¿No indica esto que los cristianos deben huir de las regiones de persecución? ¿Cómo ha de entenderse esta instrucción de Jesús?

Jesús no estaba abogando por la huida temerosa. Acababa de decir a sus discípulos que ‘sacudieran el polvo de sus pies’ y que se mudaran a otro lugar cuando la gente no los recibiera—no a causa de temor, sino a fin de llegar a las personas a quienes pudieran predicar el mensaje del Reino. De manera semejante, cuando eran perseguidos en una ciudad por los que rechazaban el mensaje, Jesús aconsejó a sus discípulos que huyeran a otra ciudad. Por eso fue que cuando la vida de Pablo estuvo amenazada en Damasco a causa de su predicación, abandonó la ciudad secretamente por la noche; y cuando la persecución hizo imposible que Pablo y Bernabé continuaran predicando en Iconio, huyeron a otras ciudades.—Hech. 9:23-25; 13:49–14:6.

Sin embargo, Jesús no quiso decir que los cristianos deben dejar de predicar a causa de temor de lo que les sucediera, y eso se indica por las siguientes palabras: “No los teman ... Lo que les digo en la oscuridad, díganlo en la luz; y lo que oyen al oído, predíquenlo desde las azoteas. Y no se hagan temerosos de los que matan el cuerpo mas no pueden matar el alma; sino, más bien, teman al que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el Gehena. . . . Por lo tanto, no tengan temor.”—Mat. 10:26-31.

Los cristianos maduros no abandonan su ministerio por temor a los hombres que pueden matar su cuerpo físico. No son consumidos de inquietud a causa de su seguridad personal o a causa de si podrán obtener las necesarias provisiones materiales. Más bien, su principal interés es atender las necesidades espirituales de los que se muestran estar dispuestos hacia la justicia para con Dios. Confían que, no alguna localidad física sobre la Tierra, sino “el nombre de Jehová es una torre fuerte. A ella corre el justo y se le da protección.”—Pro. 18:10; Mat. 6:25-34; Sal. 37:25, 40; Isa. 41:10.

¡Cuán evidente es que el desarrollar y mantener fe firme en Dios es la única manera de vencer las inquietudes que se apoderan de los corazones de los hombres! Por eso, acuda a Jehová. Manténgase muy cerca de él por medio de la oración y por medio de obediencia a sus mandamientos. Continúe predicando impávidamente la Palabra de verdad de Dios, diciendo “a los que son inquietos de corazón: ‘Sean fuertes. No tengan miedo. ¡Miren! Su propio Dios vendrá con venganza misma, Dios aun con una recompensa. Él mismo vendrá y los salvará.’”—Isa. 35:4.

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