“Retengan una buena conciencia”
“QUE su conciencia sea su guía,” es un lema popular de estos tiempos. Pero conciencias diferentemente educadas guían a sus poseedores por sendas extensamente divergentes. Una conciencia desarrollada en un ambiente de poligamia acepta la práctica sin remordimiento. Otra criada en un ambiente de relajamiento sexual general y matrimonios consensuales considera tales errores como cosas correctas. Todavía otra desarrollada en un ambiente de sutiles métodos de negocio o peculado general o corrupción política calladamente aprueba tales agravios sobre la base de que son las maneras de proceder aprobadas. Tales conciencias inadecuadamente educadas no son guías seguras. Han venido a ser tan contaminadas por su ambiente y tan endurecidas por medio del abuso que ya no son lo suficiente limpias y sensibles para poder dar la alarma y dirección segura.
Sus poseedores se parecen más a animales, porque las bestias no tienen conciencia. La conciencia, que es un sentido interior de lo bueno y lo malo que nos excusa o acusa, es un don de Dios para los hombres. Un animal puede ser entrenado para hacer o no hacer ciertos actos. No se ajusta a este adiestramiento por un sentido de lo bueno y lo malo; lo hace por temor de la ira de su amo. Temor de una golpiza, de palabras ásperas, o alguna pérdida de libertad o privilegio. Cuando los hombres corrigen el mal sólo cuando se acerca el desenmascaramiento y el castigo es inminente, son aguijoneados por temor de las consecuencias, y no por la conciencia que todo el tiempo sabía acerca de la maldad y no obstante no guió a su poseedor a medidas correctivas. El actuar así sólo por el temor de la ira es egoísta y brutal. Algunos disputan que el presidente Truman hace una campaña contra la corrupción gubernamental por temor de las consecuencias políticas más bien que por una buena conciencia y amor de hacer lo correcto, como se mostró por el siguiente comentario editorial: “El Sr. Truman muy a menudo se adhiere a viejos amigos, a empleados de viejos amigos y a amigos de viejos amigos hasta el punto donde tiene que dejar de adherirse o si no meterse en gran dificultad.”—El Times de Nueva York, 14 de diciembre de 1951.
Los cristianos obedecen a Dios no sólo por temor de su ira, sino también y principalmente por una buena conciencia, una conciencia entrenada en su sentido del bien y del mal por la Palabra de Dios. Pablo dió importancia a eso cuando escribió a los cristianos amonestándoles que se sometieran a las Autoridades Superiores, Jehová y Cristo: “Hay por lo tanto razón impelente para que estén en sujeción, no sólo por causa de esa ira sino también por causa de su conciencia.” (Rom. 13:5, NM). Es la conciencia divinamente educada con sus remordimientos y aguijonazos la que ayuda a guiar en seguridad a los cristianos, así como los antiguos aguijones mantenían a los bueyes andando en el debido camino. (Hech. 26:14, NM) Los cristianos requieren de Dios este don de una buena conciencia, hecha disponible para ellos por medio de Cristo. (1 Ped. 3:21, NC) Recibiéndola, la atesoran y la mantienen pura y limpia, para que pueda guiarlos a salvo. (Hech. 23:1; 24:16) Los ayuda a aplicar principios rectos a su vida diaria, haciendo innecesarias leyes de conducta detalladas y escritas. La actividad de la conciencia en esta capacidad se muestra por Pablo, como sigue:
“Los oidores de la ley no son los justos delante de Dios, mas los hacedores de la ley serán declarados justos. Porque siempre que la gente de las naciones que no tienen ley hacen por naturaleza las cosas de la ley, esta gente aunque no tienen ley son una ley para sí mismos. Son justamente los que demuestran que la sustancia de la ley está escrita en su corazón, mientras su conciencia está dando testimonio con ellos y, entre sus propios pensamientos, están siendo acusados o hasta excusados.”—Rom. 2:13-15, NM.
La conciencia debe ser protegida contra la contaminación y cicatrización. No debemos contaminarla con falsos razonamientos y racionalismo para silenciar sus protestas legítimas. Si la conciencia de uno le prohibe hacer algo, no debe hacerlo. Si no hay mal en el acto, debe tratar de educar su conciencia más en cuanto a ese hecho absorbiendo verdades bíblicas adicionales antes de hacerlo. Así mantendrá su conciencia en un estado de paz, tranquila y desahogada. Esta consideración para la conciencia es necesaria si va a permanecer sensible al mal. No debemos proceder áspera y descuidadamente contra sus protestas y mediante ello herirla, y forzarla a endurecerse y cicatrizarse para su propia curación y protección. No debemos practicar la hipocresía, haciendo cosas inconscientemente. Pablo amonestó que en los últimos días algunos se apartarían “por la hipocresía de hombres que hablan mentiras, marcados en su conciencia como si fuera con un hierro de marcar”. (1 Tim. 4:2, NM) La marca dejada por un hierro de marcar viene a ser tejido cicatrizado falto del sentido de sensación. Una conciencia marcada así es incapaz de percibir el bien y el mal.
Pablo estaba muy atento a la voz de la conciencia, no sólo de la suya sino también de la de otros. Se detendría de hacer cosas que su propia conciencia le permitía, si esas cosas ofenderían las conciencias más débiles de otros. Por eso leemos: “‘Conciencia,’ digo, no la de ustedes, sino la de la otra persona. Pues ¿por qué debe ser que mi libertad es juzgada por la conciencia de otra persona?” (1 Cor. 8:7-13; 10:27-29, NM) Contrario a algunas opiniones, Pablo aquí no estaba defendiendo sus derechos personales y disputando que su libertad de acción no debería ser restringida por los juicios de otros. Más bien, estaba diciendo que se detendría de usar la libertad que su conciencia le concedía, si al usarla iba a ser adversamente juzgado por otra persona con una conciencia más débil. Prefería renunciar su libertad escrupulosa, si por usarla molestara la conciencia más débil de su hermano.
Pero, por otra parte, Pablo no se detendría de obediencia escrupulosa a la Palabra de Dios sólo porque eso pudiera ofender a conciencias mal educadas según las religiones falsas de su tiempo. El remedio en tales circunstancias no era el abandono del servicio de Dios por Pablo, sino la educación correctiva y bíblica de las conciencias contaminadas por religiones falsas. Las cosas buenas de la adoración pura de Dios quizás parezcan inmundas a conciencias contaminadas, pero limpias a la conciencia divinamente entrenada. Por consiguiente Pablo escribió: “Todas las cosas [de la fe verdadera] son limpias para las personas limpias. Pero para las personas contaminadas y sin fe [debido a contaminación con falsas fábulas religiosas] nada es limpio, sino que tanto su mente como su conciencia están contaminadas. Declaran públicamente que conocen a Dios, pero lo repudian mediante sus obras, porque son detestables y desobedientes y desaprobados para toda buena obra.”—Tito 1:13-16, NM.
Es patente, pues, que debemos obedecer nuestra conciencia si está entrenada según los principios rectos de la Palabra de Dios. Debemos mostrar una alta consideración por la conciencia más débil de algunos de nuestros hermanos menos maduros en la fe. Pero no debemos dejar que las conciencias contaminadas y sin fe de los mundanos sean nuestra guía, ni dejaremos que nos desvíen del bien hacer. El apegarnos a nuestra conciencia piadosa quizás requiera fortaleza, pero eso será agradable para nosotros y para Dios: “Si alguien debido a conciencia hacia Dios aguanta aflicciones y sufre injustamente, ésta es una cosa agradable.” (1 Ped. 2:19, NM) A todo tiempo y bajo toda circunstancia, “Retengan una buena conciencia.”—1 Ped. 3:16, NM.