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  • Razones para felicidad nacional
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1969
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1969
w69 15/5 págs. 306-310

Razones para felicidad nacional

1, 2. (a) ¿Qué muestra que la bendición de Jehová estuvo sobre esta nación renacida por más de 600 años después de su renacimiento? (b) ¿Cómo afirmó Pablo ante Agripa que los judíos de su día en verdad constituían una nación?

ISRAEL continuó su existencia por más de 605 años después de tan milagroso renacimiento en 537 a. de la E.C. Durante aquel período de tiempo Jehová Dios tuvo a bien enviarle más profetas, y casi hasta el fin de aquel período la nación mantuvo una posición singular de favor con él. Casi seiscientos años después del renacimiento de la nación un fariseo circunciso llamado Saulo de Tarso, de la tribu de Benjamín, dio un resumen de los privilegios con los cuales había sido favorecida la nación de la cual él era miembro por nacimiento, al decir: “¿Cuál, pues, es la superioridad del judío, o cuál es el provecho de la circuncisión? Muchísimo de todas maneras. En primer lugar, porque les fueron encomendadas las sagradas declaraciones formales de Dios.” “A favor de mis hermanos, mis parientes según la carne, que, como tales, son israelitas, a quienes pertenecen la adopción como hijos y la gloria y los pactos y la promulgación de la Ley y el servicio sagrado y las promesas; a quienes pertenecen los antepasados y de quienes provino Cristo según la carne.” (Rom. 3:1, 2; 9:3-5) ¡Qué buenas razones para sentirse felices!

2 Hablando de su pueblo como “nación,” este mismo escritor dijo lo siguiente al rey Agripa en la ciudad de Cesarea: “En realidad, en cuanto al modo de vivir que desde la juventud llevé desde el principio entre mi nación y en Jerusalén, . . . conforme a la secta más estricta de nuestra forma de adoración yo viví fariseo. Y sin embargo ahora por la esperanza de la promesa que fue hecha por Dios a nuestros antepasados me hallo en pie llamado a juicio; siendo que nuestras doce tribus esperan alcanzar el cumplimiento de esta promesa rindiéndole servicio sagrado asiduamente noche y día. . . . ¿Por qué se juzga increíble entre ustedes el que Dios levante a los muertos? . . . Continúo hasta este día dando testimonio tanto a pequeño como a grande, pero no diciendo ninguna cosa salvo las que los Profetas así como Moisés declararon que iban a efectuarse: que el Cristo había de sufrir y, como el primero en ser resucitado de entre los muertos, iba a publicar luz tanto a este pueblo como a las naciones.”—Hech. 26:4-8, 22, 23.

3. ¿Por qué razones podía estar feliz la renacida nación de Israel?

3 Así que muchas y grandiosas eran las razones para que la renacida nación del antiguo Israel se sintiera feliz. Tenían la adoración pura del único Dios vivo y verdadero, Jehová, su Dador de Vida, y por lo tanto El los protegía de los espíritus demoníacos bajo el “príncipe de los demonios,” Satanás el Diablo. Jehová no solo era su Dios, sino también su Juez celestial y Dador de Estatutos. (Isa. 33:22) Ellos eran los descendientes naturales del amigo de Jehová, Abrahán, y de Isaac su hijo, y de Jacob su nieto y de los doce hijos de Jacob. Así todos ellos estaban emparentados según la carne y por lo tanto eran en realidad una gran familia o nación de hermanos y hermanas, verdaderamente un “pueblo,” una “nación.” Debido a que habían descendido directamente de Abrahán, Isaac y Jacob, todos los cuales tenían la promesa de Dios, y también debido a que habían sido rescatados por Jehová Dios de la esclavitud en la tierra de Egipto, esta nación era su posesión escogida o herencia. En realidad pertenecían a Jehová Dios.

4. (a) ¿Qué significaba para esta nación el ser “descendencia de Abrahán?” (b) ¿Qué otras sobresalientes bendiciones habrían de venir mediante esta nación, culminando en qué acontecimiento en 33 E.C.?

4 Estaban directamente en línea para ser la “descendencia de Abrahán” por medio de la cual se bendecirían para siempre todas las naciones de la Tierra. (Gén. 22:18; 26:2-5; 28:13, 14) Solamente a ellos se les habían encomendado las “sagradas declaraciones formales” u oráculos de Jehová Dios, en virtud de tener ellos las Santas Escrituras de la Ley y los Profetas y los Salmos. Tenían la oportunidad privilegiada de ser instruidos en todas estas “sagradas declaraciones formales de Dios” que contenían las maravillosas promesas y esperanzas divinas. Por medio del profeta Moisés estaban en un contrato o pacto nacional con su Dios; y por medio del pacto especial de Dios con la línea real del fiel rey David tenían la promesa de Dios de un reino eterno bajo su Mesías o Cristo. En efecto, se prometió que este Mesías o Cristo vendría a ellos directamente, puesto que nacería como miembro de su nación. (Dan. 9:24-26) Se prometió que su Mesías Rey vendría cabalgando a la ciudad capital de ellos, Jerusalén, para traerles paz y salvación. (Zac. 9:9) Según la historia, él en efecto lo hizo y precisamente a tiempo, en el año 33 E.C.—Mat. 21:1-14; Juan 12:12-18.

5. ¿Qué cosa terrible le sucedió a esta nación en 70 E.C., haciendo surgir qué preguntas perturbadoras?

5 A pesar de haber sido tan altamente favorecida, esta nación según la carne fue destruida en el verano del año 70 E.C. Por segunda vez la ciudad capital de Jerusalén fue destruida, su precioso templo de adoración fue arrasado, y la tierra de Judea fue desolada, esta vez por las legiones militares de Roma. Los judíos que sobrevivieron a este desastre fueron llevados cautivos y vendidos como esclavos por todas las naciones. ¿Por qué sucedió esto? ¿Por qué llegó aquella nación de Israel según la carne a estar en una condición tan infeliz?

6. ¿Qué relación había entre la razón para la primera destrucción y la de la segunda?

6 Bueno, ¿por qué les sobrevino el primer desastre nacional de esa clase? Puesto que la felicidad de la nación se había debido a tener a Jehová como su Dios, fue porque se habían apartado de la adoración de este Dios, Jehová su Salvador, Bendecidor y Protector. Por lo tanto el segundo desastre que le sobrevino a aquella misma nación se debió a la misma causa. Bajo la influencia de tradiciones humanas y preceptos de hombres, endurecieron sus corazones en incredulidad y rechazaron las “sagradas declaraciones formales de Dios.” Como punto crítico y culminante de esto rehusaron al prometido Mesías, el Hijo de Dios. Así perdieron su base para ser la nación “feliz” de Jehová.

7. (a) ¿Qué preguntas críticas se plantean ahora? (b) ¿Por qué no es necesario que haya una nación renacida del Israel natural?

7 Ahora surgen las preguntas críticas: Para que se cumplan las promesas divinas de la Santa Biblia, ¿es preciso que vuelva a haber un renacimiento de esta nación del Israel carnal, de judíos circuncisos naturales? ¿Acaso el nacimiento de la República de Israel el 15 de mayo de 1948 fue el cumplimiento moderno de la profecía, y se cumplirá en esta democrática República de Israel la promesa que Jehová le hizo a Abrahán tocante a la bendición de todas las familias y naciones de la Tierra? Según las Santas Escrituras, la respuesta es: ¡No! No es necesario que haya tal renacimiento de la nación del Israel natural y circuncisa. ¿Por qué no? Porque treinta y siete años antes de la destrucción de Jerusalén y su templo en el año 70 E.C. Jehová Dios ya había producido la nación verdadera en la cual las otras profecías de sus “sagradas declaraciones formales” han de cumplirse con provecho para toda la humanidad, viviente y muerta.

EL NACIMIENTO DEL ISRAEL ESPIRITUAL

8, 9. (a) ¿Cuándo aconteció el nacimiento del Israel espiritual? (b) Relate lo que aconteció en Jerusalén cuando el Rey de Sion, Cristo Jesús, entró cabalgando en la ciudad en cumplimiento de Zacarías 9:9 y después.

8 El nacimiento de esta nación aconteció en Jerusalén el día 6 de Siván del año 33 E.C., el día que los judíos naturales y circuncisos llaman “Shabuoth” (que significa “Semanas”), pero que los judíos que hablaban griego llamaban “Pentecostés” (que significa “Quincuagésimo”).

9 En consonancia con el significado del nombre Pentecostés, el nacimiento de aquella nación ocurrió el día quincuagésimo desde la resurrección de Jesús el Mesías o Cristo de entre los muertos, de una tumba muy cerca de Jerusalén. Él era el Rey de Sion que había entrado en Jerusalén cabalgando, en cumplimiento de la profecía de Zacarías 9:9, pero a quien algunos días más tarde los incrédulos guías religiosos de Jerusalén habían matado por mano de los soldados romanos. No obstante, al tercer día desde la muerte de éste, el Dios Todopoderoso Jehová lo resucitó y lo ensalzó a la vida celestial como el Mesías o Cristo, el Heredero eterno del reino de David con quien Dios hizo el pacto del Reino. Antes de ascender al cielo, Jesús el Mesías o Cristo dijo a sus fieles discípulos que permanecieran en Jerusalén hasta que descendiera sobre ellos el espíritu santo de Dios.—Hech. 1:1-15.

10. (a) ¿Cómo se cumplió la profecía de Joel 2:28, 29 durante el día de fiesta del Pentecostés, y de qué fue prueba el cumplimiento? (b) ¿Qué primicias le ofreció Jesucristo entonces a Jehová?

10 Los discípulos tuvieron que esperar solo diez días desde entonces, hasta el día de fiesta del Pentecostés. Aquel día unos ciento veinte de ellos estaban reunidos en un cuarto superior en Jerusalén. De repente el espíritu santo de Dios fue derramado sobre ellos, en cumplimiento de la profecía de Joel 2:28, 29. Además del ruido como el de un viento impetuoso y de las lenguas de fuego que se vieron asentarse sobre las cabezas de ellos, todos ellos empezaron a hablar en idiomas extranjeros que no habían aprendido anteriormente. Esto era prueba de que Jesucristo había llegado a la presencia celestial de Dios y ahora estaba sentado a la diestra de Dios como ‘Señor y Cristo.’ (Hech. 2:1-36) Puesto que éste era el día del Pentecostés profético, día en que el sumo sacerdote de Israel en el templo de Jerusalén ofrecía a Dios los primeros frutos de la siega del trigo, Jesucristo como el Sumo Sacerdote de Dios ofreció a Dios primicias espirituales. ¿Qué eran? La congregación cristiana representada por aquellos 120 discípulos reunidos aquel día en Jerusalén. (Éxo. 34:22-24; Lev. 23:15-21) Fueron engendrados por el espíritu de Dios para ser “ciertas primicias de sus criaturas.”—Sant. 1:18.

11. ¿Cómo sabemos que estos acontecimientos marcaron el nacimiento de una nueva nación, y el lugar de quién tomó ésta?

11 Así, el día del Pentecostés del 33 E.C., nació la nueva nación, con el celestial Señor Jesucristo como su Rey. (Col. 1:13) El apóstol Pedro, quien estuvo allí aquel día y pronunció el discurso de apertura por el poder del espíritu que había sido derramado, la llama una nación. Al escribir su primera carta a los miembros de esta congregación engendrada por el espíritu, Pedro dijo: “Estos [judíos circuncisos en la carne] tropiezan porque son desobedientes a la palabra. Para este mismo fin también fueron señalados. Pero ustedes son ‘una raza escogida, un sacerdocio real, una NACION santa, un PUEBLO para posesión especial, para que declaren en público las excelencias’ de aquel que los llamó de la oscuridad a su luz maravillosa.” (1 Ped. 2:8, 9) Puesto que Jehová Dios rechazó a la nación natural y circuncisa de Israel porque ésta rechazó a Jesús como Cristo y Señor, esta nueva nación cristiana tomó el lugar de aquélla con Dios.

12. Después de los primeros tres años y cuatro meses de la existencia de esta nación, ¿quiénes empezaron a formar parte de ella como ciudadanos de la misma?

12 Por los primeros tres años y cuatro meses de su existencia esta “nación santa” estaba compuesta exclusivamente de personas que eran judíos naturales o personas que habían judaizado y se habían circuncidado y habían sido adoptados como parte de la nación de Israel, los llamados “prosélitos.” (Hech. 2:5-11, 33-42) Pero al principio del otoño del año 36 E.C. Jehová Dios dejó de mostrar parcialidad para con los judíos y prosélitos circuncisos, y envió al apóstol Pedro a Cesarea para convertir al centurión italiano Cornelio y a sus amigos, que temían a Dios, a poner fe en Jesús como el Mesías o Cristo de Jehová. Estos gentiles creyentes entonces recibieron espíritu santo desde el cielo y empezaron a profetizar bajo la operación de éste. (Hech. 10:1 a 11:18) Desde aquel tiempo en adelante los que eran gentiles incircuncisos y que llegaban a ser creyentes en el Mesías de Jehová eran admitidos como parte de la “nación santa,” y así se engrandecía el número de miembros de esta nueva nación, “el Israel de Dios.”—Gál. 6:16.

13. Muestre el punto de vista de Pablo en cuanto a los creyentes gentiles que llegaban a ser ciudadanos de esta “nación santa.”

13 Al explicar que estos gentiles creyentes llegaban a ser conciudadanos en esta “nación santa,” el apóstol Pablo escribió: “Ustedes eran gentes de las naciones en cuanto a la carne; ‘incircuncisión’ eran llamados por lo que se llama ‘circuncisión’ hecha en la carne con mano... que ustedes estaban en aquel mismo tiempo sin Cristo, alejados del estado de Israel y extraños a los pactos de la promesa, y no tenían esperanza y estaban sin Dios en el mundo. Pero ahora en unión con Cristo Jesús ustedes que en un tiempo estaban lejos han venido a estar cerca por la sangre del Cristo. Porque él es nuestra paz, el que hizo de los dos grupos uno solo y destruyó el muro de en medio que como una cerca los separaba. . . . Y vino y declaró las buenas nuevas de paz a ustedes, los que estaban lejos, y paz a los que estaban cerca, porque por medio de él nosotros, ambos pueblos, tenemos el acceso al Padre por un solo espíritu. Ciertamente, por lo tanto, ustedes ya no son extraños y residentes forasteros, sino que son conciudadanos de los santos y son miembros de la casa de Dios, y han sido edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular de fundamento.”—Efe. 2:11-20.

14. ¿Cuáles eran los vínculos que unían a los miembros de esta nueva nación, y dónde estaba su ciudadanía?

14 Puesto que la raza y nacionalidad de uno según la carne ya no determinaba a quién Dios iba a admitir en esta nueva nación, los vínculos que unían a estos miembros como conciudadanos de una misma nación eran espirituales. Era una nación espiritual. No solo estaba ungida con el espíritu de Dios para proclamar por dondequiera las buenas nuevas del reino de Dios, sino que también estaba engendrada del espíritu de Dios para que los que la componían fueran hijos espirituales de Dios, con la esperanza y promesa de ser miembros del reino celestial de Dios con Jesucristo. Por esa razón el apóstol Pablo pudo escribirles y decir: “En cuanto a nosotros, nuestra ciudadanía existe en los cielos, lugar de donde también esperamos con ansia a un salvador, el Señor Jesucristo.” (Fili. 3:20) Esta “nación santa,” por lo tanto, es el Israel espiritual de Dios.

15. ¿Por qué no fue necesario que Jehová hiciera que naciera de nuevo el Israel natural después de 70 E.C.?

15 Para el año 70 E.C., treinta y siete años después de la muerte y resurrección de Jesucristo, los miembros de esta nación espiritual de Israel habían ascendido a miles dentro y fuera del Imperio Romano. Por consiguiente, cuando las legiones romanas bajo el general Tito destruyeron a Jerusalén y su templo y devastaron la tierra de Judea y así destruyeron la nación del Israel natural y circunciso, ya no era necesario que Jehová Dios hiciera que naciera de nuevo aquella nación rechazada, ni en aquel tiempo ni hoy día. Al tiempo de la destrucción de la nación judía en el año 70 E.C. Jehová Dios ya había tenido en existencia por treinta y siete años a su “nación santa” del Israel espiritual.

16. ¿En quién, entonces, están cumpliéndose hoy las profecías de la Biblia, resultando en qué para la “nación cuyo Dios es Jehová”?

16 Es en este Israel espiritual y por medio de él que las profecías de la Biblia han venido teniendo su cumplimiento hasta el día de hoy. Hasta la actualidad han sobrevivido judíos naturales, carnales, de la destruida nación de Israel, y por lo tanto ¿no hay más razón para que hayan sobrevivido hasta hoy miembros del verdadero y espiritual “Israel de Dios”? Para la alabanza y gloria de Jehová Dios y debido a su protección y preservación, un resto de este espiritual “Israel de Dios” sí existe hoy, y está experimentando la inefable felicidad de la “nación cuyo Dios es Jehová.”—Sal. 33:12; Gál. 6:16.

[Ilustración de la página 309]

El día del Pentecostés del 33 E.C. nació la nueva nación

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