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  • Aceptó la dirección divina

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  • Aceptó la dirección divina
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1995
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1995
w95 15/1 págs. 29-31

Aceptó la dirección divina

SUPONGA que le confiaran el cuidado de un hijo perfecto y esperaran que lo criara correctamente. Esa sería una tarea difícil. ¿Cómo pudiera realizarla un ser humano imperfecto? Solo aceptando la dirección divina y poniéndola en práctica en la vida diaria.

Eso fue precisamente lo que hizo José, el padre adoptivo de Jesús. A diferencia de la detallada tradición apócrifa sobre José, la Biblia dice poco respecto a su humilde cometido en los primeros años de la vida de Jesús. Sabemos que José y su esposa, María, criaron a Jesús y a otros cuatro hijos y varias hijas. (Marcos 6:3.)

José descendía del rey israelita David por el linaje de Salomón. Era hijo de Jacob y yerno de Helí. (Mateo 1:16; Lucas 3:23.) Trabajaba de carpintero en la ciudad de Nazaret, en Galilea, y contaba con pocos recursos. (Mateo 13:55; Lucas 2:4, 24; compárese con Levítico 12:8.) Pero era rico en sentido espiritual. (Proverbios 10:22.) La razón fue, sin duda, que aceptaba la dirección divina.

Indudablemente, José era un judío manso y humilde que tenía fe en Dios y deseaba hacer lo correcto. Los pocos incidentes de su vida que aparecen en las Escrituras muestran que siempre obedeció los mandatos de Jehová, tanto los que formaban parte de la Ley como los que recibió directamente mediante ángeles.

Un hombre justo con problemas

¿Qué debe hacer una persona piadosa al enfrentarse a un problema serio? ‘Arrojar su carga sobre Jehová’ y seguir la dirección divina. (Salmo 55:22.) Así obró José. Mientras estaba comprometido con María, “se halló que [ella] estaba encinta por espíritu santo antes que se unieran”. Puesto que José “era justo y no quería hacer de ella un espectáculo público, tenía la intención de divorciarse de ella secretamente”. Después que reflexionó sobre este asunto, se le apareció el ángel de Jehová en un sueño, y le dijo: “José, hijo de David, no tengas miedo de llevar a María tu esposa a casa, porque lo que ha sido engendrado en ella es por espíritu santo. Dará a luz un hijo, y tienes que ponerle por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. Cuando se despertó, José “hizo como el ángel de Jehová le había indicado, y llevó a casa a su esposa. Pero no tuvo coito con ella hasta que ella dio a luz un hijo; y él le puso por nombre Jesús”. (Mateo 1:18-25.) José aceptó la dirección divina.

Augusto César emitió un decreto que exigía a la población registrarse en sus propias ciudades. José y María obedecieron y se desplazaron hasta Belén de Judea. Allí María dio a luz a Jesús, y tuvo que ponerlo en un pesebre, ya que no había otro alojamiento disponible. Aquella noche fueron a ver al niño unos pastores que habían oído a un ángel anunciar este nacimiento especial. Unos cuarenta días después, José y María acataron la Ley y presentaron a Jesús en el templo de Jerusalén con una ofrenda. Ambos se admiraron cuando oyeron las palabras proféticas del anciano Simeón en cuanto a las grandes cosas que haría Jesús. (Lucas 2:1-33; compárese con Levítico 12:2-4, 6-8.)

Aunque podría parecer que Lucas 2:39 indica que José y María fueron a Nazaret justo después de presentar a Jesús en el templo, este texto forma parte de un relato condensado. Parece ser que bastante tiempo después de presentar a Jesús en el templo, ciertos astrólogos (magos) orientales visitaron a María y Jesús mientras residían en una casa de Belén. La intervención divina impidió que su visita resultara en la muerte de Jesús. Cuando los magos se marcharon, el ángel de Jehová se le apareció a José en un sueño y le dijo: “Herodes está para buscar al niñito para destruirlo”. Como de costumbre, José prestó atención a las instrucciones divinas y llevó a su familia a Egipto. (Mateo 2:1-14.)

Tras la muerte de Herodes, un ángel se apareció en un sueño a José en Egipto, y le dijo: “Levántate, toma al niñito y a su madre, y ponte en camino a la tierra de Israel”. Al oír que Arquelao, hijo de Herodes, gobernaba en lugar de su padre, José temió regresar a Judea. Siguiendo la dirección divina que recibió en un sueño, se mudó al territorio de Galilea y se estableció en la ciudad de Nazaret. (Mateo 2:15-23.)

Un hombre espiritual

José se encargó de que su familia obedeciera las leyes divinas y recibiera alimento espiritual. Todos los años la llevaba a la celebración de la Pascua en Jerusalén. En una de tales ocasiones, cuando José y María volvían a Nazaret y habían viajado la distancia correspondiente a un día desde Jerusalén, descubrieron que su hijo Jesús, de 12 años de edad, no estaba con ellos. De modo que regresaron a Jerusalén y lo buscaron con diligencia, hasta que por fin lo hallaron en el templo de Jerusalén escuchando e interrogando a los maestros. (Lucas 2:41-50.)

Al parecer, José dejaba que su esposa tomara la iniciativa en algunas cosas. Por ejemplo, cuando volvieron a Jerusalén y encontraron a Jesús en el templo, fue María quien habló con su hijo sobre el incidente. (Lucas 2:48, 49.) Jesús fue criado como “el hijo del carpintero” y recibió la debida instrucción espiritual. José también le enseñó el oficio, pues a Jesús se le llamó “el carpintero, el hijo de María”. (Mateo 13:55; Marcos 6:3.) Los padres piadosos de hoy deben sacar el máximo partido de oportunidades similares para educar a sus hijos, especialmente en sentido espiritual. (Efesios 6:4; 2 Timoteo 1:5; 3:14-16.)

La esperanza de José

Las Escrituras no dicen nada respecto a la muerte de José. Es digno de notarse, no obstante, que en Marcos 6:3 se llama a Jesús “el hijo de María”, no de José, una indicación de que para entonces ya había muerto. Además, si hubiera estado vivo para el año 33 E.C., no es probable que Jesús hubiera confiado el cuidado de María al apóstol Juan cuando estaba a punto de morir en el madero. (Juan 19:26, 27.)

Así es que José estará entre los muertos que oirán la voz del Hijo del hombre y resucitarán. (Juan 5:28, 29.) Sin duda, cuando conozca la provisión de Jehová para dar vida eterna, se acogerá a ella con alegría y será un súbdito obediente del gran Rey celestial, Jesucristo, del mismo modo que prestó atención a la dirección divina hace más de mil novecientos años.

[Ilustración en la página 31]

José le dio a Jesús instrucción espiritual y también le enseñó el oficio de carpintero

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