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  • g98 22/10 págs. 3-4
  • ¿Qué ha sido del amor al prójimo?

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  • ¿Qué ha sido del amor al prójimo?
  • ¡Despertad! 1998
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¡Despertad! 1998
g98 22/10 págs. 3-4

¿Qué ha sido del amor al prójimo?

MILLONES de personas se sienten perdidas, temerosas y desdichadas, sin tener a quién acudir. “Como sola, camino sola, duermo sola y hablo conmigo misma”, se lamentó una mujer. Pocos están dispuestos a tender la mano amorosamente a los necesitados.

Una empresaria jubilada relató: “Cierta noche vino a mi puerta una viuda que era vecina mía y me dijo que se sentía sola. Aunque fui cortés, le contesté francamente que estaba ocupada. Ella se disculpó por la molestia y se marchó.

”Me sentí muy orgullosa de haberme librado de aquella mujer tan aburrida —continuó diciendo—. A la otra noche me llamó una amiga y me preguntó si conocía a la señora de mi edificio que se había suicidado la noche anterior. Por si aún no lo ha adivinado, era la mujer que había tocado a mi puerta.” La empresaria manifestó después que había aprendido una “dura lección”.

Es un hecho conocido que los bebés que están faltos de amor pueden morir; también los ancianos pueden morir si no reciben amor. Una atractiva joven de 15 años que se suicidó dejó la siguiente nota: “Amor es ya no sentirse sola”.

Una tragedia de nuestros tiempos

Hablando del odio racial, la revista Newsweek dijo hace varios años: “El lema del año parece ser: ‘Odia a tu prójimo’”. Durante los conflictos ocurridos en Bosnia y Herzegovina, región que formó parte de Yugoslavia, más de un millón de personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares y decenas de miles fueron asesinadas. ¿Quiénes lo hicieron? “Nuestros vecinos —se lamentó una joven que fue expulsada de su aldea—. Gente que conocíamos.”

“Vivíamos todos en paz”, expresó una mujer refiriéndose a los 3.000 hutus y tutsis que habitaban en la aldea de Ruganda. El periódico The New York Times informó: “La historia de esta aldea es la historia de Ruanda: Los hutus y los tutsis vivían juntos, se casaban entre sí, sin que les importara o incluso sin que supieran quién era hutu y quién era tutsi. De pronto, algo cambió” y “comenzaron las matanzas”.

Del mismo modo, aunque en Israel conviven judíos y árabes, muchos se odian. Situaciones como esta se han dado a lo largo de este siglo XX en Irlanda del Norte, en la India y Paquistán, en Malaysia e Indonesia y entre los grupos raciales de Estados Unidos; sí, en el mundo entero.

Pudiéramos seguir citando un ejemplo tras otro de odio étnico y racial. Jamás en la historia ha faltado tanto amor en el mundo como hoy.

¿Quién tiene la culpa?

El odio, al igual que el amor, se aprende. Dice una canción popular en inglés que a los niños debe “enseñárseles antes de que sea demasiado tarde / antes de los seis, siete u ocho años de edad / a odiar a toda la gente que sus parientes odian”. Hoy más que nunca se enseña el odio. Las iglesias, en particular, no han enseñado a sus miembros a amar.

El diario francés Le Monde formuló la siguiente pregunta: “¿Cómo puede uno dejar de pensar, por ejemplo, que los tutsis y los hutus que combaten en Burundi y Ruanda recibieron su formación de los mismos misioneros cristianos y frecuentaron las mismas iglesias?”. De hecho, según el periódico National Catholic Reporter, Ruanda es una “nación en la que el 70% de su población es católica”.

A principios de siglo, los países de Europa oriental adoptaron el comunismo ateo. ¿Por qué? Cierto decano de una facultad de Teología de la ciudad de Praga (Checoslovaquia) dijo en 1960: “Solo nosotros, los cristianos, somos los responsables del comunismo. [...] Recuerden que los comunistas en un tiempo fueron cristianos. Si no creen en un Dios justo, ¿de quién es la culpa?”.

Considere la actuación de las iglesias durante la primera guerra mundial. “Las iglesias cristianas son las mejores creadoras de actitudes sanguinarias que tenemos, y nos hemos servido bien de ellas”, sostuvo el general de brigada británico Frank Crozier, refiriéndose a dicho conflicto. Más tarde, después de la segunda guerra mundial, The New York Times declaró: “En el pasado, las jerarquías católicas casi siempre apoyaron las guerras de sus naciones, bendiciendo a las tropas y rezando por la victoria, mientras que un grupo de obispos del bando opuesto rezaban públicamente por el resultado contrario”.

Por otro lado, Jesucristo mostró amor en todas sus actividades, y el apóstol Pablo escribió: “Ustedes mismos son enseñados por Dios a amarse unos a otros” (1 Tesalonicenses 4:9). “Los cristianos verdaderos son hermanos en Jesucristo —observó un redactor del periódico The Sun, de Vancouver (Canadá)—. Jamás se herirían unos a otros intencionadamente.”

Es obvio que las iglesias cargan con una gran responsabilidad por el desamor que reina actualmente. Un artículo publicado en la revista India Today mencionó: “La religión ha sido el estandarte bajo el que se han perpetrado los crímenes más horrorosos”. No obstante, hay una razón fundamental por la que el cruel desinterés en las necesidades del prójimo ha caracterizado a nuestra generación.

Por qué se ha enfriado el amor

El Creador nos da la respuesta. Su Palabra, la Biblia, llama a nuestros tiempos “los últimos días” y, según la profecía, este es un período en el cual la gente no tendría “cariño natural”. Tocante a estos “tiempos críticos, difíciles de manejar”, que las Escrituras también llaman “la conclusión del sistema de cosas”, Jesucristo predijo que “se [enfriaría] el amor de la mayor parte” (2 Timoteo 3:1-5; Mateo 24:3, 12).

Por lo tanto, la falta de amor que impera hoy día es una de las pruebas de que vivimos en los últimos días de este mundo. Felizmente, también significa que este mundo impío pronto será reemplazado por un nuevo y justo mundo regido por el amor (Mateo 24:3-14; 2 Pedro 3:7, 13).

Pero ¿realmente hay razón para creer que tal cambio es posible, que podremos vivir en un mundo donde todos se amen y vivan en paz?

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