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  • Cómo reconocer y vencer cualquier debilidad espiritual
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1999
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1999
w99 15/4 págs. 18-22

Cómo reconocer y vencer cualquier debilidad espiritual

SEGÚN LA MITOLOGÍA GRIEGA, AQUILES FUE EL GUERRERO GRIEGO MÁS valiente que peleó en la guerra de Troya. La leyenda explica que cuando Aquiles era pequeño su madre lo sumergió en las aguas del río Estigia, lo que le hizo invulnerable, excepto la parte por la que ella lo sujetó: el proverbial talón de Aquiles. Ese fue precisamente el lugar donde lo alcanzó la flecha que le causó la muerte. La flecha mortal fue disparada por Paris, hijo de Príamo, rey de Troya.

Los cristianos son soldados de Cristo que pelean en una guerra espiritual (2 Timoteo 2:3). “Tenemos una lucha —explica el apóstol Pablo—, no contra sangre y carne, sino contra los gobiernos, contra las autoridades, contra los gobernantes mundiales de esta oscuridad, contra las fuerzas espirituales inicuas en los lugares celestiales.” Sí, nuestros enemigos son nada más y nada menos que Satanás el Diablo y los demonios (Efesios 6:12).

Por supuesto, esta sería una lucha desigual si no recibiéramos la ayuda de Jehová Dios, a quien se le ha llamado “persona varonil de guerra” (Éxodo 15:3). Se nos suministra una armadura espiritual para protegernos de nuestros despiadados enemigos. Por eso el apóstol exhortó: “Pónganse la armadura completa que proviene de Dios para que puedan estar firmes contra las maquinaciones del Diablo” (Efesios 6:11).

La armadura que provee Jehová Dios es, sin lugar a dudas, de la mejor calidad y puede resistir cualquier clase de ataque espiritual. Fíjese en lo que Pablo dice que incluye esta armadura: el cinturón de la verdad, la coraza de la justicia, los pies calzados con las buenas nuevas, el escudo grande de la fe, el yelmo de la salvación y la espada del espíritu. ¿Qué mejor equipo pudiéramos desear? Gracias a esta armadura, el soldado cristiano tiene la oportunidad de salir victorioso a pesar de tenerlo todo en su contra (Efesios 6:13-17).

Aunque la armadura espiritual que suministra Jehová es de la mejor calidad y es una fuente de seguridad para nosotros, no debemos darla por sentada. Teniendo presente a Aquiles, quien supuestamente era invencible, ¿es posible que nosotros también tengamos una debilidad, un talón de Aquiles en sentido espiritual? Si así es, pudiera ser fatal si se nos halla desprevenidos.

Examine su armadura espiritual

Un doble medallista de oro olímpico en patinaje que parecía estar en buena condición física, sufrió un colapso repentino y murió durante un entrenamiento. Poco después, en el periódico The New York Times se publicó un comentario que invita a la reflexión: “La mitad de los 600.000 norteamericanos que sufren infartos anualmente no presentan síntoma alguno de antemano”. Es obvio que el estado de nuestra salud no puede determinarse únicamente por la manera como nos sentimos.

Lo mismo ocurre con nuestro bienestar espiritual. La Biblia aconseja: “El que piensa que está en pie, cuídese de no caer” (1 Corintios 10:12). Aunque nuestra armadura espiritual es la mejor que existe, podemos desarrollar una debilidad. La razón es porque nacemos en pecado, y es fácil que nuestra naturaleza pecaminosa e imperfecta sea más fuerte que nuestra resolución de hacer la voluntad de Dios (Salmo 51:5). A pesar de nuestras buenas intenciones, el corazón traicionero puede engañarnos inventando razonamientos equivocados o excusas para que pasemos por alto fácilmente nuestra debilidad y nos engañemos pensando que todo está bien (Jeremías 17:9; Romanos 7:21-23).

Además, vivimos en un mundo en el que suele confundirse y distorsionarse el sentido del bien y el mal. Lo propio o impropio de cierto proceder pudiera determinarse por lo que la persona opina. Este es el modo de pensar que promueven los anuncios, el entretenimiento popular y los medios de comunicación. Es obvio que si no nos cuidamos se nos inducirá a pensar así, y nuestra armadura espiritual pudiera empezar a debilitarse.

En vez de caer en ese peligro, debemos prestar atención al consejo bíblico: “Sigan poniéndose a prueba para ver si están en la fe, sigan dando prueba de lo que ustedes mismos son” (2 Corintios 13:5). Cuando hacemos esto, podemos detectar las debilidades que hayamos desarrollado y tomar las medidas necesarias para corregirlas antes de que nuestros enemigos las encuentren y lancen su ataque. Ahora bien, ¿cómo nos ponemos a prueba? ¿Qué síntomas hay que vigilar al hacer este autoexamen?

Cómo reconocer los síntomas

Un síntoma común de debilidad espiritual es descuidar el estudio personal. Algunos reconocen que deben estudiar más, pero sencillamente no apartan tiempo para ello. Debido a que hoy en día llevamos una vida muy activa, es fácil hallarnos en esa situación perjudicial. Sin embargo, lo peor es que muchas veces estas personas razonan que no lo están haciendo tan mal, dado que leen las publicaciones bíblicas cuando pueden y asisten a algunas reuniones cristianas.

Tal razonamiento es una forma de engañarse a sí mismas. Es parecido al caso del hombre que cree que está tan ocupado que no puede sentarse a comer bien, de modo que toma un bocado cuando puede y sigue atendiendo otros asuntos. Aunque quizás no pase hambre, tal vez con el tiempo tenga problemas de salud. De igual manera, si no ingerimos alimento espiritual nutritivo con regularidad, en poco tiempo desarrollaremos debilidades en nuestra armadura espiritual. Como la propaganda y las actitudes mundanas nos bombardean constantemente, podemos sucumbir con facilidad a los ataques mortales de Satanás.

Otro síntoma de debilidad espiritual es la pérdida del sentido de la urgencia con respecto a nuestro guerrear espiritual. Durante el tiempo de paz el soldado no siente la tensión ni el peligro de la batalla. Tal vez no perciba la urgencia de estar listo. Si lo llaman de repente a la guerra, es muy posible que no esté preparado. Lo mismo ocurre en sentido espiritual. Si permitimos que disminuya nuestro sentido de la urgencia, quizás no estemos preparados para repeler los ataques.

Ahora bien, ¿cómo sabemos si nos encontramos en esa situación? Podemos hacernos algunas preguntas que tal vez revelen la verdadera condición en que nos hallamos: ¿Anhelo participar en el ministerio tanto como salir de excursión? ¿Estoy tan dispuesto a dedicar tiempo a prepararme para las reuniones como lo estoy a ir de compras o a ver la televisión? ¿He cambiado de opinión tocante a las metas y oportunidades que abandoné cuando me hice cristiano? ¿Envidio la supuesta buena vida que llevan otras personas? Estas son preguntas que invitan a la reflexión y nos ayudan a detectar cualquier debilidad que tengamos en nuestra armadura espiritual.

Dado que la armadura protectora que llevamos es espiritual, es esencial que el espíritu de Dios fluya libremente en nuestra vida. Esto se reflejará en el grado al que manifestemos el fruto de dicho espíritu en todas nuestras actividades. ¿Se irrita o se molesta fácilmente cuando otras personas hacen o dicen algo que le disgusta? ¿Encuentra difícil aceptar consejo, o le parece que los demás siempre se meten con usted? ¿Envidia profundamente las bendiciones y los logros de otras personas? ¿Se le hace difícil llevarse bien con los demás, especialmente con sus compañeros? Un autoexamen sincero nos ayudará a ver si nuestra vida está llena del fruto del espíritu de Dios o si las obras de la carne se están manifestando sutilmente (Gálatas 5:22-26; Efesios 4:22-27).

Pasos decisivos para vencer las debilidades espirituales

Reconocer los síntomas de las debilidades espirituales es una cosa, hacerles frente y tomar medidas para corregirlos es otra muy distinta. Lamentablemente, muchas personas tienden a buscar excusas, a justificarse, a minimizar el problema o a negarlo. ¡Qué peligroso es tal proceder! Es como ir a una batalla con una armadura incompleta. Tal imprudencia nos haría vulnerables al ataque de Satanás. Antes bien, debemos dar pasos decisivos para corregir cualquier defecto que percibamos. ¿Qué podemos hacer? (Romanos 8:13; Santiago 1:22-25.)

Como estamos en una guerra espiritual —una batalla que incluye el control de la mente y el corazón del cristiano— debemos hacer cuanto podamos para proteger nuestras facultades. Recuerde que entre las piezas de nuestra armadura espiritual está “la coraza de la justicia”, que protege el corazón, y “el yelmo de la salvación”, que protege la mente. Aprender a utilizar estas provisiones eficazmente puede significar la diferencia entre la victoria y la derrota (Efesios 6:14-17; Proverbios 4:23; Romanos 12:2).

Llevar de manera propia “la coraza de la justicia” requiere que examinemos constantemente si amamos la justicia y odiamos el desafuero (Salmo 45:7; 97:10; Amós 5:15). ¿Han bajado nuestras normas junto con las del mundo? ¿Nos entretienen ahora cosas que anteriormente nos indignaban u ofendían, sea que se presenten en la vida real, en la televisión, el cine, los libros o las revistas? El amor a la justicia nos ayudará a ver que lo que se glorifica en el mundo como libertad y sofisticación, pudieran ser realmente promiscuidad y engreimiento disfrazados (Romanos 13:13, 14; Tito 2:12).

Ponerse “el yelmo de la salvación” implica tener presente con claridad las maravillosas bendiciones futuras, y no permitir que el resplandor y el encanto del mundo nos desvíen (Hebreos 12:2, 3; 1 Juan 2:16). Este punto de vista nos ayudará a anteponer los intereses espirituales a las ganancias materiales o la ventaja personal (Mateo 6:33). Por lo tanto, para asegurarnos de que esta parte de la armadura está en su debido lugar, tenemos que preguntarnos con sinceridad: ¿Qué busco en la vida? ¿Tengo metas espirituales específicas? ¿Qué estoy haciendo para alcanzarlas? Seamos miembros del grupo de cristianos ungidos que quedan o de la “gran muchedumbre”, debemos imitar a Pablo, que dijo: “Todavía no me considero como si lo hubiera asido; pero hay una cosa en cuanto a ello: Olvidando las cosas que quedan atrás, y extendiéndome hacia adelante a las cosas más allá, prosigo hacia la meta” (Revelación [Apocalipsis] 7:9; Filipenses 3:13, 14).

Pablo termina de describir nuestra armadura espiritual con esta exhortación: “Con toda forma de oración y ruego, se ocupan en orar en toda ocasión en espíritu. Y, con ese fin, manténganse despiertos con toda constancia y con ruego a favor de todos los santos” (Efesios 6:18). Estas palabras señalan dos pasos decisivos que debemos dar a fin de vencer o evitar cualquier debilidad espiritual: cultivar una buena relación con Dios, y forjar un vínculo estrecho con nuestros compañeros cristianos.

Conseguimos intimidad con Jehová cuando nos acostumbramos a dirigirnos a él con oraciones de “toda forma” —para confesar nuestros pecados, pedir perdón, solicitar su guía, dar gracias por las bendiciones, alabarlo de todo corazón— y “en toda ocasión” —en público, en privado, personal y espontáneamente—. Esa es la mejor protección que podemos tener (Romanos 8:31; Santiago 4:7, 8).

Por otro lado, se nos exhorta a orar “a favor de todos los santos”, es decir, nuestros compañeros cristianos. En las oraciones podemos recordar a nuestros hermanos espirituales que sufren persecución y otras dificultades en tierras lejanas. ¿Y qué puede decirse de los cristianos con quienes trabajamos y nos relacionamos todos los días? También es apropiado que oremos a favor de ellos, tal como Jesús oró por sus discípulos (Juan 17:9; Santiago 5:16). Esas oraciones nos unen y nos fortalecen para aguantar los ataques “del inicuo” (2 Tesalonicenses 3:1-3).

Finalmente, tengamos muy presente la admonición amorosa del apóstol Pedro: “El fin de todas las cosas se ha acercado. Sean de juicio sano, por lo tanto, y sean vigilantes en cuanto a oraciones. Ante todo, tengan amor intenso unos para con otros, porque el amor cubre una multitud de pecados” (1 Pedro 4:7, 8). Es muy fácil dejar que las imperfecciones humanas —las ajenas y las nuestras— se infiltren en nuestro corazón y nuestra mente y se conviertan en obstáculos, piedras de tropiezo. Satanás conoce bien esta debilidad humana. Dividir para vencer es una de sus astutas tácticas. Por ello, es necesario que cubramos rápidamente esos pecados con amor intenso unos para con otros y que no ‘dejemos lugar para el Diablo’ (Efesios 4:25-27).

Manténgase espiritualmente fuerte ahora

¿Qué hace usted cuando observa que está despeinado o que su corbata está torcida? Lo más probable es que corrija el desarreglo lo antes posible. Pocas personas pasarían por alto estas anomalías físicas, pensando que no importan. Pues bien, respondamos con la misma prontitud en lo que respecta a nuestras debilidades espirituales. Los defectos físicos tal vez hagan que otros nos vean con desaprobación, pero los defectos espirituales que no se corrigen pueden resultar en la desaprobación de Jehová (1 Samuel 16:7).

Jehová nos ha suministrado todo lo que necesitamos para desarraigar cualquier debilidad espiritual y permanecer espiritualmente fuertes. Mediante las reuniones cristianas, las publicaciones bíblicas y los cristianos maduros y amorosos, él nos da constantes recordatorios y sugerencias en cuanto a lo que debemos hacer. Pero nos toca a nosotros aceptarlos y ponerlos en práctica. Tal proceder requiere esfuerzo y autodisciplina. Recordemos lo que el apóstol Pablo dijo sinceramente: “La manera como estoy corriendo no es incierta; la manera como estoy dirigiendo mis golpes es como para no estar hiriendo el aire; antes bien, aporreo mi cuerpo y lo conduzco como a esclavo, para que, después de haber predicado a otros, yo mismo no llegue a ser desaprobado de algún modo” (1 Corintios 9:26, 27).

Mantengámonos alerta y nunca permitamos que se forme en nosotros un talón de Aquiles en sentido espiritual. Más bien, hagamos humilde y valerosamente lo que sea necesario ahora para reconocer y vencer cualquier debilidad espiritual que tengamos.

[Comentario de la página 19]

“Sigan poniéndose a prueba para ver si están en la fe, sigan dando prueba de lo que ustedes mismos son.” (2 Corintios 13:5.)

[Comentario de la página 21]

“Sean vigilantes en cuanto a oraciones. Ante todo, tengan amor intenso unos para con otros, porque el amor cubre una multitud de pecados.” (1 Pedro 4:7, 8.)

[Ilustración y recuadro de la página 20]

PREGÚNTESE:

◆ ¿Estoy tan dispuesto a dedicar tiempo a prepararme para las reuniones como lo estoy a ir de compras o a ver la televisión?

◆ ¿Envidio la supuesta buena vida que llevan otras personas?

◆ ¿Me irrito fácilmente cuando otras personas hacen o dicen algo que me disgusta?

◆ ¿Encuentro difícil aceptar consejo, o me parece que los demás siempre se meten conmigo?

◆ ¿Se me hace difícil llevarme bien con los demás?

◆ ¿Han bajado mis normas junto con las del mundo?

◆ ¿Tengo metas espirituales específicas?

◆ ¿Qué estoy haciendo para alcanzar mis metas espirituales?

[Reconocimiento de la página 18]

Aquiles: del libro Great Men and Famous Women; soldados romanos y la pág. 21: Historic Costume in Pictures/Dover Publications, Inc., New York

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