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¿Por qué amar al prójimo?La Atalaya 1993 | 15 de septiembre
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Ante eso, su interlocutor le preguntó: “¿Quién, verdaderamente, es mi prójimo?” En vez de contestarle directamente, Jesús le refirió, a modo de ilustración, una historia de un judío que lo asaltaron, golpearon y dejaron medio muerto. Pasaron por su lado dos judíos: primero un sacerdote y después un levita. Ambos repararon en la condición de su paisano, mas no hicieron nada para ayudarlo. Luego pasó un samaritano. Movido por la compasión vendó las heridas del judío, lo llevó a una posada y pagó para que lo cuidaran.
Jesús preguntó a su interrogante: “¿Quién de estos tres te parece haberse hecho prójimo del que cayó entre los salteadores?”. Obviamente fue el samaritano compasivo. De este modo, Jesús mostró que el verdadero amor al prójimo trasciende las barreras étnicas. (Lucas 10: 29-37.)
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El amor al prójimo es posibleLa Atalaya 1993 | 15 de septiembre
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El magnífico ejemplo de Jesús
Los judíos del siglo I sentían una gran hostilidad hacia los samaritanos, un pueblo situado entre Judea y Galilea. Una vez, ciertos adversarios judíos dijeron desdeñosamente a Jesús: “¿No decimos correctamente: Tú eres samaritano y tienes demonio?” (Juan 8:48.) Tal era la aversión a los samaritanos, que algunos judíos incluso los maldecían públicamente en las sinagogas y oraban a diario para que no obtuvieran la vida eterna.
Fue esta enemistad profundamente arraigada lo que indudablemente movió a Jesús a dar la ilustración del samaritano que se portó como verdadero prójimo al cuidar del judío golpeado por unos asaltantes. ¿Qué respuesta hubiera podido dar Jesús cuando aquel judío versado en la ley mosaica le preguntó: “¿Quién, verdaderamente, es mi prójimo?”. (Lucas 10:29.) Jesús pudiera haberle dicho directamente: ‘Tu prójimo no solo son tus conciudadanos, sino también otras personas, incluso los samaritanos’. Sin embargo, para los judíos hubiera sido difícil de aceptar. Así que les relató la historia de un judío que fue objeto de la caridad de un samaritano. De este modo, Jesús ayudó a sus oyentes a concluir que el verdadero amor al prójimo debía incluir a los no judíos.
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