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  • ¿Está usted dispuesto a escuchar a Dios?

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  • ¿Está usted dispuesto a escuchar a Dios?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1989
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1989
w89 1/8 págs. 4-7

¿Está usted dispuesto a escuchar a Dios?

CUANDO leemos la Biblia, enseguida nos damos cuenta de que en el primer siglo la gente vivía en un ambiente muy parecido al de hoy. Había mucha inmoralidad y falta de honradez, especialmente entre las naciones licenciosas que rodeaban a Israel, en las cuales la inmoralidad solía ser parte de su religión. La gente pobre vivía una vida llena de incertidumbres, y había problemas políticos. Para 66 E.C., Israel y Roma estaban envueltas en guerra. Como ahora, en aquellos días la gente necesitaba ayuda.

En el campo religioso las similitudes entre aquellos días y los nuestros son muchas. Los líderes religiosos judíos eran hipócritas. (Mateo 23:15; Lucas 20:46, 47.) En el mundo no judío, en lo religioso las actitudes iban desde el cinismo hasta la superstición y el fervor religioso fanático. (Compárese con Hechos 14:8-13; 19:27, 28.) Ni siquiera en la congregación cristiana, que era relativamente nueva, iba todo bien. A finales del siglo el apóstol Juan advirtió: “Muchos engañadores han salido al mundo”. (2 Juan 7.) Sí, también allá en aquel tiempo se ofrecía mucho consejo falso sobre religión. Con todo, había ayuda confiable.

¿Habría escuchado usted a Jesús?

Jesús fue uno que ofreció consejo sano en aquellos días. Era tan persuasivo lo que decía que, respecto a su efecto, leemos: “Las muchedumbres quedaron atónitas por su modo de enseñar”. (Mateo 7:28.) Pero, de aquellas muchedumbres, pocos en verdad prestaban atención a lo que él decía. Jesús ejecutaba obras milagrosas y daba excelente ejemplo de vida y conducta piadosas. Sin embargo, hasta los líderes que tenían educación supuestamente superior rehusaron ver lo valioso de lo que él decía. ¿Por qué?

El prejuicio tuvo mucho que ver con aquello. Algunos despreciaban a Jesús porque era de Nazaret. Otros lo rechazaban porque no había ido a sus escuelas y no estaba vinculado con la clase gobernante. (Juan 1:46; 7:12, 15, 47, 48.) Además, lo que Jesús decía no era siempre lo que la gente quería oír. Solo decía la verdad, y los fariseos, entre otros, se ofendían por ello. (Mateo 15:12-14.) Sí; después que Jesús hubo predicado por tres años y medio, los líderes religiosos judíos lograron que se le diera muerte. (Lucas 23:20-35.) ¡Qué oportunidad perdieron, pues Jesús tenía “dichos de vida eterna”! (Juan 6:68.)

Si usted hubiera vivido en Jerusalén en aquel tiempo, ¿habría seguido a los líderes religiosos y al resto de la muchedumbre, o habría sido lo suficientemente imparcial y receptivo como para captar el sentido de lo que Jesús decía? Si hubiera respondido de esta última manera, habría sido como una mujer notable a quien Jesús habló en uno de sus viajes.

Una persona que escuchó

Él conoció a esta mujer mientras viajaba por Samaria. Jesús se sentó al lado de un pozo para descansar, y la mujer vino a sacar agua mientras él estaba allí. No sabemos el nombre de ella, pero el relato bíblico nos dice que Jesús, a pesar de estar cansado, aprovechó la oportunidad para hablarle sobre religión. (Juan 4:5-15.)

Ahora bien, aquella mujer pudiera haber pensado en muchas razones para no escuchar a Jesús. Ella era de otra religión; la manera de adorar de los samaritanos difería de la de los judíos. Además, los judíos despreciaban a los samaritanos y rehusaban asociarse con ellos. También, los varones judíos no solían hablar a mujeres desconocidas. (Juan 4:9, 27.) Y la samaritana llevaba una vida inmoral, y pudiera haberle molestado el pensar que la podrían criticar o quizás denunciar por sus pecados. (Juan 4:18.)

Con todo, no reaccionó así. En vez de eso, respondió con preguntas razonables a la prudencia con que Jesús le habló, que despertó su interés. La conversación adelantó, y ella entró en terreno difícil al aludir al cisma religioso entre los judíos y los samaritanos. Jesús contestó con bondad y franqueza: “Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos”. (Juan 4:19-22.) Pero ella no se ofendió. Con imparcialidad, estuvo dispuesta a oír más.

Por eso Jesús pasó a hacer una declaración importante: “No obstante, la hora viene, y ahora es, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre con espíritu y con verdad, porque, en realidad, el Padre busca a los de esa clase para que lo adoren. Dios es un Espíritu, y los que lo adoran tienen que adorarlo con espíritu y con verdad”. (Juan 4:23, 24.) Después, aquella mujer imparcial desplegó su aprecio al decir con entusiasmo a sus vecinos lo que había aprendido. Estos, a su vez, fueron por más información a Jesús. (Juan 4:39-42.)

¿Qué podemos aprender de esto? Pues bien, si vivimos en algún sector donde hay mucho prejuicio racial, nacional o religioso, ¿cómo respondemos cuando nos habla alguien de una raza, nacionalidad o religión diferente? ¿Nos quedamos completamente callados cuando se consideran puntos que pudieran demostrar que estamos equivocados, o, como la samaritana, por lo menos estamos dispuestos a hablar?

¿Habría escuchado usted a Pablo?

Otro que ofreció excelente consejo durante el primer siglo fue el apóstol Pablo. Hubo un tiempo en que Pablo, también, era de miras estrechas y rechazaba el consejo. Confesó: “Antes era blasfemo y perseguidor y hombre insolente. No obstante, se me mostró misericordia, porque era ignorante y obré con falta de fe”. (1 Timoteo 1:13.) No obstante, aceptó la verdad sobre Jesucristo y se libró de sus prejuicios. Su ejemplo muestra que la verdad bíblica puede ser útil para que ‘derrumbemos cosas que tenemos fuertemente atrincheradas’ en el corazón si esos pensamientos o ideas pudieran perjudicarnos. (2 Corintios 10:4.)

Convertido ya al cristianismo, Pablo proclamó con denuedo las buenas nuevas que había aprendido. Y como sería de esperarse, se vio frente a la misma clase de actitud que él había manifestado antes; pero no siempre fue así. En Berea, en el norte de Grecia, halló a personas mansas que fueron un excelente ejemplo de escuchar consejo. Aquellas personas reconocieron la verdad en lo que Pablo decía. Por eso “recibieron la palabra con suma prontitud de ánimo”. Pero eran personas de mente receptiva, mente dispuesta a aprender, no personas que simplemente creyeran cualquier cosa. ‘Examinaban con cuidado las Escrituras diariamente para ver si aquellas cosas eran así.’ (Hechos 17:11.) Les gustaba lo que oían, aunque corroboraban su autenticidad con la Biblia antes de aceptarlo por completo.

“Asegúrense de todas las cosas”

Hoy día los testigos de Jehová pasan mucho tiempo esforzándose por compartir las buenas nuevas del Reino con sus vecinos de otras religiones. ¿Cómo se les recibe? Muchas personas amigables los reciben con gusto. Pero una cantidad considerable los rechaza, y hay quienes hasta se encolerizan porque los Testigos los visitan.

Eso es lamentable, porque la Biblia llama “buenas nuevas” a lo que los testigos de Jehová llevan. (Mateo 24:14.) Además, los Testigos estimulan a la gente a manifestar la actitud del apóstol Pablo, quien dijo: “Asegúrense de todas las cosas; adhiéranse firmemente a lo que es excelente”. (1 Tesalonicenses 5:21.) Aunque alguien tenga opiniones bien arraigadas, de seguro debería ser lo suficientemente imparcial y receptivo, al igual que los bereanos y la samaritana, como para hablar sobre Dios con otros.

¿Por qué estar dispuesto a escuchar?

Felizmente, cada año centenares de miles de personas hacen precisamente eso. Muchas personas aprenden a reconocer la sabiduría que hay en la Biblia, y el resultado es que efectúan cambios reales y duraderos en su vida. Algunas eran como Janet, una joven que por mucho tiempo se había entregado a las drogas y el alcohol, y finalmente hasta había tratado de suicidarse. Hoy Janet es una cristiana feliz. Por su estudio de la Biblia adquirió fortaleza y pudo seguir el consejo de Pablo: “Limpiémonos de toda contaminación de la carne y del espíritu”. (2 Corintios 7:1.)

Vernon era alcohólico, y su matrimonio peligraba. Pero por el consejo de la Biblia pudo vencer su vicio y reconciliarse con su esposa. (1 Corintios 6:11.) Debra tenía serios prejuicios raciales. Pero por su estudio bíblico y por asociarse con cristianos pudo ajustar su modo de pensar. (Hechos 10:34, 35.) ¿Y quién habría creído los cambios que habría en la vida de una joven ramera de los Países Bajos cuando, cierto día, concordó en estudiar la Biblia con los testigos de Jehová? En poco tiempo se transformó en una cristiana bautizada que llevaba una vida limpia y era madre responsable.

Hay muchas experiencias como esas cuando la gente escucha lo que la Biblia dice. Su vida mejora más de lo que muchos se pudieran imaginar. Lo más importante es que entran en una buena relación con Dios, y pueden orarle sinceramente y llamarlo “Padre nuestro que estás en los cielos”. (Mateo 6:9.) También llegan a ser personas de esperanza segura e inquebrantable, mientras experimentan la verdad de estas palabras de Jesús: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo”. (Juan 17:3.)

Esta es la clase de información que los testigos de Jehová desean considerar en su ministerio al visitar a sus vecinos. Puede que a usted pronto lo visite uno de ellos. ¿Será usted lo suficientemente imparcial como para escucharle?

[Ilustración en la página 7]

La samaritana no dejó que el prejuicio le impidiera escuchar a Jesús. ¿Tiene usted esa clase de actitud?

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