La religión en la Grecia antigua
“LOS griegos buscan sabiduría,” nos dice el apóstol Pablo. (1 Cor. 1:22, NM) Pero una cosa es buscar sabiduría y otra es poseerla. ¿Consiguieron verdadera sabiduría aquellos griegos antiguos que rechazaron la Palabra de Dios? Los hombres de sabiduría mundana piensan que sí. Por ejemplo, Shelley, célebre poeta inglés, una vez exclamó con entusiasmo: “¡Todos somos griegos! Nuestras leyes, nuestra literatura, nuestra religión, nuestras artes tienen raíces en Grecia. Si no fuera por Grecia todavía pudiéramos haber sido salvajes e idólatras.” (Enci. Amer.) Pero ¿cuál es la realidad? Para hallar nuestra respuesta examinemos su religión; porque la religión, más que cualquier otra cosa, manifiesta lo sabio que es un pueblo.
Los antiguos griegos, aun siglos antes de que Pablo predicara a los atenienses, estaban “más entregados al temor de las deidades” que lo que otros estaban. (Hech. 17:22, NM) Según uno de sus escritores, Hesíodo, del siglo ocho a. de J.C., tenían más de 30,000 deidades. El historiador Heródoto nos dice que sus dioses eran de origen fenicio y egipcio.
LOS DIOSES OLÍMPICOS
Lord, en el tomo 1 de sus Luces guiadoras de la historia, da muchos detalles concernientes a la mitología griega. Él habla de los doce grandes dioses que residían en el monte Olimpo, seis de los cuales eran masculinos y seis femeninos. Estos dioses, aunque sumamente superiores a los humanos en tamaño, conocimiento, poder y belleza, y a la vez no estando sujetos a muerte, tenían las mismas debilidades y defectos que la humanidad. Así el “padre de los dioses”, Zeus (el Júpiter romano), fué usurpador, ladrón, adúltero, y participó en las pendencias, celos y enemistades de sus dioses asociados, aunque era creador y más fuerte que todos los demás dioses juntos.
Poseidón (el Neptuno romano), hermano de Zeus, era el dios del mar, una deidad ruda, borrascosa y vengativa con los mismos rasgos morales de su hermano. Apolo, el dios del sol, y de la sabiduría, poesía y música, era más respetable que su padre Zeus. Teniendo gracia, vigor y forma física ideal, era el más popular de todas las deidades, erigiéndose templos en su honor por toda Grecia. Era el verdadero gobernante de los dioses, sirviendo de “primer ministro” al rey Zeus. Hefaistos (el Vulcano romano), el dios del fuego, era un herrero que forjaba los rayos para Zeus. Físicamente él era lo contrario de Apolo, siendo desmañado y lisiado. Ares (el Marte romano), el dios de la guerra, era cruel, desaforado, sediento de sangre y codicioso. Hermes (el Mercurio romano) era el dios del comercio, era maestro en tretas y falso y pícaro. También era el dios de la elocuencia.
La reina del Olimpo era Hera (la Juno romana), hermana y una de las esposas de Zeus y tenía igual poder que su esposo. Teniendo en poco a las mujeres, los griegos la mostraban orgullosa, vengativa, celosa, sin escrúpulos y cruel. Regañaba a su esposo tan incesantemente que él se quejaba amargamente acerca de ello en la asamblea de los dioses; ¡algo incompatible con su supuesta dignidad como jefe de todos los dioses!
Atena (la Minerva romana), la diosa de Atenas, estaba al nivel de Apolo en sabiduría. Tenía una personalidad sin tacha, pero poseía muy pocas cualidades femeninas atractivas. Artemisa (la Diana romana), hermana de Apolo, era la diosa de la caza, deporte al cual los griegos eran muy aficionados. Ella era la diosa cuyos plateros en Éfeso crearon un alboroto tan grande debido a que la predicación del apóstol Pablo estorbaba su comercio de hacer templos en miniatura.—Hech. 19:23-41, NM.
Afrodita (la Venus romana) era la diosa de placer sensual y pura belleza física. De su nombre tenemos el término “afrodisíaco”, una descripción de drogas o alimentos que excitan el deseo sensual. Hestia (la Vesta romana), quien era diosa de virtudes domésticas, presidía los hogares y tenía una personalidad algo indefinida.
Démeter representaba a la Madre Tierra, siendo la diosa de la agricultura, la prosperidad y la abundancia. Dado que la agricultura era la ocupación más antigua así como la más importante, a ella se le representaba como presidiendo la civilización y la legislación. El término “cereal” para el grano viene de su nombre romano, Ceres, con quien se asocia el “cuerno de la abundancia”. También se le representa como la diosa de los misterios eleusinos, que prometían una vida feliz después de la muerte a todos los que se iniciaban en ellos.
OTRAS DEIDADES
Además de los doce grandes dioses y diosas descritos, había dioses menores, quienes, aunque no lograban el estado olímpico, no obstante ocupaban lugares prominentes en la religión de los antiguos griegos. Dionisio, el Baco romano, fué uno de éstos, quien, como el dios del vino y la borrachera, presidía los viñedos. Plutón o Hades, quien, junto con sus hermanos Zeus y Poseidón, había destronado a su padre Cronos, recibió como resultado de echar suertes el dominio de las regiones inferiores, infernales, la morada de los muertos, donde él gobernó con su esposa Proserpina, una reina a quien se representa severamente pura, impresionante y terrible. No se construía ningún templo a ella, pues los griegos no tomaban en serio la vida futura, aunque creían en la existencia continuada del alma después de la muerte.
Había también un sinnúmero de deidades menores a quienes los griegos identificaban con toda cosa en que pensaban, tales como montañas, ríos, ciudades, fuentes, rocas, animales, sueño y muerte, noche y día, vejez y dolor. Todas las cualidades de la mente y la disposición humanas; todo lo que veían, sentían o de lo que hablaban lo personificaban, y se suponía que estas personificaciones presidían las cosas que representaban y se les adoraba a un grado mayor o menor.
Los griegos antiguos, aunque no eran un pueblo de mucha moral, eran un pueblo muy religioso. Continuamente invocaban a sus dioses, en toda ocasión: el symposium, esa fiesta intelectual que invariablemente seguía a las fiestas de alimento material, empezaban y terminaban con oración; las asambleas políticas empezaban con adoración; los oradores oraban antes de empezar a hablar; el agricultor antes de empezar a arar; los jóvenes antes de entrar a los torneos atléticos, ir de caza o salir a la guerra; el dios particular a que se hacía súplica dependía de la ocupación y el sexo del que oraba.
La Biblia nos dice que Dios hizo al hombre a su propia imagen, es decir con los atributos de sabiduría, justicia, amor y poder. (Gén. 1:26) De lo susodicho es evidente que en la Grecia antigua el hombre se hizo dioses a su propia imagen, imagen caída mental, moral y físicamente; siendo los principales entre tales “hacedores de dioses” Homero y Hesíodo, quienes por su estilo literario selecto ayudaron a afirmar estos dioses sobre la gente. Los escultores ayudaban en esto, representando a estos dioses con estatuas, que son las más excelentes que el mundo ha visto en belleza, gracia, encanto y majestuosidad. La Grecia antigua abundaba en estatuas, siendo la principal de todas la de Zeus, en su templo en Olimpia, una representación en forma humana de sesenta pies de altura, hecha de marfil, oro y gemas por los más grandes escultores.
ADIVINACIÓN, VIDENTES Y ORÁCULOS
Los griegos antiguos trataban de averiguar la voluntad de los dioses por medio de adivinación, videntes y oráculos. El trueno, el relámpago, la lluvia, los eclipses, el vuelo de las aves, todos eran significativos. Se sostenía que Prometeo enseñó a los hombres el arte de la adivinación: “El matiz que la hiel debe tener para el placer del dios y la simetría moteada del lóbulo del hígado, y los fémures envueltos en grasa, y el largo espinazo los quemé e inicié a los mortales en los misterios de un arte oculto.” (Enci. Amer., tomo 13, página 413) Lo que hace recordar el tiempo en que el rey de Babilonia, cuando trataba de decidir qué camino tomar, entre otras formas de adivinación ‘inspeccionó el hígado’.—Eze. 21:21.
El vidente, cuya tarea principal era interpretar señales, sueños y pronósticos, era segundo sólo al general de los ejércitos de la Grecia antigua. Se creía que estaba inspirado por los dioses y se suponía que su don se transmitía a su descendencia. En tiempos posteriores su oficio aumentó en importancia debido a que su presencia denotaba que los dioses sancionaban la guerra que se peleaba.
Los griegos también consultaban oráculos; término que proviene de una palabra latina que significa “hablar, declarar, orar”. El oráculo era el “medio por el cual un dios revela conocimiento oculto o da a conocer el propósito divino”, y representaba el aspecto más lucrativo de la antigua religión griega. El más antiguo centro de oráculos era el de su dios principal, Zeus, situado en Dodona, donde se recibían mensajes de Zeus por el susurro de las hojas del roble sagrado.
El más famoso y lucrativo de todos los centros de oráculos era el de Apolo (el dios griego de la presciencia y la sabiduría), situado en Delfos, y que era consultado no sólo por los griegos sino también por extranjeros; reyes y otros gobernantes estaban entre sus principales parroquianos. En Delfos ‘los oráculos eran divulgados por una sacerdotisa, la Pitia, que se sentaba en un trípode de oro encima de un abismo de donde brotaban vapores fétidos y venenosos. Inspirada por éstos, ella, en un estado de frenesí religioso, enunciaba palabras que luego eran arregladas por profetas educados especialmente con ese propósito, y dadas a los inquiridores’.
Muchas de las respuestas que se recibían eran inciertas y a veces podían interpretarse de maneras contrarias. Los que consultaban los oráculos pagaban generosamente por la información incierta, ambigua y hasta absolutamente equivocada que recibían, con lo cual no sólo llenaron el templo de Apolo con tesoros sino que se vieron obligados a construir edificios adicionales para almacenar los tesoros. Delfos, el asiento del oráculo de Apolo, ha sido llamado “el Vaticano de la antigüedad”.
UNA RELIGIÓN SIN CONCIENCIA
En tiempos primitivos los griegos edificaban altares sobre los que hacían sacrificios en los campos rasos, en arboledas y en colinas y cimas de montañas. Después edificaron templos, en honor de alguna deidad o en memoria de un amigo o pariente muerto. Generalmente a la entrada de sus templos había una ‘vasija de rociar’, un recipiente hecho de piedra o cobre y lleno de “agua santificada” que servía un propósito muy parecido al del “agua bendita” de las iglesias católicas romanas modernas.
Se sacrificaban animales en los altares y las personas que los ofrecían comían parte de ellos. Se dice que a veces se sacrificaba hasta a humanos. Tenían también los sacrificios incruentos de incienso y las ofrendas de metales preciosos, vasijas, ropa y dinero, los cuales objetos de valor finalmente se introducían en las casas de los sacerdotes o de personas eminentes de la ciudad.
No había un día de descanso semanal, pero se celebraban unas cincuenta fiestas a través del año. Algunas eran en honor a los dioses, algunas en honor a las estaciones del año, otras para celebrar grandes victorias nacionales, etc., todas las cuales traían gran placer a los griegos. Muchas de éstas se celebraban con gran pompa y ostentación y esplendor, y con procesiones muy semejantes a las de tiempos medioevales y a las que todavía se ven en algunos países católicos romanos.
El estado dirigía y controlaba la religión, la estimulaba y pagaba por sacrificios, ritos, procesiones y danzas pintorescas, pues todo servía para mantener a la gente común contenta con su miserable condición. Por lo tanto no se toleraba la predicación del ateísmo o de nuevas deidades o el estorbar de otra manera la religión establecida.
Dado que los dioses mismos en conjunto eran inmorales, no sorprende que muchas de las fiestas en su honor implicaran “obras de conducta inmoral, concupiscencias, excesos con vino, orgías, partidas de borrachera, e idolatrías que no tienen restricciones legales”. Que esta descripción por el apóstol Pedro verdaderamente concuerda con las fiestas griegas es confirmado por historiadores seglares quienes nos dicen que las fiestas en honor a Dionisio (Baco) eran “acompañadas de orgías vergonzosas—con bailes desenfrenados, parrandas turbulentas, música excitante, y demostraciones frenéticas”. La sensualidad se desmandaba en las ceremonias en honor de Afrodita; mientras que el falismo, la adoración del sexo, distinguía las de la diosa de la agricultura, Démeter.—1 Ped. 4:3, 4, NM.
Hasta qué grado estuvieron hundidos los griegos antiguos en el “sumidero bajo del libertinaje” se ve del hecho de que “la sociedad griega fué desfigurada por una actitud hacia el impulso homosexual que a menudo resultaba en palabras y acciones que a la vez eran inmorales y grotescas”. (Enci. Amer.) Las mujeres estaban tan degradadas que los hombres consideraban el matrimonio como una carga desagradable que había de asumirse sólo para tener alguien que los enterrara y como deber al estado, y por eso no se entraba a él hasta después de la edad de treinta años, y entonces escogían a mujeres muy jóvenes.
Los sacerdotes no enseñaban ni verdades morales ni espirituales; no había libros sagrados que enseñaran su religión. Sólo eran oficiales asignados por el estado o por suerte que se encargaban de los ritos y ceremonias y consultaban los oráculos. Había muchas distinciones entre ellos, y sus oficios a menudo se vendían al mejor postor.
Sí, la idea de una conciencia se hallaba enteramente ausente de la antigua religión griega y no había ningún sentido de pecado personal. Su objetivo no era el de familiarizar al hombre con su Dios, ni con lo que era bueno y lo que era malo, sino sólo servir los propósitos egoístas de un pueblo buscador de placeres y amante de las artes que vivía en el presente y sólo para sí mismo. Si el egoísmo complicaba los asuntos siempre podía recurrirse al suicidio para poner fin a todo.—1 Cor. 15:32.
En vista de lo susodicho, ¿puede decirse que los griegos antiguos fueron verdaderamente sabios, y les debe la humanidad una deuda de gratitud? ¡Difícilmente!
[Imagen de la página 461]
Zeus (el Júpiter romano)