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Profundice su paz por conocimiento exactoLa Atalaya 1987 | 15 de abril
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Jesús proclamaba la verdad con entusiasmo. (Juan 18:37.) Los prejuicios de la comunidad no restringían su intenso espíritu evangelizador. Aunque otros judíos odiaban a los samaritanos, él le dio testimonio a una samaritana junto a un pozo. Piense en esto: ¡hasta hablar detenidamente en público con cualquier mujer pudiera haber sido algo que otros desaprobarana! Pero Jesús no permitió que lo que la comunidad pensaba le impidiera dar testimonio. La obra de Dios era refrescante. Dijo: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y terminar su obra”. El gozo de ver la respuesta de la gente —como la samaritana y mucha gente del pueblo— sostenía a Jesús como si fuera alimento. (Juan 4:4-42; 8:48.)
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