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Lealtad con un corazón unificadoLa Atalaya 1962 | 1 de abril
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Dios Todopoderoso decimos, con las palabras del salmista David: “Oh guarda mi alma, sí, porque soy leal.” (Sal. 86:2) Al ser leales a Jehová Dios y su reino no podemos equivocarnos y sufrir por ello sin remedio. Confiamos en que cumpla su promesa de dirigir nuestros pasos en el camino correcto. Acerca de él está escrito: “Él guarda los pies de sus leales; en cuanto a los inicuos, se les silencia en la oscuridad, porque no es por poder que un hombre se prueba superior.”—1 Sam. 2:9.
31 ¡Qué fuerza fortalecedora es esa promesa para nuestros corazones y nervios! Esta promesa también: “Para los que andan en integridad él es un escudo, por medio de observar las sendas de juicio, y él guardará el mismo camino de sus leales.” (Pro. 2:7, 8) ¡Qué recompensa presente es ésta por ser nosotros leales a Jehová Dios con un corazón unificado en el temor de su nombre! Él nos recompensa aun ahora porque desea que gocemos de recompensa duradera en su nuevo mundo, el cual será heredado y habitado por todos aquellos que por siempre son leales a él.
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Profetizando con la organización lealLa Atalaya 1962 | 1 de abril
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Profetizando con la organización leal
1. (a) ¿Qué lealtad relacionada se exige en nuestra lealtad a Dios? (b) ¿Al dar lealtad a qué organizaciones religiosas no está dando lealtad la gente a Dios?
LA LEALTAD a Dios, quien creó y organizó el cielo y la Tierra, exige lealtad a su organización. Hoy día muchas personas piensan que por su lealtad a una organización religiosa son leales a Dios. Pero pueden estar equivocadas acerca de esto. Entre las cosas que se predijo que aparecerían en nuestro día se hallan individuos y organizaciones a quienes se describe como siendo “amantes de placeres más bien que amantes de Dios, teniendo una forma de devoción piadosa pero mostrándose falsos a su poder.” (2 Tim. 3:1, 4, 5) Estos hacen pretensiones religiosas; alegan estar dedicados a Dios; efectúan ceremonias religiosas hechas por el hombre y que son conducidas por hombres que son ordenados como sacerdotes, obispos, diáconos, reverendos y doctores en divinidad. Al mismo tiempo se dedican a las cosas materiales, a satisfacer la carne más bien que al espíritu, y así dejan ver que no son la verdadera organización de Dios. Se revelan como amantes de las cosas placenteras y de los deportes, los juegos y las apuestas de este mundo, y no muestran el poder de la verdadera devoción piadosa en su vida. La conducta de ellos desmiente la sinceridad de su devoción piadosa exterior. Su lealtad es a una organización falsa, y no al “Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.” (Efe. 1:3) Su lealtad es a una organización religiosa que es falsa a Dios, una organización que Dios no posee como su organización.
2, 3. (a) ¿A cuál organización nos manda Dios que seamos leales, y qué día hace diecinueve siglos decidió esto para nosotros? (b) En aquel día, ¿cómo se mostró que la congregación cristiana es la organización a la cual ser leal?
2 La organización visible a la cual Dios nos ordena que seamos leales es aquella sobre la cual ha derramado su espíritu santo. Hace más de diecinueve siglos, en el día festivo del Pentecostés de 33 d. de J.C.,
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