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La ciudad esplendorosaApocalipsis... ¡se acerca su magnífica culminación!
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Y la ciudad no tiene necesidad de que el sol ni la luna resplandezcan sobre ella, porque la gloria de Dios la alumbraba, y su lámpara era el Cordero”. (Revelación 21:22, 23.)
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La ciudad esplendorosaApocalipsis... ¡se acerca su magnífica culminación!
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Cuando la gloria de Jehová pasó cerca de Moisés en el monte Sinaí, hizo que el rostro de Moisés brillara tanto que él tuvo que cubrírselo de los demás israelitas. (Éxodo 34:4-7, 29, 30, 33.) ¿Puede usted imaginarse, entonces, cuánto brilla una ciudad que está iluminada permanentemente con la gloria de Jehová? En tal ciudad no podría haber noche. No necesitaría ni Sol ni Luna literales. Estaría difundiendo luz eternamente. (Compárese con 1 Timoteo 6:16.) La Nueva Jerusalén está bañada de esa clase de brillo radiante. De hecho, esta novia y su Novio Rey llegan a ser la capital de la organización universal de Jehová —su “mujer”, “la Jerusalén de arriba”—, sobre la cual Isaías profetizó: “Para ti el sol ya no resultará ser luz de día, y para resplandor la luna misma ya no te dará luz. Y Jehová tiene que llegar a ser para ti una luz de duración indefinida; y tu Dios, tu hermosura. Ya no se pondrá tu sol, ni irá menguando tu luna; porque Jehová mismo llegará a ser para ti una luz de duración indefinida, y los días de tu duelo habrán quedado completos”. (Isaías 60:1, 19, 20; Gálatas 4:26.)
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