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  • ¿Fué Pedro el primer papa?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1956
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1956
w56 1/5 págs. 260-264

¿Fué Pedro el primer papa?

¿Es Pedro la roca sobre la cual Cristo edificó su iglesia? ¿Qué son las llaves que Jesús le dio a Pedro? ¿Fueron entregadas las llaves a sucesores? ¿Pretendió Pedro que él era el primer papa? ¿Se portó como papa? Aquí están las respuestas de la misma Palabra de Dios.

PERSONAS de corazón honrado no se oponen a un examen de los títulos del papa: “Vicario de Jesucristo” y “Sucesor de San Pedro, Príncipe de los Apóstoles.” ¿Son bíblicos? A los que les preguntan, los sacerdotes los refieren a las palabras de Jesús, en Mateo 16:18, 19 en la Biblia católica de Torres Amat: “Yo te digo que tú eres Pedro, y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas o poder del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos.” ¿Quiere decir esto, como pretende la iglesia católica romana, que Jesús nombró a Pedro como cabeza de su iglesia y el primer papa?

Para entender lo que Jesús quiso decir conviene examinar sus palabras y el contexto de ellas con la ayuda de una traducción moderna y exacta de la Biblia. Un día, cuando Jesús y sus apóstoles estaban en la vecindad de Cesarea de Filipo, él les preguntó: “¿Quién están diciendo los hombres que es el Hijo del hombre?” Las diferentes respuestas que la gente daba eran erróneas. De modo que Jesús les preguntó a sus apóstoles: “Ustedes, pues, ¿quién dicen que yo soy?” Simón Pedro fué rápido en contestar: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo.” A esto Jesús respondió: “Te digo: Tú eres Pedro [Petros, ‘una piedra,’ en el género masculino], y sobre esta masa de roca [en griego, petra, ‘una masa de roca,’ en el género femenino] edificaré mi congregación.”—Mat. 16:13-18, NM.

Lo que pronto llega a ser aparente es esto: al hablarse de la roca sobre la cual Cristo edificó su iglesia no se usa la misma palabra griega original que Jesús usó cuando se refirió a Pedro. Petros, el nombre que Jesús le dió a Pedro, está en el género masculino y quiere decir una piedra movible, un pedazo de roca; pero petra, la roca en que está edificada la iglesia, está en el género femenino y quiere decir una “masa de roca.” Si Jesús hubiese deseado que Pedro fuera la cabeza de su iglesia él hubiera dicho lo obvio: “Tú eres Petros y sobre este Petros edificaré mi iglesia.” ¡Pero Jesús no dijo eso! Tampoco dijo: “Tú, Pedro, edificarás mi iglesia.” Más bien, Jesús dijo: “Yo edificaré mi iglesia.” ¿Quién, entonces, es esta petra, la “masa de roca,” sobre la cual Cristo edifica su iglesia?

LA MASA DE ROCA IDENTIFICADA

Para ‘asegurarnos de todas las cosas’ como la Biblia dice que debemos hacer, nos es vital escudriñar las Escrituras para averiguar cómo Pedro mismo entendió las palabras de Jesús. ¿Realmente pensó Pedro que él era la petra, la masa de roca fundamental? ¡Al contrario! Él entendió que ese cimiento era Cristo mismo: “Entonces Pedro, lleno de espíritu santo, les dijo: ‘. . . en el nombre de Jesucristo el nazareno, a quien ustedes empalaron pero a quien Dios levantó de los muertos, por éste está este hombre de pie aquí delante de ustedes sano. Esta es “la piedra que ustedes los edificadores trataron como de ningún valor la cual ha llegado a ser la principal piedra angular”.’”—1 Tes. 5:21; Hech. 4:8-12, NM.

Si fuera Pedro la roca sobre la cual fué edificada la iglesia, él ciertamente lo hubiera sabido; y si lo supiera lo hubiese hecho vigorosamente claro en sus propias epístolas. Pero aun en sus propios escritos Pedro nunca se refiere a sí mismo como papa ni como cabeza de la iglesia. Más bien, él identifica a Cristo como la masa de roca fundamental: “Viniendo a él como a una piedra viva, desechada, es verdad, por los hombres, pero escogida, preciosa, para con Dios, ustedes mismos también como piedras vivas están siendo edificados en casa espiritual para servir el propósito de un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptos a Dios mediante Jesucristo. . . . Es para ustedes, por lo tanto, que él es precioso, porque ustedes son creyentes; pero para los que no creen, ‘la piedra idéntica que los edificadores rechazaron ha venido a ser la principal piedra del ángulo,’ y ‘piedra de tropiezo y masa de roca de ofensa’.”—1 Ped. 2:4-8, NM.

Pedro se reconoció como sólo una de las piedras vivas que componen la iglesia cristiana. Es verdad que, siendo apóstol de Jesucristo, Pedro estaba en los cimientos de la iglesia cristiana: “El muro de la ciudad también tenía doce piedras de fundamento, y en ellas los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.” Pero ningún escritor de la Biblia llama a Pedro la cabeza de la iglesia. La iglesia no es un edificio literal, sino un templo espiritual hecho de 144,000 piedras vivas, la congregación cristiana. La Biblia da abundante testimonio de que Cristo es la cabeza de la congregación. Declaró el apóstol Pablo concerniente a Cristo: “Él es la cabeza del cuerpo, la congregación.” Y de nuevo: “Han sido edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, mientras que Cristo Jesús mismo es la piedra angular de fundamento.”—Apo. 21:14; Col. 1:18; Efe. 2:20, NM.

Si quedara alguna duda respecto a la identificación de la masa de roca, ésta quedaría destrozada por estas palabras del apóstol Pablo: “Solían beber de la masa de roca espiritual que les seguía, y esa masa de roca [griego, petra] significó el Cristo.”—1 Cor. 10:4, NM.

De manera que cuando Jesús habló las palabras de Mateo 16:18, él quiso decir que él mismo, el que Pedro acababa de identificar como el Mesías, era la masa de roca fundamental sobre la cual la congregación cristiana sería edificada.

¿Cuándo empezó la doctrina de que Pedro es la cabeza de la iglesia y que él supuestamente tiene sucesores? Se estableció en la Iglesia católica romana en el credo niceno, 325 y 381 d. de J.C. Pero los cristianos puros e incorruptos de los días de los apóstoles nunca conocieron tal doctrina. De hecho, hasta el cuarto siglo los que se decían cristianos no admitían tal enseñanza. Cuando el obispo católico romano austríaco José Strossmayer pronunció su discurso ante el colegio de cardenales en 1870, ocasión en que se consideró el dogma de la infalibilidad del papa, él hizo claro este punto:

“De todos los doctores de la antigüedad cristiana San Agustín ocupa uno de los primeros lugares en cuanto a conocimiento y santidad. Escuchen entonces lo que él escribe en su segundo tratado acerca de la primera epístola de San Juan: ‘¿Qué quieren decir las palabras, yo edificaré mi iglesia sobre esta roca? Sobre esta fe, sobre aquella que decía: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo.’ En su tratado acerca de San Juan hallamos esta frase muy significativa—‘Sobre esta roca que tú has confesado yo edificaré mi iglesia, ya que Cristo era la roca.’ Tan poco creyó el gran obispo que la iglesia estaba edificada sobre San Pedro que él dijo a la gente en su sermón décimotercio: ‘Tú eres Pedro, y sobre esta roca (petra) que tú has confesado, sobre esta roca que tú has conocido, diciendo: Tú eres Cristo el Hijo del Dios vivo, yo edificaré mi iglesia—sobre Mí mismo, quien soy el hijo del Dios vivo: Yo la edificaré sobre Mí, y no a Mí sobre ti.’ Lo que San Agustín creía acerca de este celebrado pasaje era la opinión de toda la cristiandad de su tiempo [como en 400 d. de J.C.].”

LLAVES DEL REINO

Pero, ¿qué hay de las llaves que Jesús le dió a Pedro? ¿Prueban ellas que Pedro fué el primer papa? Para contestar eso tenemos que saber qué eran las llaves. Bíblicamente se usa una llave para representar el privilegio de revelar verdades ocultas. Por ejemplo, los escribas y fariseos tenían el deber de explicar las verdades de la Palabra de Dios a la gente, pero no lo hicieron; peor aún, le quitaron a la gente la oportunidad de entender. De modo que Jesús dijo de esos líderes religiosos: “¡Ay de ustedes que están versados en la Ley, por cuanto han quitado la llave de conocimiento!” Las llaves que Jesús le dió a Pedro, entonces, no son literales. Representan la revelación del conocimiento acerca de la oportunidad de entrar en el reino de los cielos.—Luc. 11:52, NM.

El conocimiento acerca de que Cristo tendría un reino celestial y que 144,000 personas de entre la humanidad reinarían con él en su reino fué por largo tiempo un secreto. Pero en el Pentecostés, 33 d. de J.C., Dios por medio de Cristo usó a Pedro para revelar a los judíos creyentes el significado del secreto sagrado. De este modo Pedro, dirigido por el cielo, abrió el significado del “secreto sagrado que fué ocultado desde los sistemas de cosas pasados y desde las generaciones pasadas.”—Col. 1:26, NM.

Por tres años y medio los apóstoles predicaron el evangelio exclusivamente a los judíos. Entonces llegó el tiempo para que Pedro usara la segunda llave. Esto fué en 36 d. de J.C. El cielo dirigió a Pedro de modo que éste fuera a la casa del soldado romano Cornelio, un gentil, para explicar las buenas nuevas. Cornelio y su familia creyeron. Y, cosa que sorprendió a los cristianos judíos, el espíritu santo de Dios fué derramado sobre creyentes no judíos: “Mientras todavía estaba hablando Pedro acerca de estos asuntos el espíritu santo cayó sobre todos los que escuchaban la palabra. Y los fieles que habían venido con Pedro que eran de los circuncisos estaban asombrados, porque el don gratuito del espíritu santo estaba siendo derramado también sobre gente de las naciones.” Y el “secreto sagrado” por primera vez llegó a tener significado vital para gente de las naciones. Pues ahora la puerta de oportunidad para entrar en el reino celestial estaba abierta a gente de cualquier nación. “En otras generaciones este secreto no se reveló a los hijos de los hombres como se ha revelado ahora a sus santos apóstoles y profetas por espíritu, a saber, que personas de las naciones deberían ser coherederos y miembros compañeros del cuerpo y participantes con nosotros de la promesa en unión con Cristo Jesús por medio de las buenas nuevas.”—Hech. 10:44, 45; Efe. 3:5, 6, NM.

De modo que Pedro fué bendecido con el privilegio de abrir la puerta de la oportunidad de entrar en el reino celestial, primero a los judíos y luego a los no judíos. Dijo Pedro: “Hermanos, ustedes bien saben que desde los días tempranos Dios hizo la selección entre ustedes de que mediante mi boca personas de las naciones oyeran la palabra de las buenas nuevas.”—Hech. 15:7, NM.

Fíjese en las palabras de Pedro: “Dios hizo la selección entre ustedes.” Siempre Dios por medio de Cristo dirigió las cosas. Nunca tuvo Pedro la prerrogativa de enseñar todo cuanto le pareciera bien a él enseñar. El cielo dirigió todos los pasos de Pedro. Dijo Jesús: “Yo te daré las llaves del reino de los cielos, y cualquier cosa que ates sobre la tierra habrá sido atada en los cielos, y cualquier cosa que desates sobre la tierra habrá sido desatada en los cielos.” Pedro tenía el poder para enseñar sólo lo que Cristo ya había desatado en el cielo. En otras palabras, Pedro no había de formular ninguna enseñanza propia, sino esperar que Cristo la desatara en el cielo. Así, el recibir Pedro las llaves no le dió la supremacía absoluta sobre la iglesia en cuanto a enseñar.—Mat. 16:19, NM.

Además, una vez que Pedro usara las llaves, no habría más uso para ellas.

NINGUNA SEMEJANZA A PAPA ALGUNO

Si Pedro hubiese sido el primer papa, ¿no lo hubiera sabido él? Sin embargo, ni siquiera una vez se llamó a sí mismo “Soberano Pontífice” o papa. En ninguna parte de sus escritos pretendió tener la supremacía, infalibilidad o el derecho de tener un sucesor. Es inconcebible el que Pedro se quedara en silencio respecto a estos temas tan importantes.

Si Pedro fué el vicario de Cristo, ¿por qué no se portó nunca como un papa? Pedro nunca se estableció en una residencia suntuosa. Nunca alquiló a un pequeño ejército para que lo protegiera. Nunca se vistió de ropa extremadamente diferente a la de sus hermanos. Nunca hizo que sus hermanos lo llevaran en una silla papal semejante a la que usaban los reyes egipcios. ¿Por qué no se portó nunca como un papa? Porque él obedeció el mandato de Jesús: “No llamen a nadie su padre en la tierra, porque Uno solo es su Padre, el Celestial. Ni tampoco se llamen ‘caudillos’, porque uno solo es su Caudillo, el Cristo.”—Mat. 23:9, 10, NM.

Pedro tuvo amplia oportunidad de portarse como lo hace el caudillo de la Iglesia católica romana, pero nunca lo hizo. Cuando Pedro usó la segunda llave y trajo a Cornelio el camino de salvación de Jehová, el relato bíblico dice: “Al tiempo que Pedro entró, Cornelio lo recibió, se postró a sus pies y lo reverenció. Pero Pedro lo levantó, diciendo: ‘Levántese; yo mismo soy hombre también.’” (Hech. 10:25, 26, NM) ¿Le extendió Pedro un anillo al Cornelio postrado? No, Pedro levantó a Cornelio, diciendo: “Levántese; yo mismo soy hombre también.” ¿Quién jamás oyó decir que un papa levantara a algún hombre postrado ante él, admitiendo su propia insignificancia comparativa e igualdad con otros hombres?

Y ¿dónde está la semejanza en cuanto al asunto de la simonía? Simón el mago trató de sobornar a Pedro para que le diera el privilegio de otorgar el espíritu santo a quien se le antojara. Pedro rehusó. Pero los papas son notorios por aceptar y ofrecer sobornos. Alejandro VI, en 1492, consiguió el papado por medio del soborno. Cuando el reformador Savonarola hizo una lista de los crímenes de este papa, ¡el papa trató de silenciarlo ofreciéndole un capelo de cardenal! El papa Benedicto IX vendió su pontificado a Gregorio VI. Julio II, dice The Catholic Encyclopedia, “no vaciló en usar el soborno” para conseguir la corona papal. Aunque están ostensiblemente opuestos a la simonía, los papas han recurrido a ella tan a menudo que sobre el asunto de las elecciones papales The Encyclopædia Britannica dice: “Un estudio de la historia de los conclaves papales deja al estudiante con la convicción de que aun no se ha efectuado ninguna elección que no haya estado contaminada con la simonía, mientras que en gran número de los casos la simonía practicada en el conclave ha sido de la clase más grosera, desvergonzada y manifiesta.” Pedro se portó muy diferente a los papas cuando rehusó el soborno de Simón: “Perezca su plata consigo, porque usted pensó conseguir posesión del don gratuito de Dios mediante el dinero.”—Hech. 8:9-24, NM.

Si Pedro fué el primer papa, ¿cómo es que Jesús no escogió a uno que pudiera poner el ejemplo propio para papas futuros? Pues a los papas se les prohibe casarse, pero Pedro era casado. Tanto Marcos como Lucas hablaron de “la suegra de Simón.” Y el apóstol Pablo escribió: “Tenemos autoridad para llevar con nosotros a una hermana como esposa, así como los demás de los apóstoles y los hermanos del Señor y Cefas [Pedro], ¿no es así?” Pero los papas no tienen esta autoridad.—Mar. 1:30; Luc. 4:38; 1 Cor. 9:5, NM.

Si Pedro fué un papa infalible, ¿cómo es que resultó estar equivocado tantas veces? Momentos después que Jesús habló lo de Mateo 16:18, Pedro mostró que le faltaba mucho para ser infalible; y Jesús tuvo que reprenderlo, diciendo: “¡Ponte detrás de mí, Satanás! Me eres un tropiezo.” ¿Se dirigiría Cristo a la infalible cabeza de su iglesia con términos tales como “Satanás” y “tropiezo”? Repetidas veces Pedro manifestó que no era infalible. Una vez él perdió fe mientras andaba sobre el agua, y se hundió. Una vez usó su espada cuando no debiera haberlo hecho. Hasta negó que conocía a Jesús. Y después de la muerte de Cristo él aun no entendía que Cristo había de ser levantado de la muerte. Más tarde Pedro cayó en una mala práctica y Pablo tuvo que corregirlo.—Mat. 16:22, 23; 14:29-31; Luc. 22:31-34; Juan 18:10, 11; Gál. 2:11, NM.

NO EL “PRÍNCIPE DE LOS APÓSTOLES”

Al papa se le llama “Sucesor de San Pedro, Príncipe de los Apóstoles.” Pero la Biblia no da el más mínimo indicio de que él fuera “príncipe de los apóstoles.” Al contrario, suministra abundante evidencia de que él fué sólo uno de los apóstoles y no el principal. En Gálatas 2:9 (NM) Pablo escribe de “Santiago y Cefas [Pedro] y Juan, los que parecían ser pilares.” Sin embargo, él pone a Santiago primero. ¿Hubiera menospreciado Pablo al “príncipe de los apóstoles” poniendo su nombre segundo en esta lista, si Pedro fuera realmente el principal de los apóstoles? En una reunión en Jerusalén Pedro presentó un discurso, pero fué Santiago quien presidió e hizo las decisiones. Si fuera Pedro el principal apóstol difícilmente hubiera dejado que Santiago presidiera una reunión tan importante.—Hech. 15:13-19, NM.

Finalmente, el último apóstol vivo fué Juan, no Pedro. Esto no sería el arreglo lógico si Pedro fuera un papa. Y aquí está algo que estimula el pensamiento: The Catholic Encyclopedia alista a cuatro papas como sucesores de Pedro: San Lino, San Anacleto I, San Clemente I y San Evaristo, el último de los cuales reinó como en 99 d. de J C. Ahora bien, el apóstol Juan vivió hasta alrededor de 100 d. de J.C. o más tarde. Sin embargo, Juan, en sus escritos, no mencionó ni siquiera una vez el nombre de alguno de estos papas ni aun el hecho de que existiera papa alguno. ¿Por qué el silencio respecto a asuntos tan extremadamente vitales? Más raro aún es el hecho de que cuatro papas supuestamente sucedieron a Pedro durante la vida del apóstol Juan. Sin embargo, si hubiera de haber un sucesor, Juan, el discípulo amado de Jesús y apóstol del Cordero y una de las doce piedras de fundamento, sería la selección más lógica.

¿A qué conclusión hemos de llegar, entonces? A la conclusión de que Pedro nunca tuvo un sucesor. De que Pedro era sencillamente uno de los apóstoles, una de las doce piedras de fundamento y no la principal piedra angular o masa de roca sobre la cual la congregación es edificada. De que Pedro usó las llaves del reino y de que las llaves no pueden usarse otra vez ni ser pasadas a otra persona. De que Pedro no fué “príncipe de los apóstoles.” De que Pedro no se portó como un papa. De que la roca sobre la cual Cristo edifica su congregación es Cristo mismo. Así es como ante la luz destructora de errores que brilla de la Palabra de Dios yace descubierto uno de los engaños más colosales de todo tiempo. Pedro no fué el primer papa.

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