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g73 8/8 págs. 27-28

¿Cuál es el punto de vista bíblico?

¿Es correcto comer sangre?

LA VIDA está estrechamente asociada con la sangre. Es la sangre la que transporta el alimento y el oxígeno necesarios a todas partes del cuerpo, y se lleva los desperdicios. Debido a que la sangre está tan íntimamente relacionada con los procesos de la vida, la Biblia declara que el “alma” o vida de una criatura está “en la sangre.”—Lev. 17:11.

Puesto que la vida es sagrada, la sangre también es sagrada. Por lo tanto respetar la santidad de la sangre es respetar la vida. El Dador de la vida, Jehová Dios, ha impuesto sobre la humanidad el mandamiento de respetar la vida, incluso la de los animales. Cuando él permitió a Noé y su familia añadir carne a su régimen alimenticio, declaró: “Todo animal moviente que está vivo puede servirles a ustedes de alimento. Como en el caso de la vegetación verde, de veras se lo doy todo a ustedes. Solo carne con su alma —su sangre— no deben comer.” (Gén. 9:3, 4) Puesto que hemos descendido de Noé por medio de sus tres hijos, todos nosotros estamos bajo ese mandato.

En el primer siglo de la era común esa prohibición con respecto a la sangre se repitió por medio de una carta formal a los cristianos. Fue en ocasión de resolver una controversia en cuanto a si los no judíos que abrazaban el cristianismo debían ser circuncidados o no y puestos bajo los mandamientos de la ley de Moisés. La evidencia que se presentó así como la guía del espíritu santo de Dios hicieron claro que no se debía imponer la circuncisión a los no judíos. La decisión, redactada por los apóstoles y otros hombres de mayor edad de la congregación cristiana de Jerusalén, decía en parte: “Al espíritu santo y a nosotros mismos nos ha parecido bien no añadirles ninguna otra carga, salvo estas cosas necesarias: ‘que sigan absteniéndose de cosas sacrificadas a ídolos y de sangre y de cosas estranguladas y de fornicación.”—Hech. 15:28, 29.

Esto no fue una instrucción temporaria para apaciguar a los creyentes judíos sino que implicó cosas necesarias para obtener la salvación. Los que persisten en la idolatría y en la fornicación son excluidos de entrar al Reino. (1 Cor. 6:9, 10) La falta de respeto por la santidad de la sangre es igual de seria. ¿Por qué? Porque los hombres en realidad no tienen el derecho de privar de la vida a ninguna criatura, porque no pueden devolver esa vida. En consecuencia, el que los hombres tomen la vida sin actuar en armonía con el mandato de Dios respecto a la sangre significa tomar la propiedad de Dios, es decir, la vida que está representada por la sangre. Significa hacerse a sí mismos responsables por tomar la vida de una criatura en desafío de Dios.

Hasta muchas personas que no saben la ley de Dios acerca de la sangre no están completamente sin culpa cuando muestran falta de respeto por la santidad de ésta. ¿No es cierto que la mayoría de la gente tiene un sentimiento de repugnancia cuando se trata de beber sangre? Están conscientes de que no es correcto el beber sangre. Ese sentimiento interior o conciencia es razón suficiente para abstenerse de la sangre. Como lo señaló el apóstol Pablo en Romanos 2:14, 15: “Porque siempre que los de las naciones que no tienen ley hacen por naturaleza las cosas de la ley, éstos, aunque no tienen ley, son una ley para sí mismos. Son los mismísimos que demuestran tener la sustancia de la ley escrita en su corazón, mientras su conciencia da testimonio con ellos y, entre sus propios pensamientos, están siendo acusados o hasta excusados.”

Es también digno de ser notado que desde el tiempo de la creación de Adán hasta la declaración acerca de la sangre hecha bajo la dirección del espíritu en el primer siglo de la era común ningún siervo fiel de Jehová Dios jamás había comido sangre. Desde el tiempo de Adán hasta el diluvio del día de Noé no hubo autorización divina para comer carne y por lo tanto no había necesidad de una prohibición específica con respecto a comer sangre. Al concederse el permiso divino para comer carne se anunció la prohibición acerca de la sangre y ésta continuó en vigor sin ninguna indicación de que fuera solamente una medida temporaria. En vista de eso, ningún siervo fiel de Jehová Dios asumiría que la prohibición acerca de la sangre había sido cancelada.

La evidencia histórica prueba que los que confesaban el cristianismo en los primeros pocos siglos se abstuvieron de la sangre. No la usaron de ningún modo o forma. Minucio Félix, que según se cree es el más antiguo de los apologistas cristianos, escribe: “Tanto evitamos la sangre humana, que en nuestras comidas ni siquiera usamos la sangre de animales comestibles.” Tertuliano, del segundo y tercer siglos de la era común, declara: “Avergüéncense de sus viles costumbres delante de los cristianos, que ni siquiera tienen la sangre de animales en sus comidas de alimentos sencillos y naturales; quienes se abstienen de cosas estranguladas y que mueren una muerte natural. . . . Para cerrar el asunto con un solo ejemplo, ustedes tientan a los cristianos con morcillas, solo porque ustedes saben perfectamente bien que la cosa con la cual ustedes tratan de hacer que ellos transgredan es ilícita para ellos.” En su Ecclesiastical History, Eusebio cita a una mujer que confesaba el cristianismo y que murió una muerte de mártir: “‘¿Cómo,’ dijo ella [contradiciendo a los blasfemadores de los cristianos] ‘pueden personas como éstas devorar a los niños, si hasta consideran ilícito el probar la sangre de animales irracionales?’”

En siglos posteriores, sin embargo, cambió la situación entre los que confesaban ser cristianos. En el octavo siglo de la era común el papa de Roma tomó acción para anular el decreto apostólico que prohibía comer sangre. Desde entonces las iglesias que reconocen su autoridad no trataron con seriedad el mandato bíblico acerca de la sangre.

En la actualidad mucha gente no tiene respeto por la santidad de la sangre. Millones no ponen reparo a comer morcillas y budines de sangre o usar sangre para cocinar. En algunos países es difícil, o hasta imposible, conseguir salchichas que no tengan sangre. Los negocios mezclan sangre con la carne molida y otros artículos comestibles.

En varios lugares del mundo el procedimiento de carnear no muestra respeto por la santidad de la sangre. En algunos países se mata a los cerdos de una cuchillada en el vientre y después tapan el agujero. De esta manera el animal sangra interiormente hasta morir pero se puede extraer la sangre y usarla para otros propósitos. Frecuentemente se mata a los pollos torciéndoles el pescuezo a fin de cortar la vena yugular. Esto hace que el pescuezo del pollo se hinche de sangre, pero no resulta en sangrarlo apropiadamente.

Muchos cazadores no sangran a los animales apropiadamente. Afirmando que cuando se mata a un venado la sangre se acumula en el tórax, algunos cazadores no toman medidas inmediatas para extraer la sangre de los animales.

Aunque la falta de respeto a la santidad de la sangre quizás prevalezca en su comunidad, ¿cómo se siente al respecto? ¿Hace una investigación personal y razonable a fin de no violar la ley de Dios acerca de la sangre? ¿Se asegura de que la carne que usa proviene de animales que han sido desangrados apropiadamente? Para la persona que trata de ser un siervo fiel de Jehová Dios, el abstenerse de la sangre no es un asunto de poca importancia. Por eso, si deseamos la aprobación divina, debemos demostrar que somos personas que defienden la santidad de la vida y de la sangre.

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