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El sueño de volar¡Despertad! 1999 | 8 de marzo
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El sueño de volar
“LAS máquinas voladoras, sin excepción, han demostrado en poco tiempo la veracidad del dicho que oíamos de jóvenes de que todo lo que sube, baja.”
Estas palabras encabezaron un editorial algo escéptico de The New York Times del 25 de mayo de 1908, menos de cinco años después del legendario vuelo de los hermanos Wright en la localidad de Kitty Hawk (Carolina del Norte, E.U.A.). El autor, dudoso aún del éxito de las recién inventadas “máquinas voladoras” que empezaban a surcar los cielos, dijo en tono meditativo que “a muy pocas personas les entusiasma la idea de flotar en el aire a gran altura del suelo”. Si bien el artículo admitió que tal vez las generaciones futuras podrían acoger mejor la navegación aérea, señaló que “el transporte de pasajeros a largas distancias en aeronaves [...] quizás nunca se haga realidad”.
¡Qué equivocada estaba aquella predicción! Hoy, más de mil millones de pasajeros vuelan “largas distancias en aeronaves” todos los años. En efecto, en menos de una centuria los aeroplanos dejaron de ser los endebles artefactos de madera y tela de principios de siglo, para convertirse en modernos y elegantes aviones de reacción dotados de computadoras, que vuelan a 10.000 metros de altitud llevando en cómodas cabinas climatizadas a centenares de personas a los más apartados lugares del planeta.
El rápido progreso de la aviación en el siglo XX ha sido en realidad extraordinario y ha cambiado radicalmente el mundo en que vivimos. La historia del empeño humano por conquistar el aire en realidad se remonta más allá de las últimas décadas, o incluso de los últimos siglos. Volar es un sueño que ha obsesionado al hombre desde la más remota antigüedad.
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“Ciertamente el cielo está abierto”¡Despertad! 1999 | 8 de marzo
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“Ciertamente el cielo está abierto”
“EL DESEO de volar es tan viejo como la propia humanidad”, aseveró el historiador Berthold Laufer en The Prehistory of Aviation (Prehistoria de la aviación). Los anales de la antigua mitología griega, egipcia, asiria y oriental están poblados de leyendas sobre reyes, dioses y héroes que intentaron explotar la capacidad de volar, tratándose en casi todos los casos de hombres que imitaron el vuelo alado de los pájaros.
Por ejemplo, los chinos cuentan que el sabio e intrépido emperador Shun, quien supuestamente existió más de dos mil años antes del nacimiento de Jesucristo, se revistió de plumas y escapó volando cuando quedó atrapado en lo alto de un granero incendiado. Otro relato dice que se lanzó desde una torre usando dos grandes sombreros de juncos a guisa de paracaídas para evitar hacerse daño.
Los griegos poseen una leyenda de tres mil años de antigüedad según la cual Dédalo, genial artista e inventor, fabricó unas alas con plumas, cordeles y cera para huir con su hijo Ícaro de la isla de Creta, donde estaban prisioneros. “Ciertamente el cielo está abierto; ¡por allí voy a ir!”, exclamó Dédalo. Al principio, las alas funcionaron a la perfección; pero Ícaro, desbordado por la experiencia de poder remontarse por los aires, voló tan alto que el sol derritió la cera que unía sus alas y se ahogó al caer al mar.
Historias como estas excitaban la imaginación de inventores y filósofos que anhelaban volar de verdad. Ya para el siglo III E.C., los chinos realizaban experimentos con cometas, demostrando así que conocían ciertos principios aeronáuticos mucho antes de que tal tipo de experimentación siquiera comenzara en Europa. En el siglo XV, el médico veneciano Giovanni da Fontana experimentó con simples cohetes de madera y papel que elevaba haciendo estallar pólvora. Alrededor del año 1420 escribió: “No me cabe la menor duda de que es posible ponerle alas artificiales a un hombre, con las que podrá remontarse por los aires y desplazarse de un lugar a otro, subir a las torres y cruzar las aguas”.
A principios del siglo XVI, Leonardo da Vinci, pintor, escultor y hábil ingeniero mecánico, elaboró bocetos rudimentarios de helicópteros y paracaídas, así como de planeadores provistos de alas con extremos móviles. Las pruebas indican que construyó modelos de al menos algunas de las máquinas voladoras que proyectó, pero en realidad ninguna era aplicable a la práctica.
De los siguientes dos siglos proceden diversos relatos de hombres intrépidos que se lanzaban desde lo alto de torres y colinas tratando de batir alas artificiales atadas al cuerpo. Estos primeros “pilotos de pruebas” constituyeron una casta valiente y arriesgada, pero sus tentativas fueron completamente infructuosas.
Globos de fuego y “aire inflamable”
En 1783 se divulgó por todo París y las provincias de Francia la noticia de un gran adelanto aeronáutico. Dos hermanos, Joseph-Michel y Jacques-Étienne Montgolfier, descubrieron que podían hacer volar rápida y suavemente pequeños globos de papel inflados con aire caliente. Su primer gran globo de fuego (como se le denominó) fue hecho de papel y lino e inflado con el humo fétido de una enorme fogata. El globo ascendió a más de 1.800 metros en su vuelo inaugural no tripulado. El 21 de noviembre de 1783 se elevó portando a dos pasajeros (a quienes el público apodó aeronautas) en un recorrido de veinticinco minutos por encima de París. Ese mismo año, otro inventor, de nombre Jacques Charles, dio a conocer al público el primer globo aerostático inflado con gas hidrógeno, o “aire inflamable”, como se le conocía originariamente.
Los progresos en la técnica aerostática “abrieron” rápidamente los cielos para los intrépidos aeronautas. Hacia el año 1784, los globos alcanzaban altitudes superiores a los 3.400 metros. Tan solo un año más tarde, Jean-Pierre-François Blanchard atravesó el canal de la Mancha en un globo de hidrógeno que transportaba el primer correo aéreo del mundo. Para 1862, los aeronautas habían efectuado travesías por Europa y por todo Estados Unidos a alturas que sobrepasaban los 8.000 metros.
Sin embargo, los primeros aeronautas estaban todavía a merced de los vientos, pues no había forma de controlar la dirección ni la velocidad de los vuelos aerostáticos. La invención de los dirigibles propulsados por gasolina y electricidad en la segunda mitad del siglo XIX amplió muchísimo las posibilidades de la navegación aérea, pero dichos vehículos, más ligeros que el aire y de forma de salchicha, se desplazaban muy lentamente: por lo general, de 10 a 30 kilómetros por hora. Se necesitaba un enfoque diferente si el hombre quería “remontarse por los aires y desplazarse de un lugar a otro”, como había predicho Da Fontana.
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¿Cómo se desarrolló el avión?¡Despertad! 1999 | 8 de marzo
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¿Cómo se desarrolló el avión?
¿CÓMO lograron finalmente los inventores construir aparatos voladores más pesados que el aire? Fijando nuevamente la atención en los verdaderos maestros del vuelo: los pájaros. En 1889, inspirándose en la técnica de vuelo de las cigüeñas, el ingeniero alemán Otto Lilienthal publicó el libro Del vuelo de los pájaros como base de la aviación, y dos años más tarde construyó su primer planeador sencillo. En 1896, después de haber efectuado unos dos mil planeos, pereció cuando ensayaba un monoplano. Basándose en las investigaciones de Lilienthal, Octave Chanute, ingeniero americano de origen francés, concibió un planeador biplano que constituyó otro adelanto significativo en el diseño de máquinas voladoras más pesadas que el aire.
Aparecen entonces los hermanos Wright. Propietarios de un taller de bicicletas en Dayton (Ohio, E.U.A.), Orville y Wilbur Wright iniciaron sus experimentos con planeadores en el año 1900, animados por los descubrimientos de Lilienthal y Chanute. Trabajaron lenta y metódicamente durante los siguientes tres años, efectuando varios vuelos experimentales en Kitty Hawk (Carolina del Norte). Idearon nuevos modelos con el auxilio de túneles de viento, el primero de los cuales lo hicieron ellos mismos utilizando una caja de almidón para ropa. En su primer vuelo motorizado, usaron un motor de cuatro cilindros y 12 caballos de fuerza de su propia invención, que instalaron en el ala inferior de un nuevo aeroplano. El motor accionaba dos hélices de madera, situadas una a cada lado del timón trasero.
El 14 de diciembre de 1903, el nuevo invento de los Wright despegó por primera vez desde una pista de madera y permaneció en el aire tres segundos y medio. Tres días después, los hermanos volvieron a ensayar el aparato. En la última prueba, este se mantuvo en vuelo casi un minuto y recorrió una distancia de 260 metros. El avión fue todo un éxito.a
Sorprende la poca atención que esta memorable hazaña mereció del resto del mundo. Cuando The New York Times finalmente publicó una historia sobre los hermanos Wright, en enero de 1906, dijo que su “máquina voladora” se había construido en el más absoluto secreto y que los hermanos habían obtenido “escaso éxito al volar por los aires” en 1903. En realidad, Orville había telegrafiado a su padre la misma noche del histórico vuelo pidiéndole que informara a la prensa; sin embargo, solo tres periódicos de Estados Unidos se tomaron la molestia de reseñar la historia en aquel tiempo.
¿Sin futuro comercial las máquinas voladoras?
El mundo en general veía con escepticismo la aviación en sus orígenes. Hasta Chanute, uno de sus célebres pioneros, vaticinó lo siguiente en 1910: “En opinión de los entendidos, es ocioso augurar un futuro comercial a la máquina voladora, pues su capacidad de carga tiene y siempre tendrá un límite, lo que impedirá usarla para el transporte de viajeros o mercancías”.
Sin embargo, la técnica de la aviación progresó rápidamente en los años que siguieron a los primeros vuelos de los hermanos Wright. En menos de cinco años, estos construyeron un biplano para dos personas que se desplazaba a 71 kilómetros por hora y alcanzaba una altitud de 43 metros. En 1911 se efectuó el primer vuelo transcontinental en Estados Unidos; la travesía de Nueva York a California duró cuarenta y nueve días. Durante la primera guerra mundial, las velocidades aéreas pasaron de 100 kilómetros por hora a más de 230. Las marcas de altitud pronto rebasaron los 9.000 metros.
Los récords obtenidos en la aeronavegación siguieron acaparando los titulares de la prensa durante los años veinte. En 1923, dos oficiales del ejército estadounidense realizaron el primer vuelo sin escalas de su país, viajando de costa a costa en menos de veintisiete horas. Cuatro años más tarde, Charles A. Lindbergh saltó a la fama instantáneamente al efectuar la primera travesía sin escalas entre Nueva York y París en treinta y tres horas y veinte minutos.
Entretanto, las nacientes líneas comerciales empezaban a suscitar el interés de los viajeros. A finales de 1939, los viajes aéreos se habían popularizado tanto que las aerolíneas norteamericanas transportaban en torno a los tres millones de personas anualmente. El avión comercial estándar de finales de los años treinta, el DC-3, solo podía transportar veintiún pasajeros a una velocidad de crucero de 270 kilómetros por hora. Después de la segunda guerra mundial, los aviones comerciales aumentaron en tamaño y potencia, desarrollando velocidades de crucero de más de 480 kilómetros por hora. Los británicos pusieron en servicio comercial el turborreactor en 1952, y los jumbo jets, como el Boeing 747, con capacidad para 400 plazas, hicieron su aparición en 1970.
Otro hito tuvo lugar en 1976, cuando un equipo de ingenieros francobritánico introdujo el Concorde, avión con alas en delta que puede transportar 100 pasajeros al doble de la velocidad del sonido (más de 2.300 kilómetros por hora). No obstante, los elevados costos de operación han limitado el uso generalizado de los aviones supersónicos comerciales.
Moldean el mundo
Aunque nunca haya volado en un avión, es probable que estos rápidos adelantos tecnológicos hayan influido en su vida. El servicio de carga aérea funciona en todo el globo terráqueo. A menudo, los alimentos que consumimos, la ropa que nos ponemos y las máquinas que empleamos en el trabajo o en el hogar, llegan por avión desde el otro lado del océano o del continente. Las cartas y los paquetes van rápidamente de un país a otro por vía aérea. El comercio depende en gran medida de los servicios de mensajería aérea para sus transacciones cotidianas. Los bienes y servicios de que disponemos y los precios que por ellos pagamos, han sido influidos en su totalidad por la capacidad de los seres humanos para volar.
La aviación también ha generado profundos cambios sociales. No cabe duda de que, gracias a ella, el mundo se ha hecho más pequeño. En pocas horas podemos estar en casi cualquier parte de la Tierra, si tenemos los medios. Las noticias viajan rápidamente, y también la gente.
El precio del progreso
Con todo, el hombre ha tenido que pagar un precio por este progreso. Algunos temen que el aumento del tráfico aéreo torne más peligrosos los cielos. Los accidentes de aviones privados y comerciales se cobran muchas vidas todos los años. “Presionadas por la competitividad, muchas aerolíneas renuncian a los márgenes extras de seguridad que mantenían rutinariamente cuando podían cargar los costos adicionales a los clientes”, afirma la revista Fortune. La Agencia de la Aviación Federal, encargada de la seguridad aérea en Estados Unidos, “carece de fondos y personal suficientes y adolece de mala administración”, informó la citada revista.
Al mismo tiempo, un creciente número de ambientalistas están alarmados por el aumento de la contaminación atmosférica y acústica como resultado del intenso tráfico aéreo. La solución de los problemas acústicos figura “entre las cuestiones más divisivas de la aviación civil en el mundo”, dijo la revista Aviation Week & Space Technology.
Los problemas se ven agravados por el envejecimiento de las flotas de aviones. En 1990, 1 de cada 4 aviones comerciales tenía más de 20 años, y un tercio de ellos había sobrepasado los “objetivos para una vida útil” prescritos originalmente por el fabricante.
Así pues, los ingenieros aeronáuticos se encaran a grandes desafíos. Deben idear formas más seguras y menos caras para transportar un mayor número de viajeros, al mismo tiempo que los costos se disparan y aumenta la preocupación por los daños ambientales.
Ya han comenzado a surgir algunas soluciones para reducir los costos. Jim Erickson escribe en la revista Asiaweek que el equipo francobritánico Aerospatiale y British Aerospace proyecta construir un avión de 300 plazas que viaje al doble de la velocidad del sonido. Los costos y el consumo de combustible por pasajero serán más bajos. Y para paliar el congestionamiento en muchos aeropuertos, algunos visionarios de la industria han propuesto fabricar una nueva generación de helicópteros gigantescos, capaces de llevar 100 pasajeros cada uno. Se cree que estas naves pudieran algún día absorber gran parte de los vuelos cortos que efectúan ahora los vehículos convencionales de ala fija.
¿Satisfarán los helicópteros gigantescos y los aviones supersónicos las necesidades acuciantes de la industria aérea en los años venideros? Solo el tiempo lo dirá mientras el hombre siga empeñado en ‘abrir los cielos’ al vuelo humano.
[Nota]
a Algunos sostienen que en 1901, Gustave Whitehead (Weisskopf), inmigrante alemán que vivía en Connecticut (E.U.A.), también consiguió volar en un aeroplano de su invención, pero no hay fotos que corroboren tal afirmación.
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