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¿Recuerda usted?La Atalaya 1978 | 1 de julio
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En la Biblia, los riñones representan lo que en realidad uno es, su personalidad subyacente. Porque los riñones están situados en lo muy profundo del cuerpo, de ellos se puede decir que están en lo más recóndito de la persona. En el caso de David, el consejo de Jehová había llegado a formar parte de su personalidad. Ese consejo estaba enclavado profundamente en su interior; en los riñones por decirlo así. Por eso, sus riñones, es decir, el consejo de Jehová enclavado en lo interior de David, podía corregirlo durante las horas de la noche en que estaba despierto.—1/5 Págs. 24, 25.
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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1978 | 1 de julio
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Preguntas de los lectores
● Si muchachos de la casa de ancianos o siervos ministeriales llegan a estar bajo ‘acusación de disolución,’ ¿qué determina si el cabeza de familia puede continuar sirviendo a la congregación bajo nombramiento?
Las Escrituras muestran con gran claridad que los hombres casados que sirven en la congregación deben ser cabezas de familia ejemplares. Leemos: “El superintendente por lo tanto debe ser . . . hombre que presida su propia casa excelentemente, teniendo hijos en sujeción con toda seriedad; (si de veras no sabe algún hombre presidir su propia casa, ¿cómo cuidará de la congregación de Dios?).” (1 Tim. 3:2, 4, 5) “Los siervos ministeriales sean esposos de una sola mujer, presidiendo de manera excelente a los hijos y sus propias casas.”—1 Tim. 3:12.
Correctamente, la congregación espera que los ancianos, siervos ministeriales y sus familias sean excelentes ejemplos de vivir cristiano. (Compare con 1 Timoteo 4:12; 1 Pedro 5:3.) El que esto dejara de ser así pudiera tener efecto dañino en el bienestar espiritual de la congregación. Por ejemplo, si los hijos de los ancianos y siervos ministeriales son negligentes en cuanto a la aplicación de los principios bíblicos, esto puede hacer que otros muchachos de la congregación se envalentonen y hagan lo mismo y excusen su mala conducta. (Compare con 1 Corintios 8:9-13; 10:31, 32.) La situación se hace aún más seria cuando hijos de ancianos y siervos ministeriales participan en la comisión de males crasos.
Por eso, cuando esos muchachos acarrean vergüenza a la familia y la congregación, el cuerpo de ancianos debe determinar si el padre califica o no para continuar sirviendo de anciano o de siervo ministerial. El que personalmente el individuo piense que califica para servir a pesar de los desenvolvimientos que se hayan producido en su casa no debe determinar la decisión a que llegue el cuerpo de ancianos.
Para que un hombre continúe sirviendo, debería haber clara evidencia de que está capacitado para dar la ayuda espiritual necesaria a su casa y que no ha sido seriamente negligente en ese sentido. El padre alerta por lo general puede descubrir los problemas que hay en su familia antes de que no se les pueda controlar. Como hombre que sabe presidir su casa, puede dar los pasos necesarios para controlar las situaciones indeseables en su familia. Aunque sus hijos quizás cometan males, él debería poder darles la guía y disciplina necesarias para que no lleguen a ser personas ‘disolutas.’—Tito 1:6.
Por supuesto, pudiera haber ocasiones en que un hijo se alejara del camino de la verdad o se deslizara a la comisión de males a pesar de los encomiables esfuerzos del padre por ayudar espiritualmente a la familia. Bien puede ser que sus otros hijos sean excelentes ejemplos del vivir cristiano, en testimonio de que han recibido buena educación y entrenamiento de los padres. Por otra parte, si un menor tras otro mientras residen en la casa se meten en profundas dificultades espirituales al llegar a cierta edad, y acarrean oprobio a la familia y la congregación, hay seria duda con relación a si el padre está ‘presidiendo su casa excelentemente.’ Entonces hay que ejercer cuidado para no excusar la situación por medio de sencillamente señalar a ejemplos bíblicos de individuos que no resultaron ser lo que pudiera haberse esperado, entre ellos Esaú, los hijos de Samuel y otros por el estilo. (Gén. 25:27-34; 26:34, 35; 1 Sam. 8:2, 3, 5) Debe tenerse presente que la mayoría de las personas a las cuales se hace referencia en la Biblia como individuos que se descarriaron eran adultos, plenamente capacitados para tomar sus propias decisiones. No estaban sujetos a la misma clase de autoridad y guía a que lo están los menores de una casa, y de éstos es de quienes estamos tratando aquí.
En vista del peligro espiritual que puede representar para la congregación el que los hijos de ancianos o siervos ministeriales participen en la comisión de un mal verdaderamente craso, los hombres cuyos hijos se ven envueltos en una situación de esta índole deben cooperar
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