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Llevando la carga de la injusticiaLa Atalaya 1979 | 1 de junio
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Dios. Si hacemos esto, nuestra recompensa es segura. (Heb. 6:10) De hecho, tan magnífica será la recompensa que, en comparación con ella, cualquier prueba o tribulación que tengamos que afrontar será solo “momentánea y ligera.”—2 Cor. 4:17.
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El sufrimiento que puede beneficiarleLa Atalaya 1979 | 1 de junio
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El sufrimiento que puede beneficiarle
“En este hecho ustedes están regocijándose en gran manera, aunque ahora por un poco de tiempo, si es menester, han sido contristados por diversas pruebas, a fin de que la cualidad probada de su fe, de mucho más valor que el oro que perece a pesar de ser probado por fuego, sea hallada causa de alabanza y gloria y honra al tiempo de la revelación de Jesucristo.”—1 Ped. 1:6, 7.
1. ¿A qué maltrato se enfrentaron los cristianos en los primeros días de la congregación?
SE LES ridiculizó, golpeó y aprisionó. Sus hogares fueron invadidos y sus posesiones tomadas como botín. Algunos de sus amigos y parientes leales perecieron a manos de chusmas encolerizadas o fueron sentenciados a muerte por decreto judicial. No habían cometido ningún crimen que justificara un trato tan brutal. Vivían de manera ejemplar y amaban verdaderamente a sus semejantes humanos. Pero incurrían en el odio de muchas personas. ¿Por qué? Porque eran discípulos de Jesucristo.—Hech. 8:1-3; Heb. 10:32-34.
UNA FORMA DE DISCIPLINA PROVECHOSA
2, 3. (a) ¿Por qué se estaban cansando algunos judíos cristianizados en la carrera para alcanzar la vida? (b) ¿Qué habían olvidado?
2 ¿Era provechoso el terrible sufrimiento que los cristianos experimentaban? Sería fácil apresurarse a contestar: No. Sin embargo, la Biblia presenta como algo altamente provechoso el asunto de que alguien se vea obligado a experimentar maltrato. A los judíos cristianizados del primer siglo se les dijo: “Al llevar a cabo su contienda contra ese pecado, ustedes todavía no han resistido hasta la sangre, pero se han olvidado por completo de la exhortación que se dirige a ustedes como a hijos: ‘Hijo mío, no tengas en poco la disciplina de Jehová, ni desfallezcas cuando seas corregido por él; porque a quien Jehová ama él disciplina; de hecho, él azota a todo el que recibe como hijo.’”—Heb. 12:4-6.
3 La oposición que se dirigía contra los judíos cristianizados ciertamente era severa. Pero la lucha de ellos contra el pecado que fácilmente enreda —la pérdida de fe— no había llegado hasta el punto de que su sangre hubiera sido derramada. Es posible que muchos de ellos no hayan tenido todo su corazón puesto en la carrera por la vida, y por lo tanto no estuvieran llevando a cabo una contienda contra este pecado de la manera que sería necesario para que pudieran tener éxito en ‘resistirlo hasta la sangre.’ Estaban cansándose de tener que enfrentarse a los vituperios de la gente impía. (Heb. 12:3) No se daban cuenta de que el duro trato que les venía de los opositores servía de disciplina procedente de Jehová y confirmaba que él los amaba profundamente como hijos suyos. Habían olvidado la exhortación bíblica que se halla en Proverbios 3:11, 12. Amplificando la aplicación de este pasaje, la carta a los Hebreos continúa de este modo:
“Es para disciplina que ustedes están aguantando. Dios está tratando con ustedes como con hijos. Pues ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si ustedes están sin la disciplina de la cual todos han venido a ser participantes, son verdaderamente bastardos, y no hijos. Además, teníamos padres que eran de nuestra carne que nos disciplinaban, y les mostrábamos respeto. ¿No hemos de sujetarnos mucho más al Padre de nuestra vida espiritual y vivir? Pues ellos por unos cuantos días nos disciplinaban según lo que les parecía bien, pero él lo hace para provecho nuestro para que participemos de su santidad. Es cierto que ninguna disciplina parece por el presente ser cosa de gozo, sino penosa; sin embargo después, a los que han sido entrenados por ella, da fruto pacífico, a saber, justicia.”—Heb. 12:7-11.
4. ¿Cómo debemos considerar el duro trato que quizás nos den los hombres?
4 En armonía con este consejo inspirado, ¿cómo deben los cristianos ver el sufrimiento que Jehová Dios permite que les venga? Debemos considerarlo como una forma de disciplina o entrenamiento que nos da un Padre que nos ama profundamente y está interesado en nuestro bienestar eterno. El hecho de que recibamos tal disciplina da prueba innegable de que se nos está tratando como a hijos y no como a hijos ilegítimos no deseados y no amados. Puesto que Jehová Dios permite que los cristianos experimenten este trato severo, debemos someternos a él humildemente. Esto también concuerda con esta amonestación del apóstol Pedro: “Humíllense, por lo tanto, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los ensalce al tiempo debido; a la vez que echan sobre él toda su inquietud, porque él se interesa por ustedes.”—1 Ped. 5:6, 7.
5. ¿Por qué es correcto aceptar disciplina en la forma de maltrato?
5 Es solo correcto el que aceptemos esta disciplina sin rebelarnos contra ella, sin esforzarnos por salir de debajo de la mano de Dios. Un hombre que ama a sus hijos y se interesa en ellos los disciplina cuando le parece necesario hacerlo. Por ser imperfecto, él quizás juzgue mal los asuntos. Por eso, al administrar ‘disciplina según lo que le parece bien,’ puede ser que no siempre haga lo que es correcto y beneficioso durante los relativamente “unos cuantos días” de la niñez de sus hijos. Sin embargo, ese padre recibe respeto de los hijos que lo aman. Esto ciertamente es apropiado, porque ellos le deben la vida. Por otra parte, Jehová Dios nunca comete un error, y él es responsable por más que solamente el que tengamos vida. Al Altísimo se le llama, según el griego literal de Hebreos 12:9, “el Padre de los espíritus,” lo cual evidentemente muestra que es responsable de la vida espiritual de los cristianos así como de la vida eterna de ellos. De seguro, pues, la razón por la cual debemos someternos a la disciplina del Padre celestial es más fuerte todavía que la que hay para respetar a un padre terrenal imperfecto.
LOS BENEFICIOS QUE VIENEN DEL SUFRIMIENTO
6. ¿Cómo puede ayudarnos el sufrimiento a llegar a ser participantes de la santidad de Dios?
6 Además, la disciplina que viene en forma de sufrimiento siempre es provechosa o benéfica para los siervos de Dios. Puede tener un efecto de refinamiento que revele que en la personalidad hay faltas que deben ser corregidas. Entre éstas pudieran estar el orgullo, la terquedad, la impaciencia, el egoísmo, la mundanalidad y el amor a la comodidad o el placer. Cuando el cristiano efectúa las mejoras necesarias, se hace más puro o más santo en su conducta. Al ‘hacerse santo como Jehová Dios es santo,’ llega a ser ‘uno que participa de la santidad de Dios.’ (1 Ped. 1:14-16) Así, el objetivo o fin de la disciplina se realiza.
7. Como se ilustró en el caso de Jesucristo, ¿qué se puede aprender de la aflicción? (Heb. 5:8)
7 De la aflicción uno puede también aprender cosas que pueden equiparlo mejor para servir a Dios. Esto se ilustra en el caso de Jesucristo. Al tener que experimentar sufrimiento en la carne, obtuvo la experiencia necesaria para ser un sumo sacerdote compasivo y comprensivo. Esto ha hecho posible que nos acerquemos a Dios por medio de Cristo con la mayor libertad de expresión, con confianza en que Jesús comprende nuestra situación y aboga a favor de nosotros como sumo sacerdote misericordioso.—Heb. 4:15, 16.
8, 9. Como se muestra en Hebreos 12:11, ¿qué efecto puede tener en nosotros un tiempo de disciplina en la forma de maltrato mientras continúa y luego, después que termina?
8 Por supuesto, puede ser muy difícil soportar el maltrato. Ciertamente no puede haber ningún sentimiento de placer estimulante
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