El punto de vista bíblico
La modestia... ¿“la virtud que menos vale,” o una muy valiosa?
“LA MODESTIA,” escribió William Hazlitt, autor y crítico inglés del siglo pasado, “es la virtud que menos vale y es una confesión de la deficiencia que ésta indica. Es justo que la persona que se subestima a sí misma sea subestimada por otras.”
¿Comparten este punto de vista sobre la modestia los escritores inspirados de la Biblia? ¿Es la modestia un indicio de deficiencia en la personalidad, “la virtud que menos vale,” una señal de debilidad? ¿Cuánto valora usted a la persona modesta?
A menudo se usa la palabra “modestia” con relación al vestir y el arreglo personal apropiados. Con relación a esto, el apóstol Pablo exhortó a evitar la extravagancia llamativa cuando aconsejó: “Deseo que las mujeres se adornen en vestido bien arreglado, con modestia y buen juicio, no con estilos de cabellos trenzados y oro o perlas o traje muy costoso, sino de la manera que es propio de mujeres que profesan reverenciar a Dios, a saber, por medio de obras buenas.” (1 Tim. 2:9, 10) Este consejo, que aplica por igual a ambos sexos, no está en contra de que uno esté bien arreglado, pero sí enfatiza lo incorrecto, desde el punto de vista cristiano, de la indecencia, la vanidad y la ostentación en el vestir y el arreglo personal. Sin embargo, el adorno más importante de una persona lo son sus “obras buenas.”
En su aplicación, el significado de la palabra “modestia” no se limita a la apariencia exterior de uno. Cuando se refiere a cualidades de la mente y el corazón, significa tener una estimación apropiada de uno mismo, estar consciente de las limitaciones de uno. Desplegar modestia significa estar libre de pretensión, presuntuosidad, vanidad, orgullo y jactancia. La persona modesta vive de acuerdo con las palabras de Proverbios 27:2, que dice: “Alábete un extraño, y no tu propia boca; hágalo un extranjero, y no tus propios labios.” ¿No valoraría mucho usted a un amigo que mostrara esta clase de personalidad?
Más bien que degradar la modestia, el antiguo profeta Miqueas se refiere a ésta como un requisito de Dios. “Él te ha dicho, oh hombre terrestre, lo que es bueno. ¿Y qué es lo que Jehová está pidiendo de vuelta de ti sino . . . ser modesto al andar con tu Dios?”—Miq. 6:8.
La modestia al andar con Dios no es señal de debilidad, sino de una evaluación realista de la posición de uno ante el Creador. La modestia proviene de estar uno consciente de que depende de Dios, del reconocimiento de la condición pecaminosa de uno en contraste con la pureza y santidad de Dios. En vez de exhibir una indecorosa confianza en sí misma, la persona modesta obra su propia salvación “con temor y temblor.”—Fili. 2:12.
La grandeza de la creación produce en la persona modesta un sentido de admiración, un sentimiento de humildad. Es interesante notar que esta actitud se muestra en las palabras del fallecido científico de renombre mundial Albert Einstein, quien dijo: “Toda persona que está seriamente envuelta en la profesión de la ciencia se convence de que en las leyes del Universo se manifiesta un espíritu... un espíritu inmensamente superior al del hombre, y uno ante el cual nosotros, con nuestros modestos poderes, tenemos que sentirnos humildes.” Esta declaración no lleva a uno a concluir que Einstein pensara que la modestia fuera “la virtud que menos vale.”
Si alguien hubiese tenido razón para jactarse de su relación con Jehová Dios, ése seguramente sería Jesucristo, “el principio de la creación por Dios,” el “obrero maestro,” el “Hijo unigénito” y el vocero principal de Dios. (Rev. 3:14; Pro. 8:30; Juan 3:16; 1:1). Sin embargo, modestamente Jesús rehusó aceptar títulos pretenciosos. Reconociendo la autoridad de su Padre, dijo: “No puedo hacer ni una sola cosa de mi propia iniciativa . . . porque no busco mi propia voluntad, sino la voluntad del que me envió.” (Juan 5:30) A un gobernante que lo llamó “Buen Maestro,” Jesús dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino uno solo, Dios.” (Luc. 18:18, 19) ¿Opina usted que estas declaraciones revelan una deficiencia en la personalidad de Jesucristo? Ciertamente la actitud modesta de él con relación a Dios contribuyó a que fuera, sobre todos los demás, la personificación de la hombría perfecta.
Pero, ¿qué hay de la modestia en las relaciones humanas? Al invitar a los discípulos a venir a él, Jesús dijo: “Soy de genio apacible y humilde de corazón.” (Mat. 11:28-30) El apóstol Pablo escribió a la congregación cristiana de Roma: “Pues por la bondad inmerecida que se me dio digo a cada uno que está allí entre ustedes que no piense más de sí mismo de lo que es necesario pensar; sino que piense de tal modo que tenga juicio sano, cada uno según le haya distribuido Dios una medida de fe.”—Rom. 12:3.
El hecho de que la modestia es una cualidad deseable al tratar con nuestro semejante se demostró por la manera en que Pablo abordó a sus compañeros creyentes de la congregación corintia. Refiriéndose primero al hecho de que Dios estima a las personas modestas, escribió:
“Pues ustedes contemplan su llamamiento por él, hermanos, que no muchos sabios según la carne fueron llamados, no muchos poderosos, no muchos de nacimiento noble; sino que Dios escogió las cosas necias del mundo, para avergonzar a los sabios; y Dios escogió las cosas débiles del mundo, para avergonzar las cosas fuertes; y Dios escogió las cosas innobles del mundo y las cosas menospreciadas, las cosas que no son, para reducir a la nada las cosas que son, a fin de que ninguna carne se jacte a la vista de Dios. . . . para que sea así como está escrito: ‘El que se jacta, jáctese en Jehová.’ Y así es que yo, cuando fui a ustedes, hermanos, no fui con extravagancia de habla o de sabiduría al declararles el secreto sagrado de Dios. Porque decidí no saber cosa alguna entre ustedes salvo a Jesucristo, y a él fijado en el madero. Y fui a ustedes en debilidad y en temor y con mucho temblor; y mi habla y lo que prediqué no fueron con palabras persuasivas de sabiduría, sino con una demostración de espíritu y poder, para que la fe de ustedes no estuviese en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.”—1 Cor. 1:26-2:5.
Si usted hubiese sido un miembro de aquella congregación corintia, ¿no habría respondido afectuosamente a la humilde manera de abordar del apóstol? Por otro lado, ¿cómo se hubiese sentido usted si él hubiese sido presumido, arrogante, pretencioso... inmodesto?
Sí, quizás haya una tendencia de parte de algunos, tal vez sinceramente, a menospreciar o hasta a ridiculizar la virtud cristiana de la modestia. Pero una evaluación honrada del asunto nos lleva a esta conclusión inspirada: “Detrás de la soberbia viene la deshonra, con la modestia va la sabiduría.”—Pro. 11:2, Nácar-Colunga.
“Cuando, pues, les hubo lavado los pies . . . les dijo: ‘¿Saben lo que les he hecho? Ustedes me llaman: “Maestro,” y, “Señor,” y hablan correctamente, porque lo soy. Por eso, si yo, aunque soy Señor y Maestro, les lavé los pies a ustedes, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Porque yo les puse el modelo, que, así como yo hice con ustedes, ustedes también deben hacerlo.’”—Juan 13:12-15.