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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1950
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  • REQUERIDO HACERLO ANTE LAS POTESTADES SUPERIORES
  • QUÉ HA DE PROCLAMARSE
La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1950
w50 1/3 págs. 67-70

“Predica la palabra”

“Predica la palabra; continúa haciéndolo a tiempo y fuera de tiempo.”—2 Tim. 4:2, Móffatt (en inglés).

1. ¿Cuál es el trabajo más importante que podemos hacer ahora? ¿Por qué?

JEHOVÁ ha hecho que la predicación sea la obra más importante que pueda hacer cualquiera de nosotros en este mundo. Él ha mandado que se haga para su propia honra y para el beneficio duradero que trae a la humanidad. Ese beneficio incluye la liberación de personas obedientes de los resultados tristes de la caída del primer hombre. Muy en armonía con esto, se incluye entre las personas que Jehová Dios ha llamado para la predicación al hombre más excelente que jamás ha estado sobre la tierra, a Jesucristo. Si no fuera por éste, nuestra liberación de todas las angustias de este mundo sería imposible.

2, 3. ¿Qué trató Jesús de hacer de sus seguidores? ¿Qué prueba hay?

2 ¿Por qué dejó Jesús su trabajo de carpintero a los treinta años de edad? Para predicar. Atrajo a un grupo considerable de seguidores y los instruyó. ¿Qué esperaba hacer de estos hombres y mujeres? ¿Personas grandes de negocio? ¿Abogados profesionales? ¿Doctores de filosofía humana? ¿Políticos? O ¿personas a quienes este mundo llamaría prácticas y que tendrían grandes oportunidades en este mundo? ¡De ninguna manera! Él los instruyó y los entrenó para ser predicadores, como él mismo. Leemos: “Y habiendo convocado a los doce, les dió poder y autoridad sobre todos los demonios, y para curar enfermedades. Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar los enfermos. Ellos, pues, partieron, y pasaron por las aldeas, predicando el evangelio, y sanando por todas partes.” (Luc. 9:1, 2, 6) Los que no se encontraban en el círculo de sus doce apóstoles fueron dirigidos por él a la misma obra. “Y dijo a otro: ¡Sígueme! Mas él dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre. Jesús empero le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; mas anda tú y publica en derredor el reino de Dios.”—Luc. 9:59, 60.

3 Después de su muerte y resurrección Jesús manifestó a sus seguidores que era más importante que nunca antes hacer la obra para la cual él los había entrenado. Concerniente a su reunión con ellos el día de su resurrección leemos: “Entonces les abrió la mente, para que entendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así era necesario que el Cristo padeciera, y que resucitase de entre los muertos al tercer día; y que arrepentimiento y remisión de pecados fuesen predicados en su nombre a todas las naciones, comenzando desde Jerusalem. Vosotros sois testigos de estas cosas.” (Luc. 24:45-48) Su mensaje había llegado a ser de importancia mundial y tenía que declararse.

4, 5. ¿Qué llegó a ser Saulo de Tarso y qué trató él de hacer de otros?

4 Si no hubiese sido por la presentación pública de este mensaje, y eso a pesar de oposición severa y persecución violenta, Saulo de Tarso nunca hubiera llegado a ser el apóstol Pablo. Además de haber estudiado como fariseo judío en Jerusalén, Pablo también había aprendido a fabricar tiendas de campaña. Pero Jesús se apareció a él de una manera milagrosa y le escogió para ser un predicador a las naciones no judías. Se nos informa que, después de ser convertido del judaísmo al cristianismo, “desde luego predicó a Cristo en las sinagogas, afirmando que éste es el Hijo de Dios.” (Hech. 9:1-20) Lo que el resucitado Jesús había hecho de él Pablo trató de hacer de otros que deseaban usar sus vidas de la mejor manera. Los dirigió hacia la misma obra que él había hecho la cosa de primera importancia en su vida. Hizo todo dentro de su alcance para equiparlos para esa obra. Uno de los que Pablo llevó consigo en sus viajes misioneros fué el joven Timoteo. Este joven llegó a ser superintendente en una de las congregaciones establecidas de cristianos. La última carta escrita por Pablo, que se encuentra en la Biblia, fué dirigida a Timoteo. Pablo la escribió durante su segunda encarcelación en Roma poco antes de ser ejecutado por ser un fiel ministro del evangelio.

5 Al escribirle a Timoteo ¿qué dijo Pablo que debía seguir haciendo éste después de la muerte del apóstol? Esto: “Requiérote solemnemente” o “Te conjuro en la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, y por su advenimiento [aparecimiento] y por su reino: predica la palabra, insta a tiempo y a destiempo.” (2 Tim. 4:1, 2, Bover-Cantera) Sí, hacer la misma obra por causa de la cual Pablo había sido encarcelado y estaba listo para morir. Si ésta no hubiera sido la obra más importante de la vida de uno, no merecería morir por ella. Por esa razón los testigos de Jehová siempre le han dedicado sus vidas.

6, 7. Cuando hay intervención del estado ¿a quién tenemos que obedecer? ¿Cómo sabemos esto?

6 Hoy día no sólo los sistemas religiosos sino también los políticos dan mandato a los testigos de Jehová para que no hagan lo que Pablo le requirió hacer a Timoteo. Siendo que no obedecen a estos sistemas presuntuosos, los testigos de Jehová son perseguidos, no por causa de actividades políticas, sino únicamente porque predican un mensaje de esperanza y vida. Son desalojados y echados a prisiones y a campos de trabajos forzados. Se les amenaza con la muerte, y algunos de ellos tienen el privilegio de sufrir la muerte. Su organización visible se suprime por decreto del estado y es quebrantada por acción policíaca. No se les permite reunirse ni siquiera en privado y son forzados a la clandestinidad. Se les niega la libertad para proclamar el reino de Dios con su boca y con literatura bíblica. ¿Qué deben ellos hacer? ¿A quién deben ellos obedecer o agradar en este asunto?

7 Los testigos de Jehová no tienen que preguntarle a la Sociedad Watch Tówer Bible and Tract para poder saber. Ellos saben directamente de la Palabra de Dios, a vista de quien se les ha requerido hacer su obra de testimonio. Tienen que agradar a aquéllos ante quienes se les requirió desempeñarla, no a nosotros. Tienen sus órdenes en cuanto a qué hacer, no de la Sociedad Watch Tówer, sino de las “Potestades Superiores”, Jehová Dios y Jesucristo. ¡No importaría si por intervención del estado se prohibiera a la Sociedad Watch Tówer y si por la fuerza se cerraran sus sucursales en diferentes países! Eso no podía invalidar ni quitar el requerimiento divino de los hombres y mujeres que se han consagrado para hacer la voluntad de Dios y sobre quienes Él ha puesto su espíritu. “¡Predica!” está escrito claramente en su Palabra. Este mandato toma la precedencia sobre el de cualquier hombre.

REQUERIDO HACERLO ANTE LAS POTESTADES SUPERIORES

8. ¿A vista de quién y mediante qué cosa se da el requerimiento de predicar?

8 ¿Desea saber tanto el amigo como el enemigo por qué los testigos de Jehová rehusan cesar su ministerio a pesar de la intervención política, la intolerancia religiosa y el odio internacional? Se debe a que el requerimiento de predicar les viene a ellos de la Biblia a vista de las Potestades Superiores que Pablo nombró en su requerimiento personal a Timoteo. “Requiérote solemnemente” o “Te conjuro en la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de Juzgar a vivos y muertos, y por su [aparecimiento] y por su reino,” escribe Pablo como miembro del cuerpo gobernante de la iglesia. Y así como Pablo requirió a Timoteo, del mismo modo Cristo Jesús requiere a su cuerpo de seguidores.

9. ¿Por qué se expide el requerimiento “en la presencia de Dios”?

9 Pero ¿por qué dirige Pablo su requerimiento a los predicadores “en la presencia de Dios y de Cristo Jesús”? Para hacer el requerimiento lo más eficaz posible. Las autoridades romanas quizá podrían expedir órdenes y mandatos contra esta obra cristiana y hacerlo a vista de César Nerón, pero el requerimiento para predicar, aunque fué expedido en la prisión romana prácticamente en la cara de César, fué expedido a vista de Dios y su Cristo. En la controversia acerca de quien ejerce la soberanía universal y por lo tanto a quién tiene que obedecerse, Pablo escogió vindicar la soberanía de Jehová Dios, el Supremo, mediante el obedecerle y decirle a otros que hicieran igual. Él es el responsable por levantar a sus testigos y mandarles que lleven el testimonio. Manifestando esto, el apóstol Pedro dijo al italiano Cornelio, un centurión del ejército de César: “Relativo a Jesús de Nazaret; cómo Dios le ungió con el espíritu santo y con poder; ... a quien también dieron muerte, colgándole en un madero. A éste, Dios le resucitó al tercer día, e hizo que fuese manifestado, no a todo el pueblo, sino a testigos que habían sido antes escogidos de Dios; es decir a nosotros, que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos. Y ÉL nos mandó que predicásemos al pueblo, y testificásemos que éste es Aquel a quien Dios ha constituído Juez de vivos y muertos.”—Hech. 10:38-42.

10. ¿Para tener parte en qué cosa obedecemos a Dios antes que a los hombres? ¿Igual como quiénes?

10 Cuando obedecemos a Dios contra los deseos de los hombres sostenemos que la soberanía y poder de Dios para mandar son superiores a los de los diablos y hombres. De modo que tenemos parte en vindicar su soberanía universal. Reconocemos y probamos que eso aplica a nosotros aquí sobre la tierra, a pesar de la organización del Diablo que ahora está en nuestro derredor. Nosotros somos como el profeta Micaya que le dijo al mensajero del rey: “¡Vive Jehová, que lo que me dijere Jehová eso mismo tengo de hablar!” (1 Rey. 22:14) Somos como los tres compañeros hebreos del profeta Daniel que directamente a su cara le dijeron al emperador Nabucodonosor de Babilonia quien había vencido al rey de Jerusalén: “¡He aquí que existe nuestro Dios, a quien nosotros servimos; él tiene poder para librarnos del horno ardiendo en fuego; y de tu mano, oh rey, él nos librará! Y aunque no, séate conocido, oh rey, que a tus dioses nosotros no daremos culto, ni adoraremos la imagen de oro que tú has hecho levantar.” (Dan. 3:17, 18) Somos como los apóstoles de Jesús, cuando los gobernantes judíos, los cuales habían escogido no tener más rey que César, les mandaron que cesaran de hablar en el nombre de Jesús. Y los apóstoles dijeron: “¡Juzgad vosotros si es justo delante de Dios escucharos a vosotros más bien que a Dios! pues en cuanto a nosotros, no podemos dejar de hablar las cosas que hemos visto y oído.” “Es menester obedecer á Dios antes que á los hombres. Y nosotros somos testigos suyos.” (Hech. 4:18-20; 5:29, 32, Valera) Si nosotros hoy día deseamos tener parte en vindicar la soberanía universal de Jehová, necesariamente tenemos que tomar la misma posición tomada por todos aquellos fieles testigos. Él mismo principió la predicación. Él es Aquel que ha mandado que su pueblo consagrado emprenda la obra y que la lleve a cabo a pesar de las objeciones de los hombres. Este mandato nunca lo ha revocado él.

11. ¿A vista de quién más se nos hace el requerimiento? ¿Por qué apropiadamente a vista de él?

11 No sólo se nos ha requerido a vista de Dios, sino también a vista de Cristo Jesús. Este, también, reconoció la soberanía universal de Jehová Dios. Cuando estuvo ante el representante de César en Jerusalén, a saber, el gobernador Poncio Pilato, Jesús dijo: “Yo para esto nací, y a este intento vine al mundo, para dar testimonio a la verdad.” (Juan 18:37) De modo que sufrió la muerte por predicar el reino de Dios y el derecho que ese reino tiene de gobernar. Pero debido a esto Dios ensalzó a Cristo Jesús desde la profundidad del sepulcro a un puesto mucho más exaltado que el de César, sí, más exaltado que toda autoridad celestial aparte del mismo Dios Altísimo. Cristo Jesús así tiene parte con Jehová Dios en ser “Las Potestades Superiores”. Esto es lo que hace cosa tan seria el ser requerido a predicar a vista de ÉL. Es un asunto solemne.—Rom. 13:1.

12. ¿Por qué significa la vida o la muerte para nosotros la obediencia o la desobediencia?

12 La obediencia o la desobediencia en este asunto significa para nosotros la vida o la muerte para la eternidad. ¿Por qué? Porque Dios ha ensalzado a Jesús para ser el Señor. Esto significa que Jesús es el que tiene poder y autoridad sobre las demás criaturas de Dios. Tiene poder y autoridad, no sólo sobre los vivientes, sino también sobre los muertos. Ninguno de los muertos puede vivir otra vez a no ser mediante él, porque Dios ha hecho que él sea el “que juzgará a los vivos y a los muertos”. Jesús una vez dijo: “Como el Padre manda a los muertos que se levanten y les da vida, así el Hijo da vida a los que él quiere. Así es con relación al juicio; el Padre, en vez de pronunciar juicio él mismo sobre hombre alguno, ha delegado todo el juicio al Hijo. Como el Padre tiene en sí el don de la vida, así él ha concedido al Hijo para que él también tenga en sí el don de la vida, y le ha concedido poder para ejecutar juicio, siendo que él es el Hijo del Hombre.”—Juan 5:21, 22, 26, 27, Knox (en inglés).

13. ¿Por qué tiene el juicio que se da ante él mucho más alcance que el de los hombres?

13 ¡No importa si una corte humana, si un sistema totalitario político o religioso nos proscriba o nos condene a la muerte por ser testigos de Jehová y por obedecer Su mandato de predicar! Todo considerado, su autoridad incluye únicamente las cosas de esta vida. Después de terminar con nosotros las autoridades humanas, aunque sea haciéndonos sufrir la pena de muerte, es ante el tribunal del Juez de Jehová que tanto ellos como nosotros hemos de comparecer para toda decisión en cuanto al mundo futuro. “Porque todos hemos de ser manifestados ante el tribunal de Cristo; para que cada uno reciba otra vez las cosas hechas en el cuerpo, según lo que haya hecho, sea bueno o malo.” (2 Cor. 5:10) Este Juez tiene en sí el poder de la vida. Puede revocar el fallo de las autoridades humanas que resulta en nuestra condenación y muerte. Puede hacerlo mediante el levantarnos a la vida eterna en el nuevo mundo debido a nuestra fidelidad a Dios. También puede sentenciar a nuestros condenadores y ejecutores a la destrucción eterna en el gehena. Esa es la razón por qué, cuando envió a sus discípulos en la obra misionera a las casas, Jesús dijo: “Lo que os digo en las tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, pregonadlo desde las azoteas. Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero al alma no pueden matar; temed más bien al que puede destruir alma y cuerpo en el Gehena.”—Mat. 10:27, 28, Ver. Hisp.-Am.

14. ¿Quiénes entre las naciones ahora están siendo juzgados adversamente? ¿Por qué?

14 Las evidencias son al efecto de que el Juez nombrado de Jehová ahora está sobre el trono de su gloria celestial y que todas las naciones están delante de él y que el juicio de ellas y de sus gentes está en progreso. Las “cabras” maltratan a los hermanos cristianos del Juez y a los compañeros de éstos que se parecen a ovejas. Por esto son colocadas a la izquierda del Juez. En breve serán consignadas al gehena de destrucción ardiente que está reservado para el Diablo y sus ángeles. (Mat. 25:31-46) Comparado con el juicio del Juez de Jehová ¿qué importancia tiene el juicio de las autoridades humanas? Es en presencia de este Juez, que determina nuestro destino eterno, que todo cristiano consagrado ahora es requerido predicar.

15. ¿Por qué tienen mayor significado para nosotros ahora su reino y aparecimiento?

15 El requerimiento del apóstol tiene fuerza especial ahora, porque lo pronunció en presencia de Cristo Jesús ‘por su aparecimiento y por su reino’. Su aparecimiento y su reino ahora son hechos cumplidos. Por medio de las señales visibles que él predijo marcarían su vuelta y presencia invisible él ha aparecido a nuestros ojos de fe y entendimiento. Por medio del poder revelador de la Palabra de Dios ahora vemos que Su reino nació en 1914 d. de J.C. y que Dios entonces colocó a su Hijo sobre el trono real. De manera que Cristo Jesús ahora está en su reino, dominando en medio de sus enemigos. Dichos enemigos sobre la tierra que nos oprimen y que se oponen a nosotros nunca podrán verle personalmente con el ojo natural. Pero aun sus propios ojos de percepción se abrirán para discernir su presencia en su reino, porque en la batalla del Armagedón su aparecimiento será revelado a ellos mediante la destrucción ardiente de ellos y de su organización mundial. (2 Tes. 1:7-9; 2:8) En vista de ‘su aparecimiento y de su reino’ debemos tomar de una manera más seria su requerimiento para predicar. Ya no predicamos con la esperanza de estas cosas. Son realidades del día presente que dan mayor intensidad y urgencia a nuestro mensaje. Prueban que la destrucción está cerca para todas las organizaciones y personas que pelean contra la obra que desempeñamos en obediencia a Dios, y por esto debemos ser denodados y no temer a aquellos cuya condenación está inminente. Nuestro denuedo será para ellos una evidencia de esto.

QUÉ HA DE PROCLAMARSE

16, 17. ¿Qué cosa no se nos requiere predicar? ¿Por qué debidamente?

16 Se nos dice específicamente qué hemos de predicar. En sí misma la cosa que hemos de predicar prueba que nuestro requerimiento para hacerlo viene de una autoridad que es superior a la humana. Por consecuencia la autoridad creada por el hombre o la autoridad religiosa no tiene el poder ni el derecho verdadero para prohibirnos. Si estuviésemos propagando filosofías humanas de clase religiosa, social o política, algunas autoridades humanas bien podrían oponerse y tomar las medidas necesarias en nuestra contra. Sin embargo, hasta entre la sociedad libre y democrática las filosofías humanas que no son subversivas a la buena moral o a la autoridad constituída tienen el derecho de esparcirse y de interesar a diferentes personas. Mas nosotros no proclamamos ni abogamos por ninguna filosofía humana ni por las tradiciones de los hombres.

17 Así como Jesucristo mismo, el apóstol Pablo se opuso firmemente a las tradiciones religiosas de los hombres, porque él tenía conocimiento de cómo se extravía el que está bajo el poder de dichas tradiciones. Concerniente a sí mismo él dijo: “Pablo, apóstol (no de parte de los hombres, ni por medio de hombre alguno, sino por medio de Jesucristo y de Dios Padre, que lo resucitó de entre los muertos), ... Porque os hago saber, hermanos, respecto del evangelio que fué predicado por mí, que no es según hombre. Porque no lo recibí de hombre alguno, ni tampoco me fué enseñado; sino que lo recibí por revelación de Jesucristo. Porque habéis oído hablar de mi manera de vida, en otro tiempo, en el judaísmo, de cómo perseguía desmedidamente a la iglesia de Dios y la destrozaba: y me adelantaba en el judaísmo más que muchos de los de mi edad, en mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis padres.” (Gál. 1:1, 11-14) Las filosofías humanas y las tradiciones religiosas de los hombres han resultado en un mundo dividido y confuso. No han logrado suplir las necesidades de la gente ni han proporcionado alivio. Por fin dejan a la gente desilusionada.

18, 19. ¿Qué se nos requiere predicar? y ¿de qué consta?

18 “¡La palabra!” Eso es lo que se nos manda predicar. Esta Palabra viene por inspiración de Dios y se encuentra en las sagradas escrituras de la Biblia. Eso es lo que Pablo acababa de exhortarle a Timoteo que siguiera creyendo y practicando, cuando él dijo: “Persevera tú en las cosas que has aprendido, y de que has tenido la seguridad, sabiendo de quién las aprendiste; y que desde la niñez has conocido las Santas Escrituras, que pueden hacerte sabio para la salvación, por medio de la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios; y es útil para enseñanza, para reprensión, para corrección, para instrucción en justicia; a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, estando bien preparado para toda buena obra.” (2 Tim. 3:14-17) Puesto que fué en su última carta que Pablo escribió esto, las santas escrituras que Timoteo entonces tenía a la mano constaban de toda la Biblia que ahora tenemos con la excepción del relato del evangelio por Juan y sus tres cartas y el libro del Apocalipsis, y posiblemente la carta de Judas. Pero hoy día “la palabra” incluye todo esto. Es la Biblia completa. Dios la ha producido, siendo él su Inspirador desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Ninguna organización religiosa de la cristiandad puede tomar para sí el crédito por su hechura, pretendiendo que es un libro religioso de su secta.

19 El predicador que es verdadero “varón de Dios” no recibe autoridad de Dios, a quien representa, para predicar filosofías humanas, tradiciones religiosas de los hombres, o cualquier otra cosa que no sea la Palabra divinamente inspirada. Dios no unge a hombres con su espíritu para que proclamen lo que está contra Él y su mensaje inspirado. Él no se contradice y no puede negarse a sí mismo. Su Palabra es una y está de acuerdo con sí misma desde el principio hasta el fin. Es el único libro que contiene la “sana doctrina” y que prepara al cristiano para toda buena obra. Cuando una persona se consagra a Dios por medio de Cristo y recibe Su espíritu y el requerimiento divino de predicar, esparcirá por dondequiera todas las verdades que están contenidas en esa Palabra. Proclamará que las profecías bíblicas se están cumpliendo, incluyendo hasta la última jota y tilde, probando así la inspiración del Libro, y que el reino de Jehová ejercido por su Hijo real es el Gobierno duradero del nuevo mundo y que es la única esperanza de toda la humanidad. Bajo ese Gobierno Mundial justo y perfecto todos los humanos muertos en los sepulcros recibirán una oportunidad para la vida eterna mediante la resurrección a una tierra limpia y paradisíaca.

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