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  • ‘Comiendo y bebiendo para la gloria de Dios’
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1975
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1975
w75 1/10 págs. 588-590

‘Comiendo y bebiendo para la gloria de Dios’

AUN en la rutina diaria de la vida nuestro Creador, Jehová Dios, puede ser y debe ser tomado en consideración. La amonestación inspirada a los cristianos es: “Sea que estén comiendo, o bebiendo, o haciendo cualquier otra cosa, hagan todas las cosas para la gloria de Dios.” (1 Cor. 10:31) Pero ¿cómo puede uno glorificar a Dios en asuntos comunes de la vida como el comer y el beber?

Entre otras cosas, el comer y el beber del cristiano no debe perjudicar la conciencia de otros y suministrar así ocasión para que se tropiece. En algunos sectores, por ejemplo, la gente desprecia a los que comen ciertas carnes o a los que participan de alguna bebida alcohólica. El cristiano no debe pasar por alto completamente los escrúpulos de conciencia de la comunidad en la cual vive. También debe ser muy considerado en cuanto a los escrúpulos de conciencia de sus compañeros de creencia. No querría hacer más difícil para otros el aceptar la adoración verdadera o el mantener fidelidad a Dios. Es por eso que el apóstol Pablo recomendó: “Es bueno no comer carne, ni beber vino, ni hacer cosa alguna por la cual tu hermano tropiece.”—Rom. 14:21.

Al restringirse de hacer lo que tiene derecho a hacer en este asunto, el cristiano glorifica a Dios. ¿Cómo? Despliega amor e interés profundo en sus congéneres, pues no busca su propia ventaja, sino la de ellos. (1 Cor. 10:24) Demuestra que, en armonía con el propósito de Dios, toda su vida gira en torno de ayudar a otros a conseguir la aprobación divina. El deseo de glorificar a Jehová Dios también impide que el cristiano se haga inmoderado en su comer y beber. Si fuese a comer o beber en exceso, embotaría sus sentidos y perdería la viveza mental, así como el deseo de efectuar cosas. Al beber en exceso, fácilmente podría ponerse en ridículo. Como lo expresa el proverbio bíblico: “El vino es burlador, el licor embriagante es alborotador, y todo el que se extravía por él no es sabio.” (Pro. 20:1) En vez de glorificar a Dios, el que llega a estar bajo la influencia y control del alcohol está propenso a hacer ruido desenfrenado y proferir palabras y cometer acciones insensatas que resultan en que se le mire con desdén. Vitupera a Dios, al Mismísimo a quien alega que representa como Su siervo.

Sin embargo, la moderación en la cantidad del alimento y la bebida es solo un aspecto de la ley de Dios que gobierna el comer y beber. Quizás uno no sea dado a comer o beber en exceso. Sin embargo pudiera ser que no estuviera glorificando a Dios. Esto se desprende de estas palabras del apóstol Pablo a Timoteo: “La expresión inspirada dice definitivamente que en períodos de tiempo posteriores algunos se apartarán de la fe, prestando atención a expresiones inspiradas que extravían y a enseñanzas de demonios, por la hipocresía de hombres que hablan mentiras, marcados en su conciencia como si fuera con hierro de marcar; . . . mandando abstenerse de alimentos que Dios creó para que participen de ellos con acción de gracias los que tienen fe y conocen la verdad con exactitud. La razón de esto es que toda creación de Dios es excelente, y nada ha de desecharse si se recibe con acción de gracias, porque se santifica por medio de la palabra de Dios y oración tocante a ello.”—1 Tim. 4:1-5.

Note que las disposiciones reglamentarias religiosas que prohíben ciertos alimentos son en realidad evidencia de una apostasía del cristianismo verdadero. Esto significa que las personas que alegan ser cristianas pero que mandan ciertas restricciones dietéticas como medio que se exige para obtener el favor divino en realidad están deshonrando a Dios. ¿Cómo puede ser esto? ¿No prohibió la ley de Dios a Israel ciertos alimentos, declarándolos inaceptables?

Es verdad que a los israelitas se les dieron leyes dietéticas que les prohibieron comer ciertos mamíferos, aves, insectos y peces. (Levítico, cap. 11) Pero esas restricciones cesaron de existir cuando el pacto de la Ley fue reemplazado por el nuevo pacto en 33 E.C. Más tarde, cuando el apóstol Pedro, mientras estaba en un trance, objetó a comer animales que eran inmundos según la ley mosaica, se le dijo: “Deja tú de llamar contaminadas las cosas que Dios ha limpiado.” (Hech. 10:15) Sí, la “palabra” de Dios, su autorización o permiso, puso fin a la distinción entre animales “limpios” e “inmundos.” Por lo tanto, el observar las restricciones dietéticas de la ley mosaica no era un requisito para conseguir la salvación. Debido a eso el apóstol Pablo escribió bajo inspiración: “Que nadie los juzgue en el comer y beber, o respecto de una fiesta, o de una observancia de la luna nueva, o de un sábado; porque esas cosas son una sombra de las cosas por venir, mas la realidad pertenece al Cristo.”—Col. 2:16, 17.

Por consiguiente, el que organizaciones religiosas de la cristiandad impusieran las restricciones dietéticas de la ley mosaica, totalmente o en parte, significaría que estarían negando que la realidad pertenece al Cristo. Estarían obrando en oposición a la “palabra” de Dios que ha santificado o apartado como aceptables todas las cosas que se pueden utilizar como alimento. De la misma manera, restricciones dietéticas religiosas diferentes de las que contiene la ley mosaica estarían en oposición a la revelación divina de que “toda creación de Dios es excelente” y por lo tanto adecuada para alimento.

La institución de restricciones dietéticas como deber religioso no es asunto leve. Constituye rechazamiento de la fe cristiana y del conocimiento exacto. Entraña que hay algo defectuoso en la “palabra” de Dios, que ésta no revela el pleno alcance de lo que es necesario que la gente haga para conseguir aprobación divina y que por lo tanto se necesitan preceptos hechos por el hombre. La importancia de la “palabra” de Dios se minimiza y las disposiciones reglamentarias humanas se ponen en alto. Al entender mal de ese modo la única norma que hay para juzgar la verdad, la norma bíblica, se abre la puerta para otras enseñanzas de apostasía. Por consiguiente, el mandar obediencia como deber religioso a restricciones dietéticas hechas por el hombre deshonra a Dios. Sin embargo, si un cristiano informado se abstiene de momento para no hacer tropezar o para no ofender la conciencia de una persona que se siente sujeta por reglas dietéticas de esa índole, está haciendo una cosa considerada y está buscando la liberación y salvación de una persona sujeta a reglas.—1 Cor. 9:19.

También se deshonra a Jehová Dios cuando se come el alimento y no se hace ninguna expresión de gracias. Esto se debe a que el alimento no es santificado solo por la “palabra” de Dios, sino también por la oración sobre él. El que ora reconoce que Dios es el Proveedor y acepta el alimento como don de él. Reconoce la verdad que se expresa en el Salmo 145:15, 16: “A ti miran con esperanza los ojos de todos, y tú estás dándoles su alimento a su tiempo. Estás abriendo tu mano y satisfaciendo el deseo de toda cosa viviente.”

Esta actitud de aprecio tiene un efecto saludable en los cristianos verdaderos. Sirve de fuerte incentivo para no usar mal lo que Dios provee, ni por comer en demasía ni por ser desperdiciador, sirviéndose más alimento del que uno razonablemente podría comer. Por otra parte, también, hay menos probabilidad de que uno sea innecesariamente ‘melindroso’ en cuanto a la comida. Su actitud de agradecimiento hará que hasta las personas de recursos menores lo reciban con regocijo en su casa. Por sencilla que sea la comida, se pueden sentir tranquilos y sin necesidad de temer que las cosas realmente no le parezcan satisfactorias.

Ciertamente hay buenas razones para comer y beber para gloria de Dios. La persona que hace esto se abstiene de comer y beber en exceso y conserva su dignidad. Al considerar la conciencia de otros, evita causarles tropiezo. Ante todo, al obrar en armonía con la “palabra” de Dios y participar del alimento con gracias, puede sentirse verdaderamente satisfecha porque sabe que este derrotero conduce a bendiciones duraderas.

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