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  • No pruebe la paciencia de Dios en exceso

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  • No pruebe la paciencia de Dios en exceso
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1972
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1972
w72 15/10 págs. 611-615

No pruebe la paciencia de Dios en exceso

EL APÓSTOL Pedro suministra una respuesta a los que desean su propio modo de vivir sin restricciones piadosas. Negando que Dios le pedirá cuentas al mundo por sus obras, éstos dicen: “¿Dónde está esa prometida presencia de él [el “día” de Jehová]? Pues, desde el día en que nuestros antepasados se durmieron en la muerte, todas las cosas continúan exactamente como desde el principio de la creación.” Dicen, de hecho, “Dios está muerto.”

Pedro dijo de aquellos hombres: “Conforme al deseo de ellos, este hecho se les escapa, que desde la antigüedad hubo cielos y una tierra situada sólidamente fuera de agua y en medio de agua [la tierra seca estando arriba de los mares y habiendo un pesado dosel de vapor acuoso en la atmósfera de la Tierra] por la palabra de Dios; y por aquellos medios el mundo de aquel tiempo sufrió destrucción cuando fue anegado en agua.”—New World Translation.

Entonces el apóstol aplica la ilustración a una destrucción venidera del sistema de cosas actual y da la razón por la aparente demora cuando dice: “No es lento Jehová respecto a su promesa, según lo que algunos consideran lentitud, sino que es paciente para con ustedes porque no desea que ninguno sea destruido, sino desea que todos alcancen el arrepentimiento.”—2 Ped. 3:3-10.

CUANDO SE ACABA LA PACIENCIA DE DIOS

¿Cuánto tiempo hace desde que Dios ejecutó juicio sobre una nación o un pueblo? En este año de 1972 hace 1.902 años. Esa es la cantidad de tiempo que ha transcurrido desde que Jerusalén fue destruida en 70 E.C. ¡Qué paciencia! Pero no abuse de esa excelente cualidad de Dios. Porque, cuando se hace claramente patente ante todos que una persona o hasta toda una nación no va a cambiar, ¡ay de esa persona o nación! Dios no cambia sus principios. Siempre es cierto que “el hombre censurado repetidas veces pero que hace dura su cerviz de repente será quebrado, y eso sin curación.”—Pro. 29:1; 28:14.

Antes que Jerusalén fuera destruida, Jesucristo dirigió estas palabras a la ciudad: “Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella,... ¡cuántas veces quise reunir a tus hijos de la manera que la gallina junta su pollada debajo de las alas, pero ustedes no quisieron! ¡Miren! Su casa se les deja abandonada a ustedes.”—Luc. 13:34, 35.

De modo que Jehová Dios el Creador ha mostrado paciencia que supera por mucho la de los humanos. Sin embargo, ¿no le parece a usted que las condiciones han progresado a tal grado que la paciencia de Dios tiene que estar cerca del punto crucial? ¿Y no es éste el caso especialmente en las naciones que se llaman cristianas? Basta con que las naciones sean impías. Pero el que digan que son el pueblo de Dios y al mismo tiempo ser las principales fomentadoras de guerras, tener la proporción más alta de crimen, estar impregnadas hasta los tuétanos de inmoralidad, blasfemar el nombre de Dios y entonces decir que él es lento porque retiene el castigo... ¿no ha hecho suficiente la cristiandad para probar la paciencia divina hasta el límite?

EL ERROR DE ISRAEL Y JUDÁ

Remontémonos hasta un ejemplo notable que nos suministra detalles que se equiparan estrechamente con lo que ha sucedido en las naciones que dicen ser cristianas. Otra vez se halla este ejemplo en Israel, pero es un ejemplo más antiguo. Comienza en 997 a. de la E.C. En este tiempo Israel era una sola nación, bajo un solo rey, a saber, Roboam el hijo de Salomón. Israel disfrutó de un buen gobierno bajo el rey David y de un excelente comienzo bajo Salomón. Pero hacia el fin de su reinado Salomón dio a las doce tribus un mal ejemplo religioso, que llevaba a la idolatría.—1 Rey. 11:4-13.

Sucediendo a su padre en el trono, Roboam trató muy duramente al pueblo. Finalmente, diez tribus se desprendieron bajo el acaudillamiento de Jeroboán y establecieron el reino septentrional o norteño, que con el tiempo tuvo su capital ubicada en Samaria. Las tribus de Judá y de Benjamín permanecieron leales a la línea de reyes davídica y los hombres capacitados de Leví continuaron sirviendo en el templo en Jerusalén.—1 Rey. 12:1-21, 31.

Desde entonces en adelante, el reino septentrional entró en la idolatría; decían que servían a Jehová, pero adoraban becerros de oro en vez de ir al templo de Jerusalén, donde Jehová había puesto su nombre. El reino fue de mal en peor, pues la mayoría de sus reyes fueron muy inicuos. De modo que Dios permitió que dicho reino fuera llevado al destierro por Asiria en 740 a. de la E.C.—1 Rey. 12:28-30; 2 Rey. 17:18-23.

Pero, ¿qué sucedió acerca del reino meridional, conocido como “Judá”? No estaba libre de culpa tocante al error religioso del reino septentrional, debido a lo que tuvo lugar al fin del reinado de Salomón y al principio del reinado de Roboam, haciendo que se sublevaran las diez tribus. De modo que Judá fue parcialmente responsable del error de la “casa de Israel.” Y en cuanto a Judá mismo, aunque tuvo algunos reyes justos, éstos siempre tuvieron que pelear contra las tendencias idolátricas de la gente. Estas tendencias se agravaban muchísimo cuando reyes malos estaban en el poder.

De modo que Judá, aunque no se desprendió de la línea de reyes davídica que Jehová había establecido, también cayó en la idolatría, a un grado incurable. Por consiguiente, Judá también fue culpable de error desde aquel tiempo de la división nacional en 997 a. de la E.C. Pero debido a los buenos esfuerzos de reyes como Asa, Josafat, Ezequías y Josías, Dios permitió que el reino meridional existiera ciento treinta y tres años después de la caída de Samaria, hasta 607 a. de la E.C.

A Ezequiel, en Babilonia, se le dijo en el año 613 a. de la E.C. que habría de llegar a ser una “señal a la casa de Israel” tocante a la ejecución de juicio de Dios contra la nación. Dios le habló a él desde encima de un carro celestial contemplado en visión, diciendo:

“Y tú, oh hijo del hombre, toma para ti un ladrillo, y tienes que ponerlo delante de ti y grabar sobre él una ciudad, aun a Jerusalén. Y tienes que poner sitio contra ella y construir un muro de asedio contra ella y amontonar un cerco de sitiar contra ella y colocar campamentos contra ella y poner arietes todo alrededor contra ella. Y en cuanto a ti, toma para ti una tartera de hierro, y tienes que ponerla como un muro de hierro entre ti y la ciudad, y tienes que fijar tu rostro contra ella, y tienen que llegar a estar bajo sitio, y tienes que sitiarla. Es una señal a la casa de Israel.”—Eze. 4:1-3.

LOS 390 DÍAS DE LLEVAR EL ERROR DE ISRAEL

Un rasgo sumamente interesante de este cuadro al vivo fue que indicó con anticipación el año exacto en que Jerusalén habría de ser destruida. De los registros oficiales disponibles en Jerusalén, sin duda se podía determinar el tiempo en que la división del reino había tenido lugar. Es posible que Ezequiel, en Babilonia, haya tenido suficiente información para calcular el año de la calamidad de Jerusalén cuando recibió la visión seis años antes que aconteciera la caída de ella. El rasgo de tiempo se revela en lo que Jehová dijo enseguida:

“Y en cuanto a ti, acuéstate sobre tu lado izquierdo, y tienes que poner el error de la casa de Israel sobre él. Por el número de los días que te acostarás sobre él llevarás el error de ellos. Y yo mismo tengo que darte los años de su error hasta el número de trescientos noventa días, y tienes que llevar el error de la casa de Israel. Y tienes que completarlos.”—Eze. 4:4-6a.

Dios había tolerado la rebelión y la idolatría en Israel desde 997 a. de la E.C. El reino septentrional rebelde no duró trescientos noventa años. Cuando fue destruido en 740 a. de la E.C. esto sirvió como castigo directo por apartarse de la adoración de Jehová como Dios. Pero no zanjó el asunto en lo que tocaba a Jehová. Todavía quedaba algo que zanjar en las cuentas de la capital madre, Jerusalén. Por lo tanto, Jehová, siguiendo, le mandó lo siguiente a Ezequiel:

“Y tienes que acostarte sobre tu lado derecho en el segundo caso, y tienes que llevar el error de la casa de Judá cuarenta días. Un día por un año, un día por un año, es lo que te he dado. Y al asedio de Jerusalén fijarás tu rostro, con tu brazo desnudo, y tienes que profetizar contra ella. Y, ¡mira! ciertamente pondré cuerdas sobre ti para que no te vuelvas de tu un lado a tu otro lado, hasta que hayas completado los días de su sitio.”—Eze. 4:6b-8.

Si Ezequiel estaba acostado (boca abajo) con la cabeza en dirección al este en su sitio mímico de Jerusalén, entonces su lado izquierdo estaría al norte, la dirección del anterior reino septentrional de Israel, y su lado derecho estaría al sur. De modo que era adecuado que se acostara sobre su lado derecho al llevar el “error” del reino meridional de Judá. Así estaría colocando toda la carga sobre su lado derecho. Por supuesto, el que Ezequiel se acostara sobre su lado derecho por cuarenta días fue después de acostarse sobre el lado izquierdo por trescientos noventa días, lo cual significaría cuatrocientos treinta días de acostarse como en sitio.a

LOS CUARENTA DÍAS DEL ERROR DE JUDÁ

Sin embargo, en el cumplimiento mismo en la Jerusalén de la antigüedad, los cuarenta días por el “error” de la “casa de Judá” correrían concurrentemente con los últimos cuarenta días de los trescientos noventa días por el “error” de la “casa de Israel.” La unidad de medir tiempo que Jehová le dio a Ezequiel fue: “un día por un año,” hecha enfática al ser repetida. En armonía con ello, los cuarenta años por el “error” de la “casa de Judá” habrían de correr concurrentemente con los últimos cuarenta años del período de 390 años por el “error” de “la casa de Israel.” Los últimos cuarenta años de ese período comenzaron en el año 647 a. de la E.C. Ambos períodos, el más largo y el más corto, tenían que convergir en la misma fecha, pues la Jerusalén antigua fue destruida solo una vez, a saber, en 607 a. de la E.C.

Ahora surge una pregunta: ¿Fue el principio de esos cuarenta años por el “error de la casa de Judá” señalado por algo que indicara un comienzo de contar “error” religioso? Sí, el año de apertura de ese período fue el decimotercer año del reinado del buen rey Josías de Jerusalén, y fue en ese año que Jehová nombró a Jeremías para servir como su profeta en la tierra de Judá. (Jer. 1:1-3; 25:3) Pero ¿no estaba restaurando en aquel tiempo el buen rey Josías la adoración pura de Jehová por toda la tierra de Judá? ¿Por qué, entonces, debería comenzar Jehová a contar “error” contra la “casa de Judá” en ese año?

POR QUÉ NO PODÍA IMPEDIRSE EL CASTIGO

Judá estaba cargada de error incurable. El rey Manasés, abuelo del rey Josías, había llevado a Judá a pecados que habían sido tan abundantes y sumamente alarmantes que Jehová no podía borrarlos de la cuenta que tenía contra Jerusalén como ciudad idólatra, manchada de sangre. Leemos:

“Fue solo por orden de Jehová que esto tuvo lugar contra Judá, para quitarlo de su vista por los pecados de Manasés, conforme a todo lo que había hecho; y también por la sangre inocente que él había derramado, de manera que llenó a Jerusalén de sangre inocente, y Jehová no consintió en conceder perdón.”—2 Rey. 24:3, 4; 21:16.

Aun después de los nobles esfuerzos del rey Josías por poner en vigencia la ley de Jehová en Judá y Jerusalén, leemos:

“Y resultó que no hubo rey como él antes de él que se volviera a Jehová con todo su corazón y con toda su alma y con toda su fuerza vital, conforme a toda la ley de Moisés; tampoco después de él se ha levantado uno semejante a él. Sin embargo, Jehová no se volvió del gran ardor de su cólera, con que ardía su cólera contra Judá por todas las cosas ofensivas con las cuales Manasés los había hecho ofender. Antes bien dijo Jehová: ‘A Judá, también, quitaré de mi vista, tal como he quitado a Israel; y ciertamente rechazaré a esta ciudad que he escogido, aun a Jerusalén, y la casa [templo] de la que he dicho: “Mi nombre continuará allí.”’”—2 Rey. 23:25-27.

Es notable que Jehová ejerciera tal paciencia para con ambas casas de Israel. Trescientos noventa años es un período largo para ejercer paciencia... más tiempo, por ejemplo, del que han existido los Estados Unidos como nación. Ciertamente este ejemplo debería ayudarnos a ver y apreciar más plenamente esta cualidad excelente de Dios. Y debería ser un fuerte incentivo para nosotros a fin de ejercer más paciencia con otros.

Pero, ¿qué podemos aprender del hecho de que la paciencia de Dios con el tiempo sí llega a un fin?

APROVECHE LA PACIENCIA DE DIOS ANTES QUE ÉSTA TERMINE

Podemos aplicar el principio a la cristiandad, a las naciones que se llaman cristianas. La cristiandad no empezó con Jesucristo o sus apóstoles, sino más bien en el siglo cuarto, con la fusión del cristianismo apóstata con la religión pagana y la política por Constantino el Grande. Por lo tanto, la cristiandad jamás ha practicado el cristianismo verdadero. Este emperador romano hizo del “cristianismo” la religión del Estado, por razones políticas. Después de haber presidido el Concilio religioso de Nicea, hizo que su hijo mayor fuera ejecutado y después de eso su propia esposa, Fausta. Así, los mismísimos cimientos de la cristiandad fueron ensuciados con sangre. El “error” de la cristiandad empezó con su principio.—The Encyclopædia Britannica, 11⁠ma edición, tomo 6, página 989, párrafo 4.

A través de los 1.600 años desde entonces, las faldas de la cristiandad han goteado sangre. Considere las Cruzadas, la inquisición religiosa, la Guerra de los Treinta Años, y, finalmente, las dos guerras mundiales de este siglo.

Nadie puede decir que Dios no le ha dado a la cristiandad amplia oportunidad para revelar su verdadera naturaleza. Sin embargo, la paciencia que él ha ejercido no ha sido en vano.

Ciertamente, ninguno de nosotros queremos morir, sino vivir. El Creador, Jehová Dios, ejerce tan notable paciencia porque no desea que nadie muera. ¡Qué desperdicio el morir y perderse las excelentes cosas que Dios está por introducir para los que aprecian su paciencia! Jehová dice a la gente de la cristiandad, tal como le dijo a su pueblo profeso en el tiempo de Ezequiel: “¿Por qué deben morir, oh casa de Israel? Porque no me deleito de ninguna manera en la muerte de alguien que muere . . . Por lo tanto hagan un volverse y sigan viviendo.”—Eze. 18:31, 32.

Dios no solo es paciente, sino también Proveedor de ayuda a los que desean volverse del derrotero provocador de Dios de la cristiandad, o de las otras religiones falsas e ideologías del mundo. Los testigos de Jehová están tan interesados en que usted obtenga vida como en sus propias expectativas. Válgase de su ayuda gratuita y aproveche este tiempo de la paciencia de Dios que todavía se extiende a las personas de corazón sincero y honrado.—2 Cor. 6:1, 2.

[Nota]

a Sea que Ezequiel llevó a cabo el cuadro al vivo literalmente, realmente acostándose de lado en las calles durante las horas del día de 430 días, o si esto tuvo lugar solo en visión, es problemático. Los comentaristas están divididos en cuanto al asunto, algunos creyendo que la escena solo se contempló en visión, y que entonces Ezequiel relató y describió la visión a la gente. Otros sustentan que él representó en pantomima la escena después de haber tenido la visión. Pero, en cualquier caso, no altera en lo más mínimo el entendimiento del cumplimiento de la profecía y su aplicación a Judá e Israel en aquel tiempo, tampoco afectaría el cumplimiento final de ciertos rasgos de la profecía sobre la cristiandad. Lo de importancia no es cómo, en el caso de Ezequiel, se ejecutó el mandato contemplado en visión. Es el significado del mandato lo que nos interesa y nos afecta.

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