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“Dense a conocer sus peticiones a Dios”La Atalaya 2006 | 1 de septiembre
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El apóstol Pablo recomendó a los cristianos de su día: “No se inquieten por cosa alguna, sino que en todo, por oración y ruego junto con acción de gracias, dense a conocer sus peticiones a Dios” (Filipenses 4:6, 7). La Biblia ofrece numerosos ejemplos de personas que presentaron sus preocupaciones ante Dios, tales como Ana, Elías, Ezequías y Daniel (1 Samuel 2:1-10; 1 Reyes 18:36, 37; 2 Reyes 19:15-19; Daniel 9:3-21). Sin duda, hacemos bien en imitarlas. Las palabras de Pablo también indican que la oración adopta distintas formas. Así, la acción de gracias es una expresión de gratitud por lo que Dios hace a favor nuestro, y puede ir acompañada de alabanzas. El ruego es una súplica humilde y ferviente. Y la petición es una oración en la que solicitamos algo en particular (Lucas 11:2, 3). A nuestro Padre celestial le complace que acudamos a él empleando cualquiera de estas modalidades.
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“Dense a conocer sus peticiones a Dios”La Atalaya 2006 | 1 de septiembre
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Qué pedir
9. ¿A qué asuntos debemos dar más importancia cuando oramos?
9 Recordemos que Pablo dijo: “En todo, [...] dense a conocer sus peticiones a Dios” (Filipenses 4:6). Esto quiere decir que en las oraciones privadas podemos hablar prácticamente de cualquier asunto; aun así, lo más importante siempre deben ser los intereses divinos. Daniel puso un buen ejemplo. Cuando suplicó a Jehová que tuviera misericordia de los israelitas, quienes sufrían el castigo por sus pecados, dijo: “No tardes, por causa de ti mismo, oh Dios mío, porque tu propio nombre ha sido llamado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo” (Daniel 9:15-19). Al igual que Daniel, ¿revelamos con nuestras oraciones que la santificación del nombre de Jehová y el cumplimiento de su voluntad son los asuntos que más nos preocupan?
10. ¿Qué indicaciones hay de que es apropiado hacer peticiones personales a Dios?
10 Por supuesto, también es apropiado hacer peticiones personales a Dios, como que nos ayude a comprender mejor los asuntos espirituales. Así lo hizo el salmista, quien rogó: “Hazme entender, para que observe tu ley, y para que la guarde con todo el corazón” (Salmo 119:33, 34; Colosenses 1:9, 10). Jesús, por su parte, “ofreció ruegos y también peticiones a Aquel que podía salvarlo de la muerte” (Hebreos 5:7). De esta forma mostró que es oportuno implorar fuerzas para afrontar los peligros y dificultades. Además, cuando enseñó a sus discípulos la oración del padrenuestro, incluyó cuestiones personales como el perdón de los pecados y el pan nuestro de cada día.
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