Preguntas de los lectores
● Algunos tratan de justificar su divorcio y segundas nupcias diciendo que su anterior cónyuge cometió adulterio con otro en su corazón, aun cuando no lo cometió literalmente. Citan Mateo 5:27, 28. ¿Qué hay de tal manera de razonar?—F. R., Estados Unidos.
Tal manera de razonar es un esfuerzo desesperado pero inútil de justificarse uno mismo. Las palabras de Jesús que ellos tuercen para que sirvan sus propósitos egoístas son como siguen: “Ustedes oyeron que se dijo: ‘No cometerás adulterio.’ Pero yo les digo que todo el que sigue mirando a una mujer a fin de tener una pasión por ella ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.” (Mat. 5:27, 28, NM) El argumento de que tal pasión interior, no expresada, constituye adulterio y justifica el divorcio y segundas nupcias queda en la misma categoría del razonamiento marrullero, jesuítico, practicado por los fariseos cuando mediante sus tradiciones debilitaban y evadían y anulaban los mandamientos de Dios.—Mat. 15:3-9.
Cristo Jesús, mediante estas palabras, mostraba lo que se requería de un corazón que realmente fuera limpio, que no abrigara pensamientos y deseos impropios. No se trata simplemente de abstenerse de malas acciones por temor a los castigos o consecuencias, sino más bien se trata de amar la justicia tanto que no haya lugar en la mente y el corazón para abrigar anhelos incorrectos. No habrá lugar para considerar hechos malos si obedecemos Filipenses 4:8 (NM): “Finalmente, hermanos, cuantas cosas sean verdaderas, cuantas sean de importancia, cuantas sean justas, cuantas sean puras, cuantas sean amables, cuantas sean de buena reputación, cualquier virtud que haya y cualquier cosa que haya digna de alabanza, sigan considerando estas cosas.” Hechos inmorales no deben ser un tópico de conversación entre los cristianos, salvo que su discusión llegue a ser necesaria por alguna razón teocrática. (Efe. 5:3) La mente tiene que rehacerse con la justicia en mira, la vieja personalidad con sus pensamientos y prácticas lascivos ha de ser quitada para dar entrada a la nueva personalidad creada de acuerdo con la voluntad y justicia de Dios.—Rom. 12:2; Efe. 4:22-24; Col. 3:5-10, NM.
Si no desarraigamos los pensamientos malos de nuestra mente ellos crecerán allí y finalmente se abrirán paso en nuestras acciones. Como Santiago amonestó: “Cada uno es probado por medio de ser atraído e inducido por su propio deseo. Luego el deseo, cuando se ha hecho fértil, da a luz el pecado; en seguida, el pecado, cuando se ha realizado, produce la muerte.” (Sant. 1:14, 15, NM) Sin embargo note que es el pecado lo que produce la muerte, no sólo el deseo. El deseo incorrecto llevará a uno al pecado mortífero si se le abriga y se medita en él en vez de despedírsele de la mente y el corazón; pero hasta que da a luz el pecado efectivo la pena de muerte no se aplica. Jesús dijo: “Lo que emana del hombre es lo que contamina al hombre; porque de adentro, del corazón de los hombres, emanan razonamientos perjudiciales: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, codicias, actos de iniquidad, traiciones, conducta relajada, un ojo envidioso, blasfemia, altanería, acción insensata. Todas estas cosas inicuas emanan de adentro y contaminan al hombre.” (Mar. 7:20-23, NM) El mero pensar en dichas cosas no le traería a uno el castigo. Una llamarada de ira asesina que no se manifiesta en el hecho real del asesinato, sino que se refrena, no resulta en la ejecución del hombre como asesino. Ni un pensamiento apasionado para cometer adulterio pero el cual jamás se pone en acción lo haría culpable del pecado efectivo. Jamás, por lo tanto, sería base para divorcio. Pero son todos esos pensamientos malos los que el cristiano tiene que abatir y extirpar de mente y corazón de modo que nunca se robustezcan hasta el punto de resultar en acción pecaminosa, la cual acarrearía sobre su cabeza los castigos mortíferos. Nuestra mente tiene que ser pura. Eso es lo que Jesús recalcó en Mateo 5:27, 28.
● Tanto Jeremías 25:33 como Ezequiel 39:12 se refieren a los muertos en el Armagedón, no obstante uno dice que los muertos no serán enterrados y el otro dice que serán enterrados. ¿Cómo se armonizan los dos textos?—W. B., Canadá.
Jeremías 25:33 dice: “Y los muertos por Jehová en aquel día estarán tendidos de cabo a cabo de la tierra: no serán llorados, ni recogidos, ni enterrados, sino que serán como estiércol sobre la haz del campo.” Aquéllos muertos por Jehová no serán recogidos por los sobrevivientes del Armagedón y no recibirán un entierro o funeral formal acompañado de duelo y lamento. No habrá piedras conmemorativas para señalar dónde descansan sus restos y para simbolizar una esperanza de resurrección para ellos. Su existencia anterior no se guarda en la memoria de Jehová para que él los levante de entre los muertos, ni son recordados estos muertos impíos con algún duelo respetuoso por los siervos de Jehová que sobreviven a la guerra del Armagedón. Las aves y fieras por tanto tiempo maltratadas por los hombres impíos comerán su carne y dejarán limpios sus huesos.—Eze. 39:4, 17-20; Apo. 19:17-21.
No obstante los sobrevivientes al Armagedón no dejarán que la tierra permanezca llena de huesos emblanquecidos, sino que los enterrarán para limpiar la tierra, como Ezequiel 39:12 declara: “Y la casa de Israel los estará enterrando siete meses, a fin de purificar la tierra.” La ley mosaica declaraba inmundo por siete días a todo el que tocaba un cadáver humano, y asimismo la tierra quedaba profanada por dichos restos. El que un criminal ejecutado permaneciera expuesto era una profanación de la tierra, y la ley requería su entierro para evitar esto. (Núm. 19:11; Deu. 21:23) Tofet del valle de Hinnom quedó profanado porque llegó a ser un depósito de basura y cuerpos muertos. (2 Rey. 23:10) Por consiguiente con el tiempo tiene que haber un entierro de los huesos de aquéllos muertos en el Armagedón, pero sólo para limpiar la tierra, y no para conmemorar su existencia o denotar esperanza de resurrección.
● El libro “New Heavens and a New Earth” (“Nuevos cielos y una nueva tierra”) dice que Satanás ofreció hacer a Jesús el gobernante de la séptima potencia mundial. ¿No debería haber dicho sexta potencia mundial en vez de séptima?—A. W., Estados Unidos.
La declaración de referencia aparece al final de la página 109 y al principio de la página 110, como sigue: “Ofreciendo hacer a Jesucristo el gobernante de la séptima potencia mundial a condición de que sólo abandonara la adoración de Jehová e hiciera un solo acto de adoración al Dragón, Satanás el Diablo mostró a Jesús todos los reinos de la tierra habitada y le dijo en el monte de la tentación: ‘Yo le daré a usted toda esta autoridad y la gloria de ellos, porque ha sido entregada a mí y a quien yo quiera se la doy.’ Diferente a la bestia, Jesús rehusó.—Luc. 4:5-8, NM.”
La declaración está correcta como se presenta, queriéndose decir séptima, y no sexta. No se trataba de que Satanás diera a Jesús la sexta potencia mundial que entonces existía, y el cual imperio Jesús perpetuaría. No iba a ser una continuación del Imperio romano, la sexta potencia mundial, pero con Jesús en el mando; la oferta satánica era que la soberanía sería quitada a la sexta potencia mundial y dada a Jesús, y que Jesús entonces podría establecer su propio sistema de gobierno sobre los reinos de la tierra que él habría adquirido. Esta nueva potencia gobernante bajo Cristo llegaría a ser la nueva potencia en la tierra, reemplazando a la sexta potencia mundial, y por lo tanto ella misma llegando a ser la séptima potencia mundial de la historia. Pero Jesús rechazó la oferta, y no reemplazó a la sexta potencia mundial de Roma con un dominio suyo propio que así llegara a ser la séptima potencia mundial. Siglos después una séptima potencia mundial, a saber, el Imperio angloamericano, surgió y ocupó la posición en un tiempo ocupada por Roma; pero esta séptima potencia no es a la que se hace referencia en la declaración supracitada de “New Heavens and a New Earth”.