BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • w67 15/1 págs. 43-48
  • Manteniendo nuestra posesión de paz

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • Manteniendo nuestra posesión de paz
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1967
  • Subtítulos
  • Información relacionada
  • INCLÍNESE A LA PAZ
  • GUARDÁNDOSE DE PERTURBADORES DE LA PAZ
  • CULTIVANDO AYUDAS PARA LA PAZ
  • La posesión de paz de los cristianos
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1967
  • ‘Esfuércese por alcanzar las cosas que contribuyen a la paz’
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1973
  • “Busque la paz y siga tras ella”
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1991
  • Cómo puede venir la paz a la Tierra
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1980
Ver más
La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1967
w67 15/1 págs. 43-48

Manteniendo nuestra posesión de paz

“Mi pueblo debe morar en un lugar de habitación pacífico y en residencias de plena confianza y en descansaderos tranquilos.”—Isa. 32:18.

1. ¿Por qué a veces “el Dios de paz” se hace “persona varonil de guerra,” y por cuánto tiempo lo será?

LA Palabra de Dios nos dice que “para todo hay un tiempo señalado, aun un tiempo para cada asunto debajo de los cielos: . . . tiempo para guerra y tiempo para paz.” Es por eso que con frecuencia se habla de Jehová Dios no solo como “el Dios de paz,” o “el Dios que da paz,” sino también como “persona varonil de guerra” y como “Jehová de los ejércitos.” Para vindicar su soberanía y restaurar la paz a veces le es necesario recurrir a la guerra, por cuya razón habla de sí mismo como “haciendo paz y creando calamidad.” Pero solo durante este presente inicuo sistema de cosas hay un tiempo para guerra y un tiempo para paz; en el nuevo orden venidero, cuando la voluntad de Dios se haga en la Tierra como se hace en el cielo, habrá solo un tiempo para paz.—Ecl. 3:1, 8; Fili. 4:9; Rom. 15:33; Éxo. 15:3; Sant. 5:4; Isa. 45:7.

2. ¿Cómo, a veces, describen las Escrituras la actividad pacífica de los testigos de Jehová?

2 Lo mismo pudiera decirse también de la actividad pacífica del ministro cristiano dedicado. ¿Por qué? Porque repetidas veces su ministerio es descrito con términos de guerra: “Como excelente soldado de Cristo Jesús acepta tu parte en sufrir el mal.” Por supuesto, él no usa armas carnales o materiales, así como muestra el apóstol Pablo: “Las armas de nuestro guerrear no son carnales, sino poderosas por Dios para derrumbar cosas fuertemente atrincheradas.” Y otra vez: “Tenemos una pelea, no contra carne y sangre, sino contra las inicuas fuerzas espirituales en los lugares celestiales.” El ministro cristiano usa la verdad, la “espada del espíritu, es decir, la palabra de Dios,” que “es viva y ejerce poder y es más aguda que toda espada de dos filos.” Con ésta él fustiga las enseñanzas falsas, que deshonran a Dios, no por orgullo ni mala voluntad, sino con humildad y con amor a Dios, a la verdad y a su prójimo.—2 Tim. 2:3; 2 Cor. 10:4; Efe. 6:12, 17; Heb. 4:12.

3. ¿Qué puede decirse sobre nuestra obligación de mantener la paz, y por qué?

3 Parece, entonces, que la obligación del cristiano de mantener paz no siempre es la misma. Se puede decir que es absoluta en lo que toca a sus relaciones con sus compañeros cristianos, así como muestran las Escrituras: “Mantengan paz entre unos y otros.” “Hermanos, continúen . . . pensando de acuerdo, viviendo pacíficamente.” “Sean pacíficos los unos con los otros.” Cuando los cristianos tienen desacuerdos entre sí están obligados a zanjar éstos, por una parte dirigiéndose a la persona que han ofendido, por otra parte dirigiéndose a la que los ofendió para ver si pueden despedir esto de su mente. Pero tocante a los “de afuera,” su obligación de mantener la paz es relativa o limitada: “Si es posible”—quizás no siempre sea posible— “en cuanto dependa de ustedes”—los de afuera quizás no quieran zanjar las cosas— “sean pacíficos con todos los hombres.”—Mar. 9:50; 2 Cor. 13:11; 1 Tes. 5:13; Rom. 12:18; Mat. 5:23, 24; 18:15-17.

INCLÍNESE A LA PAZ

4. (a) ¿Qué factores contribuyen a la pérdida de la paz? (b) Debido a esto, ¿qué consejo se halla en las Escrituras?

4 Debido a imperfecciones, debilidades y egoísmo heredados hallamos que la tendencia humana es estar prontos a pelear, a argüir con palabras o golpes. Las condiciones imperfectas, los contratiempos, etc., igualmente conducen a la contienda. Apropiadamente, la Palabra de Dios, desde el principio hasta el fin, aconseja paz. Sabiamente José, el hijo del patriarca Jacob, como primer ministro de Egipto, cuando envió de regreso a sus hermanos a su padre después de haberse dado a conocer a ellos, aconsejó: “No se exasperen unos con otros durante el viaje.” Dado que es tan fácil entrar en una discusión Salomón pudo decir: “Es una gloria que el hombre desista de disputar, pero todo necio estallará en ello.”—Gén. 45:24; Pro. 20:3.

5, 6. ¿Qué beneficios provienen de estar inclinados a la paz?

5 Los que han conseguido la paz de Dios como su posesión tienen, por lo tanto, que trabajar continuamente en la paz, hacer de la paz su búsqueda, si quieren mantener esta posesión preciosa. Tienen que estar conscientes de la paz, inclinarse a la paz. ¿Y por qué deberíamos inclinarnos a la paz? La paz conduce a la mismísima salud y bienestar de uno en todo sentido. Como se ha comentado apropiadamente, la contienda y la fricción y la tensión se hallan entre las causas básicas de toda enfermedad, mental, física y emocional. Se desprende, por lo tanto, que simplemente por causa de nuestro propio bienestar debemos hacer de la paz una búsqueda. No puede haber felicidad en la congregación cristiana ni en el círculo de la familia si éste es escena de contienda continua. Por lo tanto, toda persona sabia se interesará en mantener la paz.

6 Pero más que eso, la paz también contribuye a la eficacia y la prosperidad. Un campo desgarrado por la guerra no produce cosechas. El cuerpo humano en guerra consigo mismo no puede cuidar de sí mismo y por eso tiene que encargarse a una institución donde otros son asignados a cuidarlo. Así también sucede con cualquier organización, sea una familia, una congregación o una corporación comercial, la paz interior se requiere para que funcione eficazmente y realice sus metas. Es por eso que se les aconseja a los cristianos: El “fruto de la justicia, su semilla se siembre en condiciones pacíficas para los que están haciendo la paz.” Además: “El que quiere amar la vida y ver días buenos, reprima su lengua de lo que es malo y sus labios de hablar engaño, antes apártese de lo que es malo y haga lo que es bueno; busque la paz y vaya en pos de ella.”—Sant. 3:18; 1 Ped. 3:10, 11.

7. ¿Qué significa el ser pacífico?

7 Con razón Dios en su Palabra da tanta importancia a la paz. Por eso aconsejó a los judíos que habían regresado a Jerusalén: “Amen la verdad y la paz.” Y es por eso que Jesús dijo: “Felices son los pacíficos, puesto que ellos serán llamados ‘hijos de Dios.’” Note aquí que los pacíficos no son simplemente los que son pacíficos o que tienen paz, sino los que están inclinados a la paz, que hacen una búsqueda de la paz, que trabajan en hacer la paz. Para conseguir la aprobación de Dios tenemos que ser pacíficos.—Zac. 8:19; Mat. 5:9.

8. ¿Cuál es una de las maneras en que podemos mostrar que nos hallamos entre los pacíficos, y qué obligación impone esto sobre nosotros?

8 Si verdaderamente nos hallamos entre los pacíficos “hijos de Dios,” entonces haremos de la paz el tema de nuestras oraciones. Como hace mucho tiempo exhortó el salmista David: “Pidan [oren por] la paz de Jerusalén. Los que te aman, oh ciudad, estarán libres de inquietud. Continúe la paz dentro de tu baluarte, libertad de inquietud dentro de tus torres de habitación. Por causa de mis hermanos y mis compañeros ahora hablaré: ‘Haya paz dentro de ti.’” Por eso también aconsejó el apóstol Pablo: “No se inquieten por cosa alguna, sino que en todo por oración . . . dense a conocer sus peticiones a Dios; y la paz de Dios que supera todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales por medio de Cristo Jesús.”—Sal. 122:6-8; Fili. 4:6, 7.

GUARDÁNDOSE DE PERTURBADORES DE LA PAZ

9-11. (a) ¿Qué lugar ocupa el orgullo entre los perturbadores de la paz, y por qué? (b) ¿Cómo afecta el orgullo a nuestra relación con Dios? (c) ¿Con nuestro prójimo?

9 Si queremos tener respuesta de Dios a nuestras oraciones de paz nosotros mismos tenemos que desempeñar nuestro papel; tenemos que trabajar en aquello por lo que oramos. Esto, entre otras cosas, significa guardarnos de perturbadores de la paz. El principal entre éstos es el orgullo. ¿Por qué puede decirse eso? Porque fue el orgullo en primer lugar lo que inició a Satanás el Diablo en su carrera como el gran destructor de paz. El orgullo es la base de toda rebelión contra Dios, y rebelión es un estado de guerra, lo contrario de paz. El orgullo guerrea contra el someterse; no obstante sin sumisión de nuestra parte a los que están arriba de nosotros, no puede haber paz.—Eze. 28:17; 1 Ped. 5:5.

10 El orgullo nos hace enemigos de Dios. ¿Cómo podemos tener paz cuando estamos en un estado de guerra con él? Entre las siete cosas que son detestables a Jehová están “los ojos altivos,” o el orgullo. Y la sabiduría divina personificada dice: “El ensalzamiento propio y el orgullo y el mal camino y la boca perversa he aborrecido.” Sí, puesto que “Dios se opone a los altivos,” simplemente no puede haber ninguna paz entre nosotros y Dios si somos orgullosos. Si queremos relaciones pacíficas con él tenemos que humillarnos, porque “da bondad inmerecida [solo] a los humildes.” “Jehová es alto, y no obstante ve al humilde, pero al encumbrado solo lo conoce desde alguna distancia.”—Pro. 6:16, 17; 8:13; Sant. 4:6; Sal. 138:6.

11 El orgullo también resulta en pérdida de paz con nuestro prójimo. De hecho, repetidas veces el apóstol Pablo muestra la relación entre orgullo y contienda —la ausencia de paz— como una relación de causa y efecto: “No nos hagamos egotistas, promoviendo competencias unos con otros, envidiándonos unos a otros.” Por eso, no sigan “haciendo nada movidos por espíritu de contradicción ni por egotismo, sino considerando con humildad de mente que los demás son superiores a ustedes.” “Si cualquier hombre enseña otra doctrina y no aviene a palabras sanas, las de nuestro Señor Jesucristo, ni a la enseñanza que va acuerdo con la devoción piadosa, está hinchado de orgullo, no entiende nada, sino que está mentalmente enfermo sobre cuestiones y debates acerca de palabras. De estas cosas provienen envidia, contienda, discursos injuriosos, sospechas inicuas, disputas violentas acerca de insignificancias.” No hay duda sobre ello, el orgullo es perturbador de la paz.—Gál. 5:26; Fili. 2:3; 1 Tim. 6:3-5.

12, 13. ¿Por qué el materialismo obra como perturbador de la paz?

12 Otro perturbador de la paz contra el que queremos estar en guardia es el materialismo. La codicia de cosas materiales, de ganancia egoísta, nos hace descontentos y nos mete en muchas dificultades, y luego, ¿cómo podemos tener paz? Bien se ha escrito: “El amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales, y haciendo esfuerzos por realizar este amor algunos han sido descarriados de la fe y se han acribillado con muchos dolores.” No podemos tener ni paz con Dios ni paz mental si somos impulsados por el materialismo. Recordemos que “nada hemos traído al mundo, y tampoco podemos llevarnos cosa alguna. Teniendo, pues, sustento y con qué cubrirnos, estaremos contentos con estas cosas.” El contentamiento contribuye a la paz mental.—1 Tim. 6:10, 7, 8.

13 La codicia también pone a una persona en competencia con su prójimo, robándole así a uno su paz, porque hace que uno compita con él por cosas materiales así como el orgullo hace que uno compita con él por honra, haciendo surgir así celos, envidia o temor de pérdida. Por lo tanto, en el interés de la paz queremos prestar atención al consejo de no estar “vigilando con interés personal solo sus propios asuntos, sino también con interés personal los de los demás,” y estar buscando su provecho, no solo el nuestro.—Fili. 2:4; 1 Cor. 10:23, 24.

14. ¿Por qué todas las “obras de la carne” pueden llamarse perturbadoras de la paz?

14 De hecho, pudiera decirse que toda forma de egoísmo, todas las “obras de la carne,” son perturbadoras de la paz y mientras mas crasas sean mayor será su poder para perturbar la paz de uno. Ciertamente el mentir, el hurtar, el defraudar y toda forma de inmoralidad sexual perturba la paz de uno con Dios dándole una conciencia culpable, y le roban a uno la paz con su prójimo porque hacen que uno usurpe sus derechos, como lo aclara muy bien el apóstol Pablo: “Esto es la voluntad de Dios . . . que se abstengan de la fornicación; que cada uno de ustedes sepa tomar posesión de su propio vaso en santificación y honra, no en codicioso apetito sexual tal como también tienen las naciones que no conocen a Dios; que nadie llegue al punto de perjudicar y abuse de los derechos de su hermano en este asunto, porque Jehová es el que exige castigo por todas estas cosas.” Note también cuántas de esas obras de la carne hasta en sí mismas son perturbadoras de la paz: “Odios, contiendas, celos, enojos, altercaciones, divisiones, sectas, envidias, borracheras.” No hay duda en cuanto a ello, si queremos mantener nuestra posesión de paz, tenemos que estar en guardia y pelear contra todas las obras de la carne.—1 Tes. 4:3-6; Gál. 5:19, 20.

CULTIVANDO AYUDAS PARA LA PAZ

15, 16. (a) ¿Cómo ayuda el amor a que mantengamos nuestra posesión de paz? (b) ¿Cómo ayuda el gozo?

15 Lógicamente se desprende que, si todas “las obras de la carne” son perturbadoras de la paz, entonces todos los otros frutos del espíritu (pues no olvidemos que la paz es uno de sus frutos) son ayudas para la paz que por lo tanto queremos cultivar. (Gál. 5:22, 23) El primero de éstos, así como el principal, es el amor. Tanto por lo que no hace como por lo que sí hace nos ayuda a mantener nuestra posesión de la paz. Por una parte, “no es celoso, no se vanagloria, no se hincha,” todo lo cual probablemente perturbe la paz, así como el ‘portarse indecentemente.’ Lejos de perturbar a otros por medio de ser codicioso, el amor ni siquiera “busca sus propios intereses.” Tampoco perturba su propia paz teniendo rencor o abrigando resentimiento; no, “no lleva cuenta del daño.” Por otra parte, contribuye a la paz ‘regocijándose con la verdad y soportando, creyendo, esperando y aguantando todas las cosas.’ Verdaderamente, por medio de cultivar el amor somos ayudados a mantener nuestra posesión de paz.—1 Cor. 13:4-7.

16 ¿No contribuye igualmente el gozo a la paz? ¡Certísimamente! El gozo es una cualidad positiva, expresiva, y por eso conduce a la paz, así como la paz conduce al gozo. El gozo da fuerzas, ayudándonos a pasar por alto ofensas leves e insignificantes que ordinariamente nos perturbarían y así nos robarían nuestra paz. Estrechamente relacionado con el gozo se halla un sentido de buen humor, que a menudo puede venir al rescate de una situación embarazosa o de otra manera delicada o difícil, conservando así la paz.—Neh. 8:10.

17, 18. (a) ¿Cómo conduce a la paz la gran paciencia? (b) ¿Cómo lo hace la benignidad?

17 ¿Qué hay sobre gran paciencia? No hay duda de que es una ayuda para mantener nuestra posesión de paz. ¡Cuánta contienda, internacional, nacional y racialmente y entre individuos, ha sido causada simplemente porque la gente ha rehusado tener gran paciencia! Contribuye a la paz, porque tolera condiciones siempre que es posible, en vez de empezar una disputa o causar contienda. La gran paciencia impide que uno sea indebidamente sensitivo, que se ofenda fácilmente, contribuyendo así a la paz. Sí, se necesita “gran paciencia, soportándose los unos a los otros en amor,” si queremos esforzarnos por “observar la unidad del espíritu en el vínculo unidor de la paz.”—Efe. 4:2, 3.

18 El siguiente fruto del espíritu que se menciona en Gálatas 5:22 es benignidad. También es una cualidad que querremos cultivar como ayuda a la paz. Bien se ha dicho, la benignidad tiene poder, porque ahuyenta los conceptos erróneos y prepara el camino para el perdón. Desarma lo crítico, lo predispuesto, lo sospechoso, todo lo cual contribuye a la paz. Contribuye a amigabilidad, que, a su vez, conduce a la paz. La ayuda que la benignidad es para la paz se indica por las palabras del apóstol Pablo en Efesios 4:31, 32, donde contrasta la benignidad con sus antónimos: “Quítense de ustedes toda amargura maliciosa y cólera e ira y gritería y habla injuriosa junto con toda nocividad. Mas háganse bondadosos los unos con los otros, tiernamente compasivos, libremente perdonándose unos a otros así como Dios también por Cristo libremente los perdonó a ustedes.”

19-21. (a) ¿De qué valor es la bondad para contribuir a la paz? (b) ¿De qué valor es la fe? (c) ¿La apacibilidad?

19 Igualmente valiosa como ayuda para la paz es la benignidad, que se define como virtud, excelencia moral. El Creador, Jehová Dios, es la mismísima personificación y esencia de la benignidad, y debemos tratar de imitarlo, habiendo sido hechos a su semejanza. Ciertamente si la paz está lejos de los inicuos, tiene que estar cerca de los que practican la benignidad, que producen el fruto de la luz, que “consiste en toda clase de bondad y justicia y verdad.” Hoy hay poco “amor de la bondad,” y por eso poca paz en el mundo. La bondad contribuye a una buena conciencia, lo cual es indispensable para la paz. Es por eso que a los cristianos se les aconseja: “Tengan una buena conciencia,” para que los que hablan con desprecio de su buena conducta queden avergonzados.—Efe. 5:9; 2 Tim. 3:3; 1 Ped. 3:16.

20 Todavía otro fruto del espíritu que es una gran ayuda para que mantengamos nuestra posesión de paz es la fe, confianza en Jehová, así como leemos: “La inclinación que está bien apoyada la salvaguardarás en paz continua, porque es en ti que se hace que uno confíe.” Como aconsejó Jesús: “Ejerzan fe en Dios, ejerzan fe también en mí.” Debido a la fe podemos ‘levantarnos erguidos y alzar nuestra cabeza, sabiendo que nuestra liberación se acerca,’ al mismísimo tiempo en que al resto de toda la humanidad ‘le falla el corazón por el temor y la expectativa de lo que viene sobre la tierra.’ Y cuando nuestras propias debilidades y faltas nos perturbarían y nos desanimarían, podemos obtener paz ejerciendo fe en el amor y misericordia de Jehová y en el sacrificio de rescate de Cristo.—Isa. 26:3; Juan 14:1; Luc. 21:28, 25, 26; Sal. 103:8-14; 1 Juan 1:7.

21 En cuanto al siguiente fruto del espíritu que mencionó el apóstol Pablo, apacibilidad, ¡cuán obvio es el hecho de que conduce a la paz! El ser apacible significa ser amable, confortante, no áspero, tosco o irritante. Jesús fue de genio apacible y llamó felices a los de genio apacible. Nada es más probable que perturbe la paz que la cólera, pero “la respuesta, cuando es apacible, aleja la cólera.” Sí, especialmente cuando nos enfrentamos a falta de apacibilidad de parte de otros, cuando son duros, como cuando las autoridades ‘exigen de nosotros una razón de la esperanza que hay en nosotros,’ necesitamos responder “con un genio apacible y profundo respeto.”—Pro. 15:1; 1 Ped. 3:15; Mat. 5:5; 11:29.

22. ¿Por qué es el gobierno de uno mismo ayuda tan grande para mantener la paz?

22 Finalmente hay el fruto del gobierno de uno mismo, secundario solo al amor como ayuda para mantener nuestra posesión de paz. Cuando alguien nos insulta, abofeteándonos, por decirlo así, el gobierno de uno mismo nos ayudará a volverle la otra mejilla, manteniendo así la paz. El gobierno de uno mismo impedirá que gritemos cuando otros se exciten, ayudando así a restaurar la paz. “El hombre encolerizado suscita contienda, pero el que es lento para airarse,” o el que ejerce gobierno de sí mismo, “calma la contienda,” restaurando la paz.—Pro. 15:18; Mat. 5:39.

23. ¿Qué papel desempeña el gobierno de la lengua en la paz?

23 En particular la lengua tiene que ser controlada. El chismear puede ser inofensivo, pero también puede causar mala voluntad y separar amigos si es ofensivo, como leemos: “Donde no hay leña se apaga el fuego, y donde no hay calumniador la contienda se acalla.” “Ahuyenta al que se mofa, para que la contienda salga.” El gobierno de uno mismo de la lengua también se necesita cuando una persona se dirige a nosotros con una queja. Entonces es fácil que nuestras emociones se impliquen y el que nosotros nos pongamos de parte del ofendido. ¡Pero no! Ejerzamos gobierno de nosotros mismos, mantengamos nuestro equilibrio y raciocinemos sobre el asunto. Por causa de la paz trate de aliviar la situación: ‘Ahora bien, ¿realmente fueron así de malas las cosas? Usted debe haberlo entendido mal o él lo entendió mal a usted. Quizás no se sentía bien en esa ocasión. ¡No lo tome tan en serio, estoy seguro de que no lo hizo intencionalmente!’ y así sucesivamente. Así usted también puede trabajar por la paz.—Pro. 26:20; 22:10.

24, 25. ¿Qué responsabilidad en el interés de la paz tienen los esposos, superintendentes y esposas?

24 Por eso, prescindiendo del lugar en que estemos, queremos ejercer gobierno de nosotros mismos por causa de la paz. Quizás un esposo sea irritado por algo que su esposa o hijos dijeron o hicieron. Si ejerce gobierno de sí mismo la situación fácilmente se puede remediar, pero que reaccione con habla o acciones apresuradas y él ahuyentará más la paz. Lo mismo aplica en la congregación cristiana. Cualquiera que fuere la naturaleza de la ofensa, si un superintendente reacciona con cólera o ira, con habla imprudente, hace que la paz salga por la ventana, por decirlo así. Y luego tiene que restaurarse la paz antes de poder resolver el problema.—2 Tim. 2:23, 24.

25 Esto no quiere decir que otros no tengan también responsabilidad tocante a esto. “Mejor es morar en un rincón de un techo que con una esposa contenciosa, aunque en una casa en común.” La esposa sermoneadora como perturbadora de la paz es proverbial, ¡no obstante es tan innecesaria, tan irrazonable, tan fastidiosa! Su falta de gobierno de sí misma ejerce tirantez sobre el gobierno de sí mismos de otros individuos en cuanto a ella.—Pro. 21:9.

26, 27. En resumen, ¿qué se puede decir sobre el que obtengamos y mantengamos nuestra posesión de paz?

26 Verdaderamente, como la paz misma también es uno de esos frutos, el resto de los frutos del espíritu nos ayuda a cultivar este fruto, manteniéndolo como posesión nuestra. Jehová como el Dios de paz y su Hijo como el Príncipe de paz nos han dado su paz. Es una paz singular, que se basa en principio, y que no depende de nuestro ambiente. En virtud de ejercer fe hemos podido entrar en relaciones pacíficas con Jehová Dios, y ahora tenemos que trabajar para mantener nuestra posesión de paz. Tenemos que estar en paz con nuestros hermanos y, en lo que toca a nosotros, queremos estar en paz con nuestro prójimo, quienquiera que sea.

27 Eso significa ser inclinados a la paz, hacer de la paz nuestra búsqueda, orar por la paz, trabajar por la paz, guardarnos de los muchos perturbadores de la paz y, en particular, estar en guardia contra Satanás el Diablo, el gran destructor de la paz. Significa cultivar todo el resto de los frutos del espíritu tan conducentes a la paz. Ciertamente queremos mantener nuestra posesión de la paz, porque la paz contribuye al bienestar de la mente y el cuerpo, contribuye a actividad eficaz y resulta en felicidad.

28. ¿Qué relación hay entre la paz y la felicidad?

28 ¿No es Jehová Dios el Dios feliz, y Jesucristo el Potentado feliz? Sí, lo son, y si queremos ser felices debemos tener la paz de ellos. “Los que aconsejan la paz tienen regocijo.” ¿Y no dijo Jesús: “Felices son los pacíficos, puesto que ellos serán llamados ‘hijos de Dios’”? ¿Apreciamos la deducción de esas palabras? En otras palabras, el ser pacíficos es una característica que identifica a los hijos de Dios, así como lo es su amor y su mensaje. Por eso salvaguardemos siempre la paz de Dios, nuestra posesión.—Pro. 12:20; Mat. 5:9.

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir