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  • Sea feliz y organizado
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1993
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1993
w93 1/4 págs. 28-31

Sea feliz y organizado

SI SOMOS organizados, realizaremos bien nuestras tareas. Y si somos eficientes, sacaremos el mejor partido de nuestro tiempo y recursos. (Gálatas 6:16; Filipenses 3:16; 1 Timoteo 3:2.) Claro que la organización y la eficiencia no son todo en la vida. El salmista escribió por inspiración: “¡Feliz es el pueblo cuyo Dios es Jehová!”. (Salmo 144:15.) Sin embargo, resulta un tanto difícil ser felices y también organizados en todo lo que hacemos.

Organizados y felices

Jehová Dios es el mejor ejemplo de buena organización. Todas sus creaciones evocan orden y precisión, sean estas organismos unicelulares o complejas criaturas vivas, átomos microscópicos o inconmensurables galaxias. Sus leyes universales permiten que planeemos con confianza nuestra vida. Nadie duda de que el sol saldrá todas las mañanas, o de que el verano seguirá al invierno. (Génesis 8:22; Isaías 40:26.)

Pero Jehová no es solo un Dios de orden; es “el Dios feliz”. (1 Timoteo 1:11; 1 Corintios 14:33.) Su felicidad puede percibirse en la creación. Gatitos juguetones, hermosas puestas de sol, apetitosos alimentos, música que satisface el espíritu, trabajo animador y muchas otras cosas que demuestran que Dios se propuso que disfrutáramos de la vida. Lejos de ser restricciones molestas, las leyes que Jehová ha dictado son medidas de protección para nuestra felicidad.

Jesucristo imita a su Padre. Es “el feliz y único Potentado”, y se comporta exactamente igual que Jehová. (1 Timoteo 6:15; Juan 5:19.) Cuando colaboró con su Padre en la creación, fue más que un “obrero maestro” eficiente. Fue feliz al hacer su trabajo, y estuvo ‘alegre delante de Jehová todo el tiempo, pues estuvo alegre por el terreno productivo de su tierra, y las cosas que fueron el objeto de su cariño estuvieron con los hijos de los hombres’. (Proverbios 8:30, 31.)

Nosotros también debemos reflejar esa misma bondad, alegría y cariño por la gente en todo lo que hacemos. Algunas veces, no obstante, pudiera ser que, intentando ser eficientes, olvidáramos que ‘andar ordenadamente por el espíritu’ de Dios supone manifestar los frutos de su espíritu. (Gálatas 5:22-25.) Por tanto, sería conveniente que nos preguntáramos cómo podemos ser a la vez organizados y felices tanto al realizar nuestras actividades personales como al dirigir la labor de otros.

No sea cruel consigo mismo

Reflexione en el buen consejo que se da en Proverbios 11:17. El escritor inspirado nos dice primero que “un hombre de bondad amorosa está tratando recompensadoramente con su propia alma”. Luego hace este contraste: “Pero la persona cruel está acarreando extrañamiento a su propio organismo”. La versión de La Casa de la Biblia (1992) traduce así este versículo: “El hombre compasivo se hace bien a sí mismo, el cruel, en cambio, provoca su propio daño”.

¿Cómo pudiera alguien ser cruel consigo mismo sin siquiera darse cuenta? Una manera es teniendo buenas intenciones, pero estando completamente desorganizado. ¿Con qué resultados? Dice un experto que “un lapso mental, un expediente mal archivado, una instrucción no muy clara o un recado telefónico mal anotado son fallos insignificantes comparables a termitas que carcomen los soportes mismos de la eficiencia y arruinan las mejores intenciones”. (Teach Yourself Personal Efficiency [Aprenda a ser eficiente].)

Lo anterior concuerda con lo que dijo el escritor inspirado: “El que se muestra flojo en su trabajo... hermano es del que causa ruina”. (Proverbios 18:9.) En efecto, las personas desorganizadas e ineficientes pueden causarse calamidad y ruina a ellas mismas y a otros. Por eso, a menudo se las evita y, por su pereza, terminan excluidas de casi todo círculo social.

¿Un perro vivo, o un león muerto?

Pero uno puede también ser cruel consigo mismo si se fija normas demasiado altas. El escritor que citamos antes añade que pudiéramos ponernos “una norma de perfección tan inalcanzable” que “con el tiempo acabásemos sufriendo angustia y decepción”. Por más organizado y eficiente que sea un perfeccionista, nunca se siente verdaderamente feliz. Tarde o temprano termina angustiándose.

De modo que si tendemos a ser perfeccionistas, nos ayudará recordar que “un perro vivo está en mejor situación que un león muerto”. (Eclesiastés 9:4.) Puede que no nos matemos literalmente esforzándonos por alcanzar cierta perfección utópica, pero sí podemos desgastarnos y perjudicarnos gravemente. Según una autoridad en este campo, esto implica “agotamiento físico, emocional, espiritual, intelectual y hasta hastío por la gente”. (Job Stress and Burnout.) El que alguien se agotara así en pos de metas inalcanzables sería una manera de ser cruel consigo mismo y de privarse inevitablemente de la felicidad.

Trátese de manera recompensadora

Recuerde: “Un hombre de bondad amorosa está tratando recompensadoramente con su propia alma”. (Proverbios 11:17.) Nos tratamos de manera recompensadora si nos fijamos metas realistas y razonables, teniendo presente que el Dios feliz, Jehová, conoce nuestras limitaciones. (Salmo 103:8-14.) Seremos felices si aceptamos estas limitaciones y luego hacemos “lo sumo posible”, de acuerdo con nuestras circunstancias, por cumplir bien nuestros compromisos. (Hebreos 4:11; 2 Timoteo 2:15; 2 Pedro 1:10.)

Por supuesto, siempre existe el peligro de ir al otro extremo: ser demasiado bondadosos con nosotros mismos. Nunca olvidemos la respuesta de Jesús al consejo que el apóstol Pedro le dio en un momento crítico que exigía resolución: “Sé bondadoso contigo mismo, Señor”. Tan peligroso consideró Jesús el razonamiento de Pedro, que le respondió: “¡Ponte detrás de mí, Satanás! Me eres un tropiezo, porque no piensas los pensamientos de Dios, sino los de los hombres”. (Mateo 16:22, 23.) El que tratemos recompensadoramente con nuestra alma no debe dar pie nunca a que adoptemos una actitud descuidada e indulgente, pues tal comportamiento también pudiera robarnos la felicidad. Lo que necesitamos es evitar el fanatismo y ser razonables. (Filipenses 4:5.)

Trate a otros de manera recompensadora

Es probable que los escribas y los fariseos contemporáneos de Jesús pensaran que eran muy eficientes y organizados. En cuanto a su modo de adorar, A Dictionary of the Bible dice: “Habían convertido cada mandamiento bíblico en un laberinto de reglas escrupulosas. Ningún cambio de circunstancias podía alterarlas; a todo judío se le exigía, de manera inexorable, obediencia absoluta hasta al más ínfimo detalle de la Ley [...]. Aquellos detalles legalistas fueron multiplicándose hasta convertir la religión en un oficio, y la vida, en una carga insoportable. Los hombres llegaron a ser autómatas morales, sin conciencia; el poder vivo de la palabra de Dios se había restringido y sofocado bajo aquella gran cantidad de reglas eternas”.

No es de extrañar que Jesucristo los condenara: “Atan cargas pesadas —dijo— y las ponen sobre los hombros de los hombres, pero ellos mismos ni con el dedo quieren moverlas”. (Mateo 23:4.) Los ancianos amorosos evitan cargar al rebaño con una multitud de reglas y normas intolerantes. Lejos de ello, tratan al rebaño de Dios de manera recompensadora imitando el bondadoso y estimulante ejemplo de Cristo Jesús. (Mateo 11:28-30; Filipenses 2:1-5.)

Aun cuando se multipliquen sus responsabilidades de organización, los ancianos amorosos nunca deben perder de vista el hecho de que están tratando con personas, personas a quienes Dios ama. (1 Pedro 5:2, 3, 7; 1 Juan 4:8-10.) Nunca han de concentrarse tanto en asuntos o procedimientos de organización que descuiden su papel primordial de pastores, guardianes y protectores del rebaño. (Proverbios 3:3; 19:22; 21:21; Isaías 32:1, 2; Jeremías 23:3, 4.)

Por ejemplo, si nos concentráramos demasiado en horarios y cifras, pudiéramos perder interés en el bienestar de los demás. Piense en un conductor de autobús que considera que su deber primordial es atenerse con eficiencia a su horario pase lo que pase. Su única preocupación es ir de la primera parada de la ruta a la última en el tiempo asignado. Lamentablemente, desde su punto de vista los pasajeros son un estorbo. Son lentos y desorganizados, y siempre llegan a la parada justo cuando él arranca. En vez de pensar que el propósito de su trabajo es servir a los pasajeros, los ve como un estorbo para la eficacia y los evita.

Interésese en la persona

La eficacia fría suele pasar por alto las necesidades de las personas. Los más débiles e ineficientes pueden ser vistos como cargas. Cuando esto sucede, las consecuencias pueden ser graves. Por ejemplo, en Esparta, antigua ciudad estado de Grecia, a los niños que nacían débiles y enfermizos se les dejaba morir, porque nunca serían soldados fuertes y eficientes que pudieran defender un estado fuerte y eficiente. Dice el filósofo Bertrand Russell: “Cuando nacía un hijo, el padre lo llevaba ante los mayores de su familia para que lo examinasen; si era sano se lo devolvían para que lo criase; si no, lo arrojaban a un profundo pozo”. (Historia de la filosofía occidental, traducción de Julio Gómez de la Serna y Antonio Dorta.)

En aquel despiadado estado predominó la austeridad y la rigidez, no la felicidad. (Compárese con Eclesiastés 8:9.) Y es muy probable que las autoridades espartanas vivieran convencidas de que su concepción de la eficiencia tenía razón de ser, pero aquella conducta carecía por completo de compasión y bondad. Su camino no era el de Dios. (Salmo 41:1; Proverbios 14:21.) Los superintendentes de la congregación cristiana, por el contrario, siempre han tenido presente que todas las ovejas de Dios son preciosas a su vista, y por eso tratan a cada una de ellas de manera recompensadora. No solo se ocupan de las 99 saludables, sino también de la débil o de la que sufre trastornos emocionales. (Mateo 18:12-14; Hechos 20:28; 1 Tesalonicenses 5:14, 15; 1 Pedro 5:7.)

Manténgase cerca del rebaño

Los ancianos deben mantenerse cerca del rebaño que atienden. Es posible que los estudios modernos sobre administración indiquen que el gerente o el administrador tiene que guardar las distancias para lograr la máxima eficiencia. Cierto investigador comentó lo siguiente sobre las diferentes experiencias de un oficial de las fuerzas aéreas cuando se acercaba a sus subordinados o se alejaba de ellos: “Cuando mantenía relaciones estrechas con sus oficiales, estos se sentían seguros y no se preocupaban mucho por la eficiencia de sus unidades. En cambio, cuando se hacía más reservado y dejaba sentir su autoridad, sus suboficiales empezaban a preocuparse de que hubieran hecho algo mal [...] y canalizaban su ansiedad haciéndose más conscientes en su trabajo. Aquello mejoraba sensiblemente la eficiencia de la base militar”. (Understanding Organizations.)

Sin embargo, la congregación cristiana no es una organización militar. Los ancianos cristianos que supervisan la labor de los demás imitan a Jesucristo, quien siempre se mantuvo cerca de sus discípulos. (Mateo 12:49, 50; Juan 13:34, 35.) Nunca explotó los sentimientos de ansiedad de sus discípulos para conseguir de ellos un mejor rendimiento. Al contrario, estableció fuertes lazos de confianza con sus seguidores, quienes se caracterizaron por establecer también entre sí profundos vínculos de tierno cariño. (1 Tesalonicenses 2:7, 8.) Tal intimidad resulta en un rebaño feliz que, impelido por el amor a Dios, responde voluntariamente a la dirección y hace de buena gana todo lo que puede en el servicio a Dios. (Compárese con Éxodo 35:21.)

Muchos textos bíblicos ponen de relieve cualidades cristianas como la felicidad y el amor a los hermanos. (Mateo 5:3-12; 1 Corintios 13:1-13.) Pero son relativamente pocos los que hacen hincapié en la eficiencia. Por supuesto, la buena organización es necesaria. El pueblo de Dios siempre ha estado organizado. Pero recuerde, por ejemplo, cuántas veces se refieren los escritores de los salmos a los siervos de Dios como gente feliz. El Salmo 119, que habla mucho de las leyes, recordatorios y regulaciones de Jehová, comienza así: “Felices son los que en su camino están exentos de falta, los que andan en la ley de Jehová. Felices son los que observan sus recordatorios; con todo el corazón siguen buscándolo”. (Salmo 119:1, 2.) ¿Logrará usted ser organizado y feliz a la vez?

[Fotografía en la página 31]

Como pastor amoroso, Jehová no es solo un Dios de orden, sino también de felicidad

[Reconocimiento]

Garo Nalbandian

[Ilustración en la página 28]

La esfera armilar, antiguo artefacto que representaba las grandes órbitas de los cielos

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