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  • “Estén alegres”
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1978
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1978
w78 1/8 págs. 3-4

“Estén alegres”

RUGIENDO, un viento tempestuoso se precipita contra el barco y lo envuelve en la furia de su violento embate. Como un tapón de corcho que subiera y bajara locamente en medio de las aguas, el barco es arrojado de un lado a otro en medio del furioso mar. En una ocasión como ésta, ¿cómo pudiera nadie estar alegre?

El apóstol Pablo, afrontando una circunstancia como ésa durante un viaje por mar a Roma, dijo a hombres que se hallaban en peligro: “Estén alegres.” (Hech. 27:14-22) El apóstol confiaba en que ni siquiera una vida se perdería, porque creía en la promesa divina que se le había hecho: “No temas, Pablo. Tienes que estar de pie ante César, y, ¡mira! Dios te ha dado de gracia a todos los que navegan contigo.”—Hech. 27:24.

Aunque nosotros no estamos en peligro de experimentar naufragio en un mar turbulento, vivimos hoy en un mundo que está lleno de perturbaciones y dificultades. Muchas personas se encuentran desalentadas, deprimidas, desanimadas, y se sienten impotentes ante problemas que se hacen cada vez mayores. ¿Podemos estar “alegres” en un tiempo como éste?

Debido a la promesa de Dios, el apóstol Pablo estuvo alegre durante una situación aparentemente sin esperanzas. Por lo tanto, de esto lógicamente se desprende que el que disfrutemos de alegría depende de lo que el Creador tenga pensado para nosotros. La potencialidad de la Tierra en cuanto a satisfacer con sobreabundancia todas las necesidades del hombre prueba que Jehová Dios desea que disfrutemos de alegría, que estemos alegres. Hasta a hombres que adoraban ídolos en Listra (Asia Menor) se les dijo: “[Dios] no se dejó a sí mismo sin testimonio por cuanto hizo bien, dándoles lluvia desde el cielo y épocas fructíferas, llenando sus corazones por completo de alimento y de alegría.”—Hech. 14:17.

Sí, a pesar de los aspectos desagradables de la vida, hay mucho en ella que nos puede causar placer. Entre esas cosas están cosas tan comunes como una buena comida, una hermosa puesta de sol, un paseo por un bello parque y una caminata en un bosque. Además, aunque nuestras circunstancias presentes quizás no sean ideales, Dios nos ha asegurado que él pondrá fin a la iniquidad y removerá de la humanidad todo dolor, angustia, enfermedad y hasta la muerte misma.—Rev. 21:4.

Cuando no permitimos que los problemas del presente nos cieguen a las muchas cosas buenas que nos rodean y al futuro maravilloso que Dios tiene para sus siervos, podemos estar alegres. Como dice Proverbios 15:15, podemos disfrutar de “un banquete constantemente.” Los aspectos negativos de la vida se desvanecen en el fondo cuando las bendiciones personales y la esperanza que Dios da ocupan los pensamientos de uno.

Una actitud de alegría también ayuda al individuo a enfrentarse a las penalidades. Es más fácil soportar las dificultades, puesto que uno no cavila en ellas. El sentirse alegre evita que uno magnifique las faltas de otras personas y tiende a hacer a uno más tolerante respecto a las faltas de éstas. Porque uno no manifiesta una manera de pensar indebidamente negativa, está menos inclinado a chismear y murmurar. Esto puede tener buen efecto en la salud de uno, puesto que controla emociones dañinas como las del odio, la cólera, los celos, la venganza y la mala voluntad. En su libro Cáncer, el Dr. J. E. Hett señala que el amor, la alegría y la benignidad promueven el bienestar de la persona. Esto armoniza plenamente con el proverbio bíblico que dice: “Un corazón que está gozoso hace bien como sanador.” (Pro. 17:22) Además, la persona feliz, contenta, puede comunicar alegría a otros.

Hay sabiduría en un cambio del pensamiento de modo que uno considere cosas positivas. La Biblia da este estímulo: “Cuantas cosas sean de seria consideración, cuantas sean justas, cuantas sean castas, cuantas sean amables, cuantas sean de buena reputación, cualquier virtud que haya y cualquier cosa que haya digna de alabanza, continúen considerando estas cosas.” (Fili. 4:8) Cuando esas cosas se convierten en nuestro principal tema de conversación, los que escuchan se edifican, sí, se alegran.

De seguro, vale la pena el esfuerzo de cultivar y mantener una disposición alegre, puesto que esto contribuye al bienestar de uno mismo y al de otros. El consejo del apóstol Pablo durante una peligrosa tempestad en el mar es buen consejo para nosotros en estos tiempos dificultosos. Por eso, “estén alegres.”

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