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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1957
w57 1/4 págs. 201-204

Cómo miran la política los cristianos verdaderos

A los cristianos se les insta a que participen en la política. ¿Qué debería hacer el cristiano verdadero? ¿Debería tratar de cambiar el mundo? O ¿debería cambiarse él mismo para armonizar con el cristianismo?

LA POLÍTICA penetra más y más en las noticias. Y más y más personas se dirigen a la política, ya sea haciéndose miembros de partidos políticos o votando por los candidatos de los partidos. En medio de la popularidad creciente de la política se oye la voz de la religión. Esta voz también habla de política. Pero el sermonear acerca de asuntos políticos no es todo; la religión insta a los que dicen ser cristianos a que sean activos políticamente, como hizo el papa Pío XII, quien, según el Times de Nueva York del 23 de julio de 1956 “instó a los católicos romanos hoy a que tomen parte activa en la política.” Pero aun sin la exhortación clerical, las masas de cristianos profesos están tan metidos en la política que muchos están más activos política que religiosamente. Todo esto hace surgir ciertas preguntas.

Pero rara vez se detiene la gente para reflexionar sobre estas preguntas: ¿Es por medio de meterse en la política que uno demuestra que es seguidor de Cristo? ¿Es este esfuerzo por mejorar el mundo por la política el ejemplo que pusieron Jesús y los primeros cristianos?

Podemos leer en los libros de historia acerca de la manera en que trataban los cristianos primitivos el asunto de la política. Así, el libro Christianity and the Roman Government, por E. G. Hardy, habla de los cristianos primitivos y su “aversión a todos los deberes y oficios cívicos.” Otro libro, On the Road to Civilization, A World History, por Heckel y Sigman, nos dice: “Los cristianos rehusaban participar de ciertos deberes de los ciudadanos romanos. . . . Rehusaban ocupar puestos políticos.”

¿Estaban equivocados aquellos cristianos al no tratar de mejorar el mundo por medio de participar en la política? ¿Cómo es posible que lo estuvieran? Ellos tenían a Cristo Jesús, el Fundador del cristianismo, y a sus apóstoles para guiarlos.

El libro de texto del cristianismo, la Biblia, nos dice por qué esos primeros cristianos evitaron la política. Muestra que un principio fundamental del cristianismo es el mantenerse separado del mundo. Y los primeros cristianos cambiaron su vida para cumplir con este requisito de la adoración correcta. Dijo Santiago, uno de los escritores de la Biblia: “La forma de adoración que es limpia e incontaminada desde el punto de vista de nuestro Dios y Padre es ésta: cuidar de los huérfanos y de las viudas en su tribulación, y mantenerse sin mancha del mundo.” “Adúlteras, ¿no saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, pues, que desea ser un amigo del mundo se está constituyendo un enemigo de Dios.” El meterse en la política significaría mostrar amistad al mundo, y el mostrar amistad al mundo significaría hacerse enemigo de Dios. Eso explica por qué los cristianos primitivos evitaron la política.—Sant. 1:27; 4:4, NM.

EL REINO DE DIOS NO ES PARTE DE ESTE MUNDO

Pero, ¿por qué deberían evitar la política los cristianos verdaderos cuando hay tanto, aparentemente, que podrían hacer para mejorar el mundo? La respuesta es, como muestra la Biblia, que los cristianos verdaderos no abogan por la democracia, el socialismo, el comunismo ni ninguna otra forma de gobierno humano como remedio para las angustias del mundo ni predican a favor de ellos. Lo que los cristianos predican es un gobierno celestial, el reino de Dios. Y ese reino no es parte de este mundo. Dijo Jesús: “Mi reino no es parte de este mundo. Si mi reino fuera parte de este mundo, mis servidores hubieran peleado para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero, como es el caso, mi reino no es de esta fuente.”—Juan 18:36, NM.

El reino de Dios no es meramente una reforma social. Es el gobierno que dominará el universo. La Biblia muestra que, para dar lugar al dominio universal del reino de Dios, los gobiernos políticos de este mundo tienen que ser destruídos. No provendrá de los hombres esta destrucción, sino de Dios. Declaró el profeta Daniel: “En los días de aquellos reyes, el Dios del cielo establecerá un reino que nunca jamás será destruído, y el reino no será dejado a otro pueblo, sino que desmenuzará y acabará con todos aquellos reinos, en tanto que él mismo permanecerá para todos los siglos.”—Dan. 2:44.

De modo que los primeros cristianos se cuidaron de no entremeterse en la política. Sabían que inevitablemente el reino de Dios destruiría a todos los gobiernos políticos y que los que estuvieran implicados en la política serían enemigos de Dios y por lo tanto que también a ellos les esperaba la destrucción. Los cristianos primitivos predicaron vigorosamente el Reino como la esperanza del mundo. Mostraron la futilidad absoluta del confiar en gobernantes humanos. El apóstol Pablo escribió: “Ahora bien, nosotros hablamos sabiduría entre los que son adultos, mas no la sabiduría de este sistema de cosas ni la de los gobernantes de este sistema de cosas que han de quedar reducidos a nada.” Todavía vivimos en lo que la Biblia llama este “presente inicuo sistema de cosas.” Pero muy pronto en la guerra inminente del Armagedón los gobernantes de este mundo quedarán reducidos a nada. Las personas que abrigan relaciones amistosas con el mundo están en línea para el mismo fin.—1 Cor. 2:6; Gál. 1:4, NM.

Jesús quería que sus seguidores vivieran y no sufrieran la destrucción con este mundo inicuo. De modo que él les instó, no a que participaran en la política, sino a que se mantuvieran separados del mundo. Él mismo puso el ejemplo y siempre vivió en armonía con sus palabras: “Yo no soy parte del mundo.”—Juan 17:16, NM.

En una ocasión el populacho de Galilea quiso que Jesús se metiera en la política. La gente vió que Jesús era justo y sabio y se daba cuenta de que él sería el gobernante político ideal. Puede que la gente haya pensado que Jesús estaba sencillamente desperdiciando sus oportunidades al predicar un reino futuro cuando él podría tener un reino allí mismo. ¿Cómo respondió Jesús al reclutamiento popular por la muchedumbre? “Jesús, dándose cuenta de que estaban por venir y tomarlo para hacerlo rey, se retiró otra vez a la montaña solo.” ¡Nada de política para Jesús!—Juan 6:15, NM.

CAMBIE PARA AJUSTARSE AL CRISTIANISMO

La actitud de aquella muchedumbre nos da una idea acerca de lo que las masas hoy en día tratan de hacerle al cristianismo. Ese grupo no estaba verdaderamente interesado en vivir conforme al cristianismo. Oh, ellos tenían gran interés en los productos del cristianismo, pero casi ningún interés en el cristianismo mismo. Ellos razonaban: Si él nos da panes y pescados, casas mejores, menos horas de trabajo, salarios más grandes y medios con que aliviar nuestro trabajo y tener más tiempo desocupado, entonces sigámoslo y hagámoslo nuestro gobernante. En el interés de sus propios propósitos egoístas querían que Jesús fuera hecho rey; querían que Jesús cambiara el cristianismo. Pero Jesús no cambió ese requisito del cristianismo—el mantenerse separado del mundo—para agradar a los hombres. Si ellos querían ser seguidores de Cristo tendrían que cambiar para ajustarse al cristianismo.

La actitud de las masas hoy día difiere muy poco de aquélla. Como resultado, para las masas el cristianismo es una fe aguada, una fe que ha sido adulterada, suavizada y alterada para satisfacer la disposición de aquellos a quienes no les gustaban los requisitos cristianos tal como eran. Aunque la Biblia se expresa claramente en cuanto al requisito cristiano de que el siervo de Dios debe mantenerse separado del mundo, la mayoría de la gente que se llama cristiana cambia rápidamente ese requisito para hacer lo que le parece conveniente a ella. Pero el cristiano verdadero no altera el requisito; se altera a sí mismo para ajustarse al requisito. La Biblia dice: “Dejen de amoldarse a este sistema de cosas, mas transfórmense rehaciendo su mente, para que prueben para ustedes mismos la buena y la aceptable y la completa voluntad de Dios.”—Rom. 12:2, NM.

El que un cristiano participe en la política del mundo constituye amoldarse a este sistema de cosas. Más bien, el cristiano cambia, si quiere ser un cristiano verdadero, según la “aceptable y la completa voluntad de Dios.” De manera que después de aprender cuáles son los requisitos de Dios hay que hacer un cambio en la persona, no en los requisitos. “Deben despojarse de la vieja personalidad que se conforma a su manera de proceder anterior y que está corrompiéndose conforme a sus deseos engañosos.” El cambio en la persona resulta en una nueva personalidad, amoldada no a este mundo sino a la voluntad de Dios: “Deben revestirse de la nueva personalidad que fué creada de acuerdo con la voluntad de Dios en verdadera justicia y bondad amorosa.”—Efe. 4:22-24, NM.

El que se reviste de la “nueva personalidad” ya no puede ser parte de este mundo. Tiene que seguir cuidadosamente en las pisadas de Cristo Jesús, quien dijo acerca de sus seguidores: “Ellos no son parte del mundo así como yo no soy parte del mundo.” “Si ustedes fueran parte del mundo, el mundo le tendría cariño a lo que es suyo. Ahora bien, porque ustedes no son parte del mundo, sino que yo los he escogido del mundo, por esta causa el mundo los odia.”—Juan 17:16; 15:19, NM.

“No son parte de este mundo”—así es como se declaran los cristianos verdaderos. Esto no quiere decir retirarse de asociación con toda la gente del mundo y vivir vida de ermitaño. No, Jesús no se hizo monje para guardarse sin mancha del mundo. Él llevó a cabo una obra de predicación, visitando a la gente en sus casas; y sin embargo él no se dejó llevar a amistad con el mundo. Jesús no quiso parte alguna de este mundo porque él sabía que las potestades políticas de este mundo se originan del “gobernante de este mundo,” “el dios de este sistema de cosas,” Satanás el Diablo y están bajo él. “El mundo entero está yaciendo en el poder del inicuo.”—Juan 12:31; 2 Cor. 4:4; 1 Juan 5:19, NM.

¡Cuán claro está ahora el por qué la amistad con el mundo significa enemistad con Dios! Este mundo está gobernado por el archienemigo de Dios, el Diablo. Los amigos de este mundo, entonces, necesariamente son enemigos de Dios. ¿Cómo pueden los cristianos envolverse en la política mundana y esperar recibir la aprobación de Dios? ¡No pueden! “No estén amando al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.”—1 Juan 2:15, NM.

Cristo Jesús verdaderamente tenía el amor de su Padre, Jehová. A todo tiempo él se mantuvo sin mancha del mundo. Aun cuando se le ofreció el dominio de este mundo Jesús lo rechazó, reteniendo el amor que le tenía a su Padre y su estado cristiano de mantenerse separado del mundo. La Biblia nos dice: “El Diablo lo llevó consigo a una montaña extraordinariamente elevada, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo a él: ‘Todas estas cosas se las daré si postrándose me hace un acto de adoración.’ Entonces Jesús le dijo: ‘¡Márchese, Satanás! Porque está escrito: “Es a Jehová tu Dios que tienes que adorar.”’”—Mat. 4:8-10, NM.

ESTE MUNDO Y SU POLÍTICA ESTÁN CONDENADOS

El Diablo dominaba todos los reinos del mundo en los días de Jesús; y todavía lo hace. Pero muy pronto el “gobernante de este mundo” será eliminado y este actual sistema inicuo de cosas terminará para siempre. Los cristianos verdaderos, por lo tanto, demuestran que son seguidores de Cristo, no por medio de tratar de arreglar este mundo o reformarlo por medio de la política, sino declarando las buenas nuevas del reino que destruirá a este mundo. No importa cuántos votos se den a favor de los gobernantes de este sistema de cosas éste está condenado. No importa cuántas campañas políticas se efectúen ni cuántos cristianos profesos haya en la política ni cuán abundantes sean las oraciones que el clero o los políticos pronuncien a favor de este mundo no se le podrá salvar de la destrucción segura. “El mundo está desapareciendo y también su deseo, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”—1 Juan 2:17, NM.

Cuando este mundo llegue a su fin ardiente en la guerra del Armagedón, todos los gobernantes de la tierra y sus partidarios, no importa cuál sea su ideología política o su creencia religiosa, estarán contra el Rey de Jehová, Cristo Jesús. El relato del Apocalipsis dice: “Vi la bestia salvaje y a los reyes de la tierra y a sus ejércitos congregados para hacer la guerra contra el que va montado en el caballo y contra su ejército.” Los poderes políticos caerán en derrota ante Cristo Jesús y sus ejércitos celestiales y serán arrojados en el “lago de fuego que arde con azufre,” el Gehena de la destrucción eterna.—Apo. 19:19-21, NM.

Después que este inicuo sistema de cosas ha sido destruído y Satanás el Diablo ha sido eliminado, un nuevo mundo de justicia comienza bajo el Reino. El Reino le dará a la humanidad un gobierno perfecto y, no sólo eso, sino la oportunidad de tener vida eterna. Los sobrevivientes de la “guerra del gran día de Dios el Todopoderoso” gozarán de un justo nuevo mundo que será “un solo mundo.” Pues habrá sólo un gobierno, un gobierno celestial. La política habrá desaparecido. La política que ha dividido a los hombres de todas las religiones y hecho que hombres de la mismísma religión se maten los unos a los otros por motivo de sistemas políticos habrá desaparecido eternamente.—Apo. 16:14, NM.

Usted puede gozar de las bendiciones eternas del justo gobierno o reino que abarcará a todo este globo terráqueo en su dominio. El hacer esto requiere que uno cambie y armonice su proceder con los requisitos del cristianismo, principal entre los cuales está el mandato de no ser parte de este mundo.

Hoy día los testigos cristianos de Jehová, del mismo modo que los testigos de Jehová en los días primeros del cristianismo, se mantienen sin mancha del mundo. Ellos se abstienen escrupulosamente de tomar parte en la política de este mundo, sí, hasta de votar. Saben que la participación en la política no sólo sería inútil, sino que traería la desaprobación de Dios. El que usted mantenga el verdadero punto de vista cristiano respecto a la política le ayudará a mantenerse sin mancha de este inicuo sistema de cosas y a conseguir la vida eterna bajo el gobierno perfecto del nuevo mundo de después del Armagedón.

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