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  • Liberación de un clima de temor

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  • Liberación de un clima de temor
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1974
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1974
w74 15/5 págs. 291-294

Liberación de un clima de temor

EL HOMBRE estaba envejeciendo. Si le era posible, permanecía cerca de un compañero, y rara vez viajaba lejos solo. Pues temía que si lo hacía podía morir sin que nadie estuviera con él para ponerle un poco de agua en la garganta. Él creía que esto sería desastroso, porque necesariamente tendría que tener agua para subir la colina empinada que lleva a la eternidad. Además, los compañeros que estuvieran con él cuando él muriera le suplicarían a su espíritu que no permitiera que entrara el mal en la casa que él dejaba, y le suplicarían que permitiera que las mujeres de su familia dieran a luz hijos.

En otra parte de la Tierra un hombre también consideraba con miedo la expectativa de morir. La creencia de su pueblo era que por un tiempo los muertos todavía poseían sensación, sentimiento. Él creía que primero sentiría el peso aplastante de la tumba, y después oscuridad eterna. Entonces, de alguna manera, estaría apoyándose en dos palos cortados de su jardín cuando llegarían ángeles de la muerte a preguntar a su espíritu: “¿Quién es tu Dios?” Mientras se le estuviera interrogando, su cabeza daría contra la tumba y él estornudaría y diría: “Gloria a Alá, señor del universo.” Para asegurarse de contestar debidamente después de la muerte, el hombre, mientras vivía, siempre ensayaba esta declaración cuando estornudaba.

Al mismo tiempo, lejos de allí, otro hombre temía morir de una muerte súbita o violenta, no debido a la clase de muerte misma, sino porque quizás no tuviera tiempo de ser “confesado” (que se le concediera absolución por los servicios de un sacerdote), poniéndose así en paz final con Dios. Sin embargo, sus parientes temían más que él, porque tenían que abrir rápidamente todas las puertas y ventanas al instante de la muerte de él, para liberar el alma. Esto se debe a que creen que se debe ejercer mucho cuidado para no ofender a las almas de los muertos, que tienen poderes malévolos. Un miembro de la familia coloca las manos sobre el corazón del muerto y le cierra los ojos, para que no embruje. Se cubren los espejos de la casa para que ni vivos ni muertos puedan ver el reflejo de la persona muerta o de la muerte misma. Se notifica rápidamente de la muerte al ganado y a las abejas del hombre, que ahora pertenecen a un nuevo dueño, para que no sigan ciegamente a su ex-amo a la muerte.

Sí, el temor a la muerte y, más especialmente, el temor a los muertos, es universal. Las tres personas que acabamos de describir eran, respectivamente, un nativo de África Occidental, un musulmán de Irán y un campesino católico de Polonia. Sus puntos de vista diferían en los detalles, pero tenían el mismo temor a la muerte y a los muertos.

Aun en Rusia, los esfuerzos de un gobierno comunista materialista no han eliminado el temor a la muerte y el misterio de la muerte y el deseo de seguir viviendo después de la muerte. De hecho, el embalsamamiento y exhibición permanentes del cuerpo de Lenin y, más tarde, del cuerpo de José Stalin junto a él, es muy similar a la adoración de antepasados de las tribus africanas y asiáticas. Realmente constituye un culto a los héroes nacionales. Y lo elaborado de los funerales estatales y sus ceremoniales revelan que su preocupación con la muerte es mayor de lo que les gustaría admitir.

Un escritor observa: “Aun el materialista más terco, que durante toda su vida ha expresado fuertemente la convicción de que la muerte es el fin, se da cuenta, cuando llega la hora de la muerte, de que su teoría solo es una hipótesis que quizás esté correcta o quizás no. Él también nota entonces que como persona es algo que se distingue de un animal que tenga un cerebro especialmente grande y diferenciado. Entonces ve que su teoría materialista no abarca su personalidad y que su presunta explicación de la muerte equivale a ignorancia.”

LA ESCLAVITUD QUE VIENE CON EL TEMOR A LA MUERTE

Por lo tanto la Biblia expresa la verdad plena cuando habla de los “que por temor de la muerte estaban sujetos a la esclavitud durante toda su vida.” (Heb. 2:15) ¡Cuántas personas bajo gobierno dictatorial han querido hablar claro contra las atrocidades que ven que se cometen, pero tienen los labios sellados por el temor a la muerte! ¡Cuántos han sido controlados por amenazas contra parientes que viven en tierras dictatoriales! Pero, más opresivamente, el temor de los muertos, particularmente de los antepasados y los miembros muertos de la familia, hace que millones de personas vivan en un verdadero clima de temor.

El hindú, por ejemplo, cree que tiene muchas vidas que vivir a través de un proceso de reencarnación, hasta que al fin llega a la condición de ser reabsorbido en, o identificarse con, la “Suma Alma,” Brahma, la esencia del universo, inmaterial, increado, eterno. Un hindú relató que toda su vida había vivido en temor de las muchas “muertes” y “vidas” que le esperaban, ya que reaparecería en diferentes formas animales y humanas por un período indefinido.

Los salvajes nómadas de África atribuyen todas las enfermedades y desdichas principalmente a los espíritus de los muertos, y una persona que desatiende el propiciar y apaciguar a sus antepasados puede causar daño aun a otros. Los chamulas, una población de indígenas mayas de México, aunque “cristianizados” como católicos, tratan de hacer que el alma de los muertos abandone la casa quemando chile. Se supone que el humo echa el alma de modo que ya no vague por la casa.

La Biblia describe a la muerte como a un enemigo del hombre, no como un amigo. (1 Cor. 15:26) Y verdaderamente la muerte produce sobresalto, aflicción, soledad, confusión, un sentido de pérdida y a menudo gran daño a la personalidad de los sobrevivientes. Con frecuencia abate a hombres y mujeres en la flor de la vida, cuando están en su mejor posición para hacer el bien a sus congéneres. El envejecimiento, que realmente es el proceso gradual de morir, debilita a muchos bastante tiempo antes de la muerte misma. La muerte es un enemigo enconado.

Pero, ¿a qué se debe el temor a los muertos o sus “almas” o “espíritus”? Y, ¿a qué se debe el temor a una expectativa de un “infierno ardiente” o “purgatorio”? Todo esto se debe a una enseñanza que no se halla en la Biblia... la creencia en la inmortalidad del alma. ¿Y por qué está tan esparcida ésta, por qué es tan común en todo lenguaje y tribu? Porque tiene una fuente antigua, suficientemente antigua como para haber afectado a todas las naciones. ¿Cuándo y dónde fue esto?

ORIGEN DE CREENCIAS FALSAS ACERCA DE LOS MUERTOS

No hay registro alguno de creencia en la inmortalidad del alma antes del Diluvio. Evidentemente el Diluvio borró todos los registros previos, salvo el de la Biblia, que no habla de tal creencia antes del Diluvio. En aquel entonces el Jardín de Edén todavía era visible; el Diluvio destruyó este jardín. Y el relato de que Adán se rebeló y consecuentemente acarreó la muerte a toda su prole era de conocimiento común.

Por algún tiempo después del diluvio toda la humanidad todavía estuvo hablando un solo lenguaje, bajo la jefatura patriarcal de Noé, el siervo de Dios. Fue en estos tiempos posdiluvianos que surgió Nemrod, el bisnieto de Noé, como rebelde y benefactor presunto del hombre. Trató de impedir que la humanidad obedeciera el mandato de Dios de esparcirse sobre la Tierra y llevar consigo la adoración verdadera de Dios. De Nemrod, está escrito que era “poderoso cazador en oposición a Jehová.” (Gén. 10:8-10) Bajo su acaudillamiento los que abandonaron la dirección de Noé y su hijo Sem se resolvieron a edificar una torre. Esta torre tenía un propósito religioso que no tenía la autorización de Dios.

La acción de la gente bajo Nemrod verdaderamente fue una rebelión contra Dios, como se patentiza por el hecho de que Dios frustró sus esfuerzos confundiendo su lenguaje. Ahora, aunque se mudaron en toda dirección, su religión falsa los acompañó. (Gén. 11:1-9) Algunos se quedaron en Babel, ciudad que llegó a ser un centro religioso. En las creencias de los babilonios en cuanto a la muerte podemos ver la semilla de las creencias en cuanto a los muertos que aparecen en las religiones de todas las naciones.

¿Qué creían los babilonios acerca de la muerte? Dice Robert W. Rogers, en The International Standard Bible Encyclopaedia (Tomo 1, pág. 373): “En Babilonia, la gran pregunta de todos los tiempos —‘Si un hombre muere, ¿vivirá de nuevo?’— se hacía y se intentaba darle contestación. La respuesta por lo general era triste y deprimente. Se suponía que después de la muerte las almas de los hombres continuaban existiendo. . . . vivían en cuartos oscuros en medio del polvo y los murciélagos y cubiertos con una prenda de vestir hecha de plumas. . . . Parece que los que caían en batalla tenían favor especial. Se les daba a beber agua dulce, mientras que los que no tenían posteridad alguna que pusiera ofrendas en sus tumbas sufrían muchas privaciones dolorosas.”

EL CAMINO A LA LIBERACIÓN

¿Hay una manera de librarse de este clima internacional de temor a la muerte y los muertos? Sí, la hay, obteniendo un conocimiento de la verdad bíblica, llegando a conocer qué clase de Dios es el Creador y lo que ha provisto para el hombre. El apóstol Pablo declara que el Hijo de Dios, el Señor Jesucristo, vino a la Tierra, nació como hombre de carne y sangre —no para ayudar a ángeles, no para hacer nada por los ángeles que habían optado por un proceder de desobediencia— sino para que “por su muerte redujera a la nada al que tiene el medio para causar la muerte, es decir, al Diablo; y emancipara a todos los que por temor de la muerte estaban sujetos a la esclavitud durante toda su vida.”—Heb. 2:14-16; Jud. 6.

Por eso, cuando las naciones hacen ofrendas para los muertos, realmente no están ayudando ni propiciando a unos supuestos “espíritus” de hombres muertos, porque no hay tales espíritus. La Biblia dice: “Los vivos están conscientes de que morirán; pero en cuanto a los muertos, ellos no están conscientes de nada en absoluto, ni tienen ya más salario, . . . y no tienen ya más porción hasta tiempo indefinido en cosa alguna que tenga que hacerse bajo el sol.”—Ecl. 9:5, 6.

Por lo tanto, no hay nada que temer de los muertos. No están conscientes, no tienen nada que siga viviendo para que interfiera con los que todavía siguen con vida “bajo el sol” o los molesten. Es inútil colocar alimento para ellos, u ofrecer dádivas en forma de armas, ropa o sacrificios especiales.

El que ha mantenido en temor a los hombres es el Diablo. Él no tenía ningún poder para hacer que Adán y Eva murieran. Fue Jehová Dios quien los sentenció a la muerte y los echó del jardín de Edén, lejos del “árbol de la vida.” Sin embargo, el Diablo, al inducir al pecado al antepasado de todo el género humano, Adán, llevó a que todos los hombres recibieran pecado y muerte por herencia. (Rom. 5:12) El Adversario de Dios puede aprovecharse de las tendencias pecaminosas, las debilidades de los hombres y las mujeres, y también de la ignorancia de los que no conocen la verdad. Puede llevar a los hombres a una muerte prematura. Los que creen en la idea falsa de que las personas muertas todavía están vivas de alguna manera, caen en el lazo del Diablo y sus demonios inicuos asociados, que de veras existen. Uno realmente da entrada a los demonios cuando hace sacrificios y ejecuta ritos para ayudar a los muertos, paga dinero por liberar a las almas de un “purgatorio” u otro lugar imaginario, o para apaciguar a los muertos. De esas cosas, el apóstol Pablo escribe: “Las cosas que las naciones sacrifican, a demonios las sacrifican, y no a Dios.”—1 Cor. 10:20.

Siendo enemigo, la muerte verdaderamente es indeseable y penosa para cualquier persona que ama la vida. Pero no debería ser causa de aflicción excesiva, aplastante, para el que sabe la verdad acerca de la muerte y acerca del propósito de Dios de resucitar a los muertos durante el reinado de mil años de su Rey Mesiánico. A los cristianos de la ciudad de Tesalónica, rodeados de costumbres griegas que se basaban en la creencia babilónica de la inmortalidad del alma, el apóstol les dijo: “Hermanos, no queremos que estén en ignorancia respecto a los que están durmiendo en la muerte; para que no se apesadumbren ustedes como lo hacen también los demás que no tienen esperanza.”—1 Tes. 4:13.

Dios extiende esta verdadera esperanza para aliviar a los hombres del temor a lo que viene después de la muerte, el gran enemigo que ha causado tanta angustia. Remueve el dolor de la muerte el saber que el Señor Jesucristo, después de vaciar el sepulcro de toda la humanidad, también suprimirá todo vestigio del pecado (que trae condenación a muerte) en todas las personas obedientes. Entonces la misma muerte adánica, como el último que desaparecerá de los enemigos del hombre, será arrojada “al lago de fuego,” el símbolo de extinción eterna. Así la resurrección de los muertos terrestres durante el reinado de mil años de Cristo ahuyentará el clima de temor en el cual la humanidad ha vivido por siglos. Ese clima de temor será removido para siempre. ¡Qué magnífica liberación!—Rev. 20:13, 14; 1 Cor. 15:26; Rom. 8:20, 21.

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