¿Sabe usted lo que leen sus hijos?
“MAMÁ, no voy a leer más los libros de ella”, declaró Shana, de 11 años de edad. Se refería a una bien conocida autora de libros para niños. Cuando a Shana se le preguntó por qué había tomado dicha decisión, ella mostró a su madre varios pasajes de cierto libro que contenían obscenidades. Dice la madre: “Quedé asombrada, porque hasta entonces creí que había revisado los libros que leían nuestros hijos, pues generalmente leía las cubiertas de los libros para saber de qué trataban. Pero jamás se me había ocurrido que libros escritos para niños de 10 a 12 años de edad pudieran contener tal lenguaje. De modo que, después de encomiar a mi hija por haberme hablado acerca del asunto, resolví examinar la lectura de mis hijos con mayor detenimiento en el futuro”.
Por años ciertas estaciones de televisión por todos los Estados Unidos han publicado el siguiente mensaje: “Son las diez de la noche. ¿Sabe usted dónde están sus hijos?”. Ningún padre que ama a su hijo quiere que él esté en la calle de noche con personas indeseables. Pero ¿ha examinado usted en alguna ocasión reciente lo que su hijo lee? ¿Pudiera ser que mediante la lectura sus hijos estuvieran asociándose con personas que promueven la pereza, la rebelión, el robo, la prostitución, la homosexualidad y hasta el asesinato? ¿Realmente SABE usted lo que leen sus hijos?
Lo que leen
Cierta madre encontró a su hijo de nueve años de edad embebido en un libro. ¡Y quedó encantada al ver que éste resultó ser el tomo de una enciclopedia! Sin embargo, huelga decir que ésta es la excepción... no la regla. Con mucha más frecuencia, un niño de esa edad lee con atención una revista de tiras cómicas o una revista ilustrada. Dichas revistas tal vez tengan su lugar. Pero, con franqueza, generalmente son de escasa utilidad en lo que tiene que ver con enseñar buenos hábitos de lecturaa.
¿Y qué hay de los adolescentes? La revista Seventeen dice: “Una gran porción del mercado relacionado con la adolescencia gira en torno al romance”. Se citan estas palabras de una muchacha de 16 años de edad: “Los libros son muy realistas. Una se siente como si fuera el personaje principal [...] puedo embeberme en ellos”. Un relato romántico puede estimular fantasías en cuanto al amor y el romance mucho antes de que el joven o la joven esté en condiciones de obrar en conformidad con tales emociones. Además, en ciertos casos algunos jóvenes se han enviciado con dichas novelas, y hasta han pasado a leer novelas románticas que contienen descripciones gráficas de lo sexual.
Por ejemplo, cierta joven empezó leyendo las novelas románticas de tiempos pasados. Pero pronto, dice ella, “simplemente no podía dejar pasar un día sin leer siquiera una”. Para satisfacer su deseo de este tipo de lectura se puso a leer las novelas románticas más recientes. “En éstas se describían detalladamente las relaciones sexuales inmorales antes del matrimonio”, recuerda ella.
¿Y qué hay de los jovencitos? Quizás a ellos no les interese el romance, pero pueden enviciarse igualmente con las fantasías científicas y las historias de aventura y de deportes. Algunas son sanas; otras no lo son.
Tampoco se debe pasar por alto lo que se asigna para que los jóvenes lean en la escuela. En muchos casos el estar en la escuela significa exponerse a la teoría de la evolución, a teorías religiosas falsas, y hasta a libros y películas que son explícitos en cuanto a lo sexual. A menudo los padres no están al tanto de lo que se enseña a sus hijos.
Lo que pueden hacer los padres
Por eso, ¿qué puede hacer usted como padre para ayudar a sus hijos? Empiece por dar un buen ejemplo usted mismo. Ahora bien, es cierto que esto quizás no sea fácil para todos. Cierto misionero de los testigos de Jehová que sirve en Kenya comentó: “En la mayor parte de los casos los padres mismos han recibido poca educación o no han recibido educación en absoluto y no leen muy bien. Así que no saben lo que se está enseñando a sus hijos en la escuela ni lo que éstos leen por su cuenta”. Por eso quizás sea necesario que en dichos países los padres mismos reciban instrucción en la lectura. A menudo las congregaciones de los testigos de Jehová ofrecen dicha educación.
No obstante, en los países más prósperos los padres generalmente saben leer y escribir. Si así es en su caso, ¿cómo puede aprovechar dicha ventaja? Simplemente, si usted quiere que sus hijos lean, ellos tienen que verlo a usted leer. Si quiere que ellos lean libros buenos, ellos tienen que verlo a usted leyendo libros buenos.
Un hecho interesante es que la Biblia señala el valor de suministrar esa educación a tierna edad. Habla acerca de un joven sobresaliente llamado Timoteo, que ‘desde la infancia conoció los santos escritos’ (2 Timoteo 3:15). Al parecer, ¡la madre de Timoteo le leía las Escrituras aun cuando él era infante! El apóstol Pablo atribuye el gran amor de Timoteo a la Palabra de Dios, por lo menos en parte, a dicha educación.
Hoy, de igual manera, el leer a los hijos desde la infancia es vital. Según se informa, cierta niña prodigio (que cursaba estudios preparatorios para el estudio de la medicina a los 11 años de edad) y sus tres hermanas llegaron a ser genios debido a que recibieron instrucción de sus padres a temprana edad. Dice el padre: “Nuestras hijas no son especiales. Simplemente tuvieron la oportunidad de aprender a temprana edad”. Claro, usted probablemente no espera que su hijo o hija sea un genio. Pero el ejemplo sí hace resaltar el valor de establecer buenos hábitos de lectura a temprana edad. De hecho, el Dr. Bettelheim comentó: “Se ha hallado que para fines del tercer grado se puede determinar en gran medida quiénes saldrán bien en la escuela y quiénes saldrán mal. Por eso, la instrucción en la lectura durante los primeros tres años escolares es crítica”.
A medida que sus pequeñuelos se esfuercen por mejorar en la lectura, usted tendrá que darles mucho ánimo y encomio. El libro How to Motivate Adolescents (Cómo motivar a los adolescentes) declara: “El elogio es probablemente el incentivo más eficaz que los adultos pueden proporcionar a los adolescentes, ¡y sin embargo, es el que más se pasa por alto!”.
Pero ¿cómo pueden los padres supervisar la lectura de su hijo? Algunos padres han hallado a sus hijos, que supuestamente estaban dormidos, leyendo literatura pornográfica con una linterna debajo de la ropa de cama. Esto, por supuesto, no significa que los padres deben recurrir a curiosear y a la táctica de detective. Pero sí recalca que es necesario que haya comunicación sincera entre los padres y el hijo. ¿Por qué no considera el asunto francamente y explica a su hijo exactamente lo que es censurable y por qué lo considera usted así? Si usted lo hace de manera tranquila, con franqueza y sinceridad, probablemente no produzca mucho resentimiento o quizás no produzca resentimiento en absoluto. Muchas veces, el mostrar al hijo el “camino” correcto produce resultados duraderos. (Proverbios 22:6.)
No adopte una actitud enteramente negativa para con lo que su hijo lee. En vez de angustiarse debido al tipo de lectura que se filtra hasta las manos de los jóvenes, ¡haga algo al respecto! Proporcione lectura decente a sus hijos. El joven mencionado antes, que se embebía en las enciclopedias, solo podía hacerlo porque, en primer lugar, las tenía en su hogar. ¿Acaso sería sensato que su familia invirtiera dinero en una enciclopedia? Además, ¿qué hay de las obras “clásicas”? Muchas relatan historias de aventura, subrayan la confiabilidad y la lealtad, al igual que ensanchan la imaginación del niño. ¿Tiene usted obras de esa índole en su hogar? Si resulta demasiado caro comprar libros como ésos, vea si hay una biblioteca pública de la cual pueda beneficiarse su hijo si se le anima al respecto.
¿Qué hay de las revistas? Hay muchas que se especializan en la fotografía, la historia, la geografía y la fauna. Las publicaciones como La Atalaya y ¡Despertad! pueden estimular el interés de su hijo en el Creador. Además, si el niño recibe los números de éstas dirigidos a su nombre mediante una suscripción, se sentirá más animado a leerlos.
Material escolar de lectura
Pero ¿qué hay de lo que tal vez se le enseñe a su hijo en la escuela? Algunos padres se han preocupado lo suficiente como para hablar con las autoridades escolares y pedir que a sus hijos se les exima de leer cierto material de lectura que ellos, como padres, han hallado censurable. No obstante, es necesario ejercer equilibrio al respecto. En primer lugar, en el transcurso de la vida su hijo siempre estará expuesto a ideas y conceptos que no están en armonía con la Biblia. Y su hijo con el tiempo estará en el mundo por su propia cuenta. Él o ella necesitará la “sagacidad” y la “habilidad para pensar” que Salomón instó a los jóvenes a que desarrollaran para poder distinguir entre lo cierto y lo falso (Proverbios 1:4). ¿Ayudará a los hijos a cultivar estas capacidades el hacer esfuerzos por protegerlos de toda idea errónea?
Por eso algunos padres permiten que sus hijos hagan las tareas que se les asignan, y a la misma vez revisan lo que se les enseña. Examinan los libros de texto que se asignan a sus hijos. A diario consideran con sus hijos lo que se les ha enseñado en la escuela. El estudiar la Biblia con regularidad y el tener una comunicación franca y sincera los ayuda a mantener el modo de pensar de sus hijos en el camino correcto. (Deuteronomio 6:6-9.)
Por supuesto, quizás a veces sea realmente necesario abordar a las autoridades escolares, especialmente cuando se trata de alguna enseñanza patentemente censurable. Sin embargo, recuerde que los profesores de su hijo no son enemigos de usted. Los profesores generalmente son concienzudos y están tan interesados en las aptitudes escolares de su hijo como lo está usted. Por eso, visite periódicamente la sala de clases y llegue a conocer a los profesores según se lo permitan el tiempo y las circunstancias.
La aptitud de leer es fundamental para aprender. Sin ella, es difícil aprender. Si se adquiere, no hay casi nada que no se pueda aprender. Los niños a quienes les gusta la lectura tienen una verdadera ventaja.
[Nota a pie de página]
a Vea el artículo “Las revistas de tiras cómicas... ¿deben leerlas sus hijos?”, que se publicó en ¡Despertad! del 22 de septiembre de 1983.
[Comentario en la página 13]
Si quiere que ellos lean libros buenos, ellos tienen que verlo a usted leyendo libros buenos