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  • ¿Puede usted habérselas con el adelantamiento?

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  • ¿Puede usted habérselas con el adelantamiento?
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¡Despertad! 1975
g75 22/1 págs. 19-20

¿Puede usted habérselas con el adelantamiento?

¿A QUIÉN no le gusta progresar? ¿Quién no disfruta de recibir el reconocimiento? ¿Quién no aprecia recibir un ascenso o promoción en su lugar de trabajo, o en el grupo o comunidad en particular de la cual forma parte? No solo es atrayente la idea de una promoción debido a la prominencia, honor o gloria concomitantes, sino que a menudo está asociado con la ganancia material, y esto hace a la promoción aun más deseable.

Pero sea precavido, no esté demasiado ansioso por adelantar. Porque casi invariablemente con el adelantamiento vienen cargas añadidas. A menudo hay que aprender cosas nuevas, junto con más responsabilidades y trabajo. Frecuentemente una promoción perjudica la salud de uno, o su vida de familia, o interfiere seriamente con la adoración que uno da a su Hacedor. Además tenga en mente que cuanto más alto progrese uno más intensa es la competencia y mayor el riesgo de ser reemplazado por un trabajador más ambicioso o capacitado. Bien se ha dicho que “reposa inquieta la cabeza que ciñe una corona.”

Si uno recibe reconocimiento en la forma de una promoción de una clase u otra, debe cuidarse de que no se le suba a la cabeza, por decirlo así, o quizás arruine las cosas tanto para sí mismo como para otros. Puede que otros estén un poco envidiosos de usted y si se muestra demasiado complacido con el buen éxito y lo demuestra, quizás haga que las relaciones entre uno y otros se deterioren. Recuerde, todavía necesitará la cooperación de otros si ha de tener buen éxito en su nuevo puesto. Una actitud altanera, temeraria de parte de uno le hará difícil a otros tragarse su orgullo, mientras que una actitud humilde y modesta se ganará la cooperación de los otros.

El razonar un poco sobre el tema le será útil. Si uno tiene alguna ventaja sobre otros, pudiera preguntarse hasta qué grado esto quizás sea el resultado de factores genéticos, como el que uno haya nacido con una buena mente y un cuerpo sano. Además, quizás uno haya sido afortunado de haber sido bendecido con padres prudentes y amorosos y por eso tuvo oportunidades de educarse y adquirir buen juicio que otros quizás no han tenido. Tampoco es esto todo. ¿No se habrá debido a su progreso a circunstancias afortunadas, lo que algunos llaman “suerte”?

De hecho, el adelantamiento debería tener un efecto humillador sobre una persona. Un hombre que evidentemente supo cómo aceptar una promoción sin cambiar de actitud es el poeta inglés sir John Betjeman. De sus logros se dice: “El mejor modo de describir su poesía es el decir que es sencilla y directa . . . Sus temas incluyen recuerdos de la infancia, familias de clase media, amor, muerte, tristeza y, por supuesto la naturaleza.” En octubre de 1972, se le designó poeta laureado de la Gran Bretaña, el más grande honor que podía recibir como poeta inglés. Al preguntársele en cuanto a su reacción a este honor, declaró: “Mi reacción ante el nombramiento tuvo tres etapas. Primero sorpresa, entonces un sentimiento de humildad, y después placer.” Continuó diciendo: “Es un verdadero honor, especialmente cuando pienso en mis predecesores, poetas como Tennyson y Wordsworth. Pero no quiero decir que mi poesía se acerque al mérito de esos dos.”

Se dice que este poeta es un hombre modesto, aunque es el más popular de los poetas ingleses; sus libros de poemas han llegado a establecer marcas en las ventas. Pero como él mismo dice, su éxito con sus poemas mayormente es un asunto de circunstancias afortunadas, aunque reconoce que tiene “un oído para la música y evidentemente a la gente le gusta el verso con rima y metro.”

Otra lección que se podría aprender del nombramiento de este poeta es la de no impacientarse por adelantar. Cuando fue nombrado él ya había pasado la edad en que la mayoría de los hombres se retiran, pues tenía 67 años de edad. Con mucha experiencia, pudo aceptar este honor con la debida modestia. Una persona que carece de experiencia fácilmente puede hincharse con orgullo si recibe una promoción, para perjuicio de sí mismo y de otros. Por esta razón uno puede ver por qué el apóstol Pablo aconsejó que un novicio, un hombre recientemente convertido, no debía ser asignado como un superintendente en la congregación cristiana. Esa asignación pudiera dejarlo expuesto al lazo del orgullo.—1 Tim. 3:6, 7.

Cuando uno recibe una promoción existe el peligro de que uno llegue a engreírse, un hecho que Dios tomó en cuenta cuando dio instrucciones a su pueblo de Israel para cuando ellos pidieran un rey. Al que fuera escogido para gobernar como rey en Israel, se le ordenó: “Cuando se siente sobre el trono de su reino, tiene que escribir en un libro para sí una copia de esta ley . . . Y ésta tiene que continuar con él, y él tiene que leer en ella todos los días de su vida, a fin de que . . . no se eleve su corazón sobre sus hermanos.” Ahora bien, es probable que el lector nunca llegue a ser rey, pero aplica el mismo principio en su caso. Si recibe una promoción nunca piense que es debido a que usted es mucho mejor que los que trabajan o sirven o adoran a su lado.—Deu. 17:18-20.

En el Israel de la antigüedad reinó un rey que ilustró bien el modo correcto de aceptar el adelantamiento. Fue Salomón, el hijo del rey David. Por su modestia y humildad mostró que podía aceptar una promoción. Al llegar a ser rey, Dios se le apareció en un sueño y le dijo: “Solicita lo que debo darte.” ¡Qué gran ofrecimiento fue ése! Si se le hubiera hecho al lector, ¿qué hubiera pedido usted? ¿Riqueza, fama, larga vida? Salomón no pidió ninguna de estas cosas. Lo que más pesaba sobre su mente era el gran trabajo de gobernar apropiadamente a sus súbditos. Él sabía muy bien cuánto le faltaba en experiencia y sabiduría. Así es que contestó: “Tienes que dar a tu siervo un corazón obediente para juzgar a tu pueblo, para discernir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién es capaz de juzgar a este difícil pueblo tuyo?”—1 Rey. 3:5, 9.

Su petición agradó tanto a Jehová Dios que le dijo a Salomón (por supuesto, por medio de un ángel): “Por motivo de que has solicitado esta cosa,” y no has hecho alguna petición egoísta, “ciertamente te daré un corazón sabio y entendido.” Y Salomón ciertamente demostró ser el rey más sabio que jamás se haya sentado sobre un trono humano.—1 Rey. 3:11-28; 4:29-34.

Además del orgullo, otro lazo del cual uno tiene que cuidarse si recibe una promoción o un adelantamiento es la tentación de usar el nuevo cargo o puesto para obtener ganancias egoístas. Sabiamente al Moisés de la antigüedad se le aconsejó que al nombrar jueces él debería escoger “hombres capaces, temerosos de Dios, hombres dignos de confianza, que odien la ganancia injusta.” (Éxo. 18:21) ¡Cuán pocos hoy día en encumbrados puestos religiosos, políticos, judiciales, así como comerciales verdaderamente odian las ganancias injustas!

¿Ha recibido usted una promoción? Muestre que puede aceptarla por medio de continuar siendo modesto y humilde, por medio de no abusar de su poder y por medio de no ceder a la tentación de adquirir ganancias injustas. El leer diariamente la Palabra de Dios le ayudará a lograr esas metas nobles.

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