‘No de la clase que se retrae’
LOS átomos y las moléculas que forman la materia están en constante movimiento. Mientras más rápidamente se mueven más calientes se ponen; mientras más lentamente se mueven más baja llega a ser su temperatura. Y la regla general es que a medida que una sustancia se calienta se ensancha, y a medida que se enfría se contrae. Además, un cuerpo caliente puede compartir su calor con uno frío: las moléculas en movimiento más rápido del caliente imparten más velocidad a las moléculas de la sustancia fría con la que se ponen en contacto, y dicho movimiento acelerado de moléculas hace que la sustancia fría se caliente. Todo lo cual encuentra alguna analogía con los cristianos y la actividad cristiana. Jesús se refirió a los que pretenden seguirlo en términos de temperatura: “Conozco tus obras, que no eres ni frío ni caliente. Ojalá fueras frío o si no caliente. Así, por cuanto eres tibio y no caliente ni frío, voy a vomitarte de mi boca.”—Apo. 3:15, 16, NM.
Los cristianos que son calientes están moviéndose, celosamente ocupados en el servicio del Reino, y están ensanchando su ministerio. Los fríos han perdido su movimiento y se han enfriado y retraído. No tienen calor o celo para sí mismos, y ninguno para impartirlo a otros. Los que son activos y calientes en el servicio de Dios pueden ponerse en contacto con los menos activos e impartirles calor y celo, estimulándolos a la actividad y calentándolos para lograr una expansión de su ministerio. El rendir esta ayuda quizás agote la energía del que presta la ayuda y merme su tiempo de predicación, pero contribuye a un aumento total de actividad, porque hace que el enfriado se caliente y se ponga activo de nuevo. Además, no es una pérdida permanente para el que presta ayuda, como pudiera ser el caso con sustancias inanimadas. ¿Por qué no? Porgue hay cierta manera en que los cristianos pueden llenar repetida y constantemente su abastecimiento de calor. “¿No es mi palabra como el fuego?” pregunta Jehová. (Jer. 23:29) De modo que al abastecerse de continuo de la inagotable Palabra de Dios, el celo y la energía del cristiano para el servicio pueden mantenerse en un nivel elevado.
Algunos comienzan celosamente en el servicio. Estudian y absorben un abastecimiento de calor de la Palabra de Dios y progresan rápidamente por un tiempo. Pero después caen en una práctica mala. Descuidan su estudio de la Biblia. Cesan de abastecerse, pierden calor a medida que el conocimiento se escabulle de la mente, y se enfrían al mezclarse con el medio del viejo mundo, que es frío a Dios. Perdiendo su calor cristiano y no recobrándolo mediante estudio, se enfrían y retroceden a su pequeñez e inactividad anteriores, igual como estuvieron antes de oír la verdad. Pablo amonesta contra tal retroceso por parte de aquellos que habían comenzado a usar su libertad de palabra para predicar y que habían aguantado sufrimiento con el pueblo de Dios: “Sin embargo, continúen recordando los días anteriores en los cuales, después que ustedes fueron iluminados, aguantaron una gran contienda bajo sufrimientos, a veces mientras que estaban siendo expuestos como en un teatro tanto a reproches como a tribulaciones, y a veces mientras que eran participantes con aquellos que estaban teniendo tal experiencia. Porque ustedes no sólo expresaron compasión para aquellos en prisión sino que con gozo aguantaron el despojo de sus posesiones, sabiendo que ustedes mismos tienen una posesión mejor y duradera. Por lo tanto, no desperdicien su libertad de palabra, la cual recibirá una grande remuneración. Porque ustedes tienen necesidad de aguante, . . . Pero nosotros no somos de la clase que se retrae para la destrucción, sino de la clase que tiene fe para la conservación viva del alma.”—Heb. 10:32-39, NM.
Los que se retraen son aquellos a quienes Pedro dijo que el proverbio verdadero aplicaba: “El perro ha vuelto a su propio vómito, y la puerca que fué bañada a revolcarse en el lodo.” (2 Ped. 2:22, NM) Habían sido parte del sistema de cosas del viejo mundo, luego se asociaron con la sociedad del nuevo mundo y se alimentaron con el alimento espiritual limpio de la mesa de Jehová, “un banquete de manjares pingües,” y después volvieron al mundo de Satanás, donde “todas las mesas están llenas de vómito asqueroso, no hay lugar limpio”. (Isa. 25:6; 28:8, UTA) El alimento del cristiano no consta únicamente de las verdades nutritivas de la Biblia, sino también de hacer la voluntad de Dios, como Jesús dijo: “Mi alimento es hacer la voluntad de aquel que me envió y terminar su obra.” (Juan 4:34, NM) No sólo es asunto de oír las palabras de Dios, sino de hacerlas también. (Sant. 1:22) Cuando uno cesa de estudiar y hacer la voluntad de Dios, regresa a oír y practicar las propagandas verbosas del mundo, revolcándose en su lodo como la puerca lavada que vuelve a su revolcadero lodoso.
Pero quizás los que en un tiempo eran calientes no se vuelvan fríos, sino sólo tibios. ¿Entonces qué? Jesús respondió: “voy a vomitarte de mi boca.” Quizás le presten suficiente atención indiferente a la verdad para no retraerse por completo, pero no la suficiente para ensancharse en servicio celoso. No yendo ni en una dirección ni en otra, andan a la ventura. “Por eso es necesario que pongamos más que la acostumbrada atención a las cosas que nosotros escuchamos, para que nunca nos deslicemos.” (Heb. 2:1, NM) Si nos dejamos guiar a la ventura perezosamente por la corriente de la humanidad gravitamos hacia el mar Muerto del Armagedón. No podemos dejarnos llevar con este torrente murmurante de humanidad y ser barridos junto con él sin ofrecer resistencia, sino que tenemos que nadar en contra de él, lo cual requiere verdadero esfuerzo. Así que no sólo tenemos que rehusar retraernos sino rehusar ser ociosos e inmóviles, porque objetos en tal condición llegan a ser como madera flotante que se mueve con cada viento y ola cambiante, incapaz de guiarse y sin poder para gobernar su destino. Algunas de las corrientes de las aguas de Satanás fluyen engañosamente suaves aparentemente tranquilas, pero profundas. De maneras sutiles él hará que vayamos a la deriva: al principio el movimiento es lento y aparentemente sin peligro, pero a medida que la corriente se apodera de nosotros nos mantiene más firmemente asidos y viene a ser más y más difícil desprendernos de ella, hasta que con el tiempo no podemos nadar contra la corriente creciente que nos impulsa siempre más velozmente hacia la rápida precipitación de un Niágara al abismo. Pero podemos evitar este peligro oyendo y obedeciendo las palabras de Dios, las cuales fortalecerán nuestra esperanza en el nuevo mundo, esperanza que a su vez servirá como un ancla a nuestra alma para que no sea arrastrada a la destrucción. (Heb. 6:19) De otra manera, vendremos a ser tan nauseabundos y detestables a Jehová y a Cristo y a la organización de Dios que con el tiempo seremos vomitados de en medio de ellos.
EJEMPLO, BUENOS Y MALOS
Moisés se retrajo de un servicio especial que Jehová le asignó porque le exigía hablar, y Moisés encontraba eso difícil. Jehová proveyó un portavoz para Moisés en forma de su hermano Aarón, y juntos sirvieron fielmente, Moisés hasta hablando algo él mismo. Fuera que él tuviera un impedimento del habla de alguna clase, y fuera que lo venció o no, el registro no nos lo revela. El punto es que su retroceso fué sólo momentáneo y se debió a lo que él consideró un obstáculo insuperable, y que después habló, ya sea impecable y elocuentemente o de otra manera.—Éxo. 4:10-16.
Después del éxodo de Egipto y mientras se hallaban en el desierto, los israelitas escucharon el informe que dieron a Moisés los hombres que habían espiado la tierra de Canaán: “Llegamos a la tierra adonde nos enviaste, la cual ciertamente mana leche y miel; y este es el fruto de ella. Empero es fuerte el pueblo que habita en aquella tierra; y las ciudades están fortificadas y son muy grandes. Y también a los hijos de Anac [gigantes] hemos visto allí.” Dos de los espías, Josué y Caleb, estaban a favor de entrar a la tierra, diciendo el último: “¡Subamos de una vez, y tomemos posesión de ella; porque muy bien podemos conquistarla!” Pero los diez espías derrotistas objetaron con terror: “No podremos subir contra esta gente, porque es más fuerte que nosotros.” (Núm. 13:27, 28, 30-33) Atemorizados, los israelitas se retrajeron, prefiriendo la destrucción en el desierto, rehusando entrar a la Tierra Prometida. Los gigantes del país los asustaron, pero cuando Israel entró al país unos cuarenta años después los gigantes todavía estaban allí. (2 Sam. 21:15-22) Es igual hoy. El retraerse no quita los obstáculos. Todavía estarán allí la próxima semana, el próximo mes o el próximo año, para que nos enfrentemos a ellos con el tiempo a medida que avanzamos en el servicio.
Cuando el profeta Urías declaró un mensaje impopular contra Jerusalén y Judá, el rey Joaquim trató de ejecutarle. Urías retrocedió, dejó el servicio de Jehová, y huyó a Egipto. Pero Joaquim despachó hombres a Egipto, quienes trajeron a Urías, y el profeta infiel fué muerto. (Jer. 26:20-23) ¡Cuán diferente fué el proceder de Jeremías! Cuando un rollo escrito por Baruc al dictado de Jeremías y conteniendo los juicios de Jehová fué leído el rey Joaquim, el rey lo quemó y mandó que arrestaran a Baruc y Jeremías. Pero Jeremías no huyó del país como Urías lo hizo. En vez de eso, dió otro rollo a Baruc, “quien escribió en él por dictado de Jeremías todas las palabras del libro que Joaquim, rey de Judá, había quemado en el fuego; y además se les añadieron muchas palabras semejantes.” (Jer. 36:32, BC) En otra ocasión el mensaje impopular de destrucción por parte de Jehová le acarreó tanto sufrimiento a Jeremías que él decidió no hablar más en el nombre de Dios. Pero el profeta no podía enfriarse en cuanto a la obra de Jehová y retraerse a la inactividad. ¿Por qué no? Jeremías mismo dió la respuesta: “[Lo] siento en mi corazón como un fuego abrasador, encerrado en mis huesos; me he fatigado grandemente por soportarlo, pero no puedo.” (Jer. 20:9, BC) La Palabra de Dios, como fuego, mantuvo al profeta caliente y activo en el servicio de Jehová.
Al comienzo del ministerio de Jeremías, cuando Jehová le llamó para ser profeta, el primer impulso de Jeremías fué retraerse: “¡He aquí que no sé hablar, pues soy muchacho!” Pero Jehová le contestó: “Pongo mis palabras en tu boca.” (Jer. 1:4-10, BC) Después de eso Jeremías habló esas palabras fielmente. Asimismo debemos hablar las palabras de Dios nosotros hoy, intrépidamente. Él las pone en nuestra boca, por medio de nuestro estudio de su Palabra la Biblia y las provisiones que él hace por medio de su organización visible. Si hemos de tener estas palabras en la boca y poder acomodarlas a nuestra lengua para predicar, tenemos que dejar que se hundan en nuestro corazón y dejar que inclinen nuestra mente, rehaciendo nuestra mente para que esté llena de los pensamientos de Dios. (Isa. 55:8; Mat. 16:23; Rom. 12:2, NM) En pocas palabras, tenemos que estudiar. Estudiar no sólo los primeros principios de la verdad, sino las cosas más profundas de Dios también, para que podamos avanzar a la madurez a fin de ser maestros de la Biblia. “El alimento sólido es para las personas maduras, para los que por medio del uso tienen las facultades perceptivas ejercitadas para discernir así lo bueno como lo malo.”—Heb. 5:12-14; 6:1, NM.
¿Nos encontramos entre “los que por medio del uso tienen las facultades perceptivas ejercitadas para discernir así lo bueno como lo malo”? Es mediante el uso que nuestra capacidad mental es ensanchada y educada. ¿Estamos educando la nuestra para charla ociosa, para trivialidades, para chismear, para quejarnos o murmurar? Sí, si así usamos nuestra vida. Por otra parte, si estamos usando nuestra mente para investigar y digerir todo lo que posiblemente podemos de las Escrituras, si estamos usando ese conocimiento recién obtenido comentando en las reuniones, si lo ponemos en uso también en la predicación, entonces tal uso y práctica educarán nuestras facultades perceptivas para que nuestra capacidad mental aumente. Este mundo ha inventado el lema de que la práctica logra la perfección. Los lemas son fáciles de hacerse, empero el análisis a menudo los expone como falsos. La práctica no logra la perfección—sólo Dios hace las cosas perfectas. La práctica nos hace más peritos, sea en hacer lo bueno o lo malo según lo que practicamos. Practique el chismear, y será más perito en ese pecado. Practique la piedad, y será más perito con la ayuda de Jehová. El uso apropiado de nuestras facultades perceptivas nos hará mejores estudiantes y ministros de la Palabra de Dios, nos mantendrá calientes y activos hacia él.
El apóstol Pablo, quien aconsejó contra el retraerse, es un buen ejemplo de uno que evitó bien caer en esta trampa. Ningún territorio fué tan difícil que lo hiciera retroceder de él. En una ocasión los judíos “apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad, imaginándose que estaba muerto”. Pronto después volvió allí a predicar. (Hech. 14:19-22, NM) Él no retrocedió de la obra de puerta en puerta: “Yo no me retraje de decirles cosa alguna que fuera de provecho ni de enseñarles públicamente y de casa en casa.” (Hech. 20:20, NM) Las persecuciones no le intimidaron: “¿Son ellos ministros de Cristo? Yo contesto como un loco, más sobresalientemente soy yo uno: en trabajos más abundantemente, en cárceles más abundantemente, en azotes con exceso, a punto de morir, frecuentemente. Por los judíos cinco veces recibí cuarenta azotes menos uno, tres veces fuí golpeado con varas, una vez fuí apedreado, tres veces experimenté naufragio, una noche y un día los pasé en lo profundo; en viajes a menudo, en peligros de ríos, en peligros por parte de salteadores de caminos, en peligros por parte de mi propia raza, en peligros por parte de las naciones, en peligros en la ciudad, en peligros en el desierto, en peligros en el mar, en peligros entre falsos hermanos, en trabajo y fatiga, en noches en desvelo a menudo, en hambre y sed, en abstinencia de alimento muchas veces, en frío y desnudez.”—2 Cor. 11:23-27, NM.
Cristo Jesús resistió todos los esfuerzos para hacerle retroceder. Al principio de su ministerio el Diablo le tentó de diversas maneras sutiles, pero Jesús nunca titubeó y al fin le dijo: “¡Márchese, Satanás!” (Mat. 4:10, NM) Después uno de sus propios apóstoles trató de desviarlo del curso de sufrimiento que yacía adelante: “Pedro le llevó aparte y comenzó a levantarle fuertes objeciones, diciendo: ‘Ten consideración de ti, Señor; tú absolutamente no tendrás este destino.’ Pero, dándole la espalda, le dijo él a Pedro: ‘¡Ponte detrás de mí, Satanás! Me eres un tropiezo, porque tú piensas, no los pensamientos de Dios, sino los de los hombres.’” (Mat. 16:22, 23, NM) Y aun cuando su propia carne deseaba que la copa de la muerte ignominiosa fuera apartada de él, su celo por la voluntad divina ocupó el primer lugar para con él. Poco antes de su traición y muerte en el madero de tormento él oró tres veces, en sustancia: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa. Sin embargo, no como quiera yo, sino como quieras tú.”—Mat. 26:39-44, NM.
BUENOS EJEMPLOS NUESTROS MODELOS
Estamos rodeados por una nube de testigos ejemplares que vivieron antes del tiempo de Cristo Jesús. “Fueron apedreados, fueron probados, fueron aserrados en pedazos, murieron por matanza con la espada, anduvieron de aquí para allá en pieles de oveja, en pieles de cabra, mientras sufrían necesidad, en tribulación, bajo maltratamiento; y el mundo no fué digno de ellos. Ellos vagaron por los desiertos y las montañas y en cavernas y cuevas de la tierra.” Pero no se retrajeron. Hemos leído de las experiencias penosas que sobrevinieron a Pablo. Empero él no retrocedió. Él aconsejó: “Háganse imitadores de mí, así como yo lo soy de Cristo.” Y del principal modelo de integridad está escrito: “Cristo sufrió por ustedes, dejándoles un modelo para que siguieran cuidadosamente sus pisadas.”—1 Cor. 11:1; Heb. 11:37, 38; 12:1; 1 Ped. 2:21, NM.
Nosotros sabemos cuando estamos retrayéndonos, y también lo sabe Dios. Sabemos cuando seguimos nuestra propia voluntad, y cuando seguimos la voluntad de Dios. Es decir, podemos reconocerlo y admitirlo si queremos. Muchos prefieren engañarse, y esperan engañar a otros y a Dios. Pero no se le puede engañar. Él nos conoce mejor de lo que nosotros nos conocemos. Él nos ve tal como somos, ya sea que nosotros nos veamos así o no. Debemos tratar de vernos como Dios nos ve. Podemos hacernos preguntas en un examen propio. Hemos dedicado nuestro cuerpo a él, pero ¿lo entregamos a su voluntad, o a la nuestra? ¿Nos servimos a nosotros mismos, o a él? ¿Cumplimos con nuestra dedicación, o cejamos o nos retraemos de cumplir con ella? ¿Dejamos que él nos use a su manera, o insistimos en que él nos use a nuestra manera? ¿Qué es lo que cedemos? ¿Qué es a lo que renunciamos? ¿Qué cosas nos negamos a nosotros mismos, para ensanchar nuestro ministerio? O ¿nos tratamos con mimo y regalo primero, y luego excusamos esto? ¿Agradamos a la carne y afligimos al espíritu o regocijamos al espíritu y tratamos severamente a la carne? No podemos agradar a los dos. (Rom. 8:7-13) Pablo esclavizó la carne, para que el espíritu pudiera ser libre.—1 Cor. 9:27.
De modo que la conclusión del asunto es que debemos estudiar la Palabra de Dios y dejar que nos encienda a la actividad del Reino, que nos ensanche a hacer frente a las demandas crecientes que el campo de testimonio impone sobre nosotros. Una vez que empezamos, debemos mantener nuestro calor hacia la causa de Dios abasteciéndonos de la fuente inagotable del celo cristiano, la Biblia. Un fuego no alimentado se apaga. Tenemos que mantenernos encendidos mediante la Palabra de Dios y usarla para ayudar a otros a ponerse activos, usarla en reuniones de congregación, usarla en el servicio, usarla de toda manera posible y nunca dejar que se enfríe o se retraiga de nuestra vida. Nunca debemos congelarnos a una condición yerta, sino que debemos seguir moviéndonos en el servicio, ensanchando nuestro ministerio, calientes hacia Jehová y su causa. Entonces podemos adoptar confiadamente las palabras: “Nosotros no somos de la clase que se retrae para la destrucción, sino de la clase que tiene fe para la conservación viva del alma.”