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¡Despertad! 1992
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El punto de vista bíblico

¿Agradan a Dios todas las fiestas religiosas?

Veinte mil fieles celebran una misa especial en la plaza de la ciudad. Una vez terminados los oficios, comienza la procesión. Los creyentes, cuyo número aumenta ahora a sesenta mil, empiezan a recorrer las calles siguiendo a la imagen de Nossa Senhora Aparecida, la “santa” patrona de Brasil. Al mediodía se oyen fuertes explosiones cerca del santuario; son los deslumbrantes fuegos artificiales que lanzan los peregrinos.

ESE tipo de fiestas religiosas y sus procesiones son comunes en muchos países. Pero ¿a qué se debe que tanta gente participe en las procesiones? Para los católicos, los budistas y los que pertenecen a otros credos religiosos, dos de los principales motivos son la tradición y la devoción. Además, como ocurría en el pasado, un elemento importante puede ser la recreación. The World Book Encyclopedia dice que en la Edad Media “muchas fiestas religiosas destacaban la recreación. Permitían que la gente se olvidara de las dificultades de la vida cotidiana”. Y lo mismo suele suceder hoy. Por ejemplo, la ciudad de Salvador (Brasil) es famosa por sus fiestas religiosas y populares, que mezclan misticismo y parranda en una serie de celebraciones y jaranas que culminan en el carnaval. Sin embargo, aunque algunas procesiones religiosas pueden ser ocasiones festivas, otras tienen un carácter solemne.

“Algunos de los que acompañaban a la imagen y a los sacerdotes cantaban himnos, mientras otros caminaban detrás en silencio —comenta un observador de una procesión típica de Brasil⁠—. Pero el ambiente que reinaba era de seriedad, o más bien de tristeza, como si la muchedumbre estuviera en un funeral.” Y Lucio, de la zona norte de Brasil, dice: “La gente busca desesperadamente una curación o una solución a sus problemas familiares o económicos, lo mismo que yo hacía antes. Muchas veces, como muestra de devoción a un ‘santo’ patrón, los fieles besan la imagen, suben escaleras de rodillas o caminan largas distancias con una piedra sobre la cabeza”.

Tales sacrificios autoimpuestos pueden parecer extraños a los que no comparten estas creencias. Sin embargo, los que los hacen creen que agradan a Dios. Pero ¿es así? Para saber si Dios se complace en tales fiestas y procesiones religiosas o no, acudamos a la Biblia.

¿Se gana con ellas el favor de Dios?

La historia nos revela que el antiguo Israel celebraba con regocijo fiestas anuales y periódicas. Tales fiestas honraban a Jehová Dios. (Deuteronomio 16:14, 15.) Respecto a las fiestas bíblicas, The Illustrated Bible Dictionary dice: “El gozo que se expresaba era sincero. La obligación religiosa no era incompatible con el placer derivado de las cosas temporales consideradas como dádivas de Dios”. No obstante, aun teniendo estas fiestas religiosas, los sacerdotes y el pueblo de Israel descuidaron su espiritualidad. (Isaías 1:15-17; Mateo 23:23.) Ahora bien, la pregunta que se plantea es: ¿Eran parte del cristianismo del primer siglo las procesiones religiosas?

Aunque Jesucristo guardó ciertas fiestas judías, ni él ni sus apóstoles dieron comienzo a las procesiones religiosas. The Encyclopædia Britannica dice: “Parece ser que las procesiones se pusieron en boga en el siglo IV, poco después de que Constantino reconociese el cristianismo como la religión del imperio”. Y The World Book Encyclopedia declara: “Las fiestas de la Iglesia [con sus procesiones] adoptaron muchas costumbres paganas y les dieron un nuevo significado”.

Los cristianos no están obligados a participar en tales fiestas y procesiones religiosas. Con relación a las fiestas cuya celebración ordenaba la Ley que Dios dio al antiguo Israel, el apóstol Pablo escribió: “Que nadie los juzgue en el comer y beber, o respecto de una fiesta, o de una observancia de la luna nueva, o de un sábado; porque esas cosas son una sombra de las cosas por venir, pero la realidad pertenece al Cristo”. (Colosenses 2:16, 17.) Los cristianos de Colosas no debían permitir que nadie juzgara su posición ante Dios sobre la base de si guardaban o no las fiestas de la ley mosaica.

Algo mejor que las procesiones

El que los colosenses hubieran equiparado su creencia cristiana a un ritual habría sido retroceder en la fe. El razonamiento de Pablo era: ¿Por qué seguir algo que tan solo es una sombra de la verdad? La verdad real está en Cristo. Por consiguiente, aferrarse a una sombra profética sería oscurecer la realidad espiritual a la que señalaban aquellas cosas. ¿Por qué? Porque, como Pablo dijo, “la realidad pertenece al Cristo”. En consecuencia, hoy día tales observancias religiosas no son parte del cristianismo verdadero.

Por lo tanto, en vista de que a los cristianos ya no se les exige que guarden estas costumbres de origen divino, con más razón aún deberían evitar las fiestas de origen pagano, en las que posiblemente se incluyan el uso de imágenes y las jaranas. (Salmo 115:4-8.) El apóstol Pablo advirtió: “No lleguen a estar unidos bajo yugo desigual con los incrédulos. Porque, ¿qué consorcio tienen la justicia y el desafuero? ¿O qué participación tiene la luz con la oscuridad? Además, ¿qué armonía hay entre Cristo y Belial?”. (2 Corintios 6:14, 15.) En otras palabras, si queremos agradar a Dios, no podemos mezclar la adoración verdadera con la falsa. ¿Cómo vamos a agradarle si pasamos por alto su voluntad? (Mateo 7:⁠21.)

Es obvio que Dios no aprueba las fiestas religiosas paganas con sus procesiones. De hecho, como se predijo en la Palabra de Dios, estas desaparecerán junto con todas las demás costumbres que deshonran a Jehová. Revelación 18:21, 22 vincula la religión falsa y sus prácticas con la ciudad pagana de Babilonia. Dice: “Un ángel fuerte alzó una piedra semejante a una gran piedra de molino y la arrojó al mar, diciendo: ‘Así con lanzamiento veloz será arrojada abajo Babilonia la gran ciudad, y nunca volverá a ser hallada. Y el sonido de cantantes que se acompañan con el arpa, y de músicos y de flautistas y de trompeteros nunca se volverá a oír en ti’”. Si usted reconoce que las fiestas religiosas babilónicas desagradan a Dios, ¿qué debe hacer?

Imagínese que se halla en camino a un lugar importante y se pierde. Si alguien le indicara bondadosamente cómo llegar sin contratiempos a su destino, ¿no se sentiría agradecido y tomaría ese camino? Del mismo modo, si ya hemos visto que Dios desaprueba las procesiones, ¿por qué no seguir investigando Su Palabra para averiguar qué le agrada? El obrar en armonía con lo que se aprende en la Biblia contribuirá a que se tenga una buena relación con Dios, algo mucho más importante que guardar una fiesta o participar en una procesión religiosa. (Juan 17:⁠3.)

[Reconocimiento en la página 20]

Procesión pascual en Holanda, de Harper, siglo XIX

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