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  • La fe de Abrahán
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1962
w62 15/12 págs. 739-740

La fe de Abrahán

“TENGAN fe en Dios,” dijo Jesús en cierta ocasión. ¿Por qué deberíamos tenerla? Porque con fe todas las cosas son posibles; es decir, todas las cosas que Dios requiere de un cristiano. Todas las cosas son posibles porque “Dios es amor” así como omnisapiente y todopoderoso. Por lo tanto se ve que sería cosa difícil exagerar el poder de la fe o su importancia.—Mar. 11:22.

¿Qué es fe? “Fe es la expectativa segura de las cosas esperadas, la demostración evidente de las realidades aunque no se ven.” Sí, de acuerdo con la Palabra de Dios la fe se ejerce en cosas que están por venir y por consiguiente se esperan, tales como la restauración del paraíso sobre la Tierra mediante el reino de Dios. También se ejerce fe en lo que respecta a realidades no presenciadas, tales como la región celestial y los que residen en ella.—Heb. 11:1.

Como bien se ha declarado, la fe debe tener base adecuada o de otra manera es mera superstición o credulidad. La Palabra de Dios suministra una base adecuada para la fe. Tiene el mismísimo tono de la verdad. Sus escritores escribieron con sinceridad obvia y están todos de acuerdo a pesar de ser varios y de las diferentes circunstancias en medio de las cuales escribieron. Los relatos históricos han sido confirmados muchas veces por descubrimientos arqueológicos, y literalmente centenares de profecías se han cumplido y están en curso de cumplimiento.

Hoy día muchas personas alegan tener fe en Dios, pero desmienten su alegación tanto por su analfabetismo religioso como por su conducta diaria. Como bien declaró el discípulo Santiago: “Tú crees que hay un solo Dios, ¿verdad? Haces bastante bien. Y sin embargo los demonios creen y se estremecen. Pero, ¿quieres saber, oh hombre vano,” que tal “como el cuerpo sin aliento está muerto, así también la fe sin obras está muerta”?—Sant. 2:19, 20, 26.

Sí, el que verdaderamente tiene fe la mostrará por sus obras. El patriarca Abrahán, “amigo de Jehová,” tuvo esa clase de fe. No ha sido llamado sin buena razón “el padre de todos los que tienen fe.” Toda su vida, según se registró en las Escrituras, fue una expresión de fe, a pesar de que algunos sucesos sobresalen más extraordinariamente que otros.—Sant. 2:23; Rom. 4:11.

Abrahán ante todo probó su fe por obras cuando obedeció el mandato de Dios de que dejara su país, en Mesopotamia, sus parientes y la casa de su padre y que fuese a una tierra extraña. Después de una mudanza inicial a Carán, a la muerte de su padre continuó su viaje hacia Canaán. ¡Cuánto trabajo, rompimiento de vínculos y pérdida financiera debió haber implicado ese paso, especialmente en vista de las muchas posesiones de Abrahán! ¿Titubeó él? De ninguna manera, porque leemos: “Ante eso, Abrán fue tal como Jehová le había hablado.” ¡Y no solo se mudó Abrahán a Canaán cuando estaba bastante avanzado en años, con setenta y cinco años de edad, sino que continuó trasladándose de un lugar a otro, en obediencia al mandato de Jehová, como extranjero y residente temporario en Palestina por unos cien años!—Gén. 12:1-4; 13:2; 25:7.

Por consiguiente el tener la fe de Abrahán hoy día significa poner la voluntad de Dios delante de la ventaja personal, delante de consideraciones materiales. Sí tienen esta fe todos los que ponen a Dios primero en su vida, y particularmente esos ministros cristianos que ahora sirven como misioneros en países lejanos o quienes, como Abrahán, han dejado su territorio natal para servir donde más se necesitan ministros cristianos.

Los mismísimos tratos de Abrahán con su sobrino Lot dan testimonio de su fe, su fe en las providencias de Dios. Abrahán dejó generosamente que Lot escogiese toda la tierra que quería para sus rebaños, y Abrahán estuvo satisfecho con lo que quedó. Había implícita en aquella acción generosa una fe duradera en Jehová Dios, de que Él le proveería a Abrahán todo lo que fuera necesario. Sí, al grado que uno tenga fe en Dios él mismo se permitirá la felicidad de dar, de acuerdo con sus circunstancias.—Gén. 13:5-12; Hech. 20:35.

Otro incidente que fue de la misma manera un ejemplo de fe se relaciona con la ocasión en que Jehová hizo saber a Abrahán su propósito de destruir a Sodoma y Gomorra. ¡Qué fe en la justicia de Jehová se necesitó para que Abrahán hiciera el reclamo: “¿No hará lo que es justo el Juez de toda la tierra?”! De hecho, hasta siguió arguyendo con Jehová. Cuando, para expresarlo así, Dios dijo: ‘Perdonaré aquellas ciudades si se puede hallar en ellas a cincuenta personas justas,’ Abrahán se animó a preguntar: ‘¿Pero supongamos que falten cinco? o ¿si hay solo cuarenta? ¿o treinta? ¿o veinte? ¿Y supongamos que hay solamente diez?’ ¡Requirió una fe grande en la justicia de Dios el que Abrahán le hablase de esa manera!—Gén. 18:23-33.

¿Y qué pueden aprender los cristianos de ese ejemplo de fe? La misma lección que Jesús enseñó por su ilustración de la viuda importuna, es decir, que deberíamos tener fe en la justicia y misericordia de Dios y no desanimarnos muy fácilmente sino más bien perseverar en nuestras oraciones a él.—Luc. 18:1-8.

Sin duda Abrahán dio su ejemplo más sobresaliente de fe cuando obedeció el mandato de Dios: “Toma, por favor, a tu hijo, a tu hijo único a quien amas tanto, a Isaac, y. . .ofrécelo como ofrenda quemada.” ¡Con qué dolor de corazón debe haber tomado Abrahán a su hijo Isaac, a quien había anhelado y esperado tantos años, y emprendido ese viaje! ¡Con qué manos temblorosas debe haber atado y colocado a Isaac sobre el altar! ¿Estaban lacrimosos sus ojos cuando tomaba el cuchillo para degollar a su hijo como sacrificio a Jehová? ¡No cabe duda de que era así! Y con todo eso seguía adelante, no esperando de ninguna manera que Dios impidiera el sacrificio sino teniendo fe en que Dios ‘podría levantar a Isaac de entre los muertos.’—Gén. 22:1-14; Heb. 11:17-19.

Hoy día Dios no requiere que sus siervos sacrifiquen literalmente a sus hijos sobre altares de piedra. Pero vez tras vez puede que sea su voluntad para con ellos que por su causa cedan algo tan querido como un hijo único, de hecho, puede que sea precisamente eso, un hijo único. La Biblia manifiesta que Dios recompensó ricamente a Abrahán por su expresión de fe. Y así recompensará ricamente a todos los que sigan el ejemplo de Abrahán, en armonía con el principio declarado por Jesús: “Verdaderamente les digo: Nadie ha dejado” todo “por mi causa y por causa de las buenas nuevas que no haya de recibir un céntuplo ahora, . . . y en el sistema de cosas venidero vida eterna.” De modo que sea sabio, tenga la fe de Abrahán. ¡Ponga su fe en Dios y su Palabra y pruébela por sus obras!—Mar. 10:29, 30.

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