¿Se encoleriza usted por cosas pequeñas?
UN EDITOR de una revista que se apresuraba por una bulliciosa calle francesa con una maleta en la mano pasó cerca de un flamante auto deportivo. De súbito, para sorpresa suya, un hombre saltó del auto y lo acusó de haberlo raspado con la maleta. Lleno de cólera, el hombre le dio tan severo golpe al editor que éste jamás recobró el conocimiento. ¿Vale la vida de un hombre una raspadura en un auto? La respuesta es obvia; no obstante, por estar en condición de cólera desenfrenada ése pudiera ser el precio que uno pudiera hacer que otro pagara.
Vivimos en una era de alta velocidad que está llena de tensiones y premuras que hacen quisquillosa a la gente. Cosas pequeñas pueden ser tan molestas que quizás los ánimos tirantes estallen en cólera, y se digan cosas que más tarde se lamenten o se hagan cosas por las cuales más tarde viene remordimiento. Una declaración irreflexiva, un encontrón involuntario o una descortesía irritante es una cosa pequeña, pero por cosas pequeñas como ésas uno puede llegar a encolerizarse violentamente si no ejerce gobierno de sí mismo.
Muchas molestias pequeñas han de esperarse en una ciudad, tales como empellones en aceras bulliciosas y en tiendas atestadas, alguien que hable por largo tiempo en un teléfono público cuando usted quiere usarlo, un chofer de auto que le corte el paso al rebasarlo en el tráfico, alguien que le dé a su auto desde atrás o impacientemente le esté tocando claxon, etc. Si usted permite que tales cosas lo irriten, su genio rápidamente puede exaltarse hasta el punto de estallar, y usted tratará de lastimar a la otra persona con palabras o hechos. Es mejor aprender a vivir con otras personas en una comunidad en vez de permitir que las cosas que éstas hagan causen que uno se encolerice demasiado.
Sea que esté en calles de ciudades o en la casa o entre amigos y asociados comerciales, uno muestra sabiduría si aprende a pasar por alto cosas pequeñas que pudieran ser molestas si uno les dejara serlo. ¿Por qué perder amigos, echar a perder las relaciones con compañeros de trabajo u hombres de negocio y arruinar su matrimonio al encolerizarse por cosas de mínima importancia que ellos hagan? Si la esposa viene con una pequeña abolladura en el guardafango del auto de la familia, quema el pan que estaba tostando, aprieta el tubo de la pasta dentífrica en el centro en vez de en la parte inferior o hace alguna otra cosa que lo irrita a uno, uno sería prudente al ejercer gobierno de sí mismo y no decir lo primero que quiera salir por la boca de uno. Una declaración cáustica fácilmente puede iniciar un argumento acalorado que enfríe su relación marital. Una esposa también haría bien en ejercer gobierno de sí misma y no permitir que la cólera aumente por las cosas pequeñas que su esposo hace que le causan molestia a ella. Ha habido personas que han pedido el divorcio debido a disputas encolerizadas por cosas tan pequeñas como el pan que se ha quemado y la selección de programas de televisión. ¿Son estas cosas más importantes que un matrimonio?
Se le puede causar daño a un niño cuando un padre o una madre no controla la cólera por las cosas pequeñas que quizás haga el niño que sean irritantes. En la ciudad de Nueva York un muchachito travieso de dos años y medio desvelaba a su padrastro, quien trabajaba de noche. Con rabia cegadora, éste desahogó su cólera sobre el niño, golpeándolo hasta matarlo. En otra ciudad norteamericana, un niñito de 22 meses de edad tuvo que ser llevado a un hospital en cuatro ocasiones separadas por haber sido golpeado por su madre irascible. Podría darse una larga lista de casos asombrosos de maltrato a niños pequeños por parte de sus padres. Esto es tan común en esta era de tensiones elevadas que los médicos se han preocupado seriamente.
Las molestias pequeñas no son tan importantes como para que una persona lastime a sus hijos, arruine su matrimonio, pierda sus amigos o hasta ponga en peligro la vida de otras personas. No vale la pena ni siquiera el que se tomen en cuenta. Al pensar uno en ellas, las amplifica, y esto hace que la cólera se acumule hasta estallar en acción perjudicial. En la vida hay cosas más importantes en las cuales pensar.
Hay sabiduría en el proverbio que dice: “El que es lento para encolerizarse es mejor que un hombre poderoso, y el que está dominando su espíritu que el que captura una ciudad.” (Pro. 16:32) Esta declaración que se halla en la Palabra de Dios manifiesta un hecho muy importante de la vida. A fin de vivir armoniosamente con otras personas en una comunidad uno tiene que pasar por alto sus acciones y hábitos irreflexivos. Nadie es perfecto. Ciertamente las personas harán cosas que quizás molesten a uno, especialmente cuando uno está de mal humor. Nada se gana reaccionando coléricamente. Uno es quien sale perdiendo. Por otra parte, si uno ejerce gobierno de sí mismo, siendo lento para encolerizarse, uno gana mucho. Uno habrá aprendido lo que es un factor importante para mantener buenas relaciones con otros, retener amigos, ganarse el respeto del patrón y captarse el amor de su esposa e hijos. Cuando está aunado a otras virtudes edificantes, el gobierno de uno mismo puede hacer de uno un haber para el negocio y la comunidad.
De los cristianos se espera que sean lentos para encolerizarse, tanto en cuanto a cosas pequeñas como en cuanto a cosas grandes. Cuando ellos siguen el modelo establecido por Jesucristo, hacen en su personalidad cambios que los hacen señaladamente diferentes de las personas del mundo. Dirigiéndose a ellos, la Biblia dice: “Quítense de ustedes toda amargura maliciosa y cólera e ira y gritería y habla injuriosa junto con toda nocividad. Mas háganse bondadosos los unos con los otros, tiernamente compasivos, libremente perdonándose unos a otros así como Dios también por Cristo libremente los perdonó a ustedes.” (Efe. 4:31, 32) La cólera, la ira, la gritería y el habla injuriosa no tienen lugar en el temperamento de un cristiano. Sin embargo, tales cosas son comunes para la gente que no vive en conformidad con los principios cristianos. Por eso tales personas tienen tanta dificultad en llevarse bien con otros.
En vez de encenderse con cólera por cosas pequeñas que otras personas hagan, lo que debe hacerse es seguir las instrucciones buenas de la Biblia de ser bondadosos, “tiernamente compasivos, libremente perdonándose unos a otros.” ¿No es mejor perdonar a una persona que accidentalmente raya un guardafango del auto de uno o le corta el paso al rebasarlo en el tráfico que noquearlo y posiblemente quitarle la vida? ¿No es mejor perdonar a la persona que irreflexivamente choca con uno en una acera o le impide el paso que arrojar por la boca una corriente de invectivas cáusticas? Ciertamente uno manifiesta sabiduría cuando no permite que las cosas pequeñas lo irriten.